ACTAS BOLCHEVIQUES, AGOSTO 1917 - FEBRERO 1918
Odiario.info publica un texto hacia el
cual, por su importancia, llamamos la atención de nuestros lectores: la
introducción que el escritor comunista italiano Giuseppe Boffa escribió para
las “Actas de las reuniones del Comité Central (CC) del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (Bolchevique)” realizadas entre Agosto de 1917 y
Febrero de 1918 (fechas según el calendario gregoriano)
En redRoja -1/10/12
Pasajes de ese
documento histórico fueron citados por Stalin, por vez primera, en 1924. Pero
las “Actas” solamente fueron publicadas en la URSS después del XX Congreso del
PCUS. En 1964, Francois Maspero lanzó una edición francesa y, en 1978, la Siglo
XXI mexicana publicó las “Actas” en castellano con el título de “Los
Bolcheviques y la Revolución de Octubre”. Fue un ejemplar de esa edición, hoy
agotada, que me llegó a las manos, enviado por un camarada brasileño.
Leí fascinado esas
“Actas” –más de 300 páginas- casi sin interrupciones. Con algunas lagunas ellas
permiten al lector acompañar los debates dramáticos en que, durante siete
meses, menos de tres decenas de revolucionarios que formaban entonces el Comité
Central del Partido Bolchevique tomaron decisiones de las que vendría a
depender la victoria o derrota del proyecto comunista.
Estudié una media
docena de Historias de la Revolución Rusa de 1917, de autores soviéticos y
occidentales. Ninguna es tan esclarecedora de la atmósfera de esas reuniones,
ninguna ilumina tan profundamente como las “Actas” las divergencias que
separaban a los dirigentes bolcheviques unidos por un ideal común. En aquel
tiempo no había grabadoras y las “Actas”, anotadas a mano en hojas arrancadas
de cuadernos, por la secretaria del Comité Central, Elena Stásova, presentan
naturalmente las insuficiencias y fallas propias del ambiente conspirativo
posterior a las jornadas represivas de Julio del 17.
Eso no impide que
la simple transcripción (igualmente parcial) de las intervenciones de los
principales dirigentes del CC represente una contribución para la Historia
mucho más valiosa que el análisis de escritores y académicos que no
participaron de esas reuniones secretas.
La introducción
facilita la reflexión sobre una Documentación tan densa y valiosa. Boffa
recuerda que los debates incidieron sobretodo en dos temas: la insurrección
armada y, después de la toma del poder por los bolcheviques, la cuestión de la
paz con las Potencias Centrales, después del armisticio del 15 de Diciembre del
17 que suspendió la guerra entre la joven República socialista y el Imperio
Alemán.
Stalin, Sverdlov,
Dzerzhinski, Trotski, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Preobrazhenski y Alexandra
Kolontai fueron algunos de los miembros del CC que entonces discutieron en
Petrogrado, en ocasiones con pasión, las decisiones a ser tomadas: Lenin no
participó en las primeras reuniones porque estaba en la clandestinidad,
perseguido por la policía de Kerenski.
“Las batallas
libradas en el núcleo de revolucionarios que dirigió la primera revolución
socialista fueron auténticas luchas políticas que pusieron en juego elementos
esenciales de la línea del partido y, en ocasiones, los fundamentos ideológicos
del bolchevismo” –escribe Boffa.
El primer gran
choque de posiciones antagónicas ocurrió cuando Lenin colocó la necesidad
urgente de la insurrección armada. Los bolcheviques estaban en minoría en el
Soviet de Petrogrado y la dualidad de poderes jugaba a favor del gobierno de
Kerenski. Lenin consideraba concluido el periodo de desarrollo pacífico de la
revolución porque los mencheviques y los socialistas revolucionarios habían
optado por una alianza tácita con la burguesía reaccionaria.
De ahí el
imperativo de la insurrección armada orientada para la toma del poder. Cuando
Lenin el 15 de Septiembre presentó la propuesta tendiente a la organización
“técnica” de la insurrección, definiendo ésta como un “arte”, el debate fue
prolongado y tenso.
Dos dirigentes,
Kamenev y Zinoviev, se opusieron frontalmente. Es útil recordar que Kamenev,
que dirigía con Stalin el Pravda, asumirá una posición crítica cuando Lenin,
regresando del exilio, expuso “Las Tesis de Abril” que reformularon toda la
estrategia del Partido Bolchevique.
Pero esta vez
Kamenev y Zinoiev no se limitaron a estar en desacuerdo. Violando la disciplina
partidaria, publicaron en el periódico “Novaya Zhizn”, de Máximo Gorki (que
entonces no militaba con los bolcheviques), un documento en que combatían y
denunciaban la insurrección.
Esto en las vísperas
del asalto al Palacio de Invierno.
“Traidores y
esquiroles” fueron expresiones usadas por Lenin para definir la actitud de dos
dirigentes a los que lo ligaba una sólida amistad personal. Pero a pesar de
haber pedido la expulsión de ambos del CC y del Partido, la sugestión no obtuvo
mayoría y los dos permanecieron en funciones.
