“Ofrecer a los alumnos pobres una educación que sea
sólo salida laboral, renunciar a la formación de personas, de ciudadanos, para
fabricar ‘mano de obra según la demanda del mercado’ es una lógica inaceptable”
Por David Rabinovich
En La
Diaria –public. 21/9/16
A fines del año pasado, Leonardo Haberkorn hizo pública su
renuncia a la docencia en una muy difundida carta:
“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la
universidad por última vez. No dictaré clases allí el semestre que viene y no
sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación. Me
cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron.
Me rindo. Tiro la toalla.
[...] Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado
en el combate. O que esté haciendo algo mal. [...]
Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es
complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no
existen los vegetales. En un ejercicio en el que debían salir a buscar una
noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: todavía existen
kioscos que venden diarios y revistas”.
Haberkorn cree que “[a] estos muchachos -que siguen
teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron,
que la culpa no es sólo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad
no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada
maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que
todo da más o menos lo mismo”.
La culpa, ¿es de la
maestra?
La carta y la posterior polémica que suscitó son parte de
un debate clave en nuestra época. Un debate que trasciende claramente las
fronteras.
También di clases, aunque de Matemática, e hice algo de
periodismo. Creo que la educación es el resultado de un complejo sistema de
interacciones sociales en el que importan la familia, el barrio, los medios de
comunicación… Todo importa, no sólo la relación del docente con sus alumnos.
Los resultados educativos están indisolublemente atados a
la evolución de la sociedad. Claro que la realidad social es producto de la
educación que tengamos. En particular, me preocupa la falta de sentido crítico
respecto del papel que ha jugado, por ejemplo, la televisión en el
embrutecimiento de la sociedad. Aunque la televisión tiene el potencial de
jugar un rol positivo como servicio, como espacio y bien público. Pero las
comunicaciones son negocios y siguen la lógica del mercado. Como negocio, su
lógica es maximizar la ganancia y no la producción de ciudadanos lúcidos; todo
lo contrario.
Lo menciono como ejemplo; las aulas no son el único
ámbito donde nos educamos. Maestros y profesores no son todos malos ni todos
buenos, hay de todo. Pero olvidarnos de que durante diez años la dictadura hizo
un destrozo formidable y quebró la continuidad del proceso educativo es mala
base para intentar mejorarlo.
Además, durante bastante más de ese lapso se promovió una
suerte de “darwinismo al revés”. No había incentivos para que los mejores dedicaran
sus esfuerzos a la docencia; a eso se dedicaron algunos vocacionales y muchos
que no podían hacer algo mejor por lo que ganaran más. Son los que trabajan
obligados, los que faltan siempre que pueden, los que dan clases por sobre sus
capacidades físicas e intelectuales. Sin tener conciencia de ello, generan una
“competencia insana” con sus alumnos. En la relación alumno-docente sólo pueden
ganar los dos… o perder los dos. Me resulta inconcebible pensar que hay alguna
lógica en la que pueda ganarle uno al otro.
Una réplica a la carta
Casi un año después, la discusión sigue. Juan Ramiro
Fernández, docente de periodismo en Argentina, comenta la carta:
“El problema es que en su despedida, no sólo se las
agarra con los celulares, con Facebook y con Whatsapp (supongo que tuvimos
suerte de que no cayeran en la volteada la luz eléctrica, la birome y la
imprenta), sino que se las agarra con los alumnos.
En resumen: los chicos se distraen, los chicos se
aburren, los chicos usan el celular en clase, los chicos no están informados,
los chicos tienen faltas de ortografía y no tienen curiosidad.
Qué malos son los chicos. Un poquito más y son Darth
Vader. Si tan sólo hubiera algo que les hiciera levantar la vista del celular
en clase. No sé, algo [que]... se llamaba docente.
Lo que Haberkorn olvida es que es nuestra responsabilidad
[...] mantener la clase con un nivel de interés mínimo. Si los alumnos se
duermen, no es culpa de que tengan sueño, sino de que la clase que uno está
dando es soporífera; si los alumnos no participan, no es que sientan ‘ajenidad’
(palabra fea pero correcta) sino que, por alguna razón, el tema que se está
dando no resuena. Haberkorn: no te enojes, pero la culpa era toda tuya. [...]
temo que el profesor [...] Leonardo Haberkorn es parte del grupo de gente que
se resiste a estos cambios.”
El concepto de periodismo ciudadano, que los chicos
tengan en sus bolsillos herramientas periodísticas más potentes que un estudio
de televisión de hace 20 años, hace que dar clase hoy sea una de las oportunidades
más maravillosas de la vida de un periodista y docente.
