“Teatro: ‘El Cerco de Leningrado’ o las condiciones de la resistencia
cultural en Chile”
“Porque
hay que salvar una esperanza, y para salvar esa esperanza hay que cruzar el
Lago Ladoga, una capa helada que puede quebrarse bajo el peso de una tentación.”
De ‘El Cerco de Leningrado’ de José Sanchis
Sinisterra
Por Andrés Figueroa Cornejo
El Gran Circo Teatro, fundado por el
genio dramático de Andrés Pérez Araya, está presentando los sábados y domingo,
a las 20.30 hrs., en la calle República 301 de Santiago de Chile, para todo
público y hasta el próximo 6 de diciembre de 2015 en su primera temporada, la
obra ‘El Cerco de Leningrado’ del magistral dramaturgo español, José Sanchis
Sinisterra.
Pero ‘El Cerco de Leningrado’ –en
la historia, uno de los episodios más terribles y dolorosos de la Segunda
Guerra Mundial, donde murieron alrededor de un millón personas del pueblo ruso,
resistiendo el acecho genocida del ejército nazi, el hambre y el frío-, en su
representación teatral funciona como metáfora, como sustitución de la condición
humana asediada y puesta al límite de sus potencias existenciales.
La obra de Sanchis Sinisterra,
actualizada y chilenizada en varios de sus parlamentos, pone a dos mujeres
maduras, Natalia (interpretada por Rosa Ramírez, ‘La Negra Ester’) y Priscila
(interpretada por la sensibilidad brillante de María Elena Ovalle), viviendo
juntas en el desvencijado Teatro del Fantasma, en riesgo de ser demolido por
las autoridades políticas del orden. Natalia y Priscila recuerdan la época
dorada del teatro mediante un diálogo-monólogo, muy propio del creador del
texto, Sanchis Sinisterra, quien abreva visiblemente de la creación de Berthold
Brecht y de Samuel Beckett, y de narradores como Franz Kafka y Julio Cortázar.
Las personajes también evocan a Néstor, el ex director y primer actor de la
compañía, asesinado hace más de dos décadas cuando ensayaban una obra titulada
‘El Cerco de Leningrado’. Néstor fue esposo de Priscila y amante de Natalia, y
las personajes, vueltas amigas con el tiempo, sugieren que su crimen tuvo
evidentes razones políticas. Claro que no se sabe si el asesinato fue cometido
por sus enemigos o por ‘compañeros’ (¿la traición como con el poeta y
revolucionario salvadoreño, Roque Dalton?). Por eso Natalia y Priscila,
mientras defienden férreamente la propia existencia de la sala de teatro,
buscan el texto de la obra que acabó con la vida de Néstor.
Para conocer las honduras de la
obra y alentar a la gente a no dejar pasar un montaje de excelencia profesional
y muy poco habitual en la irregular cartelera chilena, el periodista se
entrevistó con su directora, Ingrid Leyton, y las actrices Rosa Ramírez y María
Elena Ovalle.
Ingrid Leyton: “Quiero
que el público se lleve nuestro abrazo y la solidaridad amorosa de la propuesta”
-¿Por qué el
dramaturgo José Sanchis Sinisterra y por qué ‘El Cerco de Leningrado?
Ingrid Leyton: ‘El Cerco…’, es la tercera obra que dirijo de José Sanchis Sinisterra, a
quien conocí por primera vez, en 1992. Con el tiempo labramos una verdadera
amistad. Antes hice ‘Pervertimento y otros gestos para nada’ en el Teatro La
Batuta, y luego ‘La máquina de abrazar’ que trata sobre el autismo. Mis
maestros formadores fueron los legendarios actores chilenos Gustavo Meza,
Patricio Bunster, Luis Advis, Sergio Silva. Más tarde hice 15 años clases en la
Escuela de Gustavo Meza y me reuní en distintas oportunidades con José Sanchis.
