Comúnmente, las noticias y los análisis
sobre la injusticia social en Chile se centran en las pésimas condiciones de
vida de los millones de chilenos/as ‘de abajo’, pero muy poco se dice de ‘los
de arriba’, quienes, al contrario, no son alcanzados por dicha zozobra. Creemos
que se debe profundizar en la relación dialéctica existente entre ambos
extremos de la iniquidad social imperante
I. Crisis
por abajo
1.- El Sueldo
Mínimo y los Demás Ingresos:
Durante 2015, nos pudimos informar sobre las
precarias condiciones de vida en que viven millones de chilenos/as de la clase
trabajadora, realidad que se profundiza y extiende en una formación en la cual el
capital monopólico-financiero se “hace la América”.
En
agosto pasado, Fundación Sol mediante, supimos que uno de cada 4 trabajadores tienen un salario igual o menor al Sueldo Mínimo
(SM). De acuerdo con la fuente de tal reporte, del total de todas las
categorías ocupacionales (asalariados, cuenta propia y empleadores), 1.681.213
personas ganan el SM o menos; es decir, un 24,5 % del total.
Para
realizar este estudio, se trabajó con los datos de la Encuesta
de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) del año 2013, del
Ministerio de Desarrollo Social (MIDESO), con el respectivo SM de esa época, el
que alcanzaba los $ 210.000.
En
tanto, al considerar la totalidad de trabajadores dependientes que se
desempeñan en el sector privado (servicio doméstico y asalariados de empresas
externas en el sector público), se registran 1.086.162 personas que ganan el SM
o menos y, de ellos, 431.917 ni siquiera recibe la gratificación legal.
Desde
el 1° de enero pasado, el SM pasó a ser de $ 250 mil. Si comparamos tal valor
con el de 2013, cuando se efectuó el estudio mencionado, obtenemos que la
mejora salarial en el período se acerca al 19%. Si consideráramos el IPC como único
deflactor, concediéndole además el beneficio de la duda sobre lo acertado de su
cálculo, la
inflación en estos tres años suma un 12%, con lo que nos quedaría al menos un
remanente de un 7% del mezquino incremento del SM. Pero, como nada en nuestra
formación puede ser tan fantástico para los ‘de abajo’, si nos atenemos a lo
ocurrido en dicho lapso con la inflación real, que debe bordear el 25%,
obviamente no sólo el famoso SM ha perdido todo su valor, sino que los salarios
de los/as chilenos/as en general. Sólo tómese en cuenta el pan, un artículo de
primera necesidad, el que pasó de costar $ 990 el kilo en
septiembre de 2013 a $1.210 en
noviembre pasado, incrementando su
valor en un ¡22%! Claro, se puede alegar que la inflación del bendito pan
afecta sólo a los hogares de menores ingresos, pero resulta que es en estos en
donde se percibe y sufre el miserable ‘costo salarial mínimo’ (y más allá).
Nos
podrían alegar que una cosa es el salario mínimo y otra son los ingresos en
general; o sea, ¡no seamos fijados! No obstante, debiéramos decirles que en el
apartado Trabajo de la mentada Casen 2013 se puede apreciar que el ingreso por
concepto del trabajo (cuadro 3.1), según promedio mensual de la ocupación
principal por decil, pasó de $1.113.735 a $1.258.684 entre 2011-2013 para el
decil más rico, mientras que el ingreso mensual del decil más pobre pasó apenas
de $92.947 a $107.871, en igual período. En resumen, los más pobres en Chile ganan casi 12 veces menos que los más ricos.
