Ley corta
de Seguridad Ciudadana: La nueva letra del fascismo en Chile
- El
Estado y su guerra en contra de la juventud en lucha
“El lenguaje político está diseñado para hacer que
las mentiras suenen confiables y el asesinato, respetable” –G. Orwell
Por
Andrés Figueroa Cornejo
El chileno Luis
García-Huidobro, ex sacerdote jesuita quien fuera miembro de la congregación
que comanda la Iglesia Católica a través del Papa Francisco, resumió la llamada
‘Ley corta de seguridad ciudadana’ o ‘control preventivo de identidad’, con
claridad de mediodía: “Para los que no saben lo que es el control preventivo de
identidad, les cuento que por acuerdo entre la Derecha, la DC y el PPD, usted
podrá ir caminando por un lugar público y un carabinero podrá pedirle su carnet
y llevarlo amablemente a una comisaría, y retenerlo por un máximo de cuatro
horas (o una hora, si es menor de edad), para verificar sus antecedentes. ¿El
criterio? El ‘instinto’, la ‘intuición’, el olfato, o el mero aburrimiento de
un paco (carabinero), ya que no se requiere indicio alguno de que usted ande en
algo delictivo, como lo exigía la norma anterior”.
Antes
del fin del primer mes de 2016, los congresistas de la Comisión de Constitución
del Senado, sin preguntarle a nadie, aprobaron el texto legal antisocial, y que
vulnera las libertades individuales y colectivas fundamentales. A favor:
Alberto Espina (RN), Felipe Harboe (PPD), Hernán Larraín (UDI) y Pedro Araya
(‘independiente’ pro DC), con el voto contrario de Alfonso de Urresti (PS).
¿Pero cuál es el
proyecto que en marzo del año en curso se votará en el parlamento?
“En
cumplimiento de las funciones de resguardo del orden y la seguridad pública, y
sin perjuicio de lo señalado en el artículo 85 y 86 (última revisión) del
Código Procesal Penal, los funcionarios policiales señalados en el artículo 83
del mismo Código Procesal Penal podrán controlar la identidad de cualquier
persona mayor de 14 años en vías y otros lugares públicos y en lugares privados
de acceso al público en que se encontrare, por cualquier medio de
identificación expedido por la autoridad pública, tales como cédula de
identidad, licencia de conducir, pasaporte o la tarjeta nacional estudiantil.
El funcionario policial deberá otorgar a la persona las facilidades para
identificarse pudiendo utilizar todos los medios tecnológicos idóneos para tal
efecto. En caso de duda de si la persona es mayor o menor de 14 años, deberá
siempre entenderse que es menor”.
Como
en la tiranía cívico-militar, las y los más jóvenes, los más empobrecidos, los
más morenos, los migrantes, los más excluidos, los ‘potenciales desobedientes’
respecto del actual orden de cosas, quedan a merced de las súper facultades
represivas de carabineros.
La
región alienada de la sociedad chilena reproduce en su seno el racismo, las
relaciones de clase, de poder, y la jerarquización estamental de las Fuerzas
Armadas que puertas adentro operan de manera condensada. Históricamente, el
brazo armado monopólico y legal del Estado de Chile, como en todo el mundo
periférico donde existen naciones-Estado (en especial en América Latina, África
y Asia), hace “sus glorias” en contra de sus propios pueblos. Las matanzas en
Chile de comunidades indígenas y mestizas en resistencia se suceden en todo su
devenir, bajo el recetario eurocéntrico y norteamericano del “progreso”, la
“modernidad” y la propiedad privada. El golpe de Estado de 1973 fue solamente
uno de sus episodios más cruentos.
(El
racismo también es la ideología necesaria del colonialismo para hacerse del
trabajo esclavo y de las materias primas provenientes de los pueblos y
territorios sometidos. En el mismo sentido funciona la concepción
autoproclamada de “pueblo elegido”, credo justificatorio para la fase
imperialista del proceso de expansión y anexionismo capitalista, que en la
actualidad presenta la forma de disputa por los mercados del mundo. Tal disputa
adquiere, por ejemplo, las maneras de la “integración conflictiva” entre el
Estado chino y el estadounidense.)
