Franco almorzando con el general Dávila en medio de su ofensiva |
“Objetivo: acabar con la
anti-España”
El
historiador Paul Preston cree que la “cifra más fidedigna” de muertes a manos
de militares rebeldes y sus partidarios lejos del campo de batalla asciende a
130.199 aunque afirma que lo más probable es que la cifra real superara los
150.000 muertos
En Público
–public. 18/7/16
El golpe de Estado militar
del 18 de julio de 1936 fue una operación minuciosamente planificada. No fue
una respuesta al asesinato del diputado monárquico Calvo Sotelo ni nace como
contestación a una presunta, e inexistente, revolución comunista. En palabras
del director del golpe, el general Emilio Mola, una vez declarada la
sublevación militar había que “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos
los que no piensen como nosotros”. Y si alguien dudaba de si unirse al
golpe o no, la instrucción del golpista Mola también era contundente: “Aquel
que no está con nosotros está contra nosotros y como enemigo será tratado”.
La fosa común del cementerio de Puerto Real |
Conocer
con exactitud el número de asesinados en nombre del Movimiento Nacional
y de la España Eterna, lejos de la primera línea de batalla, resulta
imposible a pesar de haber transcurrido 80 años. Durante la dictadura y los
primeros años de una democracia poco interesada en su pasado se
destruyeron documentos de enorme valor como los registros ‘judiciales’ de la
represión, los archivos de Falange, cuarteles de policía provinciales, etc.
Aun
así, el historiador Paul Preston asegura en El Holocausto español que
la “cifra más fidedigna” de muertes a manos de militares rebeldes y sus
partidarios lejos del campo de batalla asciende a 130.199 aunque afirma
que lo más probable es que la cifra real superara los 150.000 muertos. En
este sentido, cabe recordar que según el auto del juez Garzón hay más de 114.000 desaparecidos republicanos en las cunetas de todo el Estado. En
el otro lado, la represión en el territorio republicano asciende a 49.272
víctimas, según el estudio aportado por el historiador José Luis Ledesma.
La
diferencia entre ambos contendientes es notable, aunque, la mayor diferencia va
en el origen de la represión. Mientras que en territorio republicano las
víctimas vienen provocados por el desorden y las actuaciones al margen del
Gobierno de la II República, en el territorio franquista había una orden
expresa de “sembrar el terror”, “de dar la sensación de dominio eliminando sin
escrúpulos ni vacilación” a los enemigos.
La
historiografía ha demostrado que el programa de terror y aniquilamiento
constituía el eje central del plan de los militares rebeldes para ejecutar el
golpe de Estado. El enemigo de los militares y golpistas, por tanto, no
era solamente derrotar a los militares leales al Gobierno legítimo de la
República tras la proclamación del golpe de Estado. Se convirtió en enemigo
a todo aquel, que como señaló Mola, “no pensara” como ellos. El enemigo era
todo lo que fuera de signo contrario o reticente a la España imperial,
católica, apostólica, jerárquica y tradicional o, resumido de otro modo, a
los principios recogidos en el lema de la CEDA: “Patria, orden, religión,
familia, propiedad, jerarquía”.
Preston
asegura que la “cifra más fidedigna” de muertes a manos de militares rebeldes y
sus partidarios asciende a 130.199 aunque afirma que lo más probable es que la
cifra real superare los 150.000 muertos. Escribe
Paul Preston que, de esta manera, los enemigos de los golpistas y, sus primeras
víctimas, fueron los maestros de escuela, los masones, los médicos, los
abogados liberales, los intelectuales, los líderes de los sindicatos, es
decir, los posibles diseminadores de las ideas. “La matanza se extendió también
a quienes habrían podido recibir la influencia de sus ideas: los miembros de un
sindicato, los que no iban a misa, los sospechosos de votar al Frente
Popular, las mujeres que habían obtenido el sufragio y el derecho al
divorcio…”, escribe el historiador. Si los golpistas encarnaban los
valores y principios de la España eterna, los defensores de la República se
convirtieron en la Antiespaña.
Los
golpistas sabían que el golpe no gozaba de un amplio apoyo en todo el Estado
y Mola es contundente en sus instrucciones. Había que ser cuanto más
sanguinario y rápido mejor para dar ejemplo. En una reunión con los
alcaldes de Navarra que secundaban la sublevación militar advirtió: “Hay que
sembrar el terror… hay que dar la sensación de dominio eliminando sin
escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de
cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no
ganamos la partida”.
Cabe
recordar las declaraciones que el General Francisco Franco realizó el 27
de Julio de 1936 al periodista Jay Allen, del Chicago Daily Tribune:
“Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a
seguir adelante a cualquier precio”. Tras estas palabras, Allen agregó: “Tendrá
que matar a media España”. Entonces, según narra Allen y según viene
recogido en el auto del juez Baltasar Garzón, Franco giró la cabeza, sonrió y
mirando al periodista firmemente dijo: “He dicho que al precio que
sea”.
El
24 de junio, Mola envió instrucciones precisas a Yagüe, el responsable de la matanza de Badajoz, entre otras. Destacaba tres factores decisivos: violencia
extrema, tempo y alta movilidad: “El movimiento ha de ser simultáneo en
todas las guarniciones comprometidas y, desde luego, de una gran violencia”.
Apenas seis días después, Yagüe recibía de Mola una serie de 25 instrucciones
más detalladas y no se puede decir que Yagüe no las ejecutara con
ejemplaridad. Días después, el 31 de julio, la prensa francesa publicó que
Prieto había sido elegido por el Gobierno de la República para negociar con los
rebeldes, Mola exclamó: “¿Parlamentar? ¡Jamás! Esta Guerra tiene que
terminar con el exterminio de los enemigos de España”.
Mola:
““Una guerra de esta naturaleza ha de acabar por el dominio de uno de los dos
bandos y por el exterminio absoluto y total del vencido”
Preston
también recoge las declaraciones de Mola a su secretario, José María Iribarren:
“Una guerra de esta naturaleza ha de acabar por el dominio de uno de los dos
bandos y por el exterminio absoluto y total del vencido”. Ejercer el
terror, por tanto, cumplía el objetivo a corto plazo de atajar la resistencia y
garantizar que el territorio fuera de los rebeldes.
Por
esta razón -dice Preston- se llevaron a cabo en los tres meses siguientes a la
toma del poder la mitad de las ejecuciones. A la larga, en cambio, este
método de sembrar el terror, era necesario para la aniquilación de todo lo
que significaba la II República, como era el desafío específico a los
privilegios de los terratenientes, los industriales, la iglesia católica y el
Ejército.
La limpieza donde no hubo guerra
La
naturaleza del golpe de Estado de los militares y su plan de implantación
sistemática del terror se aprecia a la perfección en las zonas de España donde
el golpe de Estado triunfó y no hubo Guerra Civil. En estas zonas las
nuevas autoridades procedieron a la ejecución de sindicalistas, miembros de
partidos de izquierdas, oficiales municipales electos, funcionarios
republicanos, maestros de escuela y masones, gente, en definitiva, que no
había cometido crimen alguno.
El
comandante de la Guardia Civil de Cáceres, uno de los primeros en adherirse al
golpe, calificó la matanza de una “amplia limpieza de indeseables”. En Navarra
murieron asesinados 2.822 hombres y 35 mujeres, según los datos de Preston.
Otras 305 víctimas murieron por