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jueves, 1 de septiembre de 2016

BRASIL: LA CAIDA DE DILMA Y EL PT, ¿Y QUE HAY DE SUS ACUSADORES?


Los corruptos juzgan la corrupción en Brasil

La caída de Dilma Rousseff: justicia selectiva en Brasil

En Bez –public. 1/9/16

Estos días se publicarán muchos artículos sobre Brasil. En ellos decenas de periodistas nos relatarán el final del 'impeachment' contra la presidenta Dilma Rousseff. El juicio político, quizá la mejor manera de traducir el vocablo anglosajón, por fin ha concluido. 61 de los 81 senadores que forman el total del pleno brasileño, votaron a favor de su salida.

Sin embargo, más allá del resultado, es interesante detenerse en la semántica del proceso. Y es que, la palabra juicio, aporta por si sola pistas fundamentales para entender la situación.

En primer lugar, todo juicio va acompañado de un delito. En este caso se acusa a Dilma Rousseff del maquillaje de las cuentas públicas en los años 2014 y 2015. El gobierno, mediante el retraso de distintos pagos, habría intentado aliviar la situación fiscal. Es cierto que el hecho es reprobable. No obstante, el debate debe centrarse en si esto es o no, un delito, y en este punto las cosas no están claras.

Como en todo proceso hay opiniones radicalmente enfrentadas. Aunque si alejamos el foco de la presidenta es más sencillo llegar a una respuesta. En Brasil las llamadas pedaladas, maquillaje fiscal, son algo bastante habitual. Tanto es así, que estas han sido utilizadas por todos los antecesores de Rousseff. Además, en casi todos los gobiernos locales y estatales se dan procesos similares, siendo tan comunes que muchas veces ni se ocultan. No deja de ser curioso que la primera persona juzgada por estas prácticas sea la mismísima presidenta de la república.

La Cámara de Diputados, salpicada por la corrupción

No obstante, sigamos con nuestro juicio. Al igual que un delito también necesitamos un juez, o en este caso jueces. Según la ley son los senadores brasileños los encargados de determinar si Dilma Rousseff es culpable o inocente. Una fórmula bastante cínica si tenemos en cuenta el estado actual de la política brasileña.

Ya en su día la Comisión Especial de la Cámara de Diputados, encargada de decidir si elevaba el juicio político de la presidenta al Senado, se encontraba gravemente salpicada por la corrupción. Nada menos que 34 de sus 65 miembros estaban siendo investigados por delitos como soborno, lavado de dinero o crimen electoral. Además el presidente de dicha Cámara, Eduardo Cunha, tuvo que reconocer la propiedad de diversas cuentas en Suiza donde supuestamente se encontraban varios millones de dólares sustraídos de Petrobras.

Con estos peculiares jueces el caso pasó al Senado, donde fue recibido por Renan Calheiros, titular de la cámara y también investigado en varias denuncias por corrupción. A la espera de la caída definitiva de Dilma aguardaban Michael Temer, acusado de corrupción por varios dirigentes de Petrobras, y Aécio Neves, senador derrotado por la presidenta en las elecciones de 2014, y cuyo nombre ya ha aparecido varias veces en la operación Lava Jato. ¿Quién no confiaría en personajes tan honorables para la correcta aplicación de la ley?

La lucha de Rousseff

Así el juicio va concluyendo, y todas las miradas caen sobre la acusada. Una mujer que el 1 de enero de 2011 llegó a la presidencia de Brasil, tras años de trabajo en el Gobierno de Lula da Silva. Una mujer que luchó durante años contra la dictadura, y que a pesar de las más terribles torturas nunca delató a un compañero. La presidenta de un gobierno que logró hacer crecer al país a más del 7,5%, pero que no fue capaz de salvar la economía nacional de la crisis. Optando por una política de gasto y déficit. La líder de un partido que consiguió sacar a más de 35 millones de brasileños de la pobreza, pero que cayó en las garras de la corrupción y el clientelismo. En definitiva, una mujer juzgada por sus aciertos y no por sus errores.

Ahora, cuando ha terminado todo el proceso judicial, llega el nuevo presidente. Uno que no fue votado por los brasileños, con un programa que no ganó las pasadas elecciones y apoyado por unos partidos que no lograron derrotar al PT. Sin embargo, es un gobierno con la idea de realizar un giro radical. Brasil dirá adiós al modelo desarrollista de las últimas décadas y se prepara para una salida pro gran capital de la crisis, que presumiblemente, tendrá efectos en todo el continente latinoamericano. Veremos si este es el camino adecuado para la resolución de los problemas nacionales. Por lo pronto tendremos que conformarnos con comprobar si el nuevo ejecutivo sigue dando alas a la lucha contra la corrupción o entierra paulatinamente la operación Lava Jato. Quizá este sea un buen indicador para conocer las intenciones de los nuevos dirigentes.

Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Septiembre 1 de 2016

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