Aportemos
que luego de 25 años (hasta
2014), en que la formación ha presentado una tasa de crecimiento económico
promedio anual por sobre el 5%, el 70% de los trabajadores chilenos gana menos
de $400.000, monto que bajo los estándares del Chile actual, donde el costo de
la vida se parece cada vez más a un país europeo, no sólo resulta insuficiente,
sino que también prohibitivo hasta para participar en la vida política nacional
(si no se es cercano a Penta, SQM u otras empresas rateras). Pero, en lo
principal, si consideramos que un trabajador lleva a su casa esos $400 mil, los
4 habitantes promedio de ese hogar tendrán un ingreso de $100 mil; es decir, en
palabras de los tecnócratas del MIDESO -que arriesgaron una nueva
metodología para definir la línea de pobreza-, el 70% de los hogares chilenos se encuentra malviviendo apenas un 9%
por sobre la línea que los sindicaría como de una moderna pobreza
“multidimensional” ($361.310); ¿Qué tal? Dicha precariedad económica podría
explicar el desastre que ocurre en el común de las familias cuando deben
enfrentarse a la cesantía, la enfermedad, la educación de los hijos, el alza y
los vencimientos de las deudas comerciales, etc. De hecho, durante
2015 aumentaron en un 13% los morosos, con gran incidencia de nuevos
morosos y acrecentando su nivel de endeudamiento los adultos mayores. Sin
embargo, los áulicos del capital monopolista achacan esto “a la alicaída
actividad económica” y no a los bajos sueldos vigentes, escamoteando así una de
las principales formas de explotación indirecta de la clase trabajadora.
Si
de verdad el SM fuese lo ‘mínimo’ como para reproducir la fuerza de trabajo,
debiera tener un valor igual o superior a la actual línea de pobreza, que el
MIDESO, dentro de un modelo “multidimensional”, coloca
en $ 361.310 para una familia de 4 integrantes (p 13). Creemos que esta
última estimación, con todo lo sesgada que pueda ser, representa un primer
acercamiento a la necesidad que el SM exprese de verdad unas condiciones
adecuadas de vida para los trabajadores.
De
hecho, en Europa y en línea con lograr cubrir socialmente las necesidades
básicas y de seguridad y protección, se está levantando una campaña por la
implementación de una Renta
Básica. Esta es, en pocas palabras, “Una asignación monetaria incondicional
para toda la población. Un dinero que el Estado pagaría cada mes a todos los
ciudadanos y residentes acreditados, sólo por serlo.” No obstante, su
financiamiento no es sencillo: “a través de una profunda reforma fiscal y
del ahorro derivado de la supresión de subvenciones y subsidios públicos que
pasarían a ser innecesarios, podría financiarse
una Renta Básica para toda la población adulta de España de unos 7.500 euros al
año” (negritas en el original). O sea, hablamos de unos $ 5,8 millones -al
24/01/16- anuales, o $ 482.892 mensuales, lo cual nos parece más adecuado para
empezar a hablar de SM –que denominaremos SM1-.
Con
todo, a un nuevo y mejorado SM1, que creemos debe tener un valor entre la línea
de pobreza del MIDESO y la Renta Básica arriba aludida (a la espera que acá
realicemos un más acertado cálculo del umbral de la pobreza), se le debiera agregar,
anualmente, el nivel del crecimiento económico nacional, excedente del que
solamente ha venido echando mano el empresariado. Así, si la economía en Chile,
medida como PIB, creció un
290% entre 2001 y 2013 (INE-BCC), ese mismo monto debiera haberse agregado
al incremento del SM y debiera seguir haciéndose en lo porvenir (en aquel período,
el SM creció apenas un 35%).
Raya
para la suma, el salario mínimo en Chile
debiera ser, al menos, de $ 422.101 (promedio LP-MIDESO y RB) y a este se
debiera, en adelante y anualmente, sumar los porcentajes del costo de la vida y
del crecimiento económico.
2.- La Pobreza,
¿Sólo Cuestión de Ingresos?:
Hace
poco, el representante del PNUD y de la ONU en Chile, Antonio
Molpeceres, señaló que, “en Chile la desigualdad es el tema más preocupante.
En materia de educación y políticas fiscales hay un reconocimiento a nivel
nacional que, si el país quiere progresar, debe haber un crecimiento de toda la
población ya que, en definitiva, los países que más han progresado suelen tener
menor desigualdad”.
Por
su parte, Leonardo Moreno, director ejecutivo de la Fundación para la
Superación de la Pobreza, también plantea que la resolución de la extrema
desigualdad social imperante se puede lograr mediante meras políticas públicas.
Así, para lograr la erradicación de la pobreza, cree que es el Estado quien debe hacerse cargo de tener
políticas públicas que permitan fijar umbrales lo suficientemente adecuados para suplir cuatro ámbitos
primordiales: educación, salud, vivienda y trabajo. Y agrega: “no podemos
seguir pensando en superar la pobreza sin abordar la vulnerabilidad en Chile,
ya que cerca del 45% de la población se encuentra en esta situación, sin poder
hacer frente a situaciones como la pérdida de empleo, enfermedad u otros
problemas”.