Y todo fue ligándose. Mi nieta desde muy pequeña dejó de hablar y volvió a los
pañales. Como mi hija estaba estudiando arquitectura, yo dejé el teatro para
ayudarla en las terapias que demandaba el autismo de mi nieta. Entonces cuando
Sanchis se enteró, me dijo que tenía una obra especial para mí: ‘La máquina
abrazar’. Un año después la monté. Por eso cuando la actriz Rosa Ramírez (‘La
Negra Ester’) me invitó a que trabajáramos la obra ‘El Cerco…”, me embarqué
inmediatamente en la aventura.”
-¿Con qué se va a
encontrar el público que vea ‘El Cerco de Leningrado’?
Ingrid Leyton: “En su lectura básica, se va a encontrar con dos mujeres delirantes que
bien pueden tener viviendo en su propia casa. Con la tía y con la abuela, con
la hija solterona que cuida a su madre, etc. Esto es, con una situación que
sucede entre las familias chilenas hoy. Se trata de una formación dialógica que
de pronto parecen monólogos, pero que finalmente se comprenden. Y Sanchis, que
comparte elementos del teatro del absurdo de Beckett (‘Esperando a Godot’),
saca su voz a través de un discurso político frontal, directo. Eso nos permite
como elenco, intervenir con la crítica de la actualidad nacional.
Una siguiente lectura tiene que
ver con la mujer. Y con la mujer chilena que emerge desde una cultura donde los
padres brillan por su ausencia en un porcentaje increíble. Y no me refiero al
‘hembrismo’, sino al papel concreto y estratégico que juega la mujer en el
país. En la obra hay un hombre (‘Néstor’) que dejó una semilla en ambas
protagonistas. Una como amante, la otra como esposa (¿Salvador Allende?).
Y existe una lectura de fondo que
está asociada a un sistema cruel y perverso, donde se impuso que el único fin
‘valido’ es tener dinero. En el teatro particularmente, la obra es vista como
una mercancía, el productor como un ‘gestor’ de esa mercancía, y el público es
reducido a un consumidor.”
-Ingrid, como directora,
¿qué buscas que el público atesore de esta obra?
Ingrid Leyton: “La honestidad de su factura. Como entiendo al teatro en tanto creación
amorosa y generosidad consistente, espero que el público se remezca, se
conmueva, se lleve nuestro abrazo. Y con esas emociones, también un punto de
vista. La solidaridad, la colaboración, la comunidad, el reconocimiento del
otro y de la otra.”
María Elena Ovalle:
“La cultura y las artes en el país están olvidadas”
-¿Cómo defines tu labor
en la obra, María Elena?
María Elena Ovalle: “Yo enfrento mi trabajo actoral con mucho despojo. Es un trabajo duro y
nada fácil. Ha sido vital el afiatamiento entre mi compañera de actuación y la
directora. Se trata de una obra maravillosa que el público chileno tiene que
ver. Sobre todo por el estado de olvido en que se encuentran la cultura y las
artes en el país. Claro, tal vez no son manifestaciones que mejoran el
presupuesto de nadie, pero sí entregan alegría, una visión de cómo encarar la
vida.”
-¿Cuál consideras el
punto mayor de tu carrera?
“Sin duda, el momento más alto de
mi carrera está en mi participación en el elenco de la obra ‘La Negra Ester’.
Además, trabajo mucho en la educación para niñas, niños y adolescentes de
colegios, empleando las artes dramáticas para la enseñanza del inglés y las
matemáticas.”
Rosa Ramírez:
“Habitamos un capitalismo depredador que nos roba todo”
-¿Cómo construyes a tu
personaje, Rosa?
Rosa Ramírez: “La única manera de encarnar una personaje es dejando que ella vaya
instalándose en tu interior. Sueño y pienso mucho a la personaje, pero no la
manipulo. De ese modo puedo saber lo que le ocurre. En ese sentido, yo, la Rosa
Ramírez, abandono el escenario y me enamoro de la personaje. De lo contrario,
estoy perdida. Mi trabajo no pasa exclusivamente por la racionalidad, menos en
un texto tan inteligente como ‘El Cerco…’ de Sanchis.”
