"Amamos
a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting."
José Martí, Vindicación de Cuba. The Evening Post. Nueva
York, 25/3/1889
Por Carlos Rodríguez A.*
En Prensa Latina –Public. 19/3/16
Para muchos cubanos
vinculados por vida y profesión a la República Dominicana, cada 25 de marzo es
fecha de obligada recordación. Pues fue en la norteña ciudad de Montecristi
donde José Martí, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, y el dominicano
Máximo Gómez, maestro del arte militar para los patriotas cubanos, héroe invicto
de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y General en Jefe del Ejército
Libertador de Cuba en la Guerra Necesaria de 1895, firmaron el visionario
Manifiesto que ha quedado en la historia registrado con el nombre de ese
entrañable rincón de la hermosa Quisqueya.
Este
25 de marzo, sin embargo, tendrá nuevos motivos de recuerdo y reflexión. La
visita que, entre los días 20 y 22 de marzo, realizará a Cuba el presidente de
los Estados Unidos, Barack Obama, marcará un hito en la historia contemporánea
de la mayor de las Antillas. Más de ocho décadas después del último arribo de
un presidente norteamericano a la isla, vendrá Obama a pisar el suelo sagrado
de la patria de José Martí, tierra por cuya libertad, independencia y soberanía
el banilejo Máximo Gómez desafió de frente a la muerte a lo largo de 30 años.
El
acontecimiento ha sido recibido con beneplácito por la inmensa mayoría de los
cubanos de la isla y de todas partes, además de los millones de amigos que la
resistencia estoica de Cuba le ha ganado en el último medio siglo, pues esta
visita confirma la intención de ambos gobiernos de construir nuevas relaciones
sobre la base del respeto mutuo a la soberanía de las naciones y al derecho
internacional. Sin embargo, para algunos ha sido vista, por un lado, como una
"concesión" del gobierno de Obama, y por otro, como un "giro
audaz" hacia la política de soft
y el smart power, que pretende
atacar, precisamente, el núcleo duro de los argumentos que los representantes
de la isla han esgrimido durante medio siglo y que básicamente incluyen el
bloqueo económico, comercial y financiero, la ocupación ilegal de la Base Naval
de Guantánamo y la política de doble rasero aplicada a Cuba en temas
migratorios, para no hablar de las campañas mediáticas dirigidas a socavar el
inmenso prestigio que la política exterior de la isla le ha granjeado en la
mayoría los pueblos y gobiernos del mundo, especialmente de Asia, África y
América Latina.
Desde
el 17 de diciembre de 2014 han sido numerosas las voces de amigos que alientan
a los cubanos a cuidarse de semejante acercamiento. No obstante, en más de un
año de avances en las conversaciones se ha podido comprobar la mesura del
gobierno cubano y la serenidad con que ha demostrado su buena intención de
avanzar sin hacer concesiones de principios por los que se ha peleado durante
casi doscientos años. A lo largo de todos los continentes, los hombres y
mujeres de buena voluntad y de honrada memoria tienen claro las circunstancias
en que se ha llegado hasta aquí: nada se nos regala; lo hemos ganado los
cubanos con firmeza y sin odio. Rara combinación ésta en los tiempos que
corren.
Pero
es bueno echar una mirada a la historia para ir a la raíz de esas justificadas
aprensiones que, si bien han de tenerse en cuenta y a la vista, no deben
convertirse en freno del proceso en el que están inmersas ambas naciones.
Siempre será mejor dirimir las diferencias en paz y respeto que por medio de la
coerción y la violencia.
Un
25 de marzo de 1889, seis años antes de la firma del Manifiesto de Montecristi,
aparece publicado en el diario neoyorquino The
Evening Post, el artículo “Vindicación
de Cuba”, firmado por José Martí. Aquel texto rebatía las descalificaciones
que contra el pueblo y el carácter cubano lanzaban algunos diarios
norteamericanos como The Manufacturer,
de Filadelfia. Martí señala, en una lección de equilibrio moral y justicia
política, los hechos admirables de la historia del pueblo de los Estados Unidos
que eran asumidos como suyos por el naciente pueblo de Cuba. Celebra lo digno
de alabanza, y con esa misma honestidad señala los peligros que determinadas
fuerzas internas, tendentes al imperialismo continental, representaban para los
deseos de libertad e independencia de la pequeña isla antillana, esclava
todavía, luego de tres siglos, del despótico colonialismo de España.