¿Tienen
que ver estos versos con la eventual reposición de la “detención por sospecha”
a menores de edad en Chile? Por supuesto. Pero es preciso hacerse de los
elementos básicos que caracterizan la época.
Aspectos
básicos que ilustran la época
Hoy en el mundo sólo existe el
sistema capitalista, los combates interimperialistas e intercapitalistas, y el
fetichismo de la mercancía, del dinero (mercancía de las mercancías) y de las
marcas. La lucha de clases se expresa multidimensionalmente, pero aún no cobra
la densidad y fuerza suficientes para enfrentar con posibilidades de éxito en
el corto plazo a un modo de producción basado en la apropiación privada del
excedente socialmente producido.
Desde mediados de los 70 del siglo
XX, bajo la tutela del imperialismo norteamericano y británico, y para sortear
una de las más grandes crisis capitalistas de su historia, arrancó la
financiarización mundial. Ello significa que el capital, con el objetivo de
contrarrestar la probada tendencia de la caída de la tasa media de ganancia
(causa de sus crisis de sobreproducción o ‘subconsumo’), se refugia en la
hegemonía del momento financiero, especulativo y ficticio, sobre la totalidad
de la reproducción capitalista. Al mismo tiempo, el capital financiero funciona
como mando de controles de los momentos de la producción, el intercambio, la
distribución y el consumo. En consecuencia, no sólo se mundializa y concentra
el capital financiero, sino que también el comercio, se deslocaliza la
producción, se estandariza el consumo y se incrementan las desigualdades en el
plano de la distribución de los ingresos. Complementaria y estratégicamente, se
revela e intensifica el carácter incesante de la acumulación originaria
mediante la expoliación de las materias primas y la apropiación privada de los
ahorros jubilatorios del pueblo trabajador. En el mismo sentido, el
armamentismo, los paraísos fiscales, el narcotráfico, la trata de personas y la
prostitución infantil, comportan industrias clave. Así, se provoca una
reorganización de la división internacional del trabajo que, con el tiempo,
supera la estereotipada contradicción Norte dominante / Sur dominado, sin por
ello dejar de acentuarse las relaciones de subordinación entre los polos
centrales de la concentración capitalista, por un costado, y la inmensa mayoría
de las economías periféricas, por otro.
Las formas del imperialismo, del
colonialismo, del semi-colonialismo y del desarrollo desigual y combinado
(superposiciones sincrónicas de distintos modos de producción, con hegemonía
capitalista) no sólo siguen operando en el control territorial de los pueblos
(tanto mestizos, como indígenas), sino que se manifiestan en la guerra
intercapitalista de la disputa de los mercados. Al respecto, no existen mejores
ejemplos que las batallas entre las multinacionales asentadas sobre el Estado
norteamericano, chino, alemán, y sus respectivos aliados, como el
norteamericano Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, TPP,
y el Tratado de Comercio e Inversión con la Unión Europea, TTPI, por un lado, y
su versión china, el Acuerdo de Integración Económica de todos los miembros del
Foro de Cooperación Asia- Pacífico, APEC, por otro.
Como la política es la economía
concentrada, y la guerra es la prosecución de la política por otros medios,
desde Ucrania, pasando por regiones africanas, hasta y sobre todo en Medio
Oriente, se advierten con mayor claridad las maneras de una guerra por mercados
y materias primas entre los capitales dominantes. Por el momento, semejantes
territorios en disputa y de alta concentración conflictiva y fábricas de muerte
y migraciones feroces, no han escalado a una nueva conflagración mundial debido
a las consecuencias definitivas que comportaría.
En la presente fase capitalista,
el carácter de la destrucción de la biodiversidad devenida del extractivismo,
descubre los límites del productivismo desarrollista. Esto es, el movimiento
interno del capital jaquea su propio porvenir, al menos, de la manera en que se
ha desenvuelto hasta ahora. Pero sólo lo jaquea. Su caída nunca será posible
sin las fuerzas sociales oprimidas y necesariamente organizadas que se
resuelvan en poder alternativo a la minoría condensada que provisoriamente
domina.
