Se desconoce, por el momento, quién ordenó los
atentados perpetrados en París y en Bruselas. Aunque se han mencionado varias
pistas, la única hipótesis que se sostiene es la de una operación decidida por
Turquía. Thierry Meyssan relata aquí el conflicto secreto que pesa sobre las
relaciones entre la Unión Europea, Francia y Turquía desde hace 5 años
Por Thierry
Meyssan
En Red Voltaire –public. 28/3/16
Es demasiado pronto
para decir con certeza de dónde vino la orden que dio lugar a los
atentados perpetrados en París, el 13 de noviembre de 2015, y
en Bruselas, el 22 de marzo de 2016. Por el momento, la única
explicación razonable es la que proporcionan los elementos que mencionaremos
seguidamente.
* * *
Inmediatamente
después de la muerte del fundador del islamismo turco, Necmettin Erbakan, y
en momentos en que acaba de iniciarse la «primavera árabe», el
gobierno del entonces primer ministro turco Erdogan concluye un acuerdo secreto
con Francia. Según un diplomático que estudió ese documento, en él
se estipulan las condiciones para la participación de Turquía en las
guerras contra Libia, que acaba de empezar, y contra Siria, que será
el paso siguiente. Representada por su ministro de Relaciones Exteriores,
Alain Juppé, Francia se compromete fundamentalmente a resolver la «cuestión
kurda» sin «afectar la integridad del territorio turco».
Esta rebuscada fórmula significa que se creará en otro lugar un
seudo Kurdistán para expulsar hacia él a los miembros del PKK. Hasta aquel
momento, ese proyecto de limpieza étnica, que no es nuevo, sólo se
había mencionado en la literatura militar israelí que describía el nuevo Estado
creado en territorios pertenecientes a Siria e Irak.
El
31 de octubre de 2014, Francois Hollande acompaña a Recep Tayyip Erdogan a
la entrada del Elíseo. Pero otro invitado acaba de salir
discretamente por la puerta pequeña: el kurdo Salih Muslim.
El
31 de octubre de 2014, el presidente francés Francois Hollande aprovecha una
visita oficial de Recep Tayyip Erdogan a París para organizar un encuentro
secreto, en el palacio del Elíseo, con el copresidente de los kurdos
de Siria, Salim Muslim. Traicionando a los kurdos de Turquía y a su
líder histórico, Abdullah Ocalan, Salim Muslim acepta convertirse en presidente
del seudo Kurdistán que debería crearse con el derrocamiento
del presidente sirio democráticamente electo Bachar al-Assad.
Es
el momento de la batalla de Kobane. Los kurdos de Siria defienden
durante meses esa ciudad ante la embestida de las fuerzas del Emirato Islámico.
La victoria de los kurdos sobre los yihadistas que atacan Kobane modifica
seriamente el tablero político: para combatir seriamente a los yihadistas
hay que aliarse con los kurdos. Pero los kurdos de Siria
no obtuvieron la nacionalidad siria sino al inicio de
la guerra, hasta entonces habían sido refugiados políticos turcos
en territorio sirio, expulsados de su país durante la represión turca
de los años 1980. Los Estados miembros de la OTAN consideraban
entonces al PKK, principal organización de los kurdos de Turquía,
como una organización terrorista. En lo adelante, los miembros de
la OTAN van a establecer una diferencia entre “los malos”
del PKK turco y “los buenos” del YPG sirio, a pesar de tratarse
de dos organizaciones hermanas.
A
raíz de la batalla de Kobane, Francois Hollande cambia de bando y
establece claramente su respaldo a los kurdos recibiendo en el Elíseo una
delegación del YPG, el 8 de febrero de 2015.
Sorpresivamente,
el 8 de febrero de 2015, Francia renuncia a su compromiso anterior. Francois
Hollande recibe en el Elíseo, ahora oficialmente, a Asya Abdullah, copresidenta
de los kurdos de Siria y fiel a Ocalan, y a la comandante Nesrin
Abdullah, esta última en uniforme camuflaje. Salih Muslim no participa en
esa reunión.
