Muestra "Infancia en dictadura" |
“El papel de los niños”
Por Antonia García C.
En Radio U. de Chile –public. 12/9/16
La muestra “Infancia
en dictadura”, que estuvo hace unos meses en el Museo de la Memoria y los
Derechos Humanos, se repone en estos días, y se podrá ver hasta el 29 de
octubre en la Biblioteca Nicanor Parra, Vergara 324 (Santiago / metro Los
héroes). En paralelo, acompañando la muestra, una serie de actividades se están
realizando desde el 8 de septiembre y continuarán hasta el 14, en la Facultad
de Psicología de la Universidad Diego Portales (Jornadas “Memoria, elaboración
y resistencia. Imágenes y narrativas para reescribir el dolor social”).
Vivian
Lavín enfatizó en este espacio, en más de una oportunidad, la importancia del
trabajo realizado por la Dra. Patricia Castillo y su equipo. Todo indica que no
hay forma de no verse tocado por lo que ahí se cuenta y el cómo se cuenta. “La
importancia de lo ínfimo”, como suele recalcar Patricia Castillo, es lo que
está en juego. Pero también una reflexión sobre el lugar de los niños en la
historia.
Los
niños de ayer. Y los niños de hoy. Porque eso es también lo que esta muestra
permite: interrogarnos sobre el rol de los niños y lo que hacemos con ellos y
lo que no hacemos. El rol que le damos y el rol que ellos asumen sin preguntar
nada a nadie, porque los niños suelen ser “subversivos”: no solamente porque se
toman los espacios y se toman la palabra, sino también porque, en distintas
circunstancias de opresión, crean sus propios espacios de libertad*.
El niño como sujeto creativo por excelencia, el niño sujeto de la historia y no mero acompañante, el niño-observador-narrador con su propia manera de oír y de restituir el mundo. Eso es también lo que esta muestra pone en escena a través de dibujos y escritos realizados por niños chilenos durante la dictadura.
El niño como sujeto creativo por excelencia, el niño sujeto de la historia y no mero acompañante, el niño-observador-narrador con su propia manera de oír y de restituir el mundo. Eso es también lo que esta muestra pone en escena a través de dibujos y escritos realizados por niños chilenos durante la dictadura.
Este
trabajo llega en un momento particular. Existe hoy otra sensibilidad frente al
pasado reciente y una pluralidad de voces que revelan temas que hasta hace poco
estaban “ahí”, como entre tinieblas, no atendidos todavía.
Pienso
en la existencia de la Agrupación de Ex Menores de Edad Víctimas de Prisión
Política y Tortura en Chile. Pero, también, en la escritora María José Ferrada:
en su gesto, su búsqueda y el hilo que tiende en sus poemas dedicados a niños y
niñas ejecutados durante la dictadura (“Niños”). Pienso en una obra como “El
edificio de los chilenos” de Macarena Aguiló. Partiendo de una experiencia
llevada a cabo por militantes del MIR –que decidieron poner a salvo a sus hijos
dejándolos a cargo de padres sociales en Cuba, antes de retornar a Chile de
manera clandestina para combatir–, este trabajo permite ampliar el espectro de
las preguntas. ¿Qué hicieron los militantes de izquierda con sus hijos durante
la dictadura? ¿Cómo se conjuga militancia y familia? ¿Combate y paternidad?
¿Combate y maternidad? ¿Cuándo ausentarse es proteger y cuándo es abandonar?
Preguntas difíciles, preguntas dolorosas que Macarena Aguiló logra abordar con
una generosidad asombrosa.
“Infancia
en dictadura” llega en este momento en que cierta brecha en el muro de la
propia casa está abierta y puede ser recorrida de frente. La muestra es lo
suficientemente rica como para ser abordada desde muchos aspectos. Quisiera
enfatizar dos.
El
primero es el papel. En varios sentidos. Uno tiene que ver con la figura del
niño y la posibilidad de jugar con los roles. Porque acá el que calla es el
adulto. Es él quien debe abrir sus sentidos para atender lo que los niños
dejaron registrado en distintos soportes (cartas, diarios íntimos, tarjetas
postales, dibujos). El adulto aprende del niño y el niño es la voz autorizada
para contar. No es la única inversión a la que procede la muestra. Hay otra que
consiste en volcar al espacio público un tipo de relato y/o de producción
originalmente concebido en un espacio íntimo (caso paradigmático del diario).
De
alguna manera, esto equivale a contar la historia desde los huecos, desde las
rendijas, desde las huellas que la historia (en mayúscula) fue dejando en los
hogares y que los niños –de diversas condiciones sociales y con historias
familiares diferentes– fueron inscribiendo con letra apretadita (en minúscula)
en sus cuadernos, diarios, hojas sueltas. Así, también, la muestra opera como
amplificador de voces que, en su momento, fueron cuchicheos.
Pero
también está el papel como materia. La superficie. La textura. ¿Qué haríamos
sin papel? ¿Habrá una vida después del papel? Y uno se sorprende porque, de
pronto, frente a una foto tomada en la inauguración, se advierte que hay
ciertas cosas que sólo es posible atender porque quedaron registradas ahí. Sin
papel, un trabajo como “Infancia en dictadura” no sería posible, ya que no
recurre prioritariamente a la evocación, a la reconstrucción desde un momento
presente, sino a la huella, al rastro que dejó la infancia. Al trazo.
Los
niños que vivieron su infancia en dictadura –dice Patricia Castillo y lo dice
con fuerza– no pueden ser considerados “segunda generación”. Es un punto de
vista muy interesante. Hay que atenderlo. Como también hay que atender la
diversidad que queda en evidencia. Y es que hay infancias en dictadura. Y lo
que pudo resultar relevante para uno, no necesariamente lo fue para otro. Hay
una pluralidad de vivencias. Más allá, lo que la muestra pone en relieve es el
papel de los niños en su condición de testigos y actores. Ambas cosas a la vez.
La
muestra invita a ampliar la mirada. A reflexionar no solamente sobre los casos
más fácilmente identificables como violencia política. A considerar, por
ejemplo, la situación de los niños en los barrios más humildes y la manera en
que se vieron confrontados a una violencia –absolutamente política– que aqueja,
sin tregua, a los pobres por ser pobres. Pero también, y ya por libre
asociación, una cosa llevando a la otra, el caso de los niños que intervinieron
para ayudar, para colaborar con los adultos en situación de peligro.
Otro
aspecto tiene que ver con la posibilidad que otorga la muestra de articular
tiempos y situaciones. No pocas veces, hoy, nos comportamos como si los niños
tuvieran la extraña cualidad de no escuchar y de no verse afectados por lo que
hacemos y decimos los adultos. La muestra tiene un segmento que da mucho qué
pensar. Se trata de las “Palabras que nunca debimos aprender”.
Entonces,
ya en un contexto actual, cabe también preguntarse sobre el mundo que hacemos y
el mundo que nombramos en presencia de nuestros niños. Porque es un hecho.
Ellos están. Viven. Y así viviendo también (nos) ven, (nos) miran, (nos)
escuchan.
*Recomiendo
la lectura de “Los ojos de los pájaros”, de Maren Ulriksen. En ese texto (que
es parte del libro que firma con Marcelo Viñar: “Fracturas de la memoria”) se
cuenta de qué manera algunos niños sortearon las normas de control de quienes
habían aprisionado a sus padres. Para que nada, ni siquiera la cárcel,
impidiera el gesto de amor y protección del hijo/a hacia el padre.
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