Asimismo, junto a su
deslocalización, el capital recurre a la sobreexplotación del trabajo
asalariado. Sus formas predominantes corresponden a la flexibilidad y
polifuncionalidad laboral, precaviéndose mediante las leyes y los bancos
centrales de la hiperinflación (de hecho, en los capitalismos mandarines, viene
provocándose un fenómeno de deflación). Así también se vive la ampliación de la
cantidad de las y los propios asalariados, independientemente de la
informalidad laboral creciente y de su evidente desplazamiento de la zona
económica productiva a la de servicios. Dos razones fuertes explican esas
políticas: la extracción de superior plusvalía para intentar recuperar la
rentabilidad del capital, y evitar tasas de desempleo mayores, gatillantes
históricos de los levantamientos populares y de la inestabilidad sistémica.
Como condición de lo anterior, la
producción del sentido común hegemónico, del consenso, del miedo, de la
resignación, de la alienación y de la mansedumbre, jamás antes en la historia
habían cobrado tanta eficiencia, desde las escuelas hasta las multimedia,
pasando por el empleo de clase de la producción de conocimientos ligados a la
industria armamentista, la neurociencia, la genética, la nanotecnología, la
inteligencia artificial y la robótica, la lingüística y la informática. Por eso
la guerra de ideas -que para quienes buscan cambiar la vida es una práctica
pedagógica, agitación y propaganda ampliada y necesariamente acorde (y no
extraña, críptica y distante) a las maneras y subjetividades del siglo XXI-
resulta imprescindible a la hora de imponerse el desafío de socavar el consenso
y la aprobación de la población respecto del actual orden de cosas. Ello es
condición obligada para colaborar con las crisis internas del propio
capitalismo, únicas posibilidades históricas de éxito para los proyectos
post-capitalistas liberadores y las vanguardias populares. Y Pueblo es quien
conoce y lucha por sus intereses históricos, el resto es población.
En la actualidad habitamos una
recesión y crisis política mundial. La baja en las inversiones productivas y en
la propia productividad, el permanente apalancamiento de los Estados al capital
financiero, la caída vertiginosa del precio de las materias primas debido a la
contracción de la demanda china y la nueva crisis de los precios del petróleo;
el aumento sideral del endeudamiento público y privado, grande y doméstico; las
alianzas y fusiones estratégicas entre mega holding multinacionales; las
colusiones empresariales y deslegitimación estructural de los sistemas de
partidos políticos tradicionales; la supremacía de las transnacionales sobre
las democracias burguesas; el despeñadero de los ‘progresismos’ (desde Grecia
hasta Venezuela); la guerra en contra de pueblos originarios (desde Palestina,
el Kurdistán, el Sahara Occidental, hasta el pueblo Mapuche); son algunas de sus
expresiones más notables.
La
burguesía precavida
Sin
atender los contenidos del apartado anterior, resulta imposible comprender el
contexto dentro del cual el bloque dominante específicamente chileno adopta sus
precauciones, hijas de su aprendizaje histórico.
Siempre
desde dentro del orden de la institucionalidad burguesa y su interna tensión
liberal-conservadora, por donde se le mire, la iniciativa legal sobre
“Seguridad Ciudadana” viola la presunción de inocencia, transgrede la
Declaración de los Derechos del Niño aprobada el 20 de noviembre de 1959 de
manera unánime por la Organización de Naciones Unidas, y reinstala
violentamente la ‘represión precautoria’ o la ‘criminalización por sospecha’ en
contra de los menores de edad y la juventud. De este modo, en Chile se consagra
la máxima de la barbarie dictada por arriba, por hombres blancos y muchos de
ellos enriquecidos ilícitamente. A saber, ‘mátenlos antes de que se
reproduzcan’.
¿Cómo
se revela la vena fascista que hay tras el proyecto de ley, según datos
objetivos conocidos en todo el planeta, pero bien silenciados por los contados
dueños de los medios de comunicación masivos locales? Publicado por la propia
CNN, la conocida cadena mediática norteamericana, el Índice de Paz
Global informa que “Chile ocupa el primer lugar en la región con el puesto
29 entre los países más pacíficos, el segundo mejor del hemisferio occidental
después de Canadá (que tiene el séptimo puesto global) (…) y Estados Unidos
está en el puesto 94” de un total de 194 naciones. ¡Chile es el país más
pacífico de América Latina y uno de los más seguros del planeta!
