Andrés
Figueroa Cornejo
Con la participación
diversas organizaciones políticas y sociales y más de 200 personas, se realizó
el 11 de septiembre de 2016 la marcha ‘De la Memoria a la Victoria’ o ‘De la
Memoria al Poder’, que se inició a las 11.00 en el Cementerio General y terminó
en la Plaza de Armas de Santiago.
A
diferencia de la caminata tradicional convocada por la Agrupación de Familiares
de Detenidos Desaparecidos que partió del centro de Santiago hasta el
Cementerio General, la marcha de la ‘De la Memoria al Poder’ persigue no sólo
exigir el fin de la impunidad, de los ‘pactos de silencio’ y de la política
gubernamental de dejar en libertad a los contados funcionarios y militares
presos por crímenes de lesa humanidad.
Frente al crimen y la tortura sin nombre, la ‘Marcha de la Memoria al
Poder’ también exige justicia ante las violaciones de los derechos humanos y
sociales cometidos desde el golpe de Estado de 1973 y que continúan hasta
ahora, luego de 26 años de gobierno civiles.
Pero
eso no es todo. La marcha De la Memoria al Poder, lejos de caprichos o
competencias enfermizas respecto de la caminata tradicional, invierte su
sentido porque, muy distante de cierta cultura martiriológica y victimista,
reivindica la actualidad de la causa emancipadora de quienes cayeron antes y de
quienes resisten ahora. ¿Y qué resisten? Resisten al capitalismo, al
imperialismo, al patriarcado. Son militantes del ambientalismo consecuente, son
mapuche y solidarios con la liberación y autodeterminación de los pueblos
indígenas. Son migrantes empobrecidos. Luchan por las transformaciones estructurales
en materias de súper-explotación del trabajo asalariado, contra el imperio de
la deuda y la especulación financiera y comercial, contra el saqueo
extractivista y la destrucción de la biodiversidad. Batallan por una educación
gratuita, universal, de excelencia, y con un currículo al servicio de los
intereses de las y los oprimidos y ya no de la reproducción del capital y la
ganancia privada. Luchan por una salud pública con presupuestos adecuados y por
un sistema de seguridad social basado en la solidaridad. Luchan contra el
centralismo metropolitano y por la creación de poder popular como un punto de
llegada complejo y sometido a la realidad de la situación genuina de la lucha
de clases. Luchan por el derecho a la vivienda digna y contra la criminalización
y represión del Estado capitalista y policial chileno. Combaten la alienación
social promovida por los pocos opresores mediante la rica producción cultural
de las y los oprimidos.
La
marcha De la Memoria al Poder define su proyecto de sociedad tras las lecciones
de lo mejor del socialismo revolucionario de Chile, el Continente y el mundo, y
apurando aquello que todavía es preciso imaginar colectiva e individualmente.
Sabe que nada está terminado y que la voluntad humana amalgamada y en acción es
la variable determinante para cambiar la historia y descompensar las relaciones
de fuerza que aún sostienen un régimen político agotado y un Estado
antipopular. No se fía de manuales, de remedos, de caudillismos de ocasión.
Confía y se resuelve en los modos y fuerzas concretas de la paulatina
recomposición del movimiento social y popular a escala territorial y sectorial.
No se autoproclama vanguardia ni pretende sustituir las distintas formas en las
que se expresan las resistencias populares. Sabe que aún son pocas y pocos,
pero también sabe que el futuro se desenvuelve de lo simple a lo complejo, de
menos a más. Pero no por ello escasea la convicción de poder. Sólo que con los
pueblos, todo, y sin ellos, nada. Esa marcha es pueblo.
La
segunda marcha De la Memoria al Poder efectuada este año fue superior que la
del año anterior. La Plaza de la Constitución donde se encuentra el monumento
al ex Presidente Salvador Allende estaba blindada hasta los huesos
policialmente, debido a lo cual la marcha alcanzó a llegar a la Plaza de Armas,
a pocas cuadras de La Moneda. Ardiente paciencia, le llaman. Que las fuerzas
sociales y políticas de las y los oprimidos no se reconstruyen de un día para
otro y que ‘no hay revoluciones tempranas: crecen desde el pie’.
Para
atesorar: la disciplina y sentido de cuerpo de la marcha. No fue un mosaico
desarticulado de grupos mirándose hacia adentro. Fue un mismo proceso. Diverso
y compacto a la vez. Igual horizonte de sentido y distintos modos de
manifestarse. Finalizó con la entonación conjunta de La Internacional. No por
nostalgia. Por lo perentorio de su emergencia.
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