Para
ahondar en la problemática, con un enfoque más amplio si se quiere, pero igualmente
desde la institucionalidad, una socióloga de la U. de Chile, Emanuelle
Barozet –estudiosa de la fantasmal ‘clase media’ chilena-, nos aclara que
existen diferencias entre los conceptos de pobreza y desigualdad, y que desde
las políticas públicas no se enfrentan de la misma forma. En el caso de la
pobreza, las posibles soluciones podrían ir por el lado de la archiconocida –en
el mundillo tecnocrático- ‘generación de oportunidades’ en el acceso a la
educación, la salud, el bienestar de la infancia, de empleo, entre otras. Además,
menciona que “el problema es que en Chile tenemos pobres que están trabajando,
y esto se produce porque los sueldos son
tan bajos que hay una franja de la población que sigue en situación de pobreza”;
o sea, para la estudiosa, los pobres seguirán pobres aunque trabajen, lo que
igualmente resta mérito a los salarios de los no pobres y que guarda relación
con lo que desarrollamos en el punto anterior. Por desigualdad en una sociedad,
Barozet explica que es la distancia entre las familias más pobres y las más
ricas. Entonces, pueden existir sociedades con relativamente menos pobres, pero
que son más desiguales, como es el caso de Chile. Al respeto, disentimos en que
aquí existan menos pobres, puesto que son los modelos de medición y los puntos
de corte utilizados para su definición los cuales los minimizan y relativizan,
apriorísticamente. Con todo, la socióloga aporta que para atacar este problema,
“hay que desplegar estrategias que afecten al conjunto de la estructura social,
particularmente un sistema de impuestos más eficiente del que rige en este
momento en Chile”, a lo que agregaríamos que este debe ser de carácter
progresivo, no como el actual, que heredáramos de la dictadura cívico-militar y
que los gobiernos de ésta democracia de baja intensidad se han cuidado mucho en
no afectar (de hecho, la última reforma tributaria se suavizó hasta dejarla
casi igual que antes, con
mantención del envilecido FUT).
La
pobreza, más encima, no sólo tiene una dimensión numérica, relativa o absoluta
–con independencia del modelo que se la mida. También posee una clara distribución
geo-social, habida consideración que el capitalismo adolece de un desarrollo
desigual y combinado. Así, 1
de cada 5 habitantes de las regiones del Biobío y del Maule son pobres, mientras
que 1 de cada 3 lo son en La Araucanía, muy al contrario de lo que sucede en la
comuna de Vitacura, donde ellos representan un minúsculo 0,3%. En la misma
Región Metropolitana, comunas como La Granja, Melipilla y San Bernardo aparecen
como muy pobres comparadas con aquellas del ‘Barrio Alto’. Por ende, cualquier
abordaje de dicha condición social debe ser acometida en términos de una discriminación
positiva: desde el campo a la ciudad; desde las regiones y comunas más pobres a
las más ricas; e incluso, desde los sectores más desfavorecidos a los más
pudientes dentro de una misma comuna.
3.- La Desigualdad Social
Estructural:
Afirmamos
que es necesario estar alertas ante el discrecional uso de promedios y tasas,
mediante los cuales se nos pretende ocultar las situaciones específicas y los reales
efectos del desigual y asimétrico patrón de acumulación capitalista que se nos
ha impuesto, el que en parte hemos ido aceptando. Si observamos con no tanta
atención la situación socio-económica de nuestra formación, podremos apreciar
las extremas desigualdades que persisten en la totalidad de las esferas de la
vida social. De hecho, un índice internacionalmente aceptado como un indicador
del nivel de la desigualdad (o de la igualdad) de los ingresos en un país, el
de Gini (0
equidad perfecta; 1 inequidad perfecta, y ONU establece que un 0,4 es alarmante),
no varió nada en Chile entre 1990 (0,554)
y 1999 (0.559);
sólo mejoró un 6%
entre 1999 y 2006 y apenas un 2,6%
entre 2006 y 2011; en suma, entre 1990 y 2011, las 4/5 partes de todo lo
que llevamos de ésta parodia de democracia, la desigualdad de los ingresos se atenuó solamente en un 8% (¡!) y
eso sobre datos oficiales, puesto que hay expertos que aseguran que el índice
de Gini, al
menos en 2013, debía ser de es 0,57, ya que hay ingresos ocultos.