-Hacer teatro político
en el país, en las condiciones presentes, parece ir contracorriente…
“Hoy en Chile hacer teatro
político no es lo ‘bien visto’, aunque todos/as sabemos que el teatro, como la
vida misma, es bastante político. Es política lo que hace el Consejo Nacional
de la Cultura y las Artes; es política lo que se hace en las municipalidades en
sus áreas de cultura. Lo que se hace y lo que se deja de hacer es política, no
es casualidad. Como digo en la obra, es política que hoy nos hagan enfrentarnos
actores contra actores, teatristas contra teatristas, artistas contra artistas,
cuando se supone que es rol del Estado preocuparse del bienestar de su pueblo
en todos los ámbitos. Sin embargo, al Estado de Chile no le interesa que la
cultura esté al servicio del crecimiento integral de los seres humanos. El
Estado arguye que ‘no hay dinero’, toda vez que los escándalos de las
colusiones, la corrupción, el Transantiago, etc., dicen todo lo contrario. De
hecho, los fondos concursables son una elegante manera de hacernos mendigar. Y
en ese acto de mendicidad a algunos les va bien y a otros les va mal. Ni unos
ni otros sabemos bien las causas. Una puede aventurar algunas hipótesis, claro:
es una forma de ‘hacerle cariño’ a quienes se ‘portan bien’, y de ‘tirarnos de
las orejas’ a quienes nos ‘portamos mal’.”
-¿Qué atenta contra el
teatro político y de reflexión crítica?
“En la actualidad, los medios de
comunicación de masas están mostrándonos bastantes estupideces. Los temas son
banales. Hoy ‘mi Presidenta’ está más preocupada de poner la bandera de Francia
en La Moneda, lo que para mí resulta un insulto. Yo no he visto a ninguna de
las autoridades enarbolar la bandera de Punta Arenas, de Petorca, etc. Y hablo
de Petorca porque hay graves problemas de agua, de Tocopilla porque existe
sobrecontaminación, de Calama donde los suicidios y el SIDA son altísimos, y
tantos otros lugares del país en los cuales hay crisis de diverso tipo. En
consecuencia, mi herramienta y mi arma de lucha es el teatro. Y tengo la
fortuna que, desde nuestras diferencias y profundas coincidencias, me he
encontrado con mucha gente que sostiene una mirada similar.”
-¿Y por qué
protagonizar ‘El Cerco de Leningrado’?
“’El Cerco…’ es una obra política
que montamos, tratando de ser lo más respetuosas posibles con el autor y los
personajes. La obra la conozco desde hace mucho tiempo y la vi en La Plata,
Argentina. Al pasar de los años, de la acumulación de experiencia, lo que
propone ‘El Cerco…’ hoy se vuelve cada vez más evidente. Por ejemplo, en uno de
sus planos, la obra representa a la ancianidad, y en Chile conocemos muy bien
la desprotección y abuso contra los viejos/as. ¿Por qué a la política oficial
se le ocurrió ahora extender los años de trabajo, cuando los milicos pueden
jubilar a una edad adecuada? Nadie ha dicho que jubilar es sinónimo de ‘parar
la chala’ (morir). Permítannos disfrutar de la vida en algún momento. Habitamos
un capitalismo depredador que nos roba todo. Desde la niñez hasta la vejez.”
María Elena Ovalle:
“En Chile, las mujeres amanecemos luchando”
-¿Dónde fijaste tu
memoria emotiva para encarnar a la personaje de Priscila, María Elena?
