Los corruptos juzgan la corrupción en
Brasil
La caída de Dilma Rousseff:
justicia selectiva en Brasil
Por Adrián Albiac
En Bez
–public. 1/9/16
Estos días se publicarán muchos artículos sobre Brasil. En ellos decenas
de periodistas nos relatarán el final del 'impeachment' contra la presidenta
Dilma Rousseff. El juicio político, quizá la mejor manera de traducir el
vocablo anglosajón, por fin ha concluido. 61 de los 81 senadores que forman el
total del pleno brasileño, votaron a favor de su salida.
Sin embargo, más allá del resultado, es interesante detenerse en la
semántica del proceso. Y es que, la palabra juicio, aporta por si sola pistas
fundamentales para entender la situación.
En primer lugar, todo juicio va acompañado de un delito. En este caso se acusa a Dilma Rousseff del maquillaje de las cuentas
públicas en los años 2014 y 2015. El gobierno, mediante el retraso de distintos
pagos, habría intentado aliviar la situación fiscal. Es cierto que el hecho es
reprobable. No obstante, el debate debe centrarse en si esto es o no, un
delito, y en este punto las cosas no están claras.
Como en todo proceso hay opiniones radicalmente enfrentadas. Aunque si
alejamos el foco de la presidenta es más sencillo llegar a una respuesta. En
Brasil las llamadas pedaladas, maquillaje fiscal, son algo bastante
habitual. Tanto es así, que estas han sido utilizadas por todos los antecesores
de Rousseff. Además, en casi todos los gobiernos locales y estatales se dan
procesos similares, siendo tan comunes que muchas veces ni se ocultan. No deja
de ser curioso que la primera persona juzgada por estas prácticas sea la
mismísima presidenta de la república.
La Cámara de Diputados, salpicada por la
corrupción
No obstante, sigamos con nuestro juicio. Al igual que un delito también
necesitamos un juez, o en este caso jueces. Según la ley son los senadores
brasileños los encargados de determinar si Dilma Rousseff es culpable o
inocente. Una fórmula bastante cínica si tenemos en cuenta el estado actual de
la política brasileña.
Ya en su día la Comisión Especial de la Cámara de Diputados, encargada de
decidir si elevaba el juicio político de la presidenta al Senado, se encontraba
gravemente salpicada por la corrupción. Nada menos que 34 de sus 65 miembros
estaban siendo investigados por delitos como soborno, lavado de dinero o crimen
electoral. Además el presidente de dicha Cámara, Eduardo Cunha, tuvo que
reconocer la propiedad de diversas cuentas en Suiza donde supuestamente se
encontraban varios millones de dólares sustraídos de Petrobras.
Con estos peculiares jueces el caso pasó al Senado, donde fue recibido
por Renan Calheiros, titular de la cámara y también investigado en varias
denuncias por corrupción. A la espera de la caída definitiva de Dilma
aguardaban Michael Temer, acusado de corrupción por varios dirigentes de
Petrobras, y Aécio Neves, senador derrotado por la presidenta en las elecciones
de 2014, y cuyo nombre ya ha aparecido varias veces en la operación Lava Jato. ¿Quién no confiaría en personajes tan honorables
para la correcta aplicación de la ley?
La lucha de Rousseff
Así el juicio va concluyendo, y todas las miradas caen sobre la acusada.
Una mujer que el 1 de enero de 2011 llegó a la presidencia de Brasil, tras años
de trabajo en el Gobierno de Lula da Silva. Una mujer que luchó durante años
contra la dictadura, y que a pesar de las más terribles torturas nunca delató a
un compañero. La presidenta de un gobierno que logró hacer crecer al país a más
del 7,5%, pero que no fue capaz de salvar la economía nacional de la crisis.
Optando por una política de gasto y déficit. La líder de un partido que
consiguió sacar a más de 35 millones de brasileños de la pobreza, pero
que cayó en las garras de la corrupción y el clientelismo. En definitiva, una
mujer juzgada por sus aciertos y no por sus errores.
Ahora, cuando ha terminado todo el proceso judicial, llega el nuevo
presidente. Uno que no fue votado por los brasileños, con un programa que no
ganó las pasadas elecciones y apoyado por unos partidos que no lograron
derrotar al PT. Sin embargo, es un gobierno con la idea de realizar un giro
radical. Brasil dirá adiós al modelo desarrollista de las últimas décadas y
se prepara para una salida pro gran capital de la crisis, que presumiblemente,
tendrá efectos en todo el continente latinoamericano. Veremos si este es el camino
adecuado para la resolución de los problemas nacionales. Por lo pronto
tendremos que conformarnos con comprobar si el nuevo ejecutivo sigue dando alas
a la lucha contra la corrupción o entierra paulatinamente la operación Lava Jato. Quizá este sea un buen indicador para conocer
las intenciones de los nuevos dirigentes.
Colectivo Acción Directa Chile
-Equipo Internacional
Septiembre 1 de 2016
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