EL MONOPOLISMO TRANSNACIONAL, ETAPA DE TRANSICIÓN A LA FASE IMPERIALISTA
II, Y EL PROCESO DE TRANSNACIONALIZACIÓN
(O
porqué debemos poner fin al uso de los artefactos ideológicos
“neoliberalismo”
y “globalización”)
“La marca del esclavo es hablar la
lengua de su señor”
Publius C.
Tacitus
“El primer gesto revolucionario es
llamar a las cosas por su nombre”
Rosa
Luxemburgo
Esta no es la primera vez, y
seguramente no será la última, en que el CAD se refiere a lo que le parece la
más pertinente caracterización de la actual fase de desarrollo del imperialismo
y del subsecuente patrón de acumulación, impuestos con pleno éxito en el Sistema
Capitalista Mundial por los sectores dominantes del centro superdesarrollado, en
un proceso facilitado subordinadamente por los poderes locales.
En tiempos de repliegue de la lucha de clases, como
los actuales, observamos con aprensión que la mayor parte de la izquierda no
reformista ha incrementado el deterioro en la calidad de sus planteamientos y
prácticas. En el origen de esta situación, se verifica la utilización de falsificaciones
ideológicas y orientaciones políticas ajenas a los intereses de las clases
dominadas (elementos que analizaremos en adelante), todo lo cual, antes que
aclarar el difuso panorama que nos rodea y llevarnos a fortalecer las luchas populares,
no hace más que favorecer a nuestros enemigos de clase. En este contexto,
constatamos un par de falsificaciones notables, las cuales tienen su sustento
en la deplorable práctica de importar, sin reparos, conceptos y razonamientos
desde el otro lado de la trinchera, y que están constituidas por los conceptos
ideológicos “NEOLIBERALISMO” y “GLOBALIZACIÓN”. Estos artefactos, desacertados
y peligrosos por sus efectos político-ideológicos, han pasado a ser utilizados
como “moneda de curso legal” por parte de la izquierda en su conjunto, la cual,
tan inútil como porfiadamente, intenta con
ellos definir la práctica imperialista en curso.
La manida costumbre de hablar la lengua de nuestros opresores,
inveterada en algunos sectores de la izquierda, se renueva en recientes
análisis efectuados por parte de organizaciones hermanas. En sus afanes, estas
orgánicas invocan aquellos conceptos de falsa conciencia para sorpresa y consternación
no sólo nuestra, sino que también para desconsuelo de sectores populares más
concientes, constatándose con ello que el retraso teorético y político llega
inclusive a afectar a la otrora izquierda “inquieta”.
El objeto del presente trabajo, realizado con humildad y sin ánimo de aparecer como garantes de
alguna sacrosanta verdad, no es otro que servir de invitación a una amplia
discusión y a un análisis más científico y profundo de nuestra realidad, con el
fin último de operar sobre esta con prácticas ideológicas y políticas
efectivamente revolucionarias. De esta forma, replanteamos la convocatoria lanzada
hace ya mucho tiempo por el CAD, orientada a la realización de un Gran Debate
sobre nuestra formación económico-social, en un Congreso Político-ideológico revolucionario
que engendre las mejores fórmulas para avanzar en la rearticulación del
Movimiento Popular. Por ello, para comenzar a enmendar el rumbo, junto con Louis
Althusser diremos que “Una sola frase puede
resumir la función maestra de la práctica filosófica: ‘trazar una línea de
demarcación’ entre las ideas verdaderas y las ideas falsas. La frase es de
Lenin. La misma frase resume una de las operaciones esenciales de la dirección
de la práctica de la lucha de clases: ‘trazar una línea de demarcación’ entre
las clases antagónicas, entre nuestros amigos de clase y nuestros enemigos. (…)
Línea de demarcación teórica entre las ideas verdaderas y las ideas falsas. Línea
de demarcación política entre el pueblo (el proletariado y sus aliados) y los
enemigos del pueblo. (…) Las realidades de la lucha de clases son ‘representadas’
por las ‘ideas’, las que a su vez son representadas por ‘palabras’. En los
razonamientos científicos y filosóficos, las palabras (conceptos, categorías)
son ‘instrumentos’ de conocimiento. Pero en la lucha política, ideológica y
filosófica las palabras son también armas: explosivos, calmantes o venenos” [1].
Entonces, ¿Por qué no utilizar las armas de la teoría
y de la filosofía, construidas por los instrumentos de análisis con que
históricamente se han dotado los revolucionarios? ¿Por qué no comenzar a pensar
y a construir desde nuestra realidad? ¿Por qué no dejamos de pensar como
esclavos, comenzando por superar el uso de la lengua de nuestros dominadores?
Hablemos nuestro propio lenguaje, el de los hombres/mujeres libres y decididos
a conquistar un mundo mejor junto a nuestros pueblos, los trabajadores y los
oprimidos de Chile.
1.- INTRODUCCIÓN SEMIOLÓGICA Y DIALÉCTICA
Hemos de iniciar nuestra exposición, definiendo
algunos conceptos que nos parecen pertinentes. Son ellos parte del
arsenal teórico que nos permite censar nuestra realidad y que nos servirán para
la fundamentación de lo tratado en el transcurso de la presente elaboración. Sabido
es, pero por sabido se olvida, que la Teoría Revolucionaria en América Latina,
previo a los Golpes de Estado, había alcanzado algunas notorias aportaciones
(contando con la inestimable y generosa ayuda de teóricos de otras
latitudes). Se vuelve necesario, retomar y refundar esos avances.
1.1- Fase (aplicación):
“Parece justificado reservar la palabra ‘fase’ para designar los dos grandes
momentos del desarrollo de una formación social, a saber: 1] la de sus
comienzos, es decir, la fase de transición en sentido estricto; y 2] la fase de
la reproducción ampliada de la estructura. (...) Los estadios de esa formación
se refieren, no obstante, a la coexistencia real de ciertas formas
diferenciales y específicas del modo de producción capitalista ‘puro’. Estas
formas abarcan realidades económicas profundamente diferentes, pues van desde
la producción mercantil simple al capitalismo de Estado monopolizador, pasando
por la producción capitalista privada, la producción capitalista social y el
capitalismo monopolizador”[2]. Según lo anterior, con el concepto de “Fase” nos
podemos referir tanto a un proceso de transición como a uno de desarrollo pleno,
ya sea de una formación o de un fenómeno específico (social, jurídico-político,
económico, etc.) en una formación determinada. Si bien es cierto que en cada Estadio
o Etapa de esa Fase coexisten diversos grados de evolución histórica del
fenómeno en particular, en cada uno existe una forma de esa evolución que es
determinante y que, supeditando a las demás, define el período.
1.2- El concepto de Modo de Producción, esquemáticamente, “comprende diversos
niveles o instancias: lo económico, lo político, lo ideológico y lo teórico. El
tipo de unidad que caracteriza a un modo de producción es el de un todo complejo con predominio, en última instancia, de lo económico,
predominio en última instancia para el que se reservará el nombre de determinación. (…) El modo de producción
constituye un objeto abstracto-formal que no existe, en sentido estricto, en la
realidad. (…) Sólo existe una formación
social históricamente determinada (…), objeto real-concreto, que presenta
una combinación particular, una imbricación específica de varios modos de
producción ‘puros’”[3]. Podemos agregar que para el estudio de los objetos
reales, se requiere de otros abstractos y que estos se constituyen como la
realidad misma, en un articulado complejo.
1.3.- El Modo de
Producción Capitalista (MPC), es uno
de los tantos modos definidos como estadios de la evolución de la historia
económica de la humanidad, caracterizado por un elevado nivel de desarrollo de
las fuerzas productivas y una forma particular de relaciones de producción,
sociales y económicas. En el desarrollo concreto de este MPC se generan diversas
contradicciones, la más importante es la que resulta de la oposición entre una alta
socialización de la producción y una apropiación privada, ‘capitalista’, de la
propiedad de los medios de producción y de apropiación de la plusvalía. En lo
concreto y real, en una formación social dominada por el MPC el papel
predominante por regla general lo detenta lo económico, lo que no es sino
efecto del predominio, en esa formación, de ese modo, que a su vez se
caracteriza, en su ‘pureza’, por el papel predominante que detenta lo
económico.
1.4.- Patrón de
Acumulación Capitalista: categoría que “alude a una modalidad
históricamente determinada del funcionamiento del capitalismo [en una formación
concreta –N de A]. Es decir, a ciertas formas que asume el proceso de
valorización y de acumulación capitalista, por medio de las cuales el sistema procesa
sus contradicciones e impulsa el proceso de crecimiento y desarrollo”[4]. En la
fase Imperialista, el sistema se organiza desde un centro hegemónico,
conformado, pero no unificado, por las relaciones entre las potencias
imperialistas, las corporaciones transnacionales y la red de Instituciones
Financieras y Económicas internacionales, que determina las cuestiones
principales de la economía mundial a su favor, con el fin de mantener y fortalecer
la continuidad de la acumulación capitalista. “Lo fundamental en la dimensión
económica del Patrón de Acumulación (Capitalista) es el recorrido del excedente
en sus tres momentos y la articulación de estos entre sí, que son: a) producción
de excedente; b) realización de este excedente; c) acumulación de capital
utilizando ese excedente; y d) las articulaciones que se puedan dar entre los
momentos a, b, y c”[5]. Respecto
a la dimensión política, debe identificarse la estructura de clase vigente; la
composición del Bloque en el Poder, sus fracciones, articulación entre estas y
la fracción hegemónica; luego, cómo operan los mecanismos de dominación con que
se estructura ese Bloque.
1.5.- El Sistema Capitalista
Mundial (SCM), integración económico-político-social-cultural
de las diversas formaciones del orbe y expresión del predominio a este nivel concreto
de la determinación económica del MPC. Ha atravesado diferentes fases. La
primera, del Mercantilismo, del siglo XVI al XVIII, con la integración a las
potencias capitalistas europeas del comercio de las nuevas zonas mundiales
conquistadas. La segunda, inaugurada por la Revolución Industrial ,
que consolidó la “economía-mundo” (al decir de Wallerstein), con la integración
de los mercados latinoamericanos, asiáticos y africanos por vía de la conquista
colonial. La tercera, la fase del capital monopólico o imperialista I,
caracterizada por la internacionalización del capital, desde 1880 en adelante.
Y por último, una etapa de transición a la fase imperialista II, que comienza
en el centro capitalista desde los años 50 y que cristaliza al nivel mundial desde 1970-1980, la cual aceleró el
proceso de integración e internacionalización del capital, para conformar un “solo
mundo, que sólo tiene interior, (…) con una sola forma de producción
capitalista”[6].
1.6.- Hablamos de Internacionalización
del capital (y no de “GLOBALIZACIÓN”) para referirnos al proceso que ya en
los siglos XV-XVI, siglos de la expansión europea en América, África y Asia,
generó un mercado mundial capitalista que integró diversas formaciones, en las
que se encontraban implementadas combinaciones particulares de modos de
producción no capitalistas. A partir de mediados del siglo pasado, el proceso de
internacionalización de capitales comienza a centralizarse en las grandes corporaciones transnacionales, y la
organización y estructuración para su desenvolvimiento en las organizaciones
financieras internacionales, manejadas estas por los centros imperialistas. Este
proceso (que fue profusamente estudiado por los teóricos marxistas de la época),
en los 70-80 se profundizó y francamente pasó en
adelante a responder a los intereses del capital financiero transnacional, por
lo que hablamos de una integración y hegemonización mejor definida como Transnacionalización. El concepto “Globalización”, por su
parte, es un concepto/artefacto ideológico importado desde el campo enemigo y
aceptado por la mayoría de los autores de la izquierda en su conjunto, y que suele
ser utilizado por los áulicos de las clases dominantes como un concepto que
describe un proceso pacífico y benéfico para la humanidad.
2.- VISIONES SOBRE EL IMPERIALISMO
Comenzaremos nuestro trabajo aclaratorio, sobre la
impostura e implicancias del término “Neoliberalismo”, dando una reseña del
decurso histórico de las visiones acerca del concepto Imperialismo, para así
demostrar que con el empleo del aquel artefacto no se hace más que escamotear
la historicidad de la etapa actual imperialista, de transición, y toda sus
implicancias superestructurales.
El imperialismo, fase superior del capitalismo, apareció y se desarrolló a mediados del siglo XIX en Europa
occidental, EEUU y Japón, y se encontraba ya constituido y cristalizado en
Sistema Mundial a principios del siglo XX. Lúcidamente, Lenin se
dio cuenta de ello hace casi un siglo y su análisis del fenómeno imperialista
lo resumió en los siguientes cinco caracteres:
“1] La concentración de la producción y del capital ha
llegado hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios,
los cuales desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2] La fusión del
capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este
‘capital financiero’, de la oligarquía financiera [7]; 3] La exportación de capitales, a diferencia de la
exportación de mercancías, adquiere importancia particularmente grande; 4] La
formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las
cuales se reparten el mundo, y 5] La terminación del reparto territorial del
mundo entre las potencias capitalistas más importantes” [8]. Con todo, y en una situación de vital alcance actual,
observemos que Lenin no afirmó que el imperialismo que él analizó sería la única
y última fase del capitalismo.
El llamado “liberalismo” económico (permítasenos poner
en duda su existencia, pues sabemos que ya en el siglo XV, en la Inglaterra de Isabel I,
se prohibía la salida del oro y la plata, de la lana sin elaborar, se arrojaba
a los mercaderes de la Liga Hanseática
desde sus puertos, etc. [9], que con su pretendido revival denominado “Neoliberalismo” parece confundir hoy a la
izquierda en su conjunto, se ve entonces superado a principios del siglo pasado
por la nueva fase imperialista. El mismo Lenin nos ilustra sobre esta
situación, recordándonos que en su obra “El capital”, Marx “había demostrado
con un análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre competencia
engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un
cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio.” A continuación remata con
la conclusión siguiente: “La aparición del monopolio, al concentrarse la
producción, es una ley general y fundamental de la presente fase del desarrollo
del capitalismo” [10].
Entonces, la etapa del “liberalismo” económico capitalista
(insistimos en la inexistencia del supuesto liberalismo
en el centro capitalista, toda vez que sólo servía de ariete ideológico al
servicio de la Burguesía, dispuesto para romper con las ataduras de las
supervivencias feudales), de “Libre Competencia” o “Librecambista”, inexorable
e inevitablemente es superada por una fase de desarrollo capitalista superior, la
del desarrollo y dominio de los monopolios, la del Imperialismo; es decir, se
alejó para siempre de cualquier liberalismo (o, digámoslo, de cualquier
categoría que se quiera representar por el artefacto “Neoliberalismo”). Así
también lo asegura Nicolai Bujarin, en su trabajo “El imperialismo y la economía mundial”: “Hacia 1870, se comprueba,
en los países más desarrollados económicamente, un brusco viraje frente al
libre cambio que, evolucionando rápidamente de la educación de la industria a
la defensa de los cárteles, termina en el alto proteccionismo moderno” [11]. Bujarin entiende aquí por “educación de la industria”,
los niveles de proteccionismo que aplican los Estados Industrializados para
defender sus aparatos productivos y sus mercados, en otro mentís a supuestas
providencias “liberales” o, peor aún, “Neoliberales”.
En consecuencia, se requerían cambios en el nivel de
la superestructura, con el fin de poder dar cuenta de la nueva fase
imperialista. Desde el punto de vista marxista, la superestructura
jurídico-política es el reflejo de la infraestructura económica, por lo tanto
el Estado capitalista de esta nueva fase es un Estado que esta al servicio de
los Trusts, de los cárteles. Debemos destacar que el carácter del Estado
capitalista, aún con el cambio de fase, es invariante. Lo que sufre variación
es la forma de régimen de gobierno, pudiendo ser una Democracia parlamentaria,
una Democracia presidencialista o regímenes de excepción constitucional:
bonapartismo, fascismo o dictadura militar. Lenin señala: “El imperialismo y el
capitalismo financiero son superestructuras del antiguo capitalismo. Demoled la
parte superior y aparecerá el antiguo capitalismo”.