Sin
chovinismos ni mezquindad alguna, Martí declara, refiriéndose a los Estados
Unidos, que los cubanos "Admiran esta nación, la más grande de cuantas
erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos que, como
gusanos en la sangre, han comenzado en esta República portentosa su obra de
destrucción. Han hecho de los héroes de este país sus propios héroes, y anhelan
el éxito definitivo de la Unión Norte Americana, como la gloria mayor de la
humanidad; pero no pueden creer honradamente que el individualismo excesivo, la
adoración de la riqueza, y el júbilo prolongado de una victoria terrible, estén
preparando a los Estados Unidos para ser la nación típica de la libertad, donde
no ha de haber opinión basada en el apetito inmoderado de poder, ni adquisición
o triunfos contrarios a la bondad y a la justicia. Amamos a la patria de
Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting."
La
confirmación de esta sentencia final sobre las relaciones de los cubanos con
los estadounidenses se ha demostrado fehacientemente a lo largo del último
medio siglo de Revolución en el poder. Por respeto a la patria de Lincoln, en
las innumerables marchas y concentraciones en las que millones de cubanos han
protestado contra las continuadas agresiones de que han sido víctimas por parte
de la política injerencista del gobierno norteamericano, jamás se ha quemado
una bandera de ese país, ni se ha agredido a la que hasta hace poco fue su
Oficina de Intereses, ahora embajada. En pocos países ha tenido un ciudadano
norteamericano tanta seguridad, simpatía y hospitalidad como en la agredida y
calumniada Cuba. Cuando han llegado diversas delegaciones solidarias, como la
Caravana de los Pastores por la Paz, han sido recibidas con el cariño y la
admiración que jamás la cultura del pueblo cubano le ha negado a gesto noble
alguno en los doscientos años de forja de su nacionalidad profundamente
arraigada en valores propios y, al mismo tiempo, con vocación ecuménica y
universal.
De
igual manera se han recibido a sus delegaciones oficiales, y a los organismos
con los que las distintas instancias del Estado cubano han coordinado acciones
conjuntas con sus homólogas norteamericanas a fin de hacer avanzar
investigaciones científicas, proyectos culturales y deportivos, o preservar la
seguridad de ambos pueblos frente a diversas contingencias. Jamás se ha
condicionado la colaboración cubana a este nivel por cuestiones ideológicas,
religiosas o de otra índole.
La
rosa blanca de José Martí ha sido cultivada y entregada por igual a amigos y a
enemigos, a estos últimos solo hasta donde aconseja la prudencia. Pero cuando
se ha acercado a nuestro horizonte, en lugar de la bondad patriótica de
Lincoln, la oreja peluda del picapleitos Cutting, entonces vuelve a su urna la
rosa blanca del Apóstol y brilla fiero, bajo el sol del trópico indomable, el
duro acero del machete del Titán de Bronce, Antonio Maceo. La imagen y el recuerdo
de Baraguá han pasado a ser la capital moral de la república y el intruso ha
tenido que vérselas entonces, como los romanos con los galos, con un pueblo de
moral estoica y valor espartano, como en Playa Girón o la Crisis de Octubre.
El
próximo lunes, cuando el presidente Obama rinda el merecido tributo a José
Martí en el Memorial donde el pueblo de Cuba honra su memoria y en cuyos muros
inscribió, en letras de oro, las máximas sagradas que encierran la fe en que
fue fundada la Nación, habrá de recordarse que ese día de 1889 fue el escogido
por Martí para escribir aquella tremenda protesta que constituyó su artículo
Vindicación de Cuba publicada un 25 de marzo. Y ese espíritu, a la vez rebelde
frente a todo lo que hiera la dignidad cubana, y solidario hasta la ternura en
todo lo que toca su sensibilidad de pueblo amasado con esa rara mezcla de
espiritualidad y de bravura, habrá de ser tomado en cuenta para continuar dando
los pasos necesarios a fin de devolverle a los cubanos el trozo de patria
secuestrado en Guantánamo y acabar de una vez con el estrangulamiento
vergonzoso que ha significado estas más de cinco décadas de bloqueo, para
acercar definitivamente, sin suspicacias ni temores, a dos pueblos leales que
han sabido pelear por lo que creen.
Solo
entonces, cuando el respeto y la confianza hayan enterrado al odio y la
agresión, podremos invocar en justicia aquella sentencia magna del Apóstol de
Cuba, que vivió la tercera parte de su vida en las entrañas mismas de la nación
norteamericana, cuando aseveró, confiado en lo mejor del ser humano, que
"el mundo es un templo hermoso donde caben en paz los hombres todos de la
Tierra."
Santo Domingo, 18 de marzo de 2016.
En
vísperas de la llegada de Goliat a visitar la casa de David.
*Historiador cubano
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Marzo 21 de 2016
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