Nuestro
último índice de Gini, de
0,508, nos coloca como uno de los países peor evaluados dentro
de la OCDE. A su vez, dentro de Latinoamérica, también salimos mal parados:
con
datos de 2009, cuando Chile exhibía un índice de 0,551, mostraban
una distribución del ingreso mejor que la nuestra Nicaragua (0,34),
Argentina (0,445), Perú (0,483), Ecuador (0,493), México (0,47). De los
conocidos, sólo
nos gana Brasil, que presentaba un Gini de 0,527 en 2012.
Chile,
su anómala economía, crece. Sin embargo, el antes mencionado Leonardo
Moreno nos aclara: “(…) efectivamente
la gente tiene un mejor bienestar relativo respecto de algunos aspectos y que
la mala redistribución no es más que la punta del iceberg de una serie de otras
desigualdades que Chile tiene, y para las cuales requerimos políticas públicas.”
Un
trabajo ya antiguo (2007),
pero muy ilustrativo sobre la problemática en discusión, establecía
fehacientemente que el “gran generador de
desigualdad en Chile no son los sectores más pobres, sino que el 10% o incluso
el 5% más rico”.
Y
claro, si bien el gobierno y el bloque político de Estado puede alardear que,
teóricamente, “redujeron los pobres” (un 26% entre 2009-2013, según
la novedosa medición multidimensional CASEN), resulta que en el mismo
estudio del MIDESO se anota que entre 2011 y 2013 no varió casi en nada la
distribución del ingreso monetario entre los hogares chilenos según decil de
ingreso autónomo per cápita del hogar. Es más, el ingreso de los hogares del
decil 1, el más pobre, se mantuvo idéntico (con apenas un 2% del total) y los
del decil 10, el más rico, varió apenas en un -1% (embolsándose el 34,4% del
ingreso total). Es decir, más bien los pobres pasaron a un nivel ‘superior’ de
pobreza, mientras que los ricos siguen ganando como siempre.
II. Bienestar
Para los de Arriba
1.- Las Bases de
ese Bienestar:
Existen
dos puntales que sostienen la prosperidad de la parte superior de la pirámide
social: un muy eficiente sistema económico-productivo y financiero, bien
aceitado con recursos públicos y privados, esmeradamente protegido de los
embates políticos populares por parte de los gobiernos de la democracia a
medias de las últimas dos décadas; y el más eficiente aún sistema de
explotación de millones de chilenos/as (e inmigrantes), en sus modalidades laboral
y extra-laboral.
Antes
que entrásemos a la alharaca generalizada acerca de la ralentización de nuestra
formación social-económica, asunto
que no es ajeno a lo que acaece en el Sistema Capitalista Mundial (SCM), en
agosto pasado nos notificamos que el nivel alcanzado por la actividad
económica en el mes de junio se expandió en un consistente 2,7%, superando
así todas las expectativas. Superando el promedio de las estimaciones de los ‘serios’
expertos en la materia, la cifra entregada entonces por el Banco Central
respecto al Imacec de junio en comparación con el mismo mes de 2014 mostraba
una lozana actividad económica. De acuerdo al informe, la serie
desestacionalizada aumentó 1,1% respecto del mes precedente y había crecido un ¡3,1%
en doce meses! En el resultado incidió, principalmente, el incremento de la
industria manufacturera y de la actividad minera.
Se
nos puede rebatir que aquella lozanía ha mermado en su despliegue. Sin embargo,
los
últimos datos disponibles del INE no avalan los malos augurios. La agencia
oficial constata cifras positivas durante 2015 en los sectores de: comercio al
por menor, supermercados, electricidad-gas-agua (EGA), y bajas en minería y
producción manufacturera, pero en estos últimos casos la variación acumulada
sólo decrece en un -0,6%. Los mismos, a su vez, inciden en el Índice de Producción
Industrial (IPI), el que cae en un 3,3%, pero ambos dependen mucho de materias
primas de exportación que atraviesan por un período de menor demanda. Pero esto
tenderá a cambiar positivamente durante el presente año, sobre todo en el tema
del cobre, como podemos anotar en un
estudio de alguien que sabe muy bien del tema.