Con respecto a las primeras visiones que se tuvieron
en torno a la organización y virtual acuerdo supranacional de los poderes
encarnados por los poderosos trusts o carteles, ya en 1902 un liberal inglés,
John A. Hobson, escribe que en el nuevo contexto mundial era posible el
desarrollo de un potencial “Inter-imperialismo”, el cual podría ser establecido
pacíficamente por una combinación universal de carteles [12]. Luego, en 1907, el célebre revolucionario alemán Karl
Liebknecht se aventura sobre la posibilidad de tal acuerdo por arriba,
señalando que una trustificación de
todas las existentes y potenciales colonias entre los poderes coloniales de
aquella época y una inhabilitación de la rivalidad colonial entre los Estados,
podría acaecer tal como había ocurrido con la competencia privada entre
empresarios capitalistas en los cárteles y trusts [13]. Es en 1912 que Karl Kautsky, dirigente y teórico de
la socialdemocracia alemana, va más allá que sus predecesores y llega a
plantear el concepto de Ultra-imperialismo. Quien luego pasaría a ser conocido
como el “Renegado Kautsky”, postuló un estadio en el campo de las relaciones
internacionales en el cual la competencia entre Estados sería inhabilitada por las
relaciones de sus carteles [14]. Luego, en 1914, derivó a la idea básica de que aquel
poder supranacional de carteles podría ser una forma de escapar a una posible guerra
entre los poderes imperialistas, solución a la que llamó ‘Superimperialismo’ [15]. Llegó a postular que la guerra y el militarismo no
eran características esenciales del capitalismo y que la paz de este nuevo
orden era posible.
Pero, en 1914, estalla la primera gran guerra mundial
imperialista, echando por tierra los auspicios de los liberales y socialdemócratas
pacifistas. La mayoría de tales arúspices, incluido Kautsky, aunque no
Liebknecht, terminaron adoptando posiciones chovinistas y militaristas y de
apoyo a sus respectivas burguesías monopólicas.
Lenin se opuso a las posturas de Kautsky y en su
introducción a la obra de Bujarin, a la que acudimos más arriba (1916),
advierte que había sido una mera ilusión lo “pacífico” que resultaría la era
del Superimperialismo. Sí bien Lenin desarrolla la teorización del imperialismo
que propusiera previamente Bujarin, sus propios argumentos forman el cuerpo de
“El imperialismo: fase superior del
capitalismo” (1916-1917), donde afirma que la teoría de Kautsky supone que
“el dominio del capital financiero disminuye la desigualdad y las
contradicciones inherentes en la economía mundial, mientras que en realidad los
aumenta". Entrega ejemplos de disparidades en la economía internacional y
habla como ellos se desarrollarían aún más bajo un sistema de
Ultraimperialismo. Se pregunta, bajo el sistema predominante, ¿Cuál otro medio
que la guerra subyacente al capitalismo podría vencer la disparidad entre el
desarrollo de fuerzas productivas y la acumulación de capital por un lado, y la
división de colonias y esferas de influencia por el capital financiero por la
otra?" [16].
Como se observa, Lenin, como asimismo Bujarin, expresan que si bien los Monopolios eran la
expresión fundamental de la nueva fase del capitalismo, era imposible la
creación pacífica de un monopolio único mundial, puesto que la competencia es
una de las leyes inmanentes del capitalismo. Sin embargo, luego veremos qué es
lo que ha sucedido con esa concepción, en los albores del nuevo milenio. De
hecho, más abajo retornaremos al concepto de Superimperialismo, pero caracterizándolo
en el contexto del desarrollo capitalista actual.
Entre los años “60 y los “70 se producen varias actualizaciones
sobre la temática del imperialismo, sin que nadie informase sobre la aparición
de una supuesta nueva etapa “Neoliberal”. Así, el teórico francés Pierre Jalée
analiza la interdependencia existente entre los países centrales (o
Imperialistas) y los países dependientes (o neocoloniales), pasando revista a
la producción de materias primas, situadas geográficamente en los países
neocoloniales y que son indispensables para la continuidad de las economías
Imperialistas. De estos datos extrae una observación clave, cual es que la economía
de los países imperialistas, en su conjunto y habida cuenta de sus necesidades
globales, depende de las aportaciones del Tercer Mundo [17], ello a pesar que las Empresas Trasnacionales,
apoyadas por sus Estados respectivos, invierten mucho más en los propios países
centrales que en los periféricos. Por otra parte, Jalée, luego de analizar el
conjunto de las relaciones económicas entre las partes del SCM, concluye que existiría
un SUPERIMPERIALISMO NORTEAMERICANO, definición bastante alejada de la
entregada por Kautsky, pues, para el autor francés, este superimperialismo se
definiría por la hegemonía lograda por el país del Norte a través de la
exportación de mercancías y de capitales, además de la presencia en otros
países del centro del SCM de empresas productivas y financieras de
multinacionales con base en Norteamérica. Esta definición, en todo caso,
estaría sujeta a las contradicciones de la propia fase imperialista, una de las
cuales, que sería la contradicción principal, es la competencia cotidiana que
se da entre todos los monopolios mundiales y que genera un equilibrio
inestable. No obstante, retengamos el concepto de SUPERIMPERIALISMO, el cual ya
ha recibido una nueva y más acertada definición, pero que, con todo, no será la
última.
Otros aportes a nuestra temática, la dieron los
autores norteamericanos Baran y Sweezy, que en uno de sus clásicos textos [18], nos ofrecen en primer lugar una teoría sobre los Excedentes (la diferencia entre lo que
una sociedad produce y los costos de esta producción), siendo estos cada vez
mayores en los países imperialistas y que son producidos centralmente por las
“corporaciones gigantes”, transnacionales o multinacionales. En segundo lugar y
en otro acierto, ellos observan que la creciente masa de esos excedentes debe
tener salida; es decir, se debe realizar la circulación del capital en la nueva
fase de dominio del capital financiero. Es por ello que, para los autores, tres
son los grandes sectores que absorben ese excedente: el Gobierno, en los países
imperialistas y dominados, el gasto militar y las campañas de ventas.
Otro gran teórico marxista, el belga E. Mandel,
también hizo lo suyo y ratificando las observaciones de los autores antes
mencionados, nos entrega, en uno de sus obras [19], al menos cinco interesantes tesis sobre el desarrollo
contemporáneo del imperialismo: A] El concepto ‘Superimperialismo’ sólo tiene
una aplicación práctica cuando surja un poder Supranacional; esto es, un poder
que esté por encima de los Estados Nacionales. Esto se complica por la
competencia entre grupos transnacionales; B] Habla más bien del decurso de un
‘Neocapitalismo’, donde las políticas contracíclicas resultarán
contraproducentes a la larga, puesto que la inflación galopante es inherente a
ese Neocapitalismo; C] Frente a las técnicas de planificación que surgen en el
contexto imperialista, no debemos oponer el laissez-faire,
ni apoyarlas, sino insistir en la planificación socialista; D] Concluye que en
el sector terciario o de servicios de la economía capitalista, la burguesía
monopolista invierte menos en el capital constante y sobreexplota la fuerza de
trabajo (sobre todo, en los países dependientes), aumentando sus ganancias a
través de la plusvalía absoluta. Esto nos parece fundamental, puesto que en la actualidad,
en Chile, el sector terciario es el más dinámico y donde igualmente se produce
plusvalía, tanto o más como lo hacen los trabajadores del sector secundario o
industrial; E] Hoy, cuando la automatización “industrializa” los diversos
sectores de la actividad económica, son precisamente tres características de
los trabajadores en el trabajo moderno –su papel clave en el proceso
productivo, su enajenación básica y su explotación económica- las raíces
objetivas de su papel potencial como la fuerza principal para el derrocamiento
del capitalismo, las raíces objetivas de su misión revolucionaria.
También en los “70, el marxista greco-francés Nicos
Poulantzas nos ilustra acerca que “la internacionalización del capital no da
lugar a una efectiva ‘fusión transnacional’ de capitales. Pero éste no es sino
uno de los aspectos del problema. ¿Qué ocurre del lado de las clases obreras de
los países europeos? De hecho, en tanto que las luchas de las masas populares
se desarrollan más que nunca sobre un fondo mundial que determina las
coyunturas concretas, y que la instauración de relaciones de producción
mundiales y la socialización del trabajo refuerzan objetivamente la solidaridad
internacional de los trabajadores, la forma nacional es la que prevalece en su
lucha, la cual, en su esencia, es internacional. Esto se debe, por una parte,
al desarrollo desigual y a las especificidades concretas de cada formación
social, por lo tanto, a unos rasgos de la índole misma del capitalismo,
opuestamente a lo que sostienen las diversas ideologías de la “mundialización”;
pero, en las particularidades que estas revisten actualmente, se debe a las
organizaciones –partidos, sindicatos- que gozan de la preponderancia en las
clases obreras europeas” [20]. De aquí podemos obtener dos conclusiones: Primero,
hace ya cuatro décadas se había levantado otro artefacto ideológico, el de la
“Mundialización” (léase también como “Globalización”);
segundo, que si bien la lucha es contra el Imperialismo, por ende mundial, esa
lucha debe ser también nacional. Por lo demás, esta última tesis es la que sostienen
otros autores leninistas, y que implica golpear todos los eslabones de la
cadena imperialista y cada uno, con todas las fuerzas, en la propia formación.
A mediados de los 80, en un aporte vernáculo al
análisis del fenómeno imperialista y sus implicancias para nuestra dependiente
formación, aún calificábamos correctamente la fase de transición imperialista
que transitamos hasta la fecha: “(…) a diferencia de los sectores tradicionales
de la burguesía, (durante la dictadura militar) los sectores de la burguesía
monopólica financiera vinculados a las áreas más dinámicas de la economía y al
capital extranjero, consideraban que el anterior sistema de dominación estaba
agotado y su proyecto era fundar una nueva forma de Estado, de carácter
autoritario, que no sólo consolidara la dominación burguesa sobre la clase
obrera y el pueblo, sino además les permitiera imponer sus intereses particulares
al resto de la burguesía. Tal propósito era coincidente con las concepciones de
“seguridad nacional” y la estrategia contrainsurgente de las FFAA, y se
ajustaba igualmente a los intereses imperialistas y las tendencias del capital financiero internacional. La Junta Militar
abandonó pronto su autonomía relativa y se convirtió en la Dictadura Militar
del capital monopólico-financiero
nacional e internacional” (negritas nuestras) [21]. Se nota
que todavía no nos salpicaba el lenguaje del enemigo.
Desde los 90, entre diversos teóricos de la izquierda
mundial, se ha establecido un interesante e intenso debate acerca de la
definición y la praxis más apropiada y precisa para el estadio actual del
Imperialismo. Esencialmente, desconsiderando las posiciones ortodoxo-reformistas [22] y las
socialdemócratas, existirían dos grandes escuelas propiamente marxistas frente
a dicha temática: la Sociológica Histórica , guiada por
Giovanni Arrighi [23] y la del
Autonomismo, representada por Toni
Negri y Michael Hardt [24], existiendo
entre ambas una buena gama de posiciones, en donde nos podemos inscribir. Dichas
teorizaciones, cuestionan desde presupuestos contrarios, igualmente marxistas,
la definición clásica del Imperialismo. La importancia de tal debate tiene que
ver con la necesidad de interpretar/transformar la nueva realidad construida
sobre los coetáneos acontecimientos políticos, económicos y sociales. Asimismo,
esa discusión, en última instancia, va a revalidar o no las categorías
utilizadas por el marxismo como punto de partida para esas acciones (en una
discusión similar a la que se verificó en la transición del capitalismo de
libre competencia al imperialismo, fines del siglo XIX - principios del siglo
XX).
Si bien la
actual discusión político-ideológica daría material para muchos otros trabajos,
sólo de paso anotaremos algunas observaciones sobre el particular, centrándonos
en las dos grandes escuelas marxistas antes mencionadas, toda vez que en
adelante intentaremos ahondar en nuestras propias visiones. Los textos insignias
de ambas, y que se tomaron como base de este somero análisis, son los indicados
en las notas 23 y 24:
1.- Arrighi
(del cual proviene el valioso concepto de Sistema Capitalista Mundial), plantea
que desde su primera expansión, siglo XV, el capitalismo ha funcionado siempre
como una economía mundial. Negri, por su parte, afirma que con la
internacionalización de la producción capitalista sobrevine una nueva situación
y un giro histórico cualitativo. Nosotros, creemos que efectivamente la
expansión primera sentó una mundialización, pero parcial, y que diversos
momentos y cortes históricos han traído nuevos ciclos expansivos/integrativos,
en que el actual, de Transnacionalización, efectivamente tiene un significado
como el que le asigna Negri;
2.-
Arrighi, plantea un desarrollo capitalista basado en ciclos sistémicos de
acumulación capitalista, históricos y yuxtapuestos, en una especie de elipsis Braudeliana.
Negri, más bien apunta al desarrollo desigual y combinado de esa especie, con
avances o retrocesos según la resolución del intríngulis particular. Nosotros,
apoyamos esta última propuesta;
3.-
Arrighi, con su construcción cíclica, basa el despliegue imperialista en leyes
objetivas de la acumulación capitalista y en la contradicción de componentes de
la infraestructura. Negri asegura que el avance o retroceso de ese desarrollo
descansa, sobre todo, en la correlación de fuerzas en la lucha de clases y, en
especial, en las posibilidades de los movimientos populares (“Multitud”).
Nosotros mantenemos que las primeras, las famosas leyes objetivas, son las
catalizadoras del avance capitalista per
se (el carácter revolucionario del MPC, que decía Marx), a la vez que la
lucha de clases, con el desarrollo de movimientos populares poderosos,
puede alterar su decurso (como en los “60-“70,
aseguramos con Negri) y que, de hecho, es uno de los principales factores que
impiden pasar en propiedad a la fase imperialista II. Inclusive, tales
movimientos pueden hacer frente internacional y localmente a la hegemonía y al
avance imperialista, según profundicen su ofensiva en la lucha clasista y
empujen a su favor la correlación de fuerzas [25]. Sin
embargo, son sólidas las críticas que se les hacen a los Autonomistas, cuando
estos no son capaces de dar cuenta de la derrota perviviente de ciertas
vanguardias y movimientos populares, sobre todo en AL, luego de los “80 [26], llegando
a una subestimación de las mismas (actitud por la cual han sido acusados de
“ultrasubjetivismo” –ver nota 26). No obstante, se desvanecen en el aire las
críticas que algunos hacen al concepto de Multitud, al que tildan de
postmodernista, cuando los que las hacen ni siquiera han dedicado un momento a
la lectura de la valiosa obra de Negri y los demás Autonómicos;
4.- Negri
sostiene que la
Transnacionalización implica una declinación del Estado-nación (E-n). En el “Imperio”,
opuesto a Imperialismo, no hay ningún centro de poder territorial, es un
aparato de gobierno descentralizado y sin territorio, donde la soberanía ahora
no es la extensión de la soberanía de los E-n imperialistas, si no que se
compone de un conjunto de organismos, nacionales y supranacionales. Esto
también le toca a EEUU y su poder, porque hoy ninguna potencia puede formar el
centro de un proyecto imperialista. Pensamos que en su conjunto estas
propuestas son correctas, pero en perspectiva, puesto que en la actual etapa de
transición al Imperialismo II aún sigue jugando un rol importante el E-n, sea
como articulador local de los negocios de los capitales financieros y/o en su
interrelación con los otros E-n, inclusive retardando la conclusión de la
actual fase de transición imperialista;
5.- Los
Autonómicos, llegan a la propuesta del “Imperio”, que sobreviene luego de la
integración mundial de los intercambios económicos y culturales. Así, “ha emergido
un nuevo orden, una nueva lógica y estructura de mando –en suma, una nueva
forma de soberanía” [27]. A su
vez, Arrighi plantea que en la actualidad existiría un “sistema interestatal
global” hegemónico. Lo real y actual, es que existe un poder relativamente
ajeno a los E-n y que define en grados variables sus políticas económicas y de
ahí opera sobre los otros niveles de las formaciones, poder que va siendo
asumido por las Instituciones Financieras Internacionales y las otras
instancias modeladoras pro-MT. Sin embargo, la “nueva forma de soberanía”
imperialista de Negri o el sistema interestatal hegemónico de Arrighi, no
sopesan en su real dimensión la competencia inter-Estados del centro del SCM y
entre corporaciones transnacionales, la cual, bajo nuevas formas complejas, sigue caracterizando a la
fase imperialista actual. En rigor, lo que tenemos hoy es una fase de
transición, la del MT, que se orienta hacia la fase imperialista II, cuya cristalización
depende de la resolución de esas contradicciones y además, copulativamente, de
la situación de la correlación mundial y regional de la lucha de clases. Siendo
así, si bien desde los “70-“80
ha sido superada la fase imperialista I, no podríamos
afirmar que asistamos aún a la concreción del Superimperialismo o fase II o a
alguna especie de reproducción ampliada de una fase imperialista superior a la
actual de transición, siendo esta última de una todavía indeterminada vigencia.
