“Los efectos económicos de la desigualdad”
El
impacto de la desigualdad en la confianza y el capital social en los Estados
Unidos es impulsado en gran medida por el aumento de las diferencias salariales
al final de la distribución de los ingresos. Así y todo, la desigualdad no
parece fomentar una mayor demanda por redistribución
En Radio-Diario
U. de Chile –public. 15/5/17
Una reciente
investigación de los economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), Eric
D. Gould y Alexander Hijzen (marzo 2017) mostró que en EE.UU. el aumento de la
desigualdad explica el 44 por ciento de la disminución de la confianza entre
sus habitantes, resultado similar al de países europeos analizados por otros
especialistas, lo cual sugiere que el daño a la confianza provocado por la
desigualdad se extiende a economías con diferentes contextos institucionales,
lo que, a su turno, resulta un interesante punto de estudio para nuestra propia
economía.
En
efecto, el trabajo denominado “En igualdad, confiamos”, apunta a examinar si la
tendencia a la baja en la confianza y el capital social que se observa en
EE.UU. y -por extensión en otras economías desarrolladas- es o no una respuesta
al aumento de la desigualdad de ingresos.
Como se sabe, la confianza es un
componente clave del capital social pues “permite a los participantes actuar
juntos de manera más eficaz para perseguir objetivos compartidos” (Putnam
1995).
En
los datos de la encuesta, la confianza se mide por la llamada “confianza
generalizada”, definida como cuánto confía una persona en otras no
especificadas, que no sean amigos o familiares. Como resultado, la serie
muestra que, durante los últimos 40 años, la confianza generalizada en EE.UU.
ha caído notablemente: mientras en los ‘70, la proporción de personas que
respondían que se puede confiar en la mayoría era del 50% en 2012 había caído
al 33%.
Y
si se controlan los cambios en la demografía norteamericana, producto de la
inmigración, la baja de la confianza es aún más pronunciada, porque su
población es más educada y las encuestas revelan que personas más educadas
tienden a confiar más. La confianza en el gobierno, por su parte, muestra
similar tendencia descendente, lo que puede amenazar gravemente la eficacia de
las políticas públicas y reducir el apoyo popular a los principales partidos
políticos, un efecto que para los chilenos no es desconocido.
Gould
y Hijzen recuerdan que el aumento de la desigualdad económica se considera
típicamente como razón importante para la baja de confianza y puede impulsar
resultados económicos menos equitativos o que conduzcan a un distanciamiento
entre grupos socioeconómicos. Y si dicha disparidad proviene de antecedentes
familiares, redes o suerte, en vez de méritos individuales, puede aparecer
especialmente injusta y, por lo tanto, socavar la confianza en los demás y en
el gobierno. De allí que -desde el mérito- sea explicable la perplejidad de una
periodista que preguntaba por qué en Chile se repudia a los ricos y nos
escandalizamos por los dineros del PS, pero no el de los futbolistas. Y es que
cuando las razones del éxito económico no son explicables, la disparidad es
persistente y la movilidad social limitada, la desigualdad de oportunidades es
proporcionalmente mayor, afectando la confianza en los otros y en las propias
perspectivas.
El
estudio también muestra que los resultados económicos determinan el estatus
socioeconómico y diversos estudios presentan fuerte correlación entre la
confianza generalizada y la desigualdad económica: la Encuesta Social General
de EE.UU. revela que la confianza es menor en los Estados donde la desigualdad
es alta, mientras la Encuesta Mundial de Valores señala que la confianza es
mayor en sociedades más igualitarias.
Así
y todo, estas correlaciones no necesariamente significan que las diferencias en
la confianza entre regiones o países sean causadas simplemente por diferencias
en la desigualdad. Tanto la confianza como la desigualdad pueden ser el
resultado de un tercer factor. Pero, establecer causalidad es relevante para la
exitosa aplicación de políticas públicas relativas al fenómeno. En efecto, si
la relación es efectivamente causal, medidas gubernamentales que buscan reducir
la desigualdad económica -como elevar el salario mínimo, que los impuestos sean
más progresivos o fortalecer el apoyo público a los pobres- podrían ser la
solución. Pero si la correlación entre desigualdad y confianza es impulsada por
un tercer factor, estas medidas podrían no ser muy efectivas para restaurar la
confianza. La evidencia sistemática sobre la relación causal entre desigualdad
y la confianza en este aspecto es bastante limitada, reconocen Gould y Hijzen,
no obstante que los hallazgos muestran que diversas fuentes de desigualdad
explican diferencias significativas en el impacto de la desigualdad en la
confianza y el capital social.
Por
de pronto, la desigualdad en los grupos socioeconómicos definidos por educación,
edad y actividad económica debilita la confianza y el capital social cuando
estos observan una brecha de ingresos creciente entre personas como ellos
mismos. Pero si la brecha involucra a quienes hicieron diferentes opciones
educativas y profesionales, la confianza no se ve afectada. Según Gould y
Hijzen una explicación es que la desigualdad que deriva de diferencias en
decisiones estudio e inversiones es más simple de entender y parece más justo.
Sin embargo, si la suerte, factores inexplicados o la corrupción aumentan la
brecha de ingresos, la gente pierde la fe en otras personas y en el gobierno.
Por
otra parte, el impacto de la desigualdad en la confianza y el capital social en
los Estados Unidos es impulsado en gran medida por el aumento de las diferencias
salariales al final de la distribución de los ingresos. Así y todo, la
desigualdad no parece fomentar una mayor demanda por redistribución. Por lo
tanto, las políticas que buscan restablecer la confianza mediante la reducción
de la brecha de los salarios antes de tomar en cuenta impuestos y beneficios
-por ejemplo, salario mínimo o negociación colectiva- parecen más prometedoras
que la redistribución en forma de impuestos progresivos o aumento del gasto
social. En otras palabras, un trabajo de calidad con dignidad y un salario
decente significa algo más que un buen ingreso.
Como
corolario, los investigadores señalan que la caída de la confianza y capital
social es preocupante no sólo por sus efectos sobre la cohesión social, sino
por sus implicaciones económicas, dado que la confianza es un ingrediente clave
para el buen desempeño económico: su presencia mejora la interacción económica,
abarata costos de transacción, así como los de supervigilancia, al tiempo que
promueve con mayor facilidad la cooperación en la esfera pública, reduciendo
los problemas de acción colectiva relacionados con la provisión de bienes
públicos y mejorando la calidad general de las instituciones públicas.
De
allí que los gobiernos de sociedades desconfiadas, intolerantes y divididas
enfrentan serios problemas en resolver los actuales desafíos socioeconómicos,
pues tales factores reducen la credibilidad en las políticas públicas, minando
su capacidad para cambiar los incentivos económicos y así dar forma a conductas
económicas adecuadas de ciudadanos y empresas. La evidencia empírica muestra
que la confianza promueve el crecimiento económico en general, a través de
factores específicos como el comercio internacional, desarrollo financiero,
innovación, espíritu empresarial y productividad de las empresas. Los
investigadores concluyen, en consecuencia, que el aumento de la desigualdad
económica en EE.UU. y otras economías avanzadas puede haber destruido la esperanza
en los procesos económicos, incidiendo en la caída de la participación
económica, la actual polarización social y la retirada del sistema político
dominante.
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