Además,
y como debiera hacer toda persona sensata que quiera efectuar un análisis más
serio, cualquiera conclusión que se quiera extraer debe considerar una perspectiva
desestacionalizada y de más largo aliento de los índices económicos. De ser
así, observaríamos que el IPI de enero 2010 a diciembre de 2015 se incrementó
nada menos que un 11%, en tanto que el Índice de Producción Minera y el de
Producción Manufacturera lo hicieron, en igual período, en un 9% y un 12%,
respectivamente. Pero, el que se sacó el premiado fue el Índice de EGA, el cual ascendió en el lapso
mencionado un 25%. Ergo, son todas cifras que no tienen nada de
críticas.
En
cuanto al capital bancario, el
último resumen sobre su desempeño realizado por la SBIF nos aporta puras
buenas noticias. Como que la actividad sectorial, medida por la variación real de las colocaciones,
registró un crecimiento de 7,85% en doce meses. Si se ajusta esta tasa de
variación, excluyendo las colocaciones de las sucursales y filiales de los
bancos en el exterior, la tasa de crecimiento en Chile, en el último año, ascendería a 6,05%. Las colocaciones
comerciales (empresas), que explican el 59,53% del total de colocaciones,
mostraron un incremento real, en doce meses, de 7,25%. Las colocaciones de
consumo crecieron un 6,65% en doce meses, superior al 5,30% obtenido en
noviembre (6,90% sin sucursales y filiales en el exterior), al igual que las
colocaciones para la vivienda que se expandieron un 12%, mayor al 11,79%,
obtenido en el mes anterior (10,53% excluidas las sucursales y filiales en el
exterior). Sumando y restando, los próceres del capital bancario, muy
identificado con el monopólico-financiero, se embolsicaron durante 2015 $ 2,2
mil millones.
Ahora,
si nos fijamos en la diferencia
de utilidades 2014-2015, por cierto que la banca redujo sus ganancias en
14,4%. Pero si nos atenemos a la rentabilidad
sobre el patrimonio, el sistema bancario obtiene a diciembre, después de
impuestos, nada menos que un 14,32%, destacando el Falabella, con un 28,2%; el
de Chile, 20,4%; el Ripley, 16,7%; el BCI, con 16,5%. De lo anterior se pueden
extraen dos conclusiones: 1°.- el capital bancario se fortalece y pasan a tener
un lugar destacado aquellos bancos ligados a las grandes tiendas; 2°.- la
última “alza” de sueldos del sector público quedó en un magro y regresivo 4,1%:
“debido al complejo momento por el que atraviesa la economía”, según
la ministra del trabajo. Pues bien, a nadie le causó preocupación que, en
medio de ese “complejo momento”, la banca obtuviera un ‘mejoramiento’ del 14,4%
en 2015; ¿por qué será?
2.- ¿Cómo es ese
Bienestar de los de Arriba?
Hace
casi dos años, Marko Kremerman nos decía, muy acertadamente: “Mientras la remuneración
promedio de un gerente general de una gran empresa chilena supera los $18
millones y las autoridades nos dicen que estamos al borde del desarrollo
(porque nuestro PIB por persona se sitúa en torno a los US20.000), el grueso de
la población debe conformarse, luego de trabajar 45 o más horas a la semana,
con un salario que los obliga a endeudarse para comer, vestirse, pagar las
cuentas básicas, educar a sus hijos o acudir al doctor en caso de enfermedad.
Ni hablar de recreación”.
Aparte
de lo indicado páginas atrás sobre la última encuesta Casen, respecto de lo que
se puede extraer de la desigual distribución social, nacional y geosocial del
ingreso, agreguemos otros datos desde la perspectiva de los de ‘arriba’. En la Casen
2013 tantas veces referida (cuadro 4, p. 17), se nos reitera una de las
expresiones más claras de la desigual distribución de los ingresos. Allí, se
puede constatar que el decil más rico de la población (10%) tiene un ingreso
superior a la suma de los ingresos de los 6 primeros deciles (60% de la
población), situación que no varía entre 2010-2013.
Ahora,
si hiláramos más fino, nos podemos encontrar con que en
2010 casi un tercio (31,1%) del
ingreso de Chile llegó al 1% más acaudalado de la población, mientras que
sólo algo más de los dos tercios (68,9%) restantes se distribuyó entre el 99%
de los demás chilenos. La participación
del 0,1% más acaudalado fue en promedio de casi 20% para el período 2005-2010.