3.- ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE HA PASADO CON EL
IMPERIALISMO HASTA HOY?
El desarrollo
imperialista tuvo un desarrollo desigual y combinado a lo largo del siglo XX [28]. Durante
esa centuria, se pueden distinguir 4 etapas en el desenvolvimiento del capital
monopólico, con 3 rupturas de tendencia, las que a su vez representaron sendas crisis
de acumulación y de repartición de los mercados mundiales por parte de los
centros imperialistas. Cada etapa se caracteriza por un patrón de acumulación
de capital diferente, el que asegura mayores tasas de ganancia a los capitales
monopólicos y que, una vez impuesto y optado subordinadamente por las fracciones
burguesas monopólicas internas, implica cambios en la política económico-social
y en las instituciones estatales, al mismo tiempo que genera transformaciones
en la superestructura de las formaciones. La coacción al nivel de las bases
estructurales de estas, llevada a cabo en y desde el centro dominante y hacia
la periferia subordinada, es diseñada e implementada por economistas e
intelectualidad de los países del 1er mundo, por los regentes de las corporaciones
transnacionales y por los organismos del crédito internacional, recibiendo los
aportes partes vernáculos de los cuadros representantes de la gran burguesía
interna.
Visto
desde el centro imperialista como uno solo, podemos identificar esas 4 etapas
del desarrollo económico capitalista del siglo XX por sus características
político-económicas: 1900-1913, mercado “liberal”, en realidad francamente
asimétrico entre centro y periferia; 1914-1950, industrialización sustitutiva
de importaciones (ISI) o autarquía; 1950-1973, mercado administrado u orientado
por los capitales monopólicos (MOCM); desde 1973 y hasta hoy, del dominio del Capitalismo Monopólico-Financiero Transnacional
o Monopolismo Transnacional (MT) (que es el que algunos identifican,
erradamente, con un mercado “Neoliberal”).
Los cambios
de etapa en el centro fueron motivados por las siguientes rupturas: 1913,
vísperas de la 1ª guerra mundial; fines de los 40, final de la segunda guerra
mundial y época posterior; 1973, primera sacudida del precio mundial del
petróleo. En una suerte de “seguidismo”, a cada cambio de etapa en el centro le
siguió, consecuente y dialécticamente, un cambio en las estructuras de nuestras
formaciones dependientes. En la práctica, cada nueva instancia de estructuración
se diferencia según se esté en el centro o en la periferia del SCM, aunque sus
roles se complementan. Así, en la etapa del MT, el centro exporta capitales
como inversión y manufacturas; las formaciones dependientes, materias primas y
capitales como pagos por deuda externa y remesas de las transnacionales.
Para
llegar a la fase de transición a un Imperialismo II, o etapa del MT en que nos
encontramos subsumidos hoy por hoy, vemos dos momentos en el desarrollo del MT:
uno de inicialización (durante al MOCM) y otro (el MT propiamente tal), de
pleno dominio y despliegue mundiales del capital monopólico-financiero
transnacional.
3.1.- Los inicios del Monopolismo Transnacional
Podemos
encontrar las raíces y los primeros atisbos del inicio de la fase de transición
imperialista en curso durante los años 50, es decir, en la etapa del MOCM,
cuando se había agotado el patrón de acumulación ISI basado en la inversión de
los capitales del centro en la industria mundial más dinámica. Recordemos que
el MOCM se caracterizaba, además, porque los recursos se asignaban por medio de
compras estatales y de la planificación central, en la cual los gobiernos
movilizaron grandes recursos, utilizando una combinación de impuestos altos,
empréstitos e inflación.
Entre
1950 y 1973 el PIB mundial aumentó un 4,91%, creciendo en un 3% anual, 3 veces
más de prisa que en la etapa anterior, pero con una distribución cada vez más
desastrosa respecto del tercer mundo. Los centros imperialistas vieron crecer
el empleo, los precios (alentando esto el pleno empleo), la exportación e
imitación de la tecnología de EEUU, la agricultura productiva, la explotación
de energía barata, etc., lo que llevó a altas tasas de inversión (“Historia Oxford…”).
La etapa
de MOCM, autodefinida eufemísticamente como “capitalista de mercado”, tiene sus
bases en los “Acuerdos de Bretton Woods” (1944). Allí se establecieron los
lineamientos de la estructura del SCM para dar estabilidad y seguridad a las
transacciones comerciales de las naciones más poderosas a través de un sistema
monetario internacional, con un tipo de cambio sólido y estable fundado en el
dominio del dólar. La bibliografía que se jacta de ‘liberal’ o ‘moderna’
(Fukuyama [29], Oxford, etc.) afirma que dichos acuerdos habrían constituido un compromiso entre el imperialismo
estadounidense y la exigencia histórica británica de autonomía económica
‘nacional’. Sin embargo, la realidad nos demuestra que ante la derrota de los
imperialismos del ‘eje’ y la destrucción europea, EEUU terminó por imponer su
diseño sobre la propuesta inglesa, formulada por John M. Keynes (de
profundización del modelo ISI y de transferencia de los excedentes de la
economía mundial a los países deficitarios). Así, aparte de las características
del MOCM indicadas más arriba, EEUU se aseguró, mediante una considerable
participación financiera y
preponderancia política en los mecanismos de adopción de decisiones, la
creación de un fondo (el FMI), para que los países más pobres y deudores
emprendieran políticas económicas con las cuales hacer frente a las
dificultades transitorias en sus balanzas de pagos y pagaran con rigor los
empréstitos de los países ricos, entre ellos, principalmente, los suyos. Dicha
potencia logró también, con un control mayoritario, la constitución del Banco
Mundial-BIRD (el BM), para mantener la vigilancia nacional de los movimientos
de capital y la realización de préstamos que, ignorando las consideraciones
indicadas en su propia carta fundacional [30], las realizaría
en base a argumentos políticos y no económicos. A los organismos mencionados se
agregaría, en 1947, el GATT (antecesor de la Organización Mundial
de Comercio, OMC), para facilitar la entrada de las exportaciones del centro
hacia la periferia capitalista y, a la vez, asegurar las exacciones en sentido
contrario.
El incontrarrestable
y siempre vigente poder de las 5 principales potencias centrales, sobre todo de
EEUU, en los mecanismos de adopción de decisiones del BM y del FMI, basado en
su preponderante capital accionario, se demuestra en la sobrerrepresentación de
sus directores ejecutivos y en el dominio sobre el derecho a voto dentro de
estas instituciones. En el caso del BM, los 5 directores representantes de
otras tantas potencias, controlan el 37,5% de la votación total. En el caso del
FMI, EEUU controla el 17,4% de los votos, mientras que, por ejemplo, todo el
bloque de los Estados africanos sólo cuenta con el 4,5%. Dado que se necesita
una mayoría de votos del 85% para poder introducir modificaciones importantes
en esta institución, como pueden ser las enmiendas de los artículos del
Convenio Constitutivo, EEUU puede vetar cualquier propuesta de los Estados
periféricos e incluso de las otras potencias. Otra vía en la que se evidencia
el poder del centro imperialista la encontramos en que la capacidad efectiva de
decisión dentro del BM-BIRF la detentan sus directores ejecutivos (ya hicimos
referencia a su muy asimétrica representación), puesto que ellos son los
representantes permanentes, mientras que los ministros de los diversos países
sólo se reúnen una vez al año. El presidente en ambas instituciones es
tradicionalmente un representante de EEUU, como mayor accionista, o alguien de
su plena confianza [31].
Estas instituciones financieras internacionales
(IFI) y sus reglas más formales, se pusieron en marcha en forma progresiva
hasta ultimarse en los años 60. Fue en esa década, que corresponde a la del
pleno desenvolvimiento en el centro capitalista de la etapa del MOCM, y como
extensión de la necesidad de asegurar los negocios de los sectores dominantes
mundiales, que los proyectos de las IFI en general, y del BM en particular,
tuvieron y tienen un fuerte contenido político: frenar el desarrollo de
movimientos que pongan en cuestión la dominación ejercida por las grandes
potencias capitalistas. Para esto, ya desde los “50, el BM implementa como una
de sus estrategias más importantes una red de instituciones o agencias para-gubernamentales
en el interior de los países clientes, instigando, sobre todo a los países del
tercer mundo, para la demanda de sus servicios. Estas instancias, proponen
préstamos ‘viables’ y se convierten en un poder paralelo que puede transformar
las economías y sociedades, sin el control democrático y sin debates públicos
que cuestionen sus maniobras [32]. Como
ejemplos tenemos las Fundaciones Ford y Rockefeller, el IDE, etc., que actúan
como ‘capacitadores’ de delegados de los países miembros que reciben sus
‘ayudas’.
Las
decisiones del BM y de su gemelo el FMI, en el período entre 1947 y el
hundimiento del bloque soviético (período de la ‘Guerra Fría’), fueron
determinadas en gran medida por los siguientes criterios, los cuales, con
algunas modificaciones, subsisten en el presente:
·
evitar el mantenimiento de modelos auto-centrados,
de desarrollo más autónomo;
·
sostener financieramente grandes proyectos (BM) o
políticas (FMI), que permitieran aumentar las exportaciones de los países
industrializados a los periféricos dependientes;
·
negar la ayuda a los países considerados como
amenazas por el gobierno de EEUU y otros accionistas importantes (que, como se
dijo, dominan en sus directorios);
·
intentar modificar la política de ciertos gobiernos
de los llamados países socialistas a fin de debilitar la cohesión del bloque
soviético (Yugoslavia, Rumania, Polonia);
·
sostener aliados estratégicos del bloque
capitalista occidental, de los EEUU en particular (la dictadura brasileña, “64
al “85; la Nicaragua
de Somoza; la Sudáfrica
del apartheid, etc.);
·
intentar evitar o limitar, en la medida de lo
posible, un acercamiento de los países no alineados con el ex bloque soviético
o con China.
Para
llevar a cabo estas políticas, las IFI aplicarían una táctica diferenciada: son
más flexibles hacia los gobiernos de derecha, si están confrontados a una
fuerte oposición de la izquierda, que hacia gobiernos de izquierda, confrontados
estos a una fuerte oposición de derecha. La ortodoxia monetarista es de
geometría variable: las variaciones dependen mucho de factores políticos y
geoestratégicos (ver notas 31 y 32).
En
sintonía con lo anterior y para dar temprano impulso desde el centro
imperialista a las políticas económicas de lo que sería la nueva etapa de dominio
del capital MT, en 1961 se funda la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) por los 20 principales países capitalistas del
mundo (que al presente cuenta con 36 integrantes). El principal requisito para
ingresar a esta organización es “liberalizar” las economías (así le llaman,
pero, en la práctica, el sentido es que los sectores dominantes internos optan
por entregar/participar-subordinadamente en la nueva estructuración económica) [33]. Los
signatarios se comprometen a aplicar los principios de: “Liberalización” (léase
desregulación), privatización y paso libre a los flujos de bienes, capitales
financieros y servicios extranjeros; No discriminación a los capitales
privados, asemejando los nacionales y los extranjeros; Trato nacional, es decir
se igualan las políticas económicas nacionales, desreglando la economía según
las leyes del mercado capitalista y sometiendo las labores del Estado a las de
un potente facilitador y administrador de los grandes negocios [34]; Trato
equivalente, que equivale a que, sobre lo anterior, se da idéntico trato a los
capitales foráneos, sancionándose la desproporción.
La
exégesis acerca del ocaso del MOCM que hace la OCDE [35], las IFI [36] y los
sectores dominantes mundiales, en boca de sus adalides neoconservadores, se
basa en varias falacias: “la desaceleración del sistema llevó a una ‘crisis
fiscal’ y frente a la cual los Estados, sin considerar un contexto en que se
ralentizaba el crecimiento de sus ingresos, siguieron gastando en bienestar
social y dando fuentes de trabajo”, dicen,
cuando lo que hay de cierto es que las medidas anticíclicas aplicadas
por los bancos centrales y que se utilizan con alguna variación hasta hoy
(‘salario diferido’ y gastos de la industria de guerra), plantean una tendencia
a la inflación permanente, por cuanto la masa creciente de capital diferido va
siendo progresivamente monopolizada en extremo, mientras que, por otro lado, la
masa de la producción bélica (fundamental en las economías del centro del SCM)
requiere de un proceso de circulación muy especial para realizar las ganancias.
Culpaban a Keynes y a sus políticas, cuando en la realidad, y en la política
económica, se aplicaban consideraciones que serían luego sistematizadas por Harberger
y Friedman. Otra situación crítica del monopolismo, que se acrecienta en la
actual de dominio del MT, y que también era ignorada interesadamente por esos adalides,
es que en la etapa del MOCM la gran concentración económica producía rigidez de
los precios, principalmente en el área de la industria pesada y en la de los bienes
de consumo duradero.
3.2.- Pleno desarrollo del
Monopolismo Transnacional
Entre 1973 y 1998, período de la reproducción ampliada
de la actual transición a la fase imperialista II y aún vigente, el PIB mundial
creció un promedio anual de 3.01%, casi un 40% menos que en el período 50-73
(4,91%) [37]. Esta merma en el aumento relativo del producto
mundial, tiene que ver con el agotamiento del ciclo largo post II Guerra
Mundial, que ya se apreciaba en la etapa del MOCM. Las causas del agotamiento
de este patrón de acumulación, antes dominante en los países del centro y que
al decaer da pasó al pleno despliegue de la actual etapa de transición imperialista,
sucumbe por variados factores prefigurados en su decurso. Así, las
sucesivas devaluaciones del dólar reciben su remate en 1973, cuando se debe
poner fin a su convertibilidad (del “patrón-oro”), la que se había establecido
en Bretton-Woods. Entre 1971 y 1973, la mayoría de las monedas más fuertes del
mundo empezaron a flotar libremente, debido a la resistencia a continuar
importando la inflación de EEUU a través de los tipos de cambio fijos. A su
vez, esta flotabilidad generalizada y la especulación en el centro
desencadenaron una explosión de los precios de alimentos y mercancías, que
culminó al triplicarse el precio del petróleo en 1973-1974 (que vuelve a subir
en 1979-1980 y que impactó desigualmente al conjunto del SCM) [38].
En la
práctica, la superación de las moribundas relaciones económicas del ‘mercado
orientado por los capitales monopólicos’ por las de un franco ‘capitalismo
monopólico transnacional’, impuesto al SCM desde su centro, habría llevado a
principios de los 70 a
la necesidad de una teorización del cambio de etapa. Esta elaboración es
realizada por los ‘neoconservadores’ de Chicago, liderados por Friedman y Harberger
y el ex-Chicago Hayek (EEUU), así como por los pensadores pro-sistema de las
otras potencias imperialistas y de las IFI, a los que la bibliografía de todos
los lados denomina malamente como “neoliberales” y que nosotros preferimos
calificar como monopólico-transnacionalistas (m-t), portadores de la ideología neoconservadora. Los supuestos
ideológicos de estos héroes del capitalismo, se pueden resumir así:
1.- La
excesiva intervención de los Estados en la economía, con sus múltiples formas
de regulación, entorpece el libre funcionamiento del mercado, impidiendo la
competencia de los capitales en busca de mejores condiciones para su desarrollo
y obtención de ganancias; 2.- El excesivo gasto social del estado genera
presiones inflacionarias incontrolables, desincentivan el empleo y promueven la
indisciplina laboral; 3.- Los altos grados de organización alcanzados por los
trabajadores, junto a la acumulación histórica de garantías laborales, ponen
límites a la ganancia, desmotivando la inversión y por tanto impidiendo el
crecimiento del capital.