Recep
Tayyip Erdogan reacciona ordenando un atentado del Emirato Islámico contra una
manifestación a favor de los kurdos, atentado perpetrado en Suruc el
20 de julio de 2015. Apoderándose de la retórica antiterrorista, Erdogan
declara la guerra al Emirato Islámico y a los kurdos, pero
sus fuerzas armadas atacarán solamente a los kurdos. Con ello,
Erdogan pone fin al alto al fuego y reinicia la guerra civil en
su propio país. A falta de un seudo Kurdistán en Siria, Erdogan
provoca un éxodo de kurdos hacia Europa.
El
3 de septiembre de 2015, la publicación de la fotografía de un niño kurdo
ahogado marca el inicio de una gran oleada de migrantes desde
Turquía… hacia la Unión Europea, principalmente hacia Alemania. Durante
las primeras semanas, los dirigentes alemanes acogen con entusiasmo
el flujo masivo de nuevos trabajadores, muy necesarios para la
industria pesada alemana, mientras que los medios de prensa expresan compasión
por los refugiados que supuestamente huyen de la dictadura siria. El 29 de
septiembre, los dirigentes franceses y alemanes incluso se apropian de la
empatía hacia los migrantes para estudiar la posibilidad de subvencionar la
continuación de la guerra asignando 3 000 millones de euros
a Turquía –donación presentada a la opinión pública como una ayuda
humanitaria para los refugiados.
A
finales de septiembre de 2015, Rusia inicia su operación militar contra todos
los yihadistas, independientemente de la bandera que agiten. Viendo
en grave peligro su proyecto, Recep Tayyip Erdogan empuja a Salih
Muslim a emprender una operación de kurdización forzosa del norte
de Siria. Brigadas kurdas expulsan a los profesores árabes y asirios de
las escuelas y los reemplazan con maestros kurdos. Los sirios se rebelan
y recurren a los rusos. Estos últimos tratan de restablecer la calma
e incluso mencionan una posible federalización ulterior de Siria. Francia
brilla por su ausencia.
El
13 de noviembre, exasperada por los repetidos cambios de rumbo de Francois
Hollande, Turquía utiliza a la ciudadanía francesa como rehén y ordena la
realización de los atentados de París, con un saldo de 130 muertos y
413 heridos.
Escribí
entonces:
«Los sucesivos gobiernos franceses han
establecido alianzas con Estados cuyos valores son contrarios a los
valores de la República Francesa. Los gobiernos franceses sucesivos han
ido comprometiéndose progresivamente a librar guerras secretas por cuenta
de esos Estados, antes de renunciar a esos compromisos. El presidente
Hollande; su jefe de estado mayor particular, el general Benoit Puga;
su ministro de Exteriores Laurent Fabius y su predecesor Alain Juppé,
ministro bajo el mandato del ex presidente Sarkozy, son actualmente objeto
de un chantaje del que sólo podrán librarse revelando en qué implicaron
indebidamente al país». [1]
Aterrorizado,
París regresa apresuradamente al plan Juppé de 2011. Junto a Londres,
fuerza, el 20 de noviembre, la adopción de la resolución 2249 en el
Consejo de Seguridad de la ONU. Bajo el pretexto de luchar contra el
Emirato Islámico, el objetivo es justificar la conquista del norte
de Siria para crear allí –finalmente– el seudo Kurdistán hacia donde
Recep Tayyip Erdogan podrá expulsar a «sus» kurdos.
Pero
Estados Unidos y Rusia retocan ligeramente el texto, de tal manera que
Francia y el Reino Unido no pueden intervenir sin ser invitados
por Siria –situación que recuerda de inmediato la fracasada operación
colonial de 1956, cuando las tropas franco-británicas intentaron ocupar el
Canal de Suez con apoyo de Israel y de Turquía, pero tuvieron que
retirarse en cuanto Estados Unidos y la URSS fruncieron
el ceño.
Durante
los 5 meses y medio de intervención rusa en Siria, las relaciones entre
Turquía y Rusia empeoraron constantemente. Tienen lugar el atentado
contra el vuelo 9268 de Metrojet sobre el Sinaí, las acusaciones de
Vladimir Putin en la cumbre del G20 realizada en Antalya, el derribo
del Su-24 en el norte de Siria y las sanciones rusas contra Turquía,
la publicación de las fotos aéreas de las caravanas de
camiones cisterna llevando a través de Turquía el petróleo
robado por el Emirato Islámico, etc. Después de sopesar la posibilidad de una
guerra contra Turquía, Rusia decide finalmente mostrarse sutil y respaldar
al PKK contra el régimen de Erdogan. Serguei Lavrov logra convencer a
su interlocutor estadounidense de que hay que aprovechar
la inevitable desestabilización en Turquía para organizar
el derrocamiento del dictador Erdogan. Sabiéndose amenazado tanto
por Rusia como por Estados Unidos, el régimen turco trata
nuevamente de buscar aliados. El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu,
viaja el 5 de marzo a Teherán y el ministro iraní de Exteriores,
Mohammad Javad Zarif, llega a Ankara el 18 de marzo. Pero
la República Islámica no tiene intenciones de enemistarse con los
Dos Grandes.
El
14 de marzo, Vladimir Putin anuncia la retirada de los bombarderos tácticos rusos.
Parece que el proyecto de creación de un seudo Kurdistán vuelve a ser
posible. Pero Washington y Moscú se adelantan a Ankara y
comienzan la entrega indirecta de armamento al PKK.
Colmo
de males para Ankara, ahora es la Unión Europea quien ya no quiere oír
hablar de colonizar el norte de Siria. La mayoría de los Estados
miembros de la UE sigue la política exterior impuesta por París desde hace
5 años, con la ya ampliamente comprobada ausencia de éxito. Como expresión
de descontento, varios países, como Bélgica, han concedido asilo político a
líderes kurdos de Turquía. También manifiestan su descontento durante
la cumbre UE-Turquía, realizada el 17 y el 18 de marzo, donde se ven
obligados a aceptar definitivamente una subvención de 3 000 millones de
dólares anuales para Ankara.
Yo
mismo denuncié entonces el comportamiento de las élites europeas que, cegadas
por su obsesión antisiria, reproducen el error cometido en 1938.
En aquella época, cegadas por su obsesión anticomunista, apoyaron al
canciller Hitler cuando este anexó Austria y durante la crisis de los Sudetes
(acuerdos de Munich), sin darse cuenta de que así armaban
el brazo que acabaría golpeándolos [2].
Mientras
se desarrollaba la cumbre UE-Turquía, o sea sin importarle las
decisiones que se tomarían, el presidente Erdogan pronuncia un discurso,
transmitido por televisión, en ocasión del aniversario 101 de la batalla
de Canakkale («la batalla de los Dardanelos», hecho que marcó la victoria
del Imperio Otomano sobre los Aliados) y en memoria de las víctimas del
atentado perpetrado varios días antes en Ankara. Erdogan declara en ese
discurso:
«No hay ninguna razón para que la bomba que estalló en Ankara no explote en Bruselas o en otra ciudad europea (…) Lanzo aquí un llamado a los Estados que los reciben con los brazos abiertos, que –directa o indirectamente– apoyan las organizaciones terroristas. Ustedes están alimentando una serpiente en su propia cama. Y esa serpiente que ustedes están alimentando puede morderlos en cualquier momento. Ver en sus televisores bombas que explotan en Turquía quizás no significa nada para ustedes. Pero cuando las bombas empiecen a estallar en las ciudades de ustedes, entonces entenderán ustedes lo que sentimos. Pero ya será demasiado tarde. Dejen ustedes de respaldar actividades que nunca tolerarían en su propio país, y que sólo toleran cuando son en contra de Turquía.» [3]
Cuatro
días después, ocurren los atentados de Bruselas, que dejan un saldo de
34 muertos y 260 heridos. Y, para que nadie crea en una simple
coincidencia sino más bien en un acto deliberado, al día siguiente
la prensa turca se regocija ante el castigo infligido
a Bélgica [4].
Desde
que el presidente Erdogan reanudó la guerra civil en su propio país, esa
guerra ha segado más de 3.500 vidas en Turquía.
Thierry Meyssan
Notas:
1.-
«La República Francesa
como rehén», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de noviembre
de 2015.
2.-
«El suicidio europeo
ante Turquía», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 21 de marzo
de 2016.
3.-
Ver un fragmento del discurso: «Amenaza de Erdogan contra
la Unión Europea», por Recep Tayyip Erdogan, Red Voltaire, 25
de marzo de 2016.
4.-
«Turquía reivindica el
baño de sangre de Bruselas», por Savvas Kalederides, Red Voltaire,
24 de marzo de 2016.
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Marzo 31 de 2016
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