¿Por
qué entonces en Chile se invoca la ‘inseguridad ciudadana’, ‘la delincuencia
desbocada’, y otras bravuconadas semejantes a la hora de legislar por arriba,
cuando las cifras imparciales dicen todo lo contrario? ¿A quién le conviene que
se destaquen mayores poderes, presupuesto y recursos a carabineros y a las
áreas de seguridad pública en vez que a la sociedad civil y a los derechos
sociales?
Una
vez más el Estado subsidiario, aval, dador de sangre y herramienta del gran
capital transnacional, combinado y nativo, distrae ingentes medios en políticas
que anticipan aquello que la gente de a pie desconoce, pero que los
intelectuales orgánicos de los pocos que mandan saben de sobra. La crisis
mundial efectivamente se ha instalado en Chile, como no podía ser de otro modo,
y presenta sus manifestaciones más claras en el aumento real de la cesantía y
el empleo informal y a cuenta propia. Pero el poder logra anticipar que incluso
el trabajo-basura tiene sus límites. Ello provoca automáticamente una batería
de medidas que, al igual que en la forma de régimen militar que adoptó la
dictadura del capital entre 1973 y 1990, legitiman la represión de acuerdo va
cobrando mayor densidad la lucha de clases. Hoy Chile está en el lugar 29 de la
‘paz social’ requerida por la inversión. Pero proyectando mejor que muchas
izquierdas del país, la inteligencia capitalista aplica la dialéctica para
blindarse ante un panorama próximo cuyos efectos sociales y políticos atentarán
en contra de sus intereses objetivos. La Ley de Seguridad Ciudadana cobra su
sentido estratégico en ese marco.
La
costilla liberal del sistema contra el proyecto legal conservador
Por
otra parte, ya muchas personas, personalidades e instituciones del mismo orden
que lo sostiene, sin embargo, se han manifestado contrarias a la reposición de
la dictatorial ‘detención por sospecha’.
Los
jueces de la Corte Suprema (que no son precisamente miembros de una agrupación
revolucionaria) indican que resulta problemática la reforma al artículo 127 del
Código Procesal Penal, sobre la detención judicial. Postulan que "el
proyecto, luego de establecer como facultad policial el registro de vestimentas
en toda detención judicial, autoriza al juez como razón suficiente para
decretar una detención el hecho de que el Ministerio Público considere que una determinada
persona cometió un delito al que la ley tiene asignada una pena de crimen"
(…) "Es decir, autoriza una medida cautelar, sin ninguna consideración a
algún peligro real y calificado de alguna clase, sino sólo sobre la base de la
gravedad de una determinada imputación", añaden. Dicen que la medida
"contraría toda la lógica de la concesión de las medidas cautelares y
constituye un retroceso mayúsculo desde la perspectiva del principio de
inocencia: nadie debería poder ser detenido sin antecedentes especiales y,
exclusivamente, sobre la base de una denuncia o imputación". Los jueces
acentúan que "la detención, así como la prisión preventiva, no constituyen
antejuicios. Ellas son medidas extraordinarias, cautelares de los fines
internos del procedimiento" (…) "En este sentido, la afirmación de la
probabilidad de autoría o participación en un imputado es un antecedente
necesario, pero en ninguna medida suficiente para decretarlas, y esto es una
consideración esencial de nuestro sistema, que no puede pasarse por alto".
La
misma Corte Suprema declaró en septiembre del 2015, que las cifras en que se
funda el proyecto son cuestionables. Aclaró que se incrementará la persecución
contra delitos no violentos –y no contra los violentos, como explicita el
proyecto–, criticando que delitos contra la propiedad sean más gravemente
sancionados que “incluso, algunos delitos contra la vida, la probidad
funcionaria, la integridad física o la libertad sexual”, y acomete contra la
ampliación del control de identidad, señalando que “otorga mayores espacios de
discrecionalidad a Carabineros, disminuyendo las facultades de control que
poseen los tribunales”.