Es decir, ese 0,1% más rico capturó en promedio más de la mitad del ingreso que
capturó el 1% más rico. Pero, a su vez, la
participación del 0,01% más rico fue de un 11,5%, en promedio más de la
mitad de la participación del 0,1% anterior (19,9%).
La
diferencia
de ingresos entre el 10% más rico y
el 10% más pobre en 2013 era de 27 contra 1. Pero si uno dividiera la
población en 20 partes, como
hizo hace dos décadas Jacobo Schatan, se encuentra con que esa inequidad
distributiva se abulta aún más: “las
diferencias entre los extremos llega a ser escandalosa: $8.600 mensuales
para el primer veintil (5% más pobre) y $797.660 para el veintil 20 (5% más
rico). Este último valor era casi 7 veces la media nacional y 93 veces la media del primer veintil” (negritas
nuestras).
Es
la cúspide de la pirámide de la distribución del ingreso, se encuentra el selecto
grupo de los ‘súper ricos’ chilenos: el casi 1% de la población. Hace tres
años, y según
un estudio de la FEN de la U. de Chile, eran unas 1.200 personas, que percibían sobre US$ 10 millones anuales.
Éste inmenso dineral era casi 3 mil
veces mayor que el ingreso promedio del 80% de la población ‘más pobre’. "Chile
es por lejos el más concentrado entre todos los países para los cuales existen
datos basados en declaraciones tributarias oficiales y estimaciones de las
ganancias de capital", concluía el estudio.
Al
analizar la evolución de las participaciones de los "súper ricos" en
el ingreso total del país -incluyendo utilidades no distribuidas, pero no las
ganancias de capital- se observa que en 2010, casi un tercio (31,1%) del ingreso de Chile llegó al 1% más acaudalado
de la población, mientras que sólo algo más de los dos tercios (68,9%)
restantes se distribuyó entre el 99% de los demás chilenos". La
participación del 0,1% más acaudalado fue en promedio de 19,9% para dicho
período (2005-2010). Es decir el 0,1%
más rico capturó en promedio más de la mitad del ingreso que capturó el 1% más
rico. A su vez, la participación del 0,01% más rico, fue 11,5%, en promedio
más de la mitad de la participación del 0,1% (19,9%). Sin duda, esta enorme
aceleración que evidencia la regresividad de la distribución del ingreso explica
por qué Chile se encuentra entre los países con la peor distribución del mundo.
Es más, si se incluyen en el cálculo de la repartición del ingreso nacional las
ganancias de capital, se observa que el 1% más rico de Chile recibe 2,6 veces
más dinero como proporción del ingreso total del país que lo que recibe, en
promedio, el 1% más rico de los otros países comparables bajo estos parámetros:
Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, España y Suecia. Inclusive, "El
0,1% más rico en Chile se lleva cuatro veces más y el 0,01% de mayores ingresos
se apropia de casi 6 veces más que el promedio de estos países". Y "aun
excluyendo las ganancias de capital o las utilidades retenidas, la
participación del 1% más rico es la más alta registrada dentro de una lista
mucho más amplia, de alrededor de 25 países".
Con
seguridad, la derecha y la Nueva Mayoría (NM) alegarán que gracias a las
reformas supuestamente ‘sociales’ de sus respectivos gobiernos la antes mencionada
pésima distribución ha logrado ser atenuada. Debemos informales que ello no es
así. En la
última encuesta Casen, como anotáramos en el punto 3 de los de ‘abajo’, podemos
constatar que la regresiva tendencia se mantiene de lo más robusta, pues se
indica que entre 2011 y 2013 el ingreso de los hogares del decil 1, el más
pobre, se mantuvo idéntico (con apenas un 2% del total) y los del decil 10, el
más rico, varió apenas en un -1% (embolsándose el 34,4% del ingreso total).
Hasta
la omnímoda OCDE
ha llamado la atención al empresariado de Chile acerca de la extrema
desigualdad reinante en el país.
3.- Pero, ¿Qué Impide
que este Injusto Sistema No Reviente?