Lo que confiere a
las "Actas" un interés especial es la publicación parcial de las
intervenciones de los miembros del CC que participaron en esas tempestuosas
reuniones. Ellas contribuyen a desmontar las especulaciones que corrieron por
el mundo sobre lo que pasó en esas jornadas del Instituto Smolny, cuartel
general bolchevique. El propio John Reed, un amigo de la Revolución, presentó
una versión inexacta de los debates en su libro “Diez días que conmovieron al
mundo”. La propuesta de insurrección fue aprobada por todos los presentes, con
los votos en contra de Kamenev y Zinoviev.
Las dudas de
algunos no sorprenden. Esos veteranos bolcheviques no tenían respuesta para una
pregunta: ¿Era posible una revolución Socialista en Rusia atrasada antes de su
victoria en un país desarrollado? ¿O debería la revolución desarrollarse como
democrática y nacional?
Lenin fue el
primero en comprender que solamente la insurrección armada podría frenar la
contrarrevolución en marcha, apoyada por las potencias imperialistas.
EL DILEMA DE BREST-LITOVSK
La otra cuestión
que ocupó las agendas de sucesivas reuniones del CC y allí exhaustivamente
debatida fue el de la actitud a asumir frente a la Alemania imperial después de
la toma del poder por el Partido Bolchevique.
En la Conferencia
de Abril en 1917, el Partido tenía decidido oponerse a una “paz por separado”
con Alemania y “proponer a todos los pueblos una paz democrática, esto es, sin
anexiones ni reparaciones”. El caminar de la Historia volvió utópica esa
posición.
La discusión en el
CC del debate sobre la Paz iniciada después del armisticio del 15 de Diciembre
es la más amplia y emocionantes de las registradas por las “Actas”. Fueron
dramáticos, vehementes, los debates sobre el tema.
Las cláusulas de
paz presentadas por los alemanes y austriacos eran indecorosas y humillantes.
Exigían territorios con un tercio de la población del país y la mitad de su
industria.
El partido estaba
dividido, con destacados dirigentes defendiendo posiciones incompatibles. La
tendencia mayoritaria, invocando decisiones tomadas al inicio de la Revolución
de Febrero, optaba por la “guerra revolucionaria” como respuesta al
imperialismo alemán. Trotski pretendía que se declarase finalizada la guerra y
se desmovilizara al ejército, pero sin firmar la paz.
La única posición
realista y lúcida, pero minoritaria, era la de Lenin. Las condiciones alemanas
eran monstruosas. Pero la “guerra revolucionaria” era una idea romántica. Los
soldados desertaban en masa del frente; en la práctica, ya no había ejército.
La opción de Trotski era también inaceptable, porqué partía de una hipótesis
improbable en el momento: la revolución inmediata en Alemania.
Trotski comandaba
la delegación soviética en las conversaciones con los alemanes, los austriacos,
los turcos, los búlgaros. La ausencia de un consenso le llevó a tomar una
decisión unilateral que mereció severas críticas de Lenin: salió de Brest
declarando finalizada la guerra, pero no firmo la paz: En la práctica impuso la
formula, “¡Ni guerra, ni paz!”.
La reunión ampliada
del CC del día 23 de Febrero en la que participaron 60 destacados bolcheviques
fue angustiante. Las “Actas” transmiten la atmósfera emocionante de aquella
sesión en que se jugaba la suerte de la Revolución Soviética.
Los alemanes habían
denunciado el armisticio y el 21 de Febrero de 1918 desencadenaron una ofensiva
en todos los frentes y, sin encontrar prácticamente resistencia, estaban casi a
las puertas de Petrogrado.
En su intervención
final, Lenin, que amenazó con dimitir, esbozó un escenario de tragedia: “Si no
firmamos –dice- estaremos suscribiendo la condena a muerte del poder soviético
dentro de tres semanas”.
Lenin convenció;
pero la firma de la paz el 3 de Marzo y la posterior ratificación del Tratado
de Brest dejaron secuelas muy dolorosas. Algunos comisarios del pueblo
dimitieron, abriendo heridas en el Partido.
Resta añadir que el
Tratado de Brest fue declarado nulo por Rusia el 13 de Noviembre, dos días después
de la capitulación de Alemania.
Pero antes de
finalizar la Primera Guerra Mundial las potencias capitalistas iniciaron el
cerco a la joven República Soviética. Los japoneses, en Abril, tomaron
Vladivostok en el Extremo Oriente; los ingleses y los norteamericanos
desembarcaron en las tierras árticas de Rusia, las escuadras británica y
francesa bloquearon los puertos del Mar Negro en tanto los generales blancos
preparaban una larga guerra civil.
Giuseppe Boffa,
señalando que la Revolución ganaría con un alto costo su primera batalla
defensiva, afirma que los acontecimientos de aquellos meses entre el VI y el
VII Congreso del Partido Bolchevique vinieron a destacar “el punto más alto de
toda la historia humana”. Es mi convicción de que ningún partido se aproximó
tanto a la imagen de la democracia ideal como el bolchevique en aquellas
jornadas.
Las “Actas”
compiladas en “Los Bolcheviques y la Revolución de Octubre” constituyen la más
convincente respuesta a las campañas anticomunistas que deforman y calumnian el
centralismo democrático.
Introducción
por Miguel Urbano Rodrigues
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Mayo 29 de 2017
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