O
sea, que la ‘justicia instintiva’ de carabineros podría estar sobre el propio
Poder Judicial, uno de los pilares del Estado burgués en su actual forma
democrático-representativa. He aquí una reyerta interinstitucional propia de
las contradicciones de las autoridades sistémicas.
En
el mismo sentido, abogados penalistas y el decano de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Chile, indicaron sus reparos al proyecto por su “afectación a
los derechos fundamentales de las personas”. Y, ojo, que el ala liberal del
capital también toma posiciones cuando cuestionan la pertinencia de una agenda
corta para enfrentar un problema tan complejo como la delincuencia, además de
poner el acento en que “dicha tendencia sólo profundiza el problema de fondo,
cual es la desigualdad. (…) estas nuevas facultades no sólo son inconvenientes
y riesgosas, sino que son también innecesarias. Con los mecanismos actualmente
disponibles, Carabineros realizó más de dos millones de controles de similar
naturaleza durante el año pasado. Ello conduce necesariamente a la conclusión
de que lo que debiera discutirse con urgencia no son nuevas atribuciones policiales,
sino la eficiencia y eficacia con que se utilizan las que actualmente
disponen”.
El
ala conservadora reprime precautoriamente, mientras que el ala liberal apuesta
a ceder modificaciones no estructurales con el fin de no precipitar antes de
tiempo la intensificación de la conflictividad social (¿contradicciones
secundarias como los republicanos y demócratas del sistema político
norteamericano?).
Asimismo,
Lorena Fries, directora del INDH-Instituto Nacional de Derechos Humanos-,
escribió en una columna del diario La Tercera que “La seguridad de los
ciudadanos es un derecho fundamental y es exigible que el Estado nos proteja de
la delincuencia, pero ello no puede hacerse afectando gravemente otros derechos
y libertades. Tampoco es sostenible que siga sin atenderse la causa de fondo
que en Chile y otros países está en la base del problema, cual es el evidente
agravamiento de nuestra desigualdad”.
Por
su lado, Amerigo Incalcaterra, representante de La Oficina para América del Sur
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH),
apuntó que “La disposición vulnera conceptos ampliamente adoptados por la
comunidad internacional, tales como la presunción de inocencia y el principio
de legalidad, al otorgar facultades desproporcionadas y arbitrarias a la
policía”, agregando que “Nos preocupa que las autoridades chilenas no estén
tomando en cuenta la normativa y los estándares internacionales en la materia
durante la discusión del proyecto”. Incalcaterra recordó que tras una visita a Chile,
en septiembre de 2015, el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los
Derechos a la Libertad de Reunión Pacífica y de Asociación, Maina Kiai,
advirtió en un documento de análisis que tales disposiciones en materia de
control de identidad limitan derechos garantizados en tratados internacionales
ratificados por el país. “También, es paradójico que la discusión legislativa
no esté considerando las advertencias de actores nacionales claves, entre ellos
la propia Corte Suprema de Chile, que en un informe de septiembre de 2015
criticó los aspectos discrecionales de la medida, refiriéndose al control de
identidad preventivo como ‘difícilmente aceptable’ en un Estado de Derecho”,
terminó.
¿Qué
viene después? ¿Qué las y los muchachos se acuartelen en sus casas, el miedo se
vuelva peste, se les obligue a cortarse el pelo ‘a lo mero macho’, las chicas
usen pantalones y los chicos anden uniformados? ¿Qué se multipliquen los
asesinatos de menores mapuche por carabineros, como Edmundo Alex Lemun Saavedra
(17 años) o José Huenante Huenante (16 años)?
¿Quién
ganará, al menos en el papel, este nuevo episodio de fascistización de la
sociedad chilena? ¿Liberales o conservadores?
Mientras
tanto, la conciencia práctica y concentrada de los intereses históricos del
pueblo trabajador y de las y los oprimidos no termina de reunir los brotes de
movimiento popular aún descoyuntado, cuando, a vuelo de pájaro y junto al
combate en contra de la alienación, es la misión inmediata de la emancipación anticapitalista
y antifascista (dos momentos de un mismo movimiento).
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