Luego de
tales supuestos, los m-t pasan a las propuestas para superar la crisis
estructural que afectaba al capitalismo y sentando las bases
político-ideológicas de la nueva etapa de MT, lo que implicaba imponer importantes
modificaciones en la política económica de los E-n. Las recomendaciones se resumen
en los siguientes planteamientos, que en su conjunto corresponden a un enfoque “Monetarista”
más moderno:
1.- Considerar
el crecimiento económico como el objetivo prioritario de la política económica;
2.- Ese crecimiento sólo es alcanzable en el largo plazo sí en el presente se
consigue que los capitales financieros puedan fluir con facilidad y sin
restricciones desde las áreas de menor a mayor rentabilidad, a lo largo y ancho
del orbe; 3.- El libre funcionamiento del mercado es señalado como una necesidad
ineludible para que los capitales monopólicos externos e internos puedan
competir por su desarrollo y así lograr el crecimiento de las economías (nótese
que hablar de ‘libre mercado’ es un truco idealista, que parte del falso
supuesto que todos tienen a su alcance las mismas oportunidades, negándose el
poder e injerencia del capital financiero, de las potencias imperialistas, de
las IFI, de las fracciones burguesas monopólicas internas, etc. Es decir, una vez más la Burguesía necesitaba echaba mano al cuento
de la “libertad de mercado”, para el despliegue del MT y elevar así sus tasas
de ganancia a escala planetaria).
Entonces,
desde comienzos de los 70, se profundiza la aplicación en el centro del SCM de las
recetas de los m-t de ajustes fiscales monetaristas y de reestructuraciones de
las políticas económicas. Esto acarreó la peor crisis repentina desde los años
30, la cual posibilitaría destruir para reconstruir la totalidad de la
estructura económica mundial. El nuevo orden capitalista mundial implica:
1.- La
transformación profunda de la economía y de la institucionalidad de todos los
países, pero particularmente de los pobres; 2.- La expansión de los monopolios
transnacionales por todo el mundo, imprimiendo la supremacía económica de los
circuitos mundiales de producción; 3.- El reordenamiento de los mercados
internacionales, dando forma a grandes y nuevas áreas planetarias de pobreza y
marginación; 4.- La consolidación de nuevos polos de desarrollo económico,
científico y tecnológico, entre ellos la Comunidad Europea
y los países asiáticos de la cuenca del Pacífico, principalmente Japón, además
de EEUU; 5.- La consolidación de un único polo político y militar en el mundo,
representado por EEUU y sus aliados; 6.- La revolución tecnológica, con el acelerado
descubrimiento de nuevos materiales y tecnologías que modifican los procesos
productivos; 7.- El enorme desarrollo de las comunicaciones internacionales, lo
que facilita la imposición de una tendencia a la integración mundial, la Transnacionalización Cultural
Capitalista, la que se presenta a los ojos de los pueblos como una gigantesca
operación de agresión cultural, que destruye sus identidades, uniforma sus
valores, genera nuevas necesidades y reafirma la subordinación y la dependencia
de las formaciones de la periferia capitalista [39].
En la
nueva etapa de desarrollo imperialista mundial, se ponen de relieve la
innovación en las transacciones comerciales y financieras, además de una constante
renovación tecnológica, como elementos cruciales de la asonada del capital
monopólico transnacional. Con la 3ª revolución industrial se inicia el tránsito
al ‘postfordismo’, donde se flexibilizan los procesos productivos y se disloca
geográfica y socio-económicamente la producción, hacia aquellos sitios donde
exista mano de obra barata y un sistema de explotación sin cortapisas, además
de bajos impuestos. A la par de esos procesos, se universalizan y se vuelven instantáneos
los flujos de capitales, habida cuenta de un sistema mundial integrado, en
donde no debe existir restricción a aquellos y, por tanto, se ve acrecentada la
interdependencia económica. Se ven alterados los anteriores patrones de
relaciones laborales, resultando como principales implicancias de la actual
etapa de MT, el aumento del desempleo y de la precariedad de las relaciones
laborales, produciéndose en la práctica una ‘tercerización’ del trabajo en las formaciones.
Se trata entonces de una coyuntura histórica en la que se aceleran, amplían e
intensifican procesos estructurales de larga data, que tienen que ver con la misma
estructuración capitalista, apuntando a un estadio superior imperialista que
integra todo el orbe, tanto en el campo económico como en el político y
cultural. En esta nuevo panorama, podemos apreciar la creación de tres potentes
bloques político-económicos imperialistas los cuales, en un proceso acelerado,
desigual y combinado, marchan hacia la conformación de una nueva fase
Imperialista, la II.
Respecto
de la ‘economía nacional’, esta se vio minada, desde arriba, por la extensión
de las corporaciones transnacionales, capaces de organizar el flujo a través de
las fronteras de información, capitales, tecnología y capacidad manufacturera e
industrial; desde abajo, la socavan las facilidades que los mismos gobiernos
(por obligación o a voluntad) han dado al avance de los grandes capitales
privados internos, aliados dependientemente de los capitales MT. Los gobiernos
han perdido gran parte de su anterior poder en los ámbitos de lo político,
social y económico. Prueba de esto último, es que ellos no pueden o se ven
severamente restringidos de ‘definir’ el tipo de cambio más favorable, las
tasas de inflación, los niveles de salarios y de impuestos, así como de los
sistemas de seguridad social que se financian con estos. Sobre esta base y
desde que se comienzan a imponer las recetas de los m-t, la concertación
económica del bloque político de Estado tomará otro cariz, diferente a los
anteriores de Estado de compromiso y programación global. Desde mediados de los
70s y hasta hoy prima la política económica de los Estados francamente al
servicio de los capitales MT y sus socios dependientes. El Estado la efectúa
mediante la distribución de los subsidios, la reducción de impuestos, la
concesión de créditos ‘blandos’, la privatización del ‘sector público’,
técnicas que en última instancia conducen a una elevación de la tasa de
ganancia de aquellos grupos, sobre todo en una período de estancamiento del
ciclo de desarrollo capitalista.
En la etapa
del MT, se termina de arrebatar al Estado (sin que esto signifique reducir su
labor de administrador de los negocios de la gran burguesía), y al control
social, la administración de grandes áreas de los servicios públicos,
mercantilizándose aquello que antes era sobreentendida propiedad ‘nacional’,
tal como el caso de los seguros sociales y por ende la masa de ‘salario
diferido’. Hasta se abren al manejo del capital financiero extranjero, al que
se asocian grupos de la burguesía monopólica interna. Para esta privatización,
así como la de las otras áreas de importancia social, los m-t se apoyaron en la
derrota general de los movimientos sociales de los 70 y en la impugnación
ideológica del ‘Estado de Bienestar’ [40]. Se
impuso y se extendió la práctica individualista, anti-solidaria, de cotización
forzosamente individual. Igualmente, esa gran masa de capital, expropiada a los
asalariados y en manos de capitales privados, sigue jugando el papel de
amortiguador de las crisis cíclicas del capitalismo, pero ahora se ocupa,
mayormente, en solventar las inversiones en los sectores más rentables desde el
punto de vista del capital financiero y/o impidiendo fluctuaciones bruscas en
los tipos de cambio, en vez de subsidiar el ingreso que pierden la masa de
trabajadores llevados a la cesantía.
Las
dictaduras militares, que golpean América
Latina (AL) entre los 70-80,
vinieron a impedir que los movimientos populares se opusieran a los cambios en
la infraestructura y a sus secuelas sociales, transformaciones motivadas por la
hegemonización del capital monopólico, externo e interno dependientemente. Esos
regímenes de excepción constitucional burguesa, compartían algunos rasgos
centrales: 1.- Modificaron parcialmente el carácter del poder político en las
formaciones y cambiaron radicalmente su mecanismo, su estructura; 2.-
Congelaron la situación social en las diversas formaciones, proceso acompañado
de un aumento en la tasa de acumulación y de un aceleramiento de la
centralización y concentración del capital; 3.- Hubo una afluencia acelerada
del capital financiero extranjero, atraído por los bajos salarios de los
trabajadores de las ramas industriales más modernas, condiciones totalmente
permisivas para los inversionistas y por la estabilidad política lograda
militarmente [41]. Sobre lo
indicado en el punto 2, acerca de la cristalización del proceso de
monopolización interna, podemos decir que desde fines de los “50 y hasta
después de la resolución impuesta desde el centro a la gran crisis capitalista
de 1980-1982, fue en este último cuarto de siglo que en las formaciones de AL
con un desarrollo capitalista mayor, unas antes otras después, vieron
conformarse las fracciones burguesas monopólico-dependientes internas,
fuertemente ligadas a los intereses del capital monopólico financiero
transnacional (en Chile esto cristalizó, paradójicamente, durante el período de
la UP ) [42]. Las IFI
y las potencias del centro, sobre todo EEUU, avalaron y sostuvieron a tales
dictaduras militares [43], sin
hacerse cuestionamiento ninguno.
Durante
esas décadas, producto de la contracción económica en los centros
imperialistas, la acción simultánea del descenso de precios de sus productos de
exportación y el comportamiento brutalmente adverso del capital financiero, en
un contexto de pleno desenvolvimiento de las políticas monetaristas y de ajuste
fiscal propias de la fase del CMT, los países de AL que habían conseguido
mantener su expansión de inversiones públicas a lo largo de la década del “70
gracias a préstamos de petrodólares reciclados, con tasas de interés muy bajas,
se encontraron de pronto ante un real estrangulamiento económico. Los precios
de sus exportaciones sufrieron una vertiginosa caída y se enfrentaron a
altísimas tasas de interés, que elevaron de manera exagerada el servicio de la
deuda externa (un problema endémico). Al mismo tiempo, se encareció y bloqueó
la obtención de nuevos préstamos y disminuyeron las inversiones productivas.
Esa ‘Crisis de la Deuda Externa ’
de los países pobres, adjudicó a las IFI un nuevo papel y las dotó de un
inmenso poder. La banca monopólica era renuente a renegociar la deuda de los
latinoamericanos, a menos que sus gobiernos aceptasen las condiciones de
reestructuración económica exigidas por aquellas instituciones. El monto de las
nuevas financiaciones otorgadas efectivamente por las IFI (principalmente el
FMI), era relativamente modesto comparado con las ingentes deudas contraídas
con la banca privada mundial. Pero el poder de las IFI aumentó
considerablemente, debido a que los países pobres endeudados tenían
dificultades para conseguir empréstitos en otras instituciones, sin contar
primero con su aprobación.
Ya en
1985 quedo claro que las condiciones tradicionales de austeridad y
estabilización de las IFI no eran suficientes para frenar la crisis de la
deuda. Ese año, James Baker, secretario del tesoro de EEUU, pidió al BM que
desempeñara una función más activa en la concesión de préstamos con ‘Ajustes Estructurales’
para los países dependientes. En 1989, el BM impuso programas de ajustes
estructurales (PAE) a las ¾ partes de los países que ya aplicaban programas de
estabilización del FMI. Poco después, el FMI amplió sus programas de préstamos
para incluir nuevas condiciones en materia de ajuste estructural [44].
El Banco
Mundial [45]
identificó, en ese entonces, una secuencia de 3 etapas por las cuales deberían
pasar todos los países de AL para poder recuperar, en el nuevo escenario
mundial, ritmos sostenidos de “crecimiento” de sus economías. Estas etapas se resumen
así: 1a.- Ajuste y estabilización: se
busca estabilizar la economía, reduciendo drásticamente la inflación, el
endeudamiento del Estado, las tasas de interés, etc. Durante esta, se pretende
estabilizar los índices macroeconómicos para que los grandes capitales privados
cuenten con condiciones óptimas y estables para operar con entera libertad en
el mercado; 2a.- Transformaciones
estructurales profundas: se trata de expandir la lógica del mercado y de la
ganancia privada al conjunto de la formación. Se privatizan las empresas públicas
y los servicios básicos, centralizándose en pocas manos (ellos dicen se
“liberalizan”) el comercio y el mercado de capitales. Se dictan nuevas normas
que estimulan la inversión extranjera, se modifican las leyes laborales para lograr
una fuerza trabajadora desestructurada como clase y con una capacidad de demanda
económica mínima. El objetivo final es aumentar la competitividad interna y
externa de los capitales para que puedan competir en los mercados mundiales; 3a.-
Consolidación de las reformas y
recuperación de las inversiones: durante esta, se intenta legitimar socialmente
los cambios realizados, buscando generar condiciones de gobernabilidad y
estabilidad política que aseguren, en el largo plazo, las reformas
realizadas.
Si bien
durante los períodos dictatoriales, el capital MT y sus aliados internos
implementaron en forma efectiva y exitosa su modelo de explotación y de
dominación, los problemas intrínsecos a su pleno desarrollo hacían prever su
incapacidad de resolver los obstáculos principales, es decir, los componentes
de la crisis estructural. Esta profunda incapacidad de las clases dominantes ha
quedado demostrada a posteriori,
desde que, a mediados de los ‘’80, se establecieran las democracias
autoritarias o de recambio burgués en nuestra América.
Esos
problemas intrínsecos al patrón MT heredado a las democracias de baja
intensidad son:
§
Desmantelamiento de la economía estatal, incluido
el saqueo de las grandes empresas públicas; empobrecimiento de las funciones
del estado en los ámbitos del bienestar público (un Estado menos ‘caro’);
legitimación de un Estado subsidiario y no productor; desintegración de la
economía nacional y de la vida social en su conjunto; carácter parcial,
excluyente y desigual del desarrollo económico; aumento de los contrastes y las
desproporciones entre el sector tradicional y el moderno -adscrito al modelo
primario exportador con ventajas comparativas de bienes con bajo valor
incorporado-, entre la ciudad y el campo no incorporado al nuevo patrón de
acumulación, entre media docena de ‘centros de progreso’ y la periferia
estancada, entre el Boom económico y
el inmovilismo social, etc.
§
Ausencia de un real desarrollo independiente, es
decir, uno que esté en función de los intereses de la mayoría nacional y no de
intereses extranjeros; crecimiento de las tasas de ganancia y el volumen de la explotación
imperialista; ampliación del control y manejo económico, social, político e
inclusive ideológico de nuestras formaciones, por parte del capital MT;
acentuación de la dependencia tecnológica;
§
Mantención
y, en ciertas zonas, crecimiento de lacras sociales: mortalidad infantil,
campesinos sin tierra, crisis de la vivienda, la salud y la educación públicas,
cesantía crónica y estructural, bajos salarios, drogadicción y tráfico, lumpen-proletariado
y criminalidad; al mismo tiempo, conservación de escandalosos privilegios de
clase, corrupción y peculado en la alta burocracia estatal, integrada por
representantes políticos de los grupos mantenedores [46] y en las
grandes empresas privadas;
§
Como resultado de la interacción de los dos
factores precedentes, persiste una estrechez del mercado interno, que
obviamente se convierte en el obstáculo principal de un crecimiento económico que busque romper con
la dependencia;
§
Inexistencia de una democracia real, siquiera
‘liberal’, cuando el sistema político actual impide la participación de la
mayoría en la adopción de decisiones vitales para la sociedad o, por lo menos,
con influencia en esas decisiones; limitación de los derechos y libertades
cívicas elementales;
§
Por último, todos los defectos señalados obstaculizan
la creación de una base social de apoyo amplia a esos regímenes (se vota por
“el mal menor”) [47].
