El
paradigma sobre la justicia internacional que impera en el mundo ha sido
destronado por un criterio diferente y antagónico incluso: quien posea el poder
para implementar sus propios proyectos será el que determine la categoría de
justicia, independientemente de lo falso o verdadero de sus propósitos
Public. 10/2/16
La justicia
internacional significaría la defensa inclaudicable de la soberanía, de la paz,
de un modelo social que beneficie realmente a los ciudadanos, de un
fortalecimiento de la seguridad alimentaria propiciando economías solidarias,
oponiéndose y castigando aquellos gobiernos que, utilizando su fuerza,
intervinieran en otras naciones bajo supuestos de la democracia y con el fin de
expoliarlas. Una sanción justa podría iniciar por declarar a éstos sujetos a un
control global de su armamento, deteniendo a los instigadores y dando una
sanción ejemplar, especialmente a aquellos que han avalado procesos
degenerativos. Así mismo, una organización respetable, conformada por
pensadores con fundamentación humana y espiritual, cuya cosmovisión estuviera
ligada al concepto de equidad, razonamiento lógico y sustento investigativo,
podría ejercer una autoridad respetada por quienes aspiran a la democracia
real.
Lo
cierto es que la multitud de casos en que la aplicación de la segunda norma se ha
hecho efectiva, negando la justicia, es evidente, confirmando lo dicho.
La
situación de Irán es uno de los hechos más emblemáticos pues durante medio
siglo ha sufrido coacción, embargos, ataques, basado tanto en ser supuestamente
un Estado terrorista, luego un peligro para la seguridad del mundo y finalmente
un detentor de energía nuclear presta a descargarse sobre el planeta. Luego de
demostrarse la hipostasia respecto a estas acusaciones, con un saldo
incalculable de perjuicios a su pueblo, ha sido descubierto que nada de ello
era tal y que todo fue un simple “malentendido”.
De
ese modo se entiende que las potencias que ocasionaron dicha destrucción social
(y sus aliados), hoy no propongan compensación por lo acaecido, por las
muertes, guerras, desaliento, desesperanza, que provocaron en una nación. Es
decir, aquí no se aplica de ningún modo la denominada justicia internacional
sino que los reconocimientos a un país son producto de su propia lucha.
Afortunadamente, pese a esa debacle programada, hoy la nación persa es uno de
los baluartes para estabilizar la región y consolidar una paz sostenida.
La
situación de Siria (e Irak obviamente), donde en su territorio se encuentran
afincadas fuerzas foráneas sin permiso del gobierno legalmente elegido, con las
amenazas de países vecinos en cuanto a internar cada vez con mayor intensidad
sus fuerzas armadas a este territorio (con el objetivo de defender fronteras o
eliminar a un supuesto enemigo), el ataque directo a cuerpos militares
nacionales cuando están derrotando al invasor, entre otras acciones, demuestra
claramente que la justicia internacional es simplemente un ardid mencionado por
la Corporatocracia con el fin de intervenir sin ser sancionado, logrando sus
propios anhelos. El objetivo de dividir a ambas naciones indica claramente que
la sana justeza no está presente.
El
caso latinoamericano de Cuba y Argentina, ambos con permanencia total y
absoluta en su territorio de fuerzas extranjeras que consideran suyo dicho
espacio, basados en una política colonial, confirma la violación de las normas
de derecho mínimo cuales son aquellas que dan a un país su propia
administración legítima.
Pueden
mencionarse otros casos como las dictaduras en América, la exclusión de
Palestina, el deterioro físico y mortal de la población yemení, la segregación
del Donbás en Ucrania, el rechazo a los inmigrantes en Europa, las masacres en África
y su explotación persistente, la persecución a Corea del Norte, sin contar con
el grave apoyo directo de potencias a Daesh para que haga el papel
predeterminado como actor del “caos controlado” en Medio Oriente.
La
conclusión es precisa: hoy día existen dos polos definidos, donde un sector
está dispuesto a utilizar la bomba nuclear, la guerra, la amenaza, el soborno,
la desestabilización económica, la guerra mediática, como sus armas predilectas
para conseguir sus deseos, aún los más oscuros, frente a otro sector que
considera a la soberanía y autodeterminación de las naciones una línea roja
insalvable, que no puede ser sobrepasada, so pena de derribar un principio
fundamental de la existencia humana: el derecho de toda nación y sus pueblos a
vivir en condiciones de humanidad.
Lo
peligroso es que la única posibilidad para un mundo democrático amenazado por
potencias coloniales es no sólo defenderse sino que prepararse para contestar
las agresiones y, de ser pertinente, adelantarse a éstas generando pánico a su
agresor para que, dada su cobardía, se resista a seguir causando desgracias a
este planeta que es la única casa del ser humano.
Una
tarea difícil aunque puede ser tenida en cuenta es lograr que los organismos de
seguridad en el mundo sean dirigidos por gente ligada a la fraternidad, el
diálogo, la convivencia pacífica, lo que implica grandes esfuerzos dada la
oposición férrea que hacen dichos sectores reaccionarios por permaneces en los
cargos directivos lo que les permite utilizarlos a su acomodo.
Por
tanto, la Justicia Internacional únicamente puede darse en la medida que los
países con visión soberana consoliden sus propias organizaciones de defensa de
la equidad y la paz, intentando concientizar a los gobiernos conservadores
neoliberales que el destino del planeta debe ser orientado en conjunto y
siempre en beneficio de la persona como la fuente de desarrollo de la
tolerancia y la equicracia. Es el camino posible.
Escrito por Carlos Santa
María
Equipo Internacional – CAD Chile
Febrero 13 de 2016
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