La
primera razón, creemos, es de tipo político-ideológica. La mayor parte de la clase
trabajadora logró ser domeñada en lo más íntimo y se logró incorporar en ella
el imaginario que todo lo que existe es como debe ser y que poco o nada se puede
hacer para transformar ésta realidad y, por ende, sus condiciones de vida. Por
último, ahí están los créditos para resolverlo todo, moderna forma de la
antigua explotación mediante fichas; explotación que por lo demás es de tipo extralaboral,
en que el patrón ni siquiera requiere de un látigo, pues el viejo está tan
endeudado que no se atreve ni a chistar por temor a quedarse sin pega, con lo
que se vería imposibilitado de pagar a tiempo las múltiples deudas familiares.
El
rechazo del pueblo trabajador a la organización social es ingente y extendido, siendo
mayor aún la reticencia a plantearse alguna participación de tipo política en
alguna orgánica de la izquierda anticapitalista, las cuales, por lo demás, se
debaten entre sus contradicciones, errores y debilidades. Eso de la ‘política’,
la tradicional, la ‘sucia’, le suena a embuste y a hacerle la carrera a unos tipos
ociosos.
Es
archiconocido que el porcentaje de sindicalización en Chile raya casi en lo
paupérrimo, siendo ello más complejo de resolver en los marcos de un mercado
laboral donde se imponen el contrato tercerizado o subcontrato, la
precarización, la polifuncionalidad, con un inmenso sector de servicios en que
las condiciones laborales y de remuneración son cuasi salvajes. Sin duda, el
sindicalismo chileno no termina de dar cuenta de todos los cambios producidos
en la formación económico-social en las últimas décadas. Si lo fuera, tendería
a ser más flexible y democratizador; todo lo contrario de lo que ocurre en las
sedes sindicales hoy por hoy, con algunas honrosas excepciones.
Seguidamente,
también se imponen razones de tipo económico-monopólicas para impedir alguna
transformación del actual inicuo estado de cosas: el bloque político de Estado –conformado
por el bloque dominante y con la participación activa del grupo mantenedor del
sistema que es la NM- rechaza, por todos los medios posibles, cualquier
incremento significativo de los sueldos de la clase trabajadora, lo que pudiera
afectar las actuales monstruosas tasas de ganancia de la que echan mano las fracciones
de la gran burguesía, hegemonizada ésta por la monopólico-financiera. Es porque
existen los Luksic, los Angelini, los Matte, los Falabella, los Paullman, que
millones de trabajadores en éste país reciben sueldos miserables -y viceversa-, situación que
se mantiene relativamente estable desde el mismo 11 de septiembre de 1973, pero
que se mejoró, adornó y sublimó desde 1990.
Otra
razón, de tipo económico-ideológica, es el temor que la gran burguesía, la
derecha y la NM introducen en la formación respecto a que la primera se enoje y
no desee invertir como lo hace. En ese contexto, el BC señala que una de las
causales de la ralentización del desempeño económico (medido como PIB) durante
buena parte del presente año, así como durante 2014, ha
sido una prolongada debilidad de la inversión. Sin embargo, por lo
trascendente del caso, detengámonos a aclarar tres hechos al respecto.
Primero,
desde mediados de los “70s y bajo la dictadura cívico-militar, cuando se
produjo el shock de la economía nacional a fin de ajustarla a las necesidades y
orientaciones del capital monopólico-financiero, se transformó el Estado
productor o potenciador de una relativa industrialización a otro de carácter
subsidiario, lo que supuso que la inversión en Chile dependiera
significativamente del sector privado y al que se reforzó con subsidios o
aportes directos del Estado. Ello no ha variado, por lo que podemos asegurar
que la debilidad en la inversión durante estos 25 años de democracia de baja
intensidad es mayormente achacable al empresariado, quien ha profitado de los
aportes y prebendas estatales y ha elevado a niveles extremos la plusvalía
absoluta, negándose consistentemente a invertir por sobre el mínimo necesario
para la formación bruta de capital fijo. Los tecnócratas y exegetas del gran
capital, a su turno, no ligan la histórica contención de la inversión por parte
de nuestra burguesía a su desenfrenado apetito por el capital dinero, sino que
lo escamotean bajo atenuantes tales como “Confianza” o “Incertidumbre”.