En 1990,
bajo el gobierno conservador de Bush padre y sobre un trabajo previo del IIE [48] las IFI
y organismos político-económicos con sede en Washington (Congreso y
administración federal de EEUU, FED, think
tanks y teóricos del imperialismo, etc.) acuerdan un conjunto de orientaciones
sobre las políticas económicas que darían un reimpulso a la adecuación de las
formaciones dependientes latinoamericanas al patrón MT y que, de una u otra
forma, lo hacen hasta hoy. Tales orientaciones se conocen como el Consenso
de Washington, y están dirigidas a
profundizar el patrón de acumulación MT (de pretendido “crecimiento”), en que a
nosotros nos corresponde asumir un modelo primario exportador con ventajas
comparativas Originalmente ese paquete de medidas económicas estaba
pensado para nuestra América, pero con los años se convirtió en un programa
general. Incluye los siguientes dictados: 1.- Disciplina fiscal; 2.- Reordenamiento
de las prioridades del gasto público; 3.- Reforma impositiva; 4.-
Liberalización de las tasas de interés; 5.- Una tasa de cambio competitiva; 6.-
Liberalización del comercio internacional (trade
liberalization); 7.- Liberalización de la entrada de inversiones
extranjeras directas; 8.- Privatizaciones del remanente de empresas y servicios
públicos; 9.- Desregulación (para el libre paso de los capitales financieros,
con la fachada de una pretendida “libertad de los mercados”); 10.- Prevalencia
de los derechos de propiedad, sobre todo privada [49]. En todos
los casos, léase “Liberalización” como la apertura unilateral de las
formaciones dependientes; es decir, como su anuencia a la profundización en su
seno del capital MT, el que asocia en forma dependiente a los capitales
monopólicos internos.
Tales
dictámenes, sin embargo, no agotaron la irregularidad económica en las
formaciones dependientes, la que se expandió desde América Latina a otros países,
con una pérdida del producto que duró 10 años en volver al cifras de antes de
la crisis de la deuda externa del 82, y con el agregado de una serie de crisis
financieras al nivel mundial. El pretendido comercio “entre iguales” no tiene
cabida en la realidad, puesto que en un mercado tan asimétrico como el existente
entre centro y periferia capitalista, se hace imposible lograr el “crecimiento”
a través del comercio con apertura comercial, la que más bien dificulta la
esperada apreciación cambiaria (que es la medida del crecimiento). La
implementación del Consenso, sólo trajo reducción de los derechos a la
importación; un tipo de cambio inestable y manejado por las políticas impuestas
por las IFI; una apertura casi total a la importación de manufacturas y profundización
de exportaciones centradas en materias primas; mejoras en la infraestructura
centradas en el comercio exterior y creación de zonas francas. Si bien el
supuesto de estas reformas era un crecimiento sostenido en nuestra América, su
práctica ha demostrado que ello no es posible con más capitalismo, puesto que,
de forma muy generalizada, el Consenso ha devenido en algunas crisis económicas
severas y la acumulación de más deuda externa, la que nos mantiene anclados al subdesarrollo
y a una renovada dependencia del centro del SCM.
3.3.- El Monopolismo Transnacional hoy en día
Desde
hace más de tres décadas se avanza en la construcción de un Poder
Supranacional, que podríamos situar en las IFI y los demás órganos que ordenan
y definen la economía política mundial y que reflejan los intereses de los
polos centrales del MT. Principalmente, debemos considerar tras ese poder el
rol económico mundial de la política de EEUU y de los órganos regionales (UE,
APEC, BID) y mundiales (OCDE, OMC, Foro Económico Mundial) de impulso del MT,
los que van llenando los vacíos de la autoridad estatal. Así, las fuerzas del mercado capitalista (no
ese mercado ‘perfecto’ que pintan los m-t) alcanzan a los individuos y a las
comunidades de manera mucho más directa y penosa que en la ‘edad dorada’,
cuando las contenían las instituciones estatales y no estatales. Entonces, la
decisión colectiva queda restringida, se amplía la decisión individual, pero
del que tenga el poder económico efectivo; las economías son más volátiles,
pero ofrecen mayores oportunidades a los capitales internos, unidos al capital transnacional,
para que puedan modelar y remodelar las formaciones económicas para sus fines.
El consumo, la instalación de una matriz consumista-hedonista, se vuelve una
especie de extensión y continuación del proceso de ganarse la vida. De esta
manera el trabajo y el consumo comparten la misma ambigüedad: mientras llenan
las necesidades básicas de supervivencia, van perdiendo cada vez más su
contenido y significado interiores. Se produce también un desarrollo masivo de
las instituciones de crédito para pequeños deudores, acorde con la estructura
productiva del capitalismo actual que requiere para su reproducción de una masa
laboral, y en general social, ‘disciplinada’, únicamente preocupada de obtener
dinero para satisfacer ese acendrado y egoísta consumo, aprisionada por las
deudas contraídas para realizarlo. Para decirlo todo en una frase, la
orientación general es que el trabajador lucha ahora para que lo sigan
explotando.
En esta
nueva etapa del MT, eso sí, no se han suprimido las contradicciones inherentes
al imperialismo, ahora en fase de transición, pues las crisis siguen
presentándose y sus defensores no han encontrado el medio de asegurar un
desarrollo continuo más menos armonioso. Tales crisis, sólo se reducen en su
amplitud y gravedad, en un contexto de estancamiento del ciclo largo de
desarrollo iniciado a mediados del siglo pasado. Más aún, en esta etapa podemos
observar claramente la severa contradicción que definía Lenin ya a comienzos
del siglo pasado, que se presenta con la fijación de precios de monopolio, los
que desincentivan el progreso técnico, mientras que, por otra parte, la
posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios
implantando mejoras técnicas obra a favor de las modificaciones. Así, se presenta una tendencia al
estancamiento y a la descomposición, inherente al monopolio, que sigue obrando
a su vez y que, en ciertas ramas de la industria y en ciertos países, hay
períodos en que llega a imponerse. Además, no se termina con la competencia
entre todos los sectores dominantes, puesto que se mantienen las nociones que
la animan, tanto la del mercado ilimitado como la de la multiplicidad de los
centros de decisión. Al contrario, la competencia, entre quienes componen
estructuralmente el MT, ahora es a escala planetaria y más enconada.
Los años 1989-1991 marcaron el derrumbe del “Campo
Socialista” (que, junto con H. Gallardo [50], preferimos llamar Socialismo Históricamente
Construido -SHC), el que servía de referencia para una vía alternativa al
modelo capitalista imperante. Por esas fechas, cuando se habló del “Fin de las
Ideologías”, el Imperialismo lograba su sueño estratégico: derribar Estados y
esferas de influencia que limitaban su poder y predominio.
Hoy en día, las Burguesías Internas, que subordinan
sus intereses al capital financiero transnacional para mantener sus
privilegios, justifican tal sumisión en nombre de la “libertad de los
mercados”. Otras vertientes supuestamente más progresistas levantan la bandera
del “Realismo” (léase “LA
TERCERA VÍA ” DE LA SOCIALDEMOCRACIA ).
La dialéctica y las contradicciones son cuidadosamente ocultadas y renacen
planteos similares a los que un siglo atrás confundieron el colonialismo con la
modernización y apoyaron a potencias imperiales en nombre del marxismo y el
progreso. La tentación de caer en la fácil utopía de la conciliación de
intereses contrapuestos mediante “alianzas de papel” (léase MERCOSUR), renace
más allá de sus innumerables fracasos en América Latina y el mundo.
A comienzos de este siglo, recién podemos apreciar
cuánta razón tenían Baran y Sweezy, cuando hablaban de la temática del
monopolismo financiero y del uso de los enormes excedentes de las corporaciones
transnacionales. Un autor observa por doquier “[el] Crecimiento de costos fijos
en investigación y difusión de tecnologías en mercados con fuerte competencia
en el ámbito de la renovación de productos y métodos de producción. La
velocidad de los cambios genera la obsolescencia en muchos procesos y productos
y exige rapidez en la comercialización. Ello incentiva a las corporaciones a
crear poderosas infraestructuras de ventas para acelerar el período de rotación
de los nuevos productos. (…) La acumulación capitalista asume escalas
planetarias y tiende a borrar fronteras. La interdependencia es cierta, pero
también lo son las desigualdades y contradicciones. No podemos soslayar que
estamos muy lejos de la existencia de un ‘mercado mundial’ único. Los precios
de los bienes y servicios, y especialmente los niveles de salarios, tasas de
interés, son radicalmente diferentes en los países del orbe. Si bien
desaparecen algunas limitaciones a la circulación de capitales (especialmente
financieros) hay enormes trabas a los desplazamientos de trabajadores” [51].
Ya en los
2000, sabemos que “Las multinacionales son el motor y el cerebro de la
revolución industrial y económica de la última generación. Son más o menos
40.000 multinacionales (…). Sin embargo, el proceso de absorción o de fusión
tiende a concentrar cada vez más la producción en empresas gigantes que
eliminan a las más débiles y crecen sin césar. (…) Gran parte de la
producción y del comercio corresponden a las 500 multinacionales más fuertes.
(…) 157 son norteamericanas, 168 europeas y 119 japonesas. Algunas son de Corea
del Sur o Taiwán. En el comercio internacional, la parte que cabe a estas 500 compañías se multiplicó por 7,
pasando de 721 mil millones a 5,2 billones de dólares en 1991. El número de
empleados no aumentó, sino que permaneció en 46 millones. Les pertenecen un
tercio del comercio mundial, ¾ de los intercambios financieros, 4/5 del
intercambio de tecnologías y servicios de dirección. (…) La tendencia a la
concentración de las multinacionales crece sin césar, de tal suerte que,
finalmente, toda la producción mundial de sectores de la economía pasa a manos
de un puñado de empresas. (…) las multinacionales destruyen la fuerza de
los sindicatos. Por medio de las empresas terciarias y de la multiplicación de
las unidades de producción en muchos países, promueven la rivalidad entre los
proletariados de las diversas naciones. Invocan los bajos sueldos en el Tercer
Mundo para acallar las reivindicaciones de los trabajadores [del centro]. (…) La
globalización es un mito y el mercado total es un mito” (subrayado nuestro) [52]. Estas referencias
y aseveraciones corresponden a un propalador del artefacto ideológico “Neoliberalismo”,
pero ellas, por sí mismas, desmienten el afán de su autor de dar tal denominación
a la etapa imperialista actual y más bien nos sirven de corolario de nuestra
exposición sobre la actual etapa del capital MT, de transición a la fase
imperialista II.
4.- ¿QUÉ SE SUPONE QUE ES
EL “NEOLIBERALISMO” PARA SUS EPÍGONOS?
Un
reconocido economista chileno se quejaba hace poco de la desintegración de
nuestra sociedad, la que estaría putrefacta como “resultado de casi cuatro
décadas de contrarrevolución neoliberal”
(negritas nuestras) [53]. Aparte
del hecho de mucho interés que sería discutir acerca de la ocurrencia de una Revolución
(la cual, suponemos, fue abortada por esta contrarrevolución), el compañero
realiza varias veces en su trabajo lo mismo que hacen otros autores de la
izquierda en su conjunto, cual es la práctica idealista del nominalismo, en
este caso de motejar de “Neoliberal” cuanto se refiera a la actual fase
imperialista y a sus implicancias económico-sociales en nuestra formación, sin
tener en cuenta si tal artefacto ideológico (nunca categoría) tiene sustento en
la realidad.
Otro
autor, filósofo y Teólogo de la Liberación de fuste, nos señala que “El
neoliberalismo puede ser considerado como teoría económica, como utopía, como
ética o como filosofía del ser humano. En realidad, es una filosofía que se
presenta en forma de teoría económica, cargada con todo el valor científico que
el mundo actual atribuye a la economía. Es una utopía, pero una utopía que
pretende tener bases en la ciencia pura. De este modo, pretende entregar una
visión completa del ser humano e, incluso, una ética” [54]. Entonces,
o todas las anteriores filosofías han desaparecido o bien han sido superadas
por el despliegue de esta otra, holística, denominada ‘neoliberalismo’.
“Entonces
[los neoliberales] descubrieron el mercado. (…) El mercado no necesitaba
valores morales, preceptos o subordinación a principios éticos que pudieran entrar
en contradicción con el dinamismo de la economía. (…) El egoísmo de todos lleva
a la promoción de todos” [55]. Luego de
este supuesto ‘descubrimiento’ de un elemento intrínseco y antiguo del MPC, el
propio autor arriba a una verdad histórica, que la señala con primorosa
expresión, pero que curiosamente olvida de inmediato y sigue con la cantinela
del concepto ‘neoliberalismo’: “¡Era demasiado bello! Entre las naciones JAMÁS
PREDOMINÓ EL LIBERALISMO DE LIBRE MERCADO. Todas las naciones PROTEGIERON SU
ECONOMÍA. Solamente Inglaterra introdujo el intercambio, en la segunda mitad
del siglo XIX y hasta la
Primera Guerra Mundial, y eso porque poseía tal superioridad
industrial y comercial que nadie podría amenazarla. Se industrializó antes que
todas las demás naciones: sabía que el libre mercado siempre le sería
favorable. Todas las demás naciones sabían que abrir sus fronteras al mercado
significaría imposibilitar su propia industrialización. (…) En cuanto abrieron
sus mercados, las naciones vieron aparecer en sus territorios LOS MONOPOLIOS Y
OLIGOPOLIOS: LA LIBERTAD
DE MERCADO ERA APENAS UN SUEÑO” (mayúsculas nuestras) [56]. A
confesión de parte, relevo de pruebas.
Sobre la
aparición del fantasma del “Neoliberalismo” que hacen diversos prosistas, se
tiene mucho paño que cortar. Tal como se lee en la nota 53, el autor de marras nos
señala que ya van “casi cuatro décadas de contrarrevolución neoliberal” en Chile, aunque el mismo,
más bajo, añade la novedad de una supuesta “fase civil del modelo neoliberal”, que inicializa en 1990. Unos
cuantos astutos lo visualizan ya en los 50. Otros lo ubican en los 70 también,
pero sólo en el viejo mundo: “En Europa el neoliberalismo
impuesto desde la década del 70 y el neoestructuralismo que se erige como su
alternativa desde los "80s [57] (se
viene hasta con reemplazo). Osadamente algunos lo inicializan el mismo día del
‘golpe’: “(…) se abre una nueva fase de acumulación (y en Chile a partir del 11
de Septiembre de 1973), que podemos denominar como neoliberal y que se extiende hasta nuestros días” [58]. Hay otro
autor que nos honra como iniciadores mundiales del modelito de marras: “(…) el
primer lugar del mundo donde se aplica el modelo
neoliberal como programa político y económico de manera tajante, es en un
país en el cual no existe siquiera la democracia liberal, sino en un país
[Chile] que se encontraba bajo una dictadura militar” [59]. Otros hacen
aparecer el rollo en los 70-tirado-para-80 y en todas partes: “A partir de fines de los años 70, y más
intensamente en los años 80, la orientación predominante en la política
económica de las burguesías cambió radicalmente por diversas razones. Con la
nueva dirección del Banco Central de Estados Unidos (el FED), y después del
ascenso de los gobiernos de Thatcher en Gran Bretaña y de Reagan en Estados
Unidos, llegó la hora del neoliberalismo” [60]. Finalmente,
no faltan los que lo confunden con la imposición del Consenso de Washington, es
decir recién en 1990: “El conjunto de
medidas que constituyeron el Consenso de Washington, aún vigente, tomó autonomía
y se constituyó en lo que luego se denominaría “neoliberalismo” [61].
La indeterminación cronológica y la carencia de un
proceso histórico que de cuenta de la conformación de ese ubicuo
“neoliberalismo”, debiera demostrar a sus padrinos, con meridiana claridad, la orfandad
dialéctica del mentado artefacto.
¿PERO, QUÉ ES NEOLIBERALISMO?
Lo que
sus confundidos testaferros de la izquierda no saben, o parecen desconocer, es
que el término “Neoliberalismo” surgió hace mucho y del otro lado de la brecha.
Es un vocablo propio de la Lengua de los Señores, de los Amos, de los Patrones.