María Elena Ovalle: “En la construcción de la personaje de Priscila existe un referente
absolutamente personal que es mi abuela. Yo leí la obra y vi a mi abuela. Tanto
así, que en la obra uso los lentes de mi abuela, y la peluca que llevo es tal
cual ella se peinaba. Sin que mis compañeras lo sepan, yo cito en muchas partes
de la obra a mi abuela. La veo en su lucha cotidiana como madre y como obrera.
Y me emociona. Ella me crio y me forjó. Somos mujeres luchadoras. En Chile una
se despierta luchando. En ese sentido, yo me siento privilegiada al poder decir
que vivo del teatro, porque es un auténtico acto de amor. Esa es mi trinchera,
la misma que ofrezco al público que me ve. Yo puedo sentir y crear, dar
alegría, abrir una brecha en la/el otro para que sienta, piense y descubra. El
teatro no sólo es diversión; también es reflexión y crecimiento. No es otra
cosa que lo lúdico; aquello que de niña era jugar al doctor. Eso vengo a
entregar: la misma verdad de cuando jugábamos a la mamá y al papá.”
Rosa Ramírez: ‘Hablo
del patriarcado, del expansionismo, del imperialismo’
-¿Cómo piensas al
capitalismo y a los desafíos que impone al conjunto de la sociedad?
Rosa Ramírez: “Como trabajadora de la cultura, considero que el capitalismo desatado
tiene muchas conquistas a su haber. Ha penetrado fuertemente en todos los
segmentos de la sociedad chilena: en los intelectuales, en la clase
trabajadora. Nos va a costar mucho remontar esta situación. Lo cierto, es que
siempre habrá un grupo de personas, viejas y jóvenes, pobres y ricas, que
tendrán y tienen la fortaleza para recuperar un territorio donde valga la pena
vivir con sencillez, con cariños, donde ya no sean necesarios los grandes
apellidos o la pertenencia a los partidos políticos que están en el poder. Se
trata de una labor gigante y que es todo, menos fácil. Ahora bien, lo femenino
y lo masculino deberían ir complementándose (independientemente de que lo
femenino y lo masculino coexisten tanto en mujeres como en hombres). Sin
embargo, pienso que hoy toda la fuerza masculina está súper instalada. Y hablo
del patriarcado, del expansionismo, del imperialismo. Y la figura femenina, más
protectora, acogedora, juguetona, está un poco perdida frente a una
masculinidad productora de huérfanos. Es preciso un remezón histórico para
doblegar a la estupidez competitiva, consumista, insolidaria. La soberbia del
hombre no le hace bien a los que están en el poder y, por supuesto, menos a la
inmensa mayoría que no estamos en el poder. Porque los que están allá arriba se
encuentran enajenadísimos, mientras todavía los de abajo no estamos preparados
para enfrentar esas fuerzas. Yo me declaro rebelde.”
‘Porque nos tienen
miedo, a ti y a mí, a este par de viejas que defienden con uñas y dientes hasta
la última trinchera’
-María Elena, ¿en qué
expresiones de la obra estimas que se concentra su contenido?
María Elena Ovalle: “Hay dos parlamentos que dice Priscila que, para mí, condensan el
todo de la obra de modo emocional y crítico. Uno declama: ‘Porque nos tienen
miedo, a ti y a mí, a este par de viejas que defienden con uñas y dientes hasta
la última trinchera’. Entonces Priscila se percata de lo que ha dicho. Le salió
del alma y no se da cuenta hasta que lo dice.
Y el otro parlamento es cuando
ambas personajes están leyendo el libreto de ‘El Cerco…’ que por fin encuentran
luego de tanto buscarlo: ‘Porque hay que salvar una esperanza, y para salvar
esa esperanza hay que cruzar el Lago Ladoga, una capa helada que puede
quebrarse bajo el peso de una tentación’. ¿Qué quiere decir? Que todos/as
estamos tentados, que el sistema nos tienta a cada minuto. Allí se manifiesta
por fin el ser verdadero. Aquel y aquella que sabe distinguir lo importante de
lo que no lo es. Esa es la tentación a la que cada cual debe resistir.”
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