¡Y CÓMO
PODRÍA, SÍ SON SU RAZÓN DE SER!
Todos sabemos que la UDI, ese afiatado grupo
derechista surgido en plena dictadura cívico-militar -pero con raíces en los
años “60s- es, al mismo tiempo, un gestor y un reflejo de la política económica
y de la institucionalidad engendrada entre 1973 y 1990. Con el generoso
concurso de Jaime Guzmán, Miguel Kast, Sergio Fernández y toda esa camada reaccionaria
fue que en Chile el bloque en el poder logró refundar nuestra formación social
y económica, en los términos del capital monopólico-financiero. Todo ese
andamiaje, reformas más, reformas menos, es lo que debemos seguir soportando
hasta hoy, luego de 25 años de gobiernos mantenedores del sistema.
El
gremialismo, antidemocrática mezcla de franquismo y fundamentalismo católico, defensor
de una sociedad de castas y paladín del dominio del capital financiero, sólo
podía crecer como fuerza política en medio de una formación donde no hubiese
una izquierda y un movimiento popular fuertes; y este fue el escenario que la
columna vertebral de las clases dominantes, las FFAA, acometieron desde el
mismo día del Golpe militar del 11 de septiembre de 1973. El importante
desarrollo de la, en esencia, antipopular UDI, acaecido entre los años “80 y
“90, sólo podía lograrse sobre la derrota material del creciente movimiento de
trabajadores, pobladores y campesinos que entre 1970-1973 llegó a poner en
cuestión las bases de la dominación de los dueños de Chile.
La
cofradía de Guzmán nació con la impronta típica de la derecha: con el mazo
dando y con el discurso edulcorado acerca de un improbable futuro pontificando.
O sea, nació bajo el signo tradicional de aquellos que anhelan mantener un universo
con la tierra al centro, de los portadores de una doble moral que tiende a
marchitarse rápidamente cuando alumbra un poco el sol. Con todo, es esa esencia
de los grupúsculos derechistas la que les lleva a caer en el descrédito, al
mismo tiempo que se ven destrozados en medio de luchas intestinas avivadas por los
egos de sus caudillos.
Como
no, luego de su impulso inicial la UDI comenzó a declinar entrados los años
“90, cuando mal que mal los chilenos/as comenzaron a caer en cuenta que el
modelo dictatorial, presentado como exitoso, tenía los pies de barro. Al mismo
tiempo, la ‘alegría’ prometida por la ex Concertación, hoy ‘Nueva’ Mayoría, no
terminó de llegar y entonces la ciudadanía –algunos de cuyos sectores lograban
levantar sus primeras expresiones de descontento- encontró que ni la derecha ni
los ‘demócratas’ concertados cumplían con sus expectativas.
A
ese proceso de descrédito político, se vino a sumar la verdad sobre los crímenes
contra los derechos humanos y de lesa humanidad cometidos bajo la bota militar,
mortífera labor que los UDI avalaron todo el tiempo -y que aún lo hacen-. Otra
vez quedaban expuestos frente a la mayoría nacional en su delictual proceder.
Más
tarde, 1999, con cifras a la baja en sucesivas elecciones, la derecha, pero
sobre todo la UDI, debió
recrear el antiguo cohecho y la compra de votos. Las poblaciones del país
se llenaron de cajas de mercadería, bolsas con miles de lentes gratuitos,
frazadas, poleras, pago de cuentas, show masivos y flotas de buses. Y ello tuvo
algún efecto: el ‘Joaco’ Lavín, un pelmazo, casi le gana al farsante Lagos.
En
aquellos tiempos de cambio de siglo, un historiador de Concepción acertó al
afirmar: “La Concertación tenía el poder político para cambiar la Constitución
y las leyes en los 1990, así como la maquinaria estatal con miles de cargos a
contrata y honorarios como ejércitos de los parlamentarios oficialistas… a los
empresarios no les quedó otra que fortalecer a la UDI y cooptar a parte de la
Concertación”. Claro, los integrantes de ésta última tiraban las manos donde
podían: Digeder, Indap, MOP, Refinería de Concón, etc., y se agenciaban con
algún empresario importante. Mientras tanto, los cabecillas de la UDI,
liderados por Novoa, Longueira y el Joaco, se hacían pagar adecuadamente por grandes
empresarios.
Fue
la UDI la que más alharaca hizo para oponerse al financiamiento público de los
partidos, con el discurso de que “era desviar recursos a los pobres para
gastarlos en políticos”, y en tanto se embolsillaban platas ilegales del
empresariado –para campañas y para peculio personal-, se erigían en cancerberos
del modelo heredado de la dictadura cívico-militar.
En
los casos Penta y SQM, emprendimientos
típicos del capital monopólico-financiero prohijado durante la rapiña dictatorial,
los cabecillas de la tienda gremialista fueron los más beneficiados. Aunque,
para que no dijeran nada, también les tiraron sus morlacos a los de la ex
Concertación y a los de la actual Nueva Mayoría.
De
la nómina de 172 contribuyentes que el SII
pidió al Ministerio Público investigar por pagos de SQM sin respaldo, en
abril de 2015, 59 personas tienen nexos con la UDI y 15 con RN. La UDI es el
partido con más boletas que habrían sido usadas para financiar campañas.
Algunos de los implicados reconocieron que no hicieron trabajos para SQM y que
sus pagos fueron triangulados por entidades gremialistas, como la Fundación
Chile Justo, fundada por Pablo Longueira. La denuncia abrió una nueva veta
sobre pagos ilícitos de empresas pesqueras y otras compañías, pues luego se
sabría de los pagos ilícitos de Corpesca a los UDI Marta Isasi, Orpis y
Longueira, así como los billetes para el candidato defenestrado Golborne
por parte del BCI.
Si
en la UDI reina, desde sus orígenes, el doble estándar moral, la devoción al
genocidio político y a los genocidas, la antidemocracia como forma y sustento de
lo político, la mentira como acción política y un gran bolsillo para recibir
las coimas del gran capital, ¿podríamos esperar que expulse a Novoa, Longueira,
Orpis, Moreira, Labbé y a un largo etcétera sin que ello no signifique su propia
muerte política?
En
todo caso, ya
comenzaron los picotazos entre los mismos buitres.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
Colectivo Acción Directa CAD –Chile
Marzo 23 de 2016
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