Von Mises
lo apunta por vez primera en su obra “Liberalismus”
(1927) [62], como “neuen liberalismus” y lo reserva para
diferenciar el liberalismo decimonónico (más bien la economía política clásica
capitalista, cuyas ‘bondades’ pulverizara Marx) de las nuevas variantes medio
socialistas de dicha teoría (el austrohúngaro aborrecía todo lo que oliese a
socialismo). No obstante, dicha frase queda traducida como “neoliberalism” en su posterior versión
inglesa, de donde provino la impostura castellana. Asimismo, Louis Baudin, en uno de
sus trabajos [63], explica
que aquel término se habría impuesto en medio de un coloquio de
neoconservadores (autodesignados “liberales verdaderos”), realizado en 1938, y
que este mote se utilizaría para remontar el descrédito que implicaba entonces
el “liberalismo”. También, estaría asociado a otro artefacto ideológico de los
neoconservadores, llamado “economía social de mercado” [64], y por
último, se relaciona con la escuela neoconservadora italiana de entreguerras. Es
decir, era un tópico reservado para los teóricos de las políticas
pro-imperialistas, opuestos a un explícito laissez
faire y enemigos del socialismo. Sus creadores querían ocultar entre los
pliegues del término las bases sociológicas y económicas de la economía
política de la fase imperialista, del crecimiento a costa de la sobreexplotación
de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales de extensas zonas
geográficas, integradas tras la penetración del capital financiero; de la
sacrosanta propiedad privada de los medios de producción y la apropiación
también privada del excedente económico a una escala internacional, etc. Lo
disfrazan como un renacimiento del “Liberalismo”, de “defensa y difusión de las
ideas de la libertad” [65]; “un
concepto global, bajo el que se incluyen los programas de la renovación de la
mentalidad liberal clásica. (…) Los
esquemas neoliberales del orden económico y social son modelos de
estructuración cuyo denominador común central es la exigencia de garantía
(constitucional o legal) de la competencia frente a la prepotencia” (negritas
nuestras) [66].
Todas estas
definiciones, tan cándidamente farsantes, ocultan las verdaderas intenciones de
los ideólogos del imperialismo. De allí entonces, que aseguremos que al ser importado
el término “Neoliberalismo” desde el campo enemigo, sin dar cuenta que con su
uso se está invirtiendo la realidad y se encubren categorías tales como
imperialismo, capitalismo, burguesía, explotación, etc., lo que hacemos es
importar una ilusión para criticarla y, fatalmente, esto implica que no hacemos
cuestión real del fondo del asunto (véanse los tristes papeles que juegan
gobiernos y movimientos autodenominados “Anti-Neoliberales”, tales como los
casos de Brasil, Uruguay, Nicaragua, etc., que terminan sirviendo las bases del
MT). Es como quitar a nuestros enemigos de clase su quimera y criticarlos por
ella y no por sus verdaderas prácticas.
Uno de los
áulicos de la etapa de transición imperialista actual y miembro de la Sociedad Mont Pelerin (que
fundaran los héroes neoconservadores Hayek, Friedman, von Mises, etc.), plantea
que otros se apropiaron y corrompieron el término “Neoliberalismo”. Se queja él
de que: “(…) el ‘neoliberalismo’ es utilizado para caracterizar cualquier
propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional,
propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas
estatales” [67]. Le
preocupa que: “Probablemente son muy pocas las doctrinas que, como el
liberalismo, hayan perdido tantos términos a manos de sus enemigos en el debate
político” [68].
Pero, ¿No
será que su creatura, el “neoliberalismo”, sea un arma tipo “Caballo de Troya”
que, siéndoles apropiada por sus “enemigos”, expide su falsario contenido a
este lado de los contendores, debilitando y confundiendo nuestra praxis? [69] Nos
preguntamos: ¿Cómo es posible que un eufemismo, arrebatado a los teóricos del
capitalismo contemporáneo, que oculta la realidad concreta y los medios
correctos para su transformación, haya pasado a convertirse en el habla
cotidiana en un término corriente para definir irrealidades y supuestas
consecuencias de estas? Creemos que la respuesta a tamaña impostura proviene
desde dos vertientes, no incompatibles entre sí: primero, la derrota política
de los movimientos populares en los “70-“80 (inclusive ideológica en algunos
casos), la que provocó, entre otras lamentables secuelas, una carencia de
propuestas tal que se llegó a apelar sin reparos al lenguaje del enemigo para
dar cuenta de las nuevas condiciones; en otras palabras, había que operar inclusive
en el plano del prejuicio cognitivo y tolerar la desinformación. La otra fuente, es el inveterado deseo del
reformismo de encontrar una burguesía “nacional y progresista”, por lo que le
conviene identificar a un enemigo “neoliberal” para, ante esa supuesta
disyuntiva, levantar frentes ‘antineoliberales’ donde poder aliarse con imaginarias
fracciones burguesas “progresistas” y ahora “antineoliberales”.
5.- ¿GLOBALIZACIÓN O
TRANSNACIONALIZACIÓN?
Otro gazapo,
también adoptado por el conjunto de la izquierda, es el de la “Globalización”,
término con el que supuestamente se daría cuenta del avance mundial del
“neoliberalismo” y de todas sus lacras [70]. Seguramente,
los m-t se festinan al ver que esa izquierda, que padece una clara ecolalia, no
hace más que repetir sus chapucerías y asumir las implicancias de estas.
Término
inventado por los m-t, estos llaman “globalización
al proceso libre de mercado, es decir, al mercado
ampliado a toda la esfera mundial
gracias a las mayores posibilidades de comunicación y nuevas tecnologías, sin
intervención ni regulación por parte de ningún gobierno ni organismo
internacional” [71].
Entonces, para los m-t, y por transitividad para la izquierda ingenua y
abúlica, además de los grupos mantenedores, el término “globalización” implicaría
la creación de un “Mercado Mundial”, pero resulta que con tal oxímoron, aparte
del disparate de inferir una igualdad imposible entre todos sus componentes,
los susodichos no dan cuenta de la existencia de un SCM que se ha construido en
un proceso desigual y combinado, de integración /subordinación capitalista de
diversas formaciones y zonas geográficas con muy diversos grados de desarrollo
económico. Además, ese supuesto Mercado tan intachable, es un sistema que en realidad
no sólo se basa en la dominación y la explotación del centro desarrollado sobre
amplias zonas dependientes, sino que también significa expoliación dentro de
cada componente del SCM, así como al interior de las mismas formaciones [72].
En el
caso de la izquierda supuestamente precavida, sus autores toman el término “globalización”
en una práctica análoga a la que realizan con el de “neoliberalismo”, es decir,
para criticarlo, pero lo que se crítica es la creación de los m-t importada sin
más, la del espejismo de un mercado que permitirá comercio y ganancias para
todos [73], de alta
calidad ética y moral [74], y al que
sólo cabe abrirle las puertas; por tanto, ¿Cómo se puede criticar algo que es
tan bondadoso, sin siquiera ofrecer una alternativa que llene algo de esas cualidades?
Decimos
que a este otro artefacto ideológico, la “Globalización”, se le ha dado un
carácter de inexorable y un tinte benéfico
para la humanidad. Acerca de esto, veamos que nos dice la jesuítica FLACSO: “la
globalización ha sido descrita como la fuerza inexorable de los noventa (…).
Cuando utilizo el concepto de globalización, no me refiero únicamente al hecho
de que el capitalismo se ha convertido en un sistema mundial; en otras palabras,
no es lo mismo que globalismo [sic]. Al utilizar este concepto, me refiero al
enorme salto que ha dado la internacionalización de la producción, distribución
y comercialización de bienes y servicios. El progreso organizacional que
permitió la globalización consiste en la capacidad para dispersar las
actividades económicas geográficamente, mientras se reúnen en forma
electrónica, y viceversa” [75]. La
autora, en otras palabras, nos dice que es inútil no dejarnos envolver por la
“Globalización”, pero se enreda para no decirnos que, en rigor, son las leyes
de la
Internacionalización del capital transnacional y del patrón
de acumulación primario exportador con ventajas comparativas (reservado para
nosotros, como formación dependiente), impuestas por el centro imperialista y localmente
optadas por el capital financiero dependiente, las que nos definen: qué
producir, cómo participar en la distribución y qué parte de ella recibir, además
de qué y cómo comercializar.
Un líder
del marxismo añejado, pero que ocupa una tribuna mundial, señala que la fuerza
detrás del Imperio Estatal, encarnación de la “Globalización” [76], sólo
puede explicarse como el fruto de una Gran Conspiración Estatal (algo así como
un aquelarre de Iluminatii). Se deben
reír de todo esto los teóricos del Pensamiento Único, pues así se está reviviendo
a la Divina Providencia. Además, demuestra que la izquierda sobrepasada-por-la-realidad
debe contar con un enemigo conocido, para facilitar sus análisis y sus
subsecuentes prácticas.
La
evidencia nos señala que en los “80-“90, se comenzó a hablar de “Globalización”
por parte de algunos teóricos m-t [77], al poco
andar, el término fue asumido por los teóricos de los gobiernos de recambio
burgués (o mantenedores del sistema de dominación) [78]; para,
finalmente, ser tomado por el conjunto de la izquierda. Mantenedores y la
izquierda toda, lo hacen para referirse a una suerte de nueva integración de
los sometidos al poder de los dominadores, a una nueva etapa del imperialismo, en
que los fenómenos a escala planetaria dominarían el escenario del desarrollo social.
No obstante, procesos mejor definidos como de Internacionalización, en los
marcos del capitalismo, han tenido lugar anteriormente, como los que señaláramos
en 1.5 supra. Pero, dejémosle sus conceptos de falsa conciencia a los m-t y
hagamos lo nuestro.
LA TRANSNACIONALIZACIÓN
Lo que
tiene de particular el actual momento histórico es que, con el despliegue de todo
el poderío incontrastable de los tres polos imperialistas y del capital
financiero transnacional, en todos los planos y en brazos de la tercera
revolución industrial, se trastornan las viejas formas de relación existentes
entre las formaciones y que determinaban la dependencia de unas naciones de
otras. Cedieron el paso a nuevas formas de relaciones que nosotros preferimos llamar
de Transnacionalización, que es una
renovación en la integración imperialista de las diversas partes del SCM, en
que la composición económica no puede comprenderse tan sólo desde la
perspectiva de la relación de subordinación de unas naciones con otras, ya sea
a través de la inversión o el intercambio comercial, si no como el desarrollo
de una nueva etapa de la economía mundial donde el capital monopólico transnacionalizado
absorbe partes de la economías de las naciones para incorporarlas a ciclos
mundiales de valorización del capital (‘postfordismo’). En una palabra, los
sectores dominantes del SCM implantaron, en consonancia con el pleno despliegue
del MT de los 70-80 y aceleradamente desde mediados de los 80, un nuevo proceso
de integración imperialista, de Transnacionalización desigual y combinada de
las formaciones económicas y sociales, donde los Bloques en el poder están
hegemonizados por las fracciones burguesas monopólicas y subordinadas al
capital financiero transnacional.
La Transnacionalización
se impone, entonces, en brazos de la ocurrencia de un conjunto de procesos que
se enmarcan en el decurso de la etapa del MT, dando sostén al desarrollo de
esta transición a una fase imperialista superior. Entre esos procesos, tenemos:
· Constitución de los tres grandes bloques regionales
imperialistas: la Unión
Europea ; el Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLC); y el bloque en torno de las economías ricas Asia-Pacífico, del eje Japón-Australia
y al que se debe sumar China [79]. La
constitución de estos bloques, que en su conjunto concentran el 90% de la
riqueza del planeta [80], es sin
duda una novedad histórica en la escala que se viene dando, y altera las
condiciones de todos los países que participan en ellos;
· Tanto los flujos de inversión directa como de
capital financiero, son extremamente concentrados –ellos se dan sobre todo
entre los principales países capitalistas centrales, y secundariamente en
dirección a algunos países considerados "emergentes". Pero,
incluso en este caso, el capital recibido del exterior no representa un
porcentaje alto de la formación bruta de capital fijo, lo que se puede explicar
porque se prioriza al sector terciario y la obtención de plusvalía absoluta;
· Las grandes corporaciones mundiales siguen teniendo
una importante base nacional [81], donde se
continúa quedando gran parte de los capitales; además, al internacionalizarse,
lo hacen de forma muy concentrada. No obstante, no debemos caer por ello en una
visión mecanicista [82], puesto
que el carácter de transnacionales se
debe a su capacidad real de operar sin mayores cortapisas en el conjunto del
SCM y de transnacionalizar no sólo el capitalismo y los capitales, sino que
también por ser capaces de integrar los ciclos productivos a escala del SCM, por
ejemplo, con el recurso de la “deslocalización", que es la transferencia de todo o partes
de un ciclo productivo entre diversos países, a objeto de bajar costos o
impuestos, y que redunda en un buen chantaje contra los trabajadores del centro
del SCM;
· En los “procesos de institucionalización de la
economía internacional” [83], como
eufemísticamente llaman los m-t a la reproducción ampliada de la Transnacionalización ,
coadyuvan las IFI y los llamados organismos de “cooperación económica” (OCDE,
COSRA, FORO DE DAVOS, etc.). Desde adentro, las actividades de los capitales
financieros transnacionales son avaladas por los propios Estados-naciones,
aunque estos, de momento, aún les significan ciertos límites a su libre
albedrío, en un punto en que, junto a otros factores, mantiene en suspenso la
concreción de la fase Imperialista II ó de gobierno mundial del capital monopólico-financiero.
Cabe destacar que al interior de las formaciones, las fracciones monopólicas
han hecho lo suyo y supeditan efectivamente a las fracciones burguesas no
monopólicas (no siempre muy dóciles) y es de notar el esmero que prestan
también los grupos mantenedores del sistema;
·
La Transnacionalización (ya dijimos que no es lo mismo que un proceso de
integración "global" de la economía mundial) se potencia y reproduce
en la ampliación de la alteración de la correlación de fuerzas a nivel mundial,
en perjuicio de las clases trabajadoras y a favor de los sectores dominantes. Esa
desfavorable situación es la resultante de la ofensiva conservadora iniciada en
el centro del SCM, sobre todo desde los 70, de la desreglamentación y del
sustento que le entrega la revolución tecnológica y su orientación (la
tecnología facilita también el control
sobre los capitales y si fuesen otras las condiciones políticas, serviría de
mecanismo de control en manos de los pueblos) [84]. Un
factor gravitante y que ha llevado a la aceleración de la internacionalización,
fueron las opciones de política económica hechas por las burguesías internas,
en las que se hicieron dominantes las fracciones monopólicas (para el caso
chileno, ver nota 21 supra);
· Continúa la tendencia histórica capitalista de
aumento de la composición orgánica del capital, considerándose más competitivas
las empresas en que el contenido de la mano de obra directa sea ínfimo respecto
del costo total de producción. Aunque igualmente se produce plusvalía en el sector terciario, siendo ello
más dinámico que en las otros dos, la variante se encuentra en las formas de
socialización del proceso productivo. Podemos decir que un gran contingente de
los obreros industriales se ha desplazado, más bien fueron desplazados, al
sector terciario. Pese a ello, las formas de relación
prevalecientes en los ámbitos económicos continúan siendo las que vinculan al
capital con el trabajo asalariado;
· Se aceleran los procesos de concentración y
centralización de los capitales [85];
· Se observa un crecimiento de
los gastos fijos relacionados con la investigación y difusión de tecnologías,
en un contexto de competencia creciente en el ámbito de la renovación de
productos y métodos de producción. La celeridad de estos procesos y el riesgo
de obsolescencia exigen rapidez en la comercialización de
"novedades" [86]. Ello incentiva la creación de redes de servicios,
transporte y comerciales, que exigen también fuertes inversiones y que, sobre
todo en lo que se refiere a infraestructura, corrientemente son cargadas al
Estado;
·
Pugnas a nivel mundial por el
control de materias primas estratégicas, y disputas comerciales y financieras entre
grandes grupos económicos;
·
Las formas de la dominación que entraña la
transnacionalización, no son sólo económicas, si no que se extienden a todos
los niveles de la superestructura, aherrojando aún más a los explotados [87].
Los
grupos monopólicos transnacionales disponen hoy de una amplia libertad para sus
negocios, como la que anhelaba hace ya una década un empresario europeo y que
reproduce Chesnais en una de sus obras: "libertad de implantarse donde
quieran, cuando quieran, para producir lo que quieran, comprando y vendiendo
donde quieran, sufriendo lo menos posible a restricciones en materia de derecho
del trabajo y de convenciones sociales" [88]. Esa
libertad, casi absoluta, se basa hoy en el inmenso poder económico y político
alcanzado y reproducido por el capital financiero transnacional, capacidad que se
proyecta y que inviste a las IFI y a las otras instancias de nivel
internacional y regional de modelamiento transnacional de las economías en
verdaderos representantes del ese poder Supranacional. Ese poder incontrarrestable
y las “nuevas formas de integración a la economía mundial, nos han hecho
totalmente dependientes de los grandes capitales internacionales que controlan
la producción mundial, transformando nuestra independencia política, en un
asunto puramente formal” [89].
