Bolsillos llenos con industria
armamentista
La
industria y la comercialización de armas vuelve a ser uno de los negocios más
rentables y prometedores, tras dejar atrás el pequeño bache del 2012 cuando
hubo un retroceso del 91 por ciento en el gasto militar mundial
Por
Cira Rodríguez César*
En Prensa
Latina –Public. 2/3/16
Un reciente informe
del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) señaló
que el comercio mundial de armas convencionales aumentó el 14 por ciento entre
2011 y 2015, respecto al lustro anterior, y que Estados Unidos ratificó la
supremacía como principal exportador mundial.
El
texto también da cuenta del alza de las compras en Asia y Oceanía y Oriente
Medio, con India, Arabia Saudita y China como los mayores importadores en los
últimos cinco años.
"Con
el incremento de los conflictos y tensiones regionales Estados Unidos mantiene
su condición de proveedor de armas líder a nivel global por un claro
margen", señaló la directora del programa de gasto militar de la
institución sueca, Aude Fleurant.
En
tal sentido apuntó que la norteña nación suministró armas al menos a 96 países
en el último lustro, con Arabia Saudíta y Emiratos Árabes Unidos como
principales destinatarios.
Northrop
Grumman, BAE Systems, Raytheon, Boeing Defense, Almaz Antei, Airbus y otros
grandes fabricantes de armas registran nuevos records de ventas, mientras que
continúan las fusiones y adquisiciones que dan lugar a imperios cada vez más
influyentes en la cúspide de organismos internacionales, gobiernos, bancos y
medios de comunicación de todo el mundo.
Las
victorias de la industria de la guerra son un secreto a voces. Pero, ¿en qué
radica su triunfo?
El
sector armamentístico es especial y se rige por normas diferentes a las de las
demás industrias. Los fabricantes de armas son entidades privadas -aunque
algunas cuentan con participación estatal- que comercializan casi la totalidad
de su producción a gobiernos de todo el mundo.
Dichas
corporaciones actúan de la mano del Estado al diseñar, producir y exportar, ya
que es el erario público el que financia la mayor parte de los proyectos de
innovación militar que generan tecnologías cada vez más letales.
Se
trata de un negocio redondo en el que el dinero público sirve, al mismo tiempo,
para financiar el diseño y la compra de aviones, fragatas, fusiles y tanques.
"La
industria pide reiteradamente el apoyo gubernamental para poder vender
fuera", reconoce Eva Cervera, directora de Edefa, el mayor medio hispano
especializado en Defensa.
Por
ejemplo, la estadounidense Lockheed Martin, mayor fabricante mundial de
armamento, ingresa cada año más de 34 mil millones de euros, cifra superior al
Producto Interno Bruto (PIB) de 97 países y cinco veces el presupuesto de
Naciones Unidas para misiones de paz.
En
este próspero negocio también resalta que, incluso, países con grandes
problemas económicos invierten en armas, como es el caso de Grecia.
Poco
antes de recibir el primer rescate en 2010, el gobierno alemán activó una línea
de financiación especial para que las autoridades helenas pudieran pagar sus
pedidos de armamento made in Germany.
Alemania,
uno de los países que más presión ejerció para que Atenas aplicara duros
recortes y medidas de austeridad, es el principal proveedor de armas con
destino a ese país, que dedica el cuatro por ciento de su PIB a fines
militares.
Otro
detalle significativo es el vínculo entre industria armamentista y gobernantes:
En Estados Unidos las donaciones a campañas electorales de los contratistas
militares son vitales para alcanzar la Casa Blanca.
En
2013, los fabricantes de armas desembolsaron más de 137 millones de dólares
para obtener el favor de los congresistas estadounidenses, según el Centro para
Políticas Responsables, con sede en Washington.
La
industria de la muerte, como la califican numerosas organizaciones no
gubernamentales, también saca provecho de los millonarios proyectos de
reconstrucción después de las guerras, por lo que algunas consultoras ya
auguran nuevos conflictos relacionados con el cambio climático y la escasez de
agua y alimentos, y por un supuesto récord en las ventas militares durante
2016.