Mis alumnos no se duermen. Hace poco, uno de ellos me
dijo algo que me dejó con una sonrisa dibujada por una semana: ‘Tu clase es una
de las pocas clases que espero con ansias en toda mi carrera’.
En ese lejano pasado en el que yo daba clases había
discusiones; las hubo antes de la dictadura y continuaron, quizá en otros
términos, cuando “recuperamos la democracia”.
Durante la dictadura (los de izquierda estábamos casi
todos destituidos) no había discusión alguna. La educación funcionaba con el
“ordeno y mando”; ustedes obedezcan. Mala receta.
Hace mucho que tengo la convicción de que “enseñar es
imposible”: los docentes apenas pueden ayudar a aprender. En el mejor de los
casos, lograr que las nuevas generaciones aprendan a aprender. Pero si la
sociedad promueve a Marcelo Tinelli como ejemplo, bailaremos por un sueño, nos
jugaremos a ser Diego Forlán o algún otro de esos destinos reservados a muy
pocos. La mayoría va camino al fracaso. No está motivado por aprender y tendrá
docentes que eligieron la carrera por descarte. No tienen alicientes adecuados
para tratar de ayudarlos.
Cuando daba clases una colega me increpó en duros
términos y peor tono: “Vos defendés a los alumnos... no creés que tienen malicia”.
“¡Sí, claro, por supuesto!”, contesté desconcertado.
La lección del
profesor
Otro argentino, Alfredo Serra, defiende la visión del
uruguayo:
“Lo que acabo de leer es trágico. Y no uso la palabra
‘tragedia’ en vano: así llama a la degradación educativa el eximio médico y
profesor Guillermo Jaim Etcheverry, aterrado ante una estadística: más de la
mitad de los alumnos de escuelas secundarias y universidades… ‘no comprenden lo
que leen’. [...]
Mucho comprendo a Haberkorn. Durante más de 20 años (1985
a 2006) dicté materias de la carrera de Periodismo y Comunicación Social. [...]
era alarmante el desinterés por el pasado.
Tratar de que cumplieran un plan de lectura de grandes
textos fue para mí una batalla tan dura como la que acabó derrotando al valioso
profesor uruguayo. [...]
Muchos alumnos manifiestan desdén por el saber y
desinterés por el pasado... Los rodea una negra nube de indiferencia. Es la
vida reducida a una pantalla de celular.
No me rendí. Me retiraron al cumplir 65 años: disparate
nacional que aleja a los profesores cuando más útiles pueden ser. Por
sabiduría, vocación y pasión. Pero confieso que la indiferencia de los alumnos,
como una niebla enfermiza de mediocridad, había empezado a desencantarme.
[...] la vida reducida a una pantalla de celular (útil,
esencial a veces, pero no mañana, tarde, noche y trasnoche) cuyos dueños son
incapaces de discernir ni de jerarquizar qué es importante y qué no lo es.
[...] La cuestión profunda es cómo salir de ese pantano,
de esa fábrica de ignorantes y mediocres.
No hay otra salida que un firme pacto padres-maestros y
profesores-alumnos. Si esa semilla no se recupera y no germina, habrá muchas
más banderas blancas. Y no sólo en América Latina, donde el fenómeno se repite.
También en gran parte del mundo”.
Intentaré adelantar algunas ideas que me parecen básicas.
La educación debe ser pública, gratuita y obligatoria en
las primeras etapas de la vida. Ese es el ADN (si es que se puede trasladar el
concepto biológico al área de la educación).
Los niveles más avanzados deben ser accesibles de forma
universal; incluso, la educación permanente a lo largo de la vida es un derecho
que debe asegurarse para todos.
La educación privada puede ser libre, pero sin subsidios
estatales de tipo alguno.
La carrera docente debe estimularse, en primer lugar,
ofreciendo salarios atractivos y condiciones de trabajo adecuadas.
La carrera docente debe ser por méritos y concursos, no
por el mero transcurso del tiempo.
Ofrecer a los alumnos pobres una educación que sea sólo
salida laboral, renunciar a la formación de personas, de ciudadanos, para
fabricar “mano de obra según la demanda del mercado” es una lógica inaceptable.
La filosofía, la historia, la música, la literatura… no
son disciplinas ajenas a la mecánica, la construcción o la carpintería.
Un último apunte: la educación es un tema de debate
ciudadano al que nadie debería renunciar.
¡Tod@s Por Una Educación Pública,
Gratuita, de Calidad y al Servicio del Pueblo!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán
Libres!
Colectivo Acción Directa CAD –Equipo
Estudiantil
Septiembre 22 de 2016
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