Ya dijimos
que uno de los factores que mantiene en suspenso el paso al gobierno mundial
del capital financiero, a la fase imperialista II, es la existencia del
Estado-nacional. Segundo otrosí, es la competencia intra-imperialista, de
insospechadas posibilidades. Y el tercer factor que retrasa aquel superimperialismo,
y en el cual tenemos mucho que hacer y que depende de la iniciativa de los
movimientos populares, es el de la lucha de clases y su correlación de fuerzas,
tanto a nivel nacional como internacional.
6.- ¿Y QUÉ PASA HOY AL NIVEL DE LO SOCIOLÓGICO?
Ya hemos dicho algo sobre los fenómenos sociales y de la
individualidad, implicados en la imposición y mantenimiento del MT. Anotemos
también que los Bloques Dominantes de las formaciones subsumidas en la vorágine
del MT, de todas las latitudes, pueden decir que han logrado imponer el miedo,
el aislamiento, el egoísmo, por sobre la solidaridad, la defensa de los
derechos sociales mínimos y los débiles lazos sociales y organizativos que se pudieran
haber creado en las diversas formaciones durante los pasados lustros. Han
podido desviar todo enfoque y crítica hacia el injusto sistema de dominación y
explotación que les subyace, ya sea por conciliación, con unos, y por
necesidades creadas, con otros. Han logrado asimilar a las fuerzas e intereses
de la oposición formal, sistémica, incluidas sus formas reformistas y
vacilantes, en un sistema al que dichas fuerzas se oponían en las etapas
anteriores. Casi podríamos decir que los sectores dominantes han llegado a
administrar y movilizar metódicamente los instintos humanos, haciendo
socialmente manejables y utilizables los elementos más rebeldes y
‘antisociales’ de la conciencia y de la intimidad de muchos sectores de la
población, sin que estos se den cuenta. Y esto último no es obra del azar,
puesto que es en ese nivel donde han sabido incidir y hacer aflorar, para
dominarlos y transformarlos en factor de cohesión y de afirmación, los miedos,
los odios, el individualismo, las necesidades, los resentimientos, el
arribismo; en suma, el poder de lo negativo.
Casi inadvertidamente hemos arribado a una forma de
sociedad cerrada, donde se disciplinan e integran todas las dimensiones de la
existencia, pública o privada. Los derechos y libertades humanas básicas han
pasado a una relativización y desvalorización asombrosas. Tal sometimiento y
deshumanización, brindan a las clases dominantes la posibilidad de contención social
casi sin ejercer la fuerza material, siendo este quizás el mayor logro actual de
nuestros enemigos de clase. No obstante, el hecho de que la gran mayoría de la
población acepte, y sea obligada a aceptar, esta sociedad, no la hace menos
irracional y menos reprobable. La distinción entre conciencia falsa y
verdadera, interés real e inmediato, todavía están llenos de sentido. Pero esta
distinción misma ha de ser validada. “Los pueblos deben llegar a verla y
encontrar su camino desde la falsa hacia la verdadera conciencia. Pero sólo
pueden hacerlo si experimentan la necesidad de cambiar su forma de vida, de
negar lo positivo, de rechazar. Es precisamente esta necesidad la que la
sociedad establecida consigue reprimir en la medida en que es capaz de
‘repartir los bienes’ en una escala cada vez mayor, y de usar la conquista científica
de la naturaleza para la conquista científica del hombre” [90].
La ‘democracia’ de la etapa capitalista en curso, consolida
la dominación y la explotación más firmemente que cualquier régimen burgués de
excepción constitucional. Esa supuesta y aceptada ‘democracia’, además de la
represión instintiva que ya se nos ha internalizado, son las fuentes
renovadoras del sistema de dominación y explotación.
7.- CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS (dialécticamente
provisorias y criticables)
7.1.- Si
bien es tentador expresar que asistimos
a una nueva fase del propio Imperialismo, el SUPERIMPERIALISMO (expresado en
los términos de los teóricos marxistas de los “60 y “70), en la etapa actual de
transición a una fase Imperialista II aún no podemos ver que la Internacionalización
del capital logre dar lugar a una efectiva ‘fusión transnacional’ de capitales.
De allí que los capitales financieros mundiales, por ahora, hayan simplemente prefigurado
un Poder Supranacional, que podríamos situar en las IFI e instancias regionales
modeladoras/transnacionalizadoras de las formaciones económicas. Es evidente,
eso sí, que el desarrollo desigual es una ley inherente al capitalismo y
extensible al Imperialismo, lo que explicaría porque nos encontramos en una fase de transición o del
Monopolismo Transnacional, fase que puede demorar años, décadas, etc., toda vez
que ese estado de suspensión se mantendrá mientras copulativamente no decaigan los
efectos de la existencia de los Estados-nación, de la competencia interimperialista
y de la otra ley fundamental dentro las formaciones de clase y que fuera
sistematizada por Carlos Marx, LA
LUCHA DE CLASES, nacional y mundial;
7.2.- La
actual etapa de desarrollo del imperialismo, etapa de transición, corresponde
al Monopolismo Transnacional, la que ha sido impuesta desde el centro del SCM y
por el capital financiero transnacional y que es optada, supeditadamente, por
las fracciones burguesas dominantes internas. El proceso de su
constitución/reproducción es la Transnacionalización, forma dialéctica en que
el capital financiero va integrando formaciones sociales y económicas diversas, con incesantes ciclos de valorización del
capital a través de ellas. Esta etapa de MT tiene sus raíces en los “50, se
hace patente en los “70-“80 y recrudece, sobre todo en América Latina, desde
los “80;
7.3.- En
su materialización, desigual y combinada, el patrón de acumulación de la etapa
de transición del MT varía si se mira desde el centro o desde la periferia del
SCM, aunque también lo hace al interior de cada uno de las partes del sistema.
Así, a nuestra formación social y económica se le impone (aunque, como se dijo,
optado dependientemente por el Bloque en el Poder hegemonizado por la fracción burguesa
monopólica), el patrón primario-exportador con ventajas comparativas de bienes
con bajo valor incorporado, además de exportador de capitales bajo forma de pagos
de deuda; remesas de las ganancias
de las corporaciones transnacionales establecidas en Chile; por otros conceptos
más sutiles, tales como pagos por royalties, know how, patentes, marcas; además de la parte extraída
desde los enclaves externos del capital financiero dependiente interno;
7.4.- Con
la Transnacionalización se profundizan los procesos de concentración y
centralización de los capitales, tanto en el centro como en la periferia del
SCM, y en ese curso, cada vez más acelerado, veremos como se da pie a la
formación de un gran centro imperialista. A la par de ese colosal proceso,
podemos constatar que la actual etapa de transición del MT representa la realización
de un sistema que está sustituyendo dinámica y rápidamente, con ventaja para la
supervivencia y expansión del capital financiero monopólico transnacional, al
viejo esquema de los Estados-nación, e implica que el imperialismo recorre
resueltamente la senda hacia una fase aún superior, hacia la fase del Imperialismo
II. Sólo podemos aventurar que esta
nueva fase del desarrollo histórico de los poderes imperialistas, será aquella
en que el Imperio será una gran unidad político-económica mundial y donde
existirá un poder efectivamente supranacional, detentado por una base muy
estrecha de representantes del gran capital financiero transnacional;
7.5.- En la etapa del MT, continúa la tendencia
histórica capitalista de aumento de la composición orgánica del capital,
considerándose más competitivas las empresas en que el contenido de la mano de
obra directa sea ínfimo respecto del costo total de producción; igualmente se produce plusvalía en el sector terciario, aún más
dinámicamente que en los otros sectores y cuya variante se encuentra en las
formas de socialización del proceso productivo; debido a esto, el capital
financiero transnacional y dependiente ha desplazado a grandes contingentes de
los obreros industriales al sector terciario; pese a todo lo anterior, las formas
de relación prevalecientes en los ámbitos económicos continúan siendo las
que vinculan al capital con el trabajo asalariado;
7.6.- El
Estado sigue cumpliendo tareas fundamentales en la actual fase imperialista. Prosigue
interviniendo en la fijación de las políticas económicas y sociales, firma
tratados y acuerdos internacionales, financia la investigación científica y las
innovaciones tecnológicas, hace lo suyo en la reproducción de la fuerza de
trabajo (por medio del rodeo de su ‘calificación’ escolar), en las políticas de
infraestructura y, por sobre todo, mantiene el orden público y ordena los
negocios del conjunto de las clases dominantes. En la fase actual, el Estado se
encuentra al servicio del capital financiero transnacional, determinado esto
porque en el bloque en el poder la fracción hegemónica es la burguesía
monopólico-financiera dependiente. Sobre el rol del Estado hoy, existe un consenso
amplio y activo, al que adhieren el Bloque Político en el Poder, los Grupos
Mantenedores del sistema de dominación y extensos sectores de la formación
social;
7.7.- Resistir la transnacionalización y las
fuerzas que sostienen el MT, implica luchar por el Socialismo en cada formación
y a lo largo y ancho del SCM, pues sólo en la lucha por su construcción y en su
victoria agotaremos las fuentes del inmenso poder de los sectores dominantes mundiales
que, cual cabezas de la mítica Hidra, persisten por doquier. A este respecto,
debemos señalar que ninguna contradicción social y
política, por más evidente y gigantesca que sea, se decidirá del lado popular
por el sólo hecho de que digamos los conjuros adecuados. Debemos apoyar cada
uno de los movimientos reivindicativos que existan en cualquier sector social y
geográfico, elevándolos desde lo inmediato o economicista a un nivel más
conciente y politizado; llevemos a enfrentarse a los explotados y excluidos con
el sistema que los afecta y aprovecha, donde aprenderán en la práctica lo que
podrían ser años de teoría. No cejemos en reivindicar todos los valores del
Humanismo Socialista, a los que aspiran y por los que han luchado por décadas los
movimientos y las vanguardias políticas populares de todas las latitudes;
7.8.- En la etapa del MT, se amplía y profundiza el nivel
de la explotación sobre la clase trabajadora en su conjunto e incluso sobre
sectores que con anterioridad se concebían a sí mismos como clases medias.
Ligado a lo anterior, las grandes organizaciones sindicales de los trabajadores
industriales perdieron su histórico peso y debemos pasar a considerar formas
más adecuadas de organización sindical para estos, así como para los del sector
terciario y para la gran masa de contratistas y subcontratistas, recogiendo en
nuestro Programa las nuevas demandas que surgen con las renovadas formas de
explotación y acogiendo las diversas formas organización que naturalmente los
trabajadores se vayan dando;
7.9.- La
política de formación de bloques regionales con vocación popular, alejada de
instancias de papel o proclives a los sectores dominantes y del capital
financiero, puede tener un papel positivo si se respetan varias condiciones: ampliar
y no reducir derechos laborales y sociales; ser conducida en función de los
intereses reales y concretos de los pueblos, y no de los "mercados"
(léase: del capital financiero);
extender la dimensionalidad de los derechos humanos a todas las formas de
mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos; fin a los acuerdos con
las fuerzas del imperialismo y ninguna posibilidad de injerencia o
aprovechamiento de estas o de sus lacayos locales de los acuerdos que se puedan
materializar; favorecer el internacionalismo proletario y popular. Con todo,
este proceso de acercamiento depende de una alteración radical de la actual correlación
de fuerzas entre trabajo y capital, tanto a nivel nacional como mundial, que el
movimiento de trabajadores y popular podrá balancear a su favor sólo mediante
una lucha frontal y decidida;
7.10.- La
estructura jerárquica, piramidal y burocrática de las viejas organizaciones de
izquierda, está diseñada para hacer frente a un poder centralizado,
conspirativo, que hoy está siendo sustituido por un sistema capitalista transnacional,
descentralizado, flexible, universal, que salta fronteras, arrasa territorios,
costumbres y formas de vida y pensamiento. De allí entonces, que se hace vital
recrear las formas de organización política de la izquierda más conciente y consecuente,
dando cuenta de los inmensos cambios que la materialización del MT ha
significado para nuestras formaciones y para el conjunto del SCM;
7.11.-
Enmarcados en lo anterior, nuestro llamado a la resistencia debe involucrar a aquellos
sectores más avanzados y consecuentes de los movimientos populares y de
trabajadores de las diversas formaciones del SCM, potenciando desde allí a todas
las organizaciones alternativas, tales como el movimiento Verde, el movimiento
“antiglobalización” (mejor definido como Antitransnacionalización), el
sindicalismo renovador, el feminismo conciente, los movimientos autonomistas de
los pueblos originarios, los sin tierra, los sin casa, el Ecologismo
anticapitalista, y las múltiples formas de resistencia activa y de solidaridad.
A la insensibilidad del sistema, debemos oponer la fraternidad y la solidaridad
populares; a la violencia estatal y patronal, la acción directa; a la
injusticia oficial, la respuesta material de los más organizados y concientes; a
la desinformación y a la ignorancia propiciadas desde arriba, la Verdad y la
Educación construidas entre los oprimidos; a la pasividad obligada o inconciente,
la rebeldía y la consecuencia revolucionarias; a la democracia burguesa, la
organización territorial y la democracia directa;
7.12.- Ahondando
sobre esta última disyuntiva, debemos decir que, como alternativa a la
transnacionalización y a los poderes tras el MT, nuestro Sur es construir desde
el presente la Democracia Real y Directa y no sumarnos a la “Democracia
Representativa”, sostenida por todos los partidos tradicionales (incluida la
izquierda reformista y que atrae también a la vacilante), uniendo a toda la
sociedad civil para constituir una fuerza político-social-ideológica real y
eficaz, el Bloque Histórico Popular. Esto significa que la actividad política
debiera ser “no la actividad representativa, sino la constituyente”[91];
7.13.- El
sujeto político en el contexto del MT son todos aquellos que, asumiendo su
condición de explotado, marginado y/o discriminado, realicen prácticas ideológicas
revolucionarias y estén por la Revolución
Socialista , organizándose en todas las partes del SCM y
generando una fuerza social (o multitud) [92] constitutiva,
que encarne y practique el contrapoder, el poder popular por el Socialismo;
7.14.- El necesario camino de la resistencia sólo
puede apuntar, por lo tanto, hacia la construcción de un nuevo orden mundial,
a partir de una alteración en la correlación de fuerzas en favor de los
explotados y de los marginados. Un primer paso para esta alteración, modesto
pero no menos fundamental, es el rechazar los mitos ideológicos difundidos por
el adversario. Se hace necesario poner fin al uso, entre los sectores de
izquierda y del movimiento popular, de los artefactos ideológicos “neoliberalismo”
y “globalización” por ser ellos muestras de ideología entendida como la
inversión de la realidad a través del pensamiento y que permite encubrir una
práctica real, en este caso, de las fuerzas encarnadas por los sectores
dominantes mundiales y sus lacayos locales, que avanzan denodadamente a una segunda
fase imperialista.
¡Que nuestros enemigos de clase no nos arrebaten el
sueño de seguir luchando por un mundo mejor! Para nosotros, ese nuevo estadio sigue
siendo la sociedad Socialista, en donde todas las formas de explotación,
discriminación o injusticia serán sólo un mal recuerdo.
“La verdad siempre es
revolucionaria, aunque a corto plazo pueda contrariar intereses inmediatos de
ciertos grupos más interesados en su pequeña realidad cotidiana que en los
problemas generales”
F. León Florido
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE
EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO
LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!
Colectivo Acción Directa CAD –Chile
Marzo 20 de 2016 (original: mayo-junio 2010)
[1] Louis Althusser;
“Para Leer El capital”; Editorial Siglo
Veintiuno; 1970; página 11.
[2] Nicos Poulantzas; “Clases
Sociales y Poder político en el estado capitalista”; Editorial Siglo Veintiuno; 1969; página 44.
[3] Ibídem,
p. 6.
