Por
Enrique Villanueva
En Radio U. de Chile –public. 26/9/16
Ante la
desconsiderada intención de olvidar, de imponer una suerte de “amnesia
política”, como alguna vez declaró un dirigente socialista[1] los sobrevivientes de la dictadura, los
familiares de los detenidos asesinados y desaparecidos, tenemos que mantenernos
vigilantes. Así pasen los años, para que se conozca sin restricciones toda la
verdad y el daño que la dictadura le hizo al país, lo que no puede ser olvidado
en especial por la juventud, porque son ellos los que también ayudarán a
decirle a las futuras generaciones los crímenes que ocurrieron durante el
régimen de Pinochet y sus colaboradores.
Y
no se trata de volver al pasado o de venganzas, muy por el contrario,
simplemente se trata de que no habrá libertad, no habrá dignidad humana y no
habrá justicia si olvidamos lo que sucedió. La tiranía no cometió “excesos”
para consolidar el modelo económico y social que le motivó, sino que contó con
cómplices que le permitieron subordinar la libertad, la justicia y la dignidad
humana a sus objetivos, de manera cruel y despiadada.
Por
eso, simplemente no podemos olvidar, porque si lo hacemos, dejaremos el camino
abierto para que esto se repita en otras condiciones y en el futuro, tal como
pasó en épocas pasadas con el asesinato masivo de mapuches, la matanza de al
Coruña y la matanza de la Escuela Santa María de Iquique o en la llamada
revolución de 1891. A diferencia de esos eventos las pruebas de lo sucedido en
17 años de dictadura están allí y por eso nadie puede dudar de su existencia, y
de que esta se manifestó en el genocidio impulsado por el odio y llevado a cabo
por el régimen dictatorial.
Pinochet
no actuó solo, hubo jueces y políticos que dejaron hacer e hicieron la vista
gorda para que las Fuerzas Armadas “hicieran su trabajo”, es decir
limpiar al país de “comunistas y violentistas” en otras palabras, eliminar todo
vestigio político y humano de la Unidad popular y la izquierda
chilena. Reconocer los hechos como son, es lo que permite aceptar las
responsabilidades y no solo arrojar la culpa sobre Pinochet, éste llegó al
poder alimentado por una ideología y por partidos políticos que fomentaron el
odio y la perdida de inhibición moral que le acompañaba, todo eso contribuyó en
aquel momento a que Pinochet validara su tiranía.
Pero
la derecha política y la dirigencia DC comprometida con el golpe y luego la
concertación, con la administración del modelo económico dictatorial, han
caminado por el camino contrario a permitir que se sepa toda le verdad y que se
aplique la justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos. Por 26 años
Impusieron una verdad parcial, adornada con la idea timorata de la justicia en
la medida de lo posible, utilizando el derecho para crear normas
discriminatorias, como lo hizo el gobierno de Ricardo Lagos, para mantener,
entre otros, en secreto por 50 años, los testimonios de las víctimas de prisión
política y tortura consignados en el Informe Valech.
Con
este manto legal de impunidad, iniciado durante el gobierno de Aylwin, el
propio Pinochet se fue a la tumba sin ser juzgado y hoy día, asesinos confesos
de crímenes alevosos, gozan de beneficios carcelarios y libertades parciales, a
pesar de que sus crímenes son de lesa humanidad e imprescriptibles.
Compromisos
que se afianzaron en 1996, cuando ese año se juntaron en España, dirigentes
socialistas, con altos oficiales del ejército, y asesores de Pinochet, quien en
esos meses estaba preparando el terreno para asumir como senador vitalicio, los
militares buscaban mantener sus inmunidades y prerrogativas y los socialistas
buscaban el espacio político para afirmar a Lagos como candidato a la
presidencia.
El
encuentro fue camuflado bajo el esquema se un seminario; “Las Fuerzas Armadas y
la transición a la democracia, organizado por el entonces embajador chileno
en España, el socialista Alvaro Briones, y el ex agregado militar a la
embajada de Madrid, el general Juan Emilio Cheyre [2], actualmente procesado en calidad de
encubridor de 15 homicidios en el caso Caravana de la Muerte.
Son
pactos además que hicieron caso omiso del saqueo que la dictadura hizo del
estado, entre 1973 y 1990, cuyo monto según la Comisión Investigadora de la
Cámara de Diputados, (2015) alcanzó a una pérdida de 6.000 millones de dólares.
Hoy la corrupción iniciada en los años de la dictadura cívico militar, se ha
generalizado y se difunde por toda la sociedad, infectando a los partidos
políticos, las empresas, las universidades al Estado y a las Fuerzas
Armadas. Un historiador británico, Lord Acton, resume lo sucedido y el origen de la
corrupción en Chile en una conocida frase, “el poder corrompe y el poder
absoluto corrompe absolutamente” estableciendo una relación abierta u oculta
entre la corrupción, la política y la justicia.
Entonces,
que interés pueden tener estos políticos, empresarios e intelectuales
comprometidos con un sistema corrupto, del cual sacaron y aún sacan provecho,
para recordar lo sucedido en 1973 o, para honrar la gesta heroica de
Allende, quien pago con su vida el compromiso adquirido con su pueblo. Por el
contrario, lo que han hecho es imponer la idea de un suicidio del Presidente,
porque es lo más conveniente, incluso para su familia, porque de esta manera no
están obligados moralmente a honrar el ejemplo de quien fuera su líder
político, ni dar explicaciones del porqué lo dejaron solo el 11 de Septiembre.