DATOS Y OPINIONES
PREOCUPANTES
Small
Arms Survey, una organización suiza referente internacional de gran valor en
este terreno, plantea que el mercado legal entre Estados y el ilícito muchas
veces son las dos caras de una misma moneda, al enmascarar las ventas para
grupos insurgentes o proporcionando armas a regímenes que violan claramente los
derechos humanos.
La
Organización de Naciones Unidas cifra en más de 400 mil millones de dólares el
impacto económico a escala global que suponen las muertes causadas por las
armas.
Sobre
el asunto establece que el armamento convencional de todo tipo (desde munición
hasta tanques) mueve al año cifras superiores a los 85 mil millones de dólares
en intercambios entre países.
De
esa cantidad, Small Arms Survey calcula en algo más de 10 mil millones de
dólares anuales el monto del comercio de armas pequeñas, y sus diversos
componentes. La principal partida de gasto va destinada a municiones que
representan un volumen de unos cuatro mil 266 millones.
Esa
entidad también apunta que los cinco principales exportadores de armas ligeras
son Estados Unidos, Italia, Alemania, Brasil y Austria. Cada uno de estos
países exporta al menos 100 millones de dólares anuales.
Asimismo,
los principales importadores son Estados Unidos, Canadá, Alemania, Australia,
Francia y Reino Unido, de acuerdo con informaciones de la Oficina de Asuntos de
Desarme de Naciones Unidas, la cual estima que entre el 40 y el 60 por ciento
del comercio de armas pequeñas en el mundo es ilícito.
ESFUERZOS
INFRUCTUOSOS
En
abril de 2013 la Asamblea General de la ONU aprobó el Tratado sobre el Comercio
de Armas (TCA) con 154 votos a favor, tres en contra y 23 abstenciones, el que
entró en vigor a finales de diciembre de 2014.
Del
total de países firmantes, hasta la fecha sólo lo han ratificado 64, entre los
que no está Estados Unidos, país que abarca un tercio de las exportaciones
militares mundiales y que presume de tener 88 armas por cada 100 habitantes.
El
acuerdo establece una serie de mecanismos para controlar el comercio. Por
ejemplo, las naciones vendedoras revisarán todos los contratos de armamento
para garantizar que no se destinen a países sometidos a embargos y que violen
los derechos humanos.
Su
objetivo es conseguir una mejor monitorización del destino de todo el material
bélico, busca delimitar claramente las condiciones para otorgar las licencias
de exportación y que las armas no se utilicen contra la población civil.
Importantes
voces lo critican como un lobby armamentístico, mientras otras consideran que
puede limitar la política exterior de la Casa Blanca.
La
aprobación de este tratado ha sido una larga batalla de la sociedad civil y de
diversas ONG como Oxfam Internacional, que han luchado por más de una década
para que la comunidad internacional controlara ese comercio.
Pero,
¿para qué sirve, cuando en Oriente Medio, por ejemplo, unos Estados arman a
otros y grupos rebeldes cometen atrocidades contra la población civil?
"Por
primera vez existe un instrumento internacional que es jurídicamente vinculante
y que obliga a los países exportadores de armas a realizar una evaluación antes
de autorizar las ventas. Y tendrán que respetar los criterios fijados por el
TCA", afirma Marc Finaud, experto en desarme del Centro de Política de
Seguridad que promueve la paz, la seguridad y el desarme.
Los
criterios que enarbola el TCA se sustentan en el derecho internacional
humanitario, la Carta de Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos
Humanos.
No
obstante, el propósito de responsabilizar a los actores del comercio lícito e
impedir el ilícito de armas destinado a grupos terroristas y del crimen
organizado es infructuoso hasta el momento.
Por
armas, el TCA entiende lo mismo pistolas que misiles, lanzamisiles, naves de
guerra, tanques, piezas de artillería de gran calibre, aviones de combate,
entre otros.
Su
texto prohíbe claramente a los gobiernos utilizar cualquier armamento para
perpetrar genocidios, crímenes de guerra o contra la humanidad, y de esos está
lleno el mundo a menos que proliferen en el futuro las zonas de paz, como se
proclamó América Latina y el Caribe en la II Cumbre de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC), celebrada en La Habana en 2014.
* Jefa de la Redacción de Economía de
Prensa Latina.
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Marzo 2 de 2016
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