Segundo
y relacionado con lo anterior, no es verdad que sólo en los dos últimos años la
inversión se haya mantenido baja. La pura realidad es que desde que comenzara
la falsa democracia en curso, a principios de los “90s, ella ha ido
incrementándose muy en relación con el aumento del PIB, pero su variación
interanual es de una baja amplitud; tanto así que, entre 1989-1990, ella tuvo
una caída de -2.5% y entre 1990 y 1991, de un -14%. Es decir, nuestra burguesía
se ha subido virtualmente al ‘apa’ del Estado subsidiario y se ha dedicado a
presionar a cada gobierno del duopolio politicastro para que le aseguren sus
ingentes tasas de ganancias y por cierto las condiciones socio-políticas que
permitan que los trabajadores sean esquilmados.
Tercero,
la inversión, una potente herramienta de desarrollo, hoy en manos de una
burguesía centrada en su riqueza y firme y dependientemente aliada al capital
transnacional, deviene en un instrumento de chantaje de la clase dominante
sobre el conjunto de las demás clases y hasta de las otras fracciones de la
burguesía. “Si se despliegan reformas (por muy chatas que estas sean, tales como
las planteadas por la Nueva Mayoría) que afecten nuestra tasas de ganancias,
pues no invertimos y esto se hunde”, tal es la amenaza más o menos explícita de
nuestros grandes empresarios. Entonces, Bachelet corre y les ruega que no se
molesten, que sus reformitas serán hechas con ‘realismo’; o sea, con la debida
‘renuncia’. Y, entonces, los dueños de Chile le
señalan que valoran el cambio de discurso del gobierno para afrontar las
reformas con realismo, mirando la situación económica del país, situación que
ellos mismos manejan
Con
su tozuda postura, el empresariado (y los que lo apoyan y justifican) sólo
persigue mantener las actuales tasas de desigualdad en Chile, las que resultan
ofensivas hasta para las
potencias capitalistas de la OECD. Ellas saben que el nuestro es el país
con más desigualdad de la entidad, medido por el coeficiente de Gini, donde los
ingresos del 10% más rico son 26 veces mayores que los del 10% más pobre
En Suma:
Una
vez descartada la supuesta ‘debacle’ o ‘crisis terminal’ de un modelo económico
monopólico para nada enclenque, la verdad es que para terminar con la pobreza y
la desigualdad social en Chile (así como en la mayor parte de las formaciones del
Sistema Capitalista Mundial y habida cuenta que nadie del bloque político de
Estado lo hará, primeramente habría que acabar con las bases, las determinantes
y los sostenedores de la actual división clasista de la sociedad, impulsar una
economía orientada a resolver las necesidades de las grandes mayorías y avanzar
en conjunto con el pueblo trabajador en la construcción de una sociedad mejor
para todos; ni más ni menos. Lo demás, es pura engañifa, consciente o
inconscientemente pregonada.
Finalmente,
afirmamos que ninguna contradicción, por más evidente y gigantesca que sea, se
decidirá del lado popular por el sólo hecho de que digamos los conjuros
adecuados. Debemos apoyar cada uno de los movimientos reivindicativos que
existan en cualquier sector social y geográfico, en la medida de nuestras
fuerzas, elevándolos desde lo inmediatista o economicista a un nivel más
consciente y politizado; llevemos a enfrentarse a los explotados y excluidos
con el sistema que los afecta y aprovecha, enseñando en la práctica lo que
podrían ser años de teoría; no dejemos de reivindicar la justicia popular para
todos aquellos casos de atropellos a los DDHH sufridos por nuestro pueblo, los
de antes y los de ahora, rescatando de paso a las agrupaciones desde el
vergonzoso entreguismo y esterilidad en que se encuentran postradas hoy; no
cejemos en la mantención y el mejoramiento de todas las condiciones sociales
alcanzadas, comenzando por un sueldo mínimo no inferior a $422.000; agitemos la
solidaridad, la organización social más estrecha, la amistad en el seno de
todas las instancias de trabajadores y populares; reivindiquemos la salud, la
vivienda y la educación públicas como derechos inalienables, de carácter
social, los cuales no pueden ser privatizados, directamente o mediante el
argumento de la subsidiariedad; no abandonemos la solidaridad con las luchas
del pueblo mapuche y sigamos apoyando su reivindicación de autonomía e
identidad; y un largo etc., en donde nuestra máxima debe ser siempre la
propuesta por el Maestro Simón Rodríguez, enarbolada para que la América
insurrecta se lanzara a su primera independencia: “¡O inventamos o erramos!”.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!
Colectivo Acción Directa – CAD Chile
Febrero 1 de 2016
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