Así,
de esta manera, han pretendido ignorar que durante el proceso de ocupación
militar, que se inició en septiembre de 1973, hubo chilenos y chilenas que,
siguiendo el ejemplo de su presidente y el mandato de sus conciencias, se
resistieron, enfrentando en desigualdad de condiciones a la fuerza militar
opresora. Ellos, incluido Allende, son los chilenos y chilenas que hoy no
tienen cabida en la historia oficial, obligándoles a sobrevivir eternamente
como exiliados en su propia patria.
Tal
como lo hizo Allende, quienes se opusieron al golpe de estado, lo hicieron
porque eso fue siempre una opción, como lo fue para todos los militares y
carabineros sumarse al sector militar y social que lo originó y concretó, para
luego convertirse en tiranos de su propio pueblo y en torturadores, fue una
opción, que fue posible de tomar de manera consciente, mucho antes del día once
de septiembre.
En
su ultimo mensaje Allende dijo lo que cumplió con dignidad, “¡Yo no voy a
renunciar. Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, palabras que en esos
momentos difíciles empaparon de mística y honor a muchos, también en las
Fuerzas Armadas, a quienes tomamos la opción de no sumarnos al golpe de Estado.
Dispuestos como lo hicimos, a defender con nuestras vidas al gobierno popular,
manteniéndonos fieles a nuestro juramento y al compromiso que adquirimos con el
pueblo cuando ingresamos a las Fuerzas Armadas.
Pero
hoy, incluso el gobierno de la hija de nuestro general Bachelet, torturado
junto a nosotros en la Academia de Guerra Aérea, elude poner en primer plano
este ejemplo inmenso, castigando con el olvido y la indiferencia a quienes con
valentía enfrentaron a la tiranía. Prefieren en cambio, defender a militares
hipócritas como Cheyre, que ni siquiera es capaz de aceptar su rol consiente,
en los momentos que amparados de poder decidían sobre la vida de personas
indefensas, convencidos de lo que hacían, liderando la llamada “guerra en
contra del comunismo”.
Es
tal el nivel de cobardía, de ceguera política o simplemente de oportunismo de
la dirigencia concertacionista, que a pesar de lo sucedido, intentan a estas
alturas, mantener el discurso de que las Fuerzas Armada Chilenas son
constitucionalistas, apolíticas y no deliberantes. Prefieren negar la verdad
histórica que arremeter de manera firme, para cambiar la base ideológica
golpista, aun existente, que contradice esa aseveración y que facilitó que
estas quebrantaran la democracia en 1973.
Las
Fuerzas Armadas llevan el anticomunismo en su ADN, tal cual lo relata Felipe
Portales (en su libro Historias desconocidas de Chile), tenemos un ejército
ideologizado por el ejército norteamericano, que lo preparó para tomar parte de
la cruzada anticomunista y para frenar cualquier intento de cambio social
revolucionario en el continente en el siglo XX. Pero también, es un ejército
que en el siglo XIX asumió la influencia alemana, prusiana, “que concebía al
mundo amenazado por el socialismo y el anarquismo”, una definición que luego
del triunfo de la revolución bolchevique en 1917, tomo el carácter de
anticomunismo declarado.
De
esta manera el ejército chileno, y hasta el día de hoy, educó y educa a
los oficiales en el desprecio de la política, del menosprecio por el movimiento
obrero, por la organización social progresista, a los que desde siempre calificó
como antipatriotas y de enemigos del ejército y que seguramente lejos de las
ceremonias oficiales, lo continúan haciendo, venerando a la casta pinochetista
enquistada en sus cuarteles: Acaso el bombardeo a la Moneda, con aviones y
armamento de guerra, no demuestra la prepotencia y ese menosprecio por el
pueblo, acicateado por políticos y empresarios, oportunistas, corruptos y
ambiciosos.
Pero,
vivimos momentos en que los oportunistas reciben las medallas de los héroes
olvidados, son tiempos en que los gobiernos etiquetan la memoria histórica,
eludiendo su responsabilidad con la verdad y la justicia. Los gobernantes para
escapar de sus propias conciencias homenajean a grupos dispersos, o
distribuyen condecoraciones y metales, en actos que no recogen la
valentía de quienes generosamente entregaron sus vidas para derrotar a la
tiranía y que murieron soñando en construir un Chile justo y que le de dignidad
a sus habitantes.
Notas:
[1] La
Época del 3 de agosto de 1997, ”No vindicar el pasado” del embajador socialista
en España Álvaro Briones;
[2] Por los socialistas asistieron al seminario el
entonces ministro de Obras Publicas y candidato a la presidencia, Ricardo
Lagos, Camilo Escalona, actual presidente del PS, el senador Jaime
Gazmuri y Enrique Correa, ex ministro del gobierno de Aylwin y
experimentado operativo político socialista. La delegación militar incluyó el
entonces director de la academia de guerra, Coronel Jaime García, el ex
comandante del Regimiento Maipo, Coronel José Manuel Piuzzi, el Coronel
Carlos Molina Jonson y el General Cheyre. También participaron el asesor
político Sergio Rillón y el ex ministro de relaciones exteriores de
la dictadura militar, Hernán Felipe Errázuriz.
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