[4] José
Valenzuela F.: “¿Qué es un patrón de
acumulación?”; UNAM-C. de Publicaciones; México; 1990
[5] Walter
Pérez A.: “Desarrollo local en el marco
de un nuevo patrón de acumulación”; EUMEDNET; 2006
[6] F. León
Florido: “¿Imperialismo o Imperio?”;
revista de filosofía “A Parte Rei”,
23. Sept. 2002; Pág. 10.
[7] Aún hoy, existen autores que no ven al capital industrial
integrado en la síntesis superior que es el capital financiero; más bien, lo
contraponen al bancario (o no productivo): "Nos parece un grave error
seguir caracterizando al capitalismo mundial actual como dominado por el
capital financiero como en la mayoría de los análisis, incluyendo a los
cientistas sociales críticos. El predominio del capital productivo por sobre
las otras formas de capital permite asignarle mayor significado a la relación
de dominación del capital sobre el trabajo y la sociedad, (…)”, Dante Caputo,
en “La economía mundial a inicios del
siglo XXI”; desde cetes@entelchile.net
[8] V.I.
Lenin; “El imperialismo, fase superior
del capitalismo”; Editorial Cartago,
Argentina; 1960; tomo III, pp. 708-709.
[9] Jorge A.
Ramos; “Historia de la nación
latinoamericana”; Buenos Aires, 1988.
[10] V. I. Lenin; Op. Cit., p. 736.
[11] Nicolai Bujarin; “El imperialismo y la economía mundial”;
Cuadernos de Pasado y Presente; 1971;
página 97.
[12] John A. Hobson: “Imperalism”,
London; 1902; p. 311.
[13] Karl Liebknecht: Schriften. Vol. 1., Berlin 1958, pp.
269-270.
[14] Karl Kautsky: Der erste Mai und der Kampf gegen den
Militarismus, Neue Zeit 30 (1912), Vol. 2, pp. 107-108.
[15] Karl Kautsky, Der
Imperialismus, in: Die Neue Zeit. 32 (1914), Vol. 2, p. 908–922;
Karl Kautsky: Imperialism and the War, in: International Socialist
Review, 15 (1914).
[16] V. I. Lenin; Op. Cit., p. 676.
[17] Pierre Jalée; “El
Imperialismo en 1970” ;
Editorial Siglo Veintiuno; 1971;
páginas 200-201.
[18] Paul Baran y Paul Sweezy; “El capital monopolista”; Editorial Siglo Veintiuno –España. 1973.
[19] Ernest Mandel; “Ensayos
sobre el neocapitalismo”; Ediciones Era;
1976.
[20] Nicos
Poulantzas; “Las clases sociales en…”;
Editorial Siglo Veintiuno; 1977;
página 74.
[21] Andrés
Pascal A.: “Balance Histórico”;
Mimeo; Chile, 1985; p. 39.
[22] James
Petras: “Imperialismo v/s Imperio”;
revista del Dpto. Hac. Púb., FCCEE UM Laberinto,
febrero 2002.
[23] G. Arrighi: “El largo siglo XX”; Editorial Akal.
1999.
[24] T. Negri
y M. Hardt: “Imperio”; Paidós, Barcelona. 2002.
[25] No
obstante, hay quienes olvidan estas sabias palabras y siguen esperando la ocurrencia
de crisis sistémicas del SCM para movilizarse, antes que alentar el motor de la Historia : "(...)
según el materialismo histórico, entre los mecanismos de cambio social más
fundamentales figuran las contradicciones sistemáticas entre fuerzas y
relaciones de producción, y no sólo los conflictos sociales entre clases
originados por relaciones de producción antagónicas. Las primeras se superponen
a los segundos, porque una de las mayores fuerzas de producción es siempre el
trabajo, que a su vez constituye una clase especificada por las relaciones de
producción. Sin embargo, no coinciden
totalmente. Las crisis de los modos de producción no son idénticas a las
confrontaciones entre las clases. Unas y otras pueden fundirse ocasionalmente.
(…) De hecho, las transformaciones
revolucionarias- de un modo de producción a otro- son por lo general el terreno
privilegiado de la lucha de clases” (negritas nuestras). Perry Anderson: “Teoría, Política e Historia”, debate
con E. P. Thompson.
[26] Juan
Chingo y Gustavo Dunga: “¿Imperio o imperialismo? Una polémica con
"El largo siglo XX" de Giovanni Arrighi e "Imperio" de Toni
Negri y Michael Hardt”; Estrategia Internacional N° 17. Otoño
2001.
[27] T. Negri
y Michael Hardt: ibídem, p. 4.
[28] M.
Howard y W. Roger Louis (ed.): “Historia
Oxford del Siglo XX”; Editorial Planeta,
España, 1999.
[29] Francis Fukuyama: “El fin de la
historia y el último hombre”, Editorial Planeta,
Argentina, 1992.
[30] Banco
Mundial; página www.imf.org
[31] Consejo
Mundial de Iglesias, Oikoumene: “No nos
dejes caer en tentación”, Suiza; 2002
[32] Eric
Toussaint: “El apoyo del Banco Mundial y
del FMI a las dictaduras”; CADTM, 2004; en página Web de cadtm.org, 2006.
[33] Consejo
Mundial de Iglesias; op.cit.
[34] Los
epígonos del “neoliberalismo” aseguran que el Estado se ha ido reduciendo, pero,
indudablemente, “si todas las formas del
modo de producción capitalista ‘puro’ implican teóricamente una esfera política
relativamente autónoma de la económica, está claro que el capitalismo privado
implica un Estado no intervencionista, y el capitalismo monopolista un Estado
intervencionista”. En Nicos Poulantzas, ibídem.
[35] OCDE: The World Economy: estadísticas históricas.
En su página Web
[36] Eric
Toussaint, Op. Cit.
[37] Cálculos
de la CEPAL ,
sobre la base de Maddison. 2001.
[38] E. Mandel y S. Jaber: “Capital financiero y petrodólares: acerca
de la última fase del imperialismo –un debate”; Cuadernos y Editorial ANAGRAMA, España, 1976.
[39] Centro de Comunicaciones BVS: “Bitácora”,
CR Sur, mayo 1999. Para profundizar en la temática de la Transnacionalización
Cultural, recomendamos el prodigioso texto “América
latina en la encrucijada telemática”, de Armand Mattelart y Héctor
Schmucler, Paidós Comunicación, 1983, en donde se resalta la necesidad de
concebir la nueva división internacional del trabajo a partir de la línea de
demarcación representada por el conocimiento, en donde a medida que se avanza
en la incorporación de las economías locales al proceso de internacionalización
de la producción y del mercado, el poder transnacional multiplica sus rostros
y, en consecuencia, tiende a desdibujar su verdadera fisonomía.
[40] Eric
Toussaint; Op. Cit.
[41] Marta
Harnecker: “La revolución social (Lenin y
América Latina)”; Editorial Contrapunto
S. R. L., Argentina, 1986.
[42] Andrés
Pascal A., Op. Cit.
[43] Eric Toussaint: Op. Cit. (fuente: BM, CD-ROM GDF,
2001).
[44] Consejo
Mundial de Iglesias; Op. Cit.
[45] Banco
Mundial; página www.imf.org
[46] Los “Penenes” de España.
[47] Marta Harnecker: Op. Cit.
[48] John Williamson: "What
Washington Means by Policy Reform”; Institute for International Economics. 1989.
[49] Ibídem.
[50] Helio
Gallardo: “Cinco mitos en torno a la
crisis del socialismo histórico”; en Revista Pasos, N° 31, 2ª época; septiembre-octubre 1990.
[51] José
Rocca: “Capitalismo Real y Globalización
Virtual”; Revista Alfaguara,
Uruguay, Mayo 2001, Número 25, p. 22.
[52] José
Comblin: “Críticas a la ideología
neoliberal y caminos de salida”; economíaSur.com –Junio de 2008.
[53] Rafael
Agacino: “Son culpables, y con dolo”;
en http://www.plataforma-nexos.cl/; 8
de marzo de 2010.
[54] José
Comblin: “El neoliberalismo, ideología
dominante en el cambio de siglo”; CESOC; 2001. p. 18.
[55] Ibídem:
pp. 18,19.
[56] Ib.: pp.
19,20.
[57] Víctor Guerrero C.: “Los sujetos de la nueva política social”; Última
Década. v.9 n.15 Santiago. sep. 2001
[58] MAP: “Cuenta a la segunda asamblea nacional del
MPT”; en MPT-Comunicaciones. Febrero 2010.
[59] Juan
Carrillo N: “Crisis de acumulación y
democracia del América Latina”; 15/04/2009. argenpress.info
[60] Joao
Machado: ¿Globalización o nueva fase de
la internacionalización del capital”; home.swipnet.se
[61] Alberto
Mansueti: “Qué es el neoliberalismo”;
Fundación Metanoia. Febrero de 2008.
[62] Ludwig von Mises: “Liberalismus”
(1927); Academia Verlag Sankt
Augustin, 1993, p.24.
[63] Louis Baudin: “L’Aube
d’un Nouveau Libéralisme”; Genin, 1953
[64] Egon Nawroth: “Die
Sozial-und Wirtschaftsphilosophie des Neoliberalismus”; Heilderberg: Kerle,
1961.
[65] Ibídem.
[66] Alfred
Schuller y Hans Krusselberg: “Conceptos
Básicos sobre el orden Económico”; Barcelona: Ediciones Folio S.A., 1997, p. 97.
[67] Enrique
Ghersi: “El mito del Neoliberalismo”; Revista CEP 95 (invierno 2004), p. 307.
[68] Ibídem,
p. 311
[69] Veamos
estas supuestas aclaraciones del MAP, ibídem: “nos parece profundamente
equivocado desconocer la categoría neoliberal,
lo que nos permite un diagnóstico más certero y preciso del sistema capitalista
vigente” (¿?). Y este otra, de tautología pura: “Después de la
derrota sufrida por el movimiento popular y revolucionario con la instalación
de la Dictadura
y posteriormente con los acuerdos superestructurales que mantuvieron y
perfeccionaron el sistema de dominación (capitalista neoliberal y
autoritario) que permanece hasta nuestros días, significó el
fortalecimiento de la propuesta capitalista neoliberal”.
[70] Cabe
destacar, para los más legos, que el término “globalización” ni siquiera tiene
significado concreto en nuestra lengua, puesto que es un anglicismo derivado
del anglosajón globalization, y
resulta que en castellano <global> no equivale a <mundial>,
como sí ocurre en inglés.
[71] Ezequiel
Vázquez G.: “El Orden Espontáneo de la Globalización ”;
en revista digital “La Escuela Austríaca
en el Siglo XXI”. Junio de 2008. Nótese el origen idealista que le asigna
este autor al término de marras.
[72] De
acuerdo a un informe del Instituto Para los Estudios de Economía del Desarrollo
de la Universidad
de la ONU
(UNU-WIDER), publicado el 2006, en el 2000 el 10% más rico de la población era
propietaria del 85% de la riqueza del mundo. Dentro de lo cual, el 1% más rico
posee el 40% del total. En contraste, la mitad mas pobre posee en conjunto solo
un 1% de la riqueza del mundo. Interesantemente, aún cuando el informe confirma
que la riqueza se concentra en los países desarrollados (que poseen
colectivamente casi el 90% de esa riqueza), mucha de la población de esos
países esta, teóricamente, en una situación peor que la de los habitantes de
los países en desarrollo, en que los niveles de deuda que tienen, especialmente
entre las clases medias, son tan altos que, económicamente hablando, su
"riqueza" es negativa. Ver en página Web:
update.unu.edu/archive/issue44_22.htm
[73] “La OCDE es un foro único en el
que los gobiernos de 30 democracias trabajan juntos para encauzar los retos
económicos, sociales y ambientales de la globalización”,
declara el bueno del Centro de Desarrollo de OCDE, en “Perspectivas Económicas de América Latina”, 2007.
[74] Arturo
Damm: “El argumento moral a favor de la
globalización”; FFN-AMEI. 2006. En www.la.fsnt.org
[75] Diana
Tussie: “Nuevo enfoque del multilateralismo en una economía globalizada”;
Globalización y relaciones externas de
América Latina y el Caribe, FLACSO; Edición Nº 53. Enero-Junio 1998.
[76] James
Petras: ibídem.
[77]
Oficialmente, el término aparece por vez primera en el artículo "Globalización de los mercados”, de
Theodore Levitt, en la
Harvard Business Review de julio de 1983. Levitt deseaba
englobar en ese término las transformaciones que venía sufriendo la economía
internacional desde mediados de la década de los 60. Aunque otros autores le
atribuyen orígenes aún anteriores (al menos desde 1944), en todos los casos se
demuestra que es un ‘mérito’ de los m-t la génesis de tal término.
[78] El
inefable José Joaquín Brüner, dice al respecto: “Globalización y posmodernidad,
aparecen en el escenario de esta nueva época como dos conceptos que intentan
capturar su esencia”. “Globalización
cultural y posmodernidad”. En Breviarios de FCE. 1999.
[79] Si bien
para AL, China (la 6ª economía mundial) puede parecer una ‘bendición
comercial’, por ser salida para sus materias primas, también le ha significado
la disminución de la inversión extranjera directa desde el centro del SCM (lo
que acarrea cesantía en los latinoamericanos de desarrollo capitalista algo
mayor). Además, representa una amenaza para su desarrollo a largo plazo, puesto
que la fuerte dependencia de productos basados en recursos naturales no conduce
al progreso tecnológico ni a la diversificación. Todo esto no lo afirmamos
nosotros, si no que la OCDE ,
en “La mano visible de China en América
Latina”, 2009.
[80]
Instituto Para los Estudios de Economía del Desarrollo de la Universidad de la ONU ; Op. Cit.
[81] Al
respecto, el economista F. Clairmont señala en un artículo titulado “Las 200 empresas dueñas del mundo. Jugar
con fuego”, aparecido en “Le Monde
Diplomatique” (Edición Cono Sur, enero 2000): “Las concentraciones
reconfiguraron el capital no sólo en Estados Unidos, sino en Francia, el Reino
Unido, Alemania y Japón, los cinco países que dominaban la economía mundial a
comienzos del siglo pasado y que albergan en la actualidad cerca de 90% de las
sedes de las primeras empresas del planeta. Estas 200 megafirmas, (…) cubren el
conjunto de la actividad humana: de la industria a la banca, del comercio
mayorista al minorista”.
[82] Joao Machado, dirigente del PT-Brasil
(Tendencia DS), llega a plantear, ibídem: “Los capitales se continúan paralizando
mucho más en el plano nacional que en el internacional”.
[83] Juan Martínez Coll (2001): "Organismos
Económicos Internacionales",
en La Economía de Mercado, virtudes e inconvenientes.
Eumed.net, edición del 11 de mayo de 2007
[84] En este
punto discrepamos con J. Petras, ibídem, quien pretende que no tiene gran
efecto la Revolución Tecnológica para el
decurso de la fase de transición imperialista actual. De ser así, ¿cómo se
explica el ascenso y caída de las Cías. Puntocom,
y el origen de la ‘crisis asiática’ de 1997 (salida de grandes capitales súbitamente,
vía informática), entre otras situaciones de años recientes?
[85] Acuerdos de fusión y adquisición en
EEUU, por año y valor de la fusión: 1994, 340; 1995, 514; 1996, 650; 1997, 698.
Fuente: Revista Fortune. Abril
1997. Unidad de medida: En miles de millones de dólares
corrientes
[86] José Antonio Rocca: “Construir la
integración latinoamericana”, en www.fundacionarismendi.org
[87] Por ejemplo, Ignacio Ramonet señala en su trabajo “Delicioso despotismo”, en “Le
Monde Diplomatique” de mayo del
2000, p. 40, que: “Estados
Unidos puebla nuestros sueños con una legión de héroes mediáticos. Caballos de
Troya del amo dentro de la intimidad de nuestros cerebros. Mientras sólo
adquiere, por ejemplo, el 1% de películas en el extranjero, inunda el mundo con
las producciones de Hollywood”.
[88] Francois
Chesnais: "L’emergence d’un nouveau
régime d’accumulation mondial à dominante financière", La Pensée ;
N° 309, 1997.
[89] CCTT: “Hacia
una Plataforma Por los Derechos Generales de los Trabajadores…”; julio
2001.
[90] Herbert Marcuse: “El hombre unidimensional”; Editorial
Seix Barral, España, 1971; página 24.
[91] T. Negri
y M. Hardt: Ibídem.
[92]
Entendemos esta “multitud” como lo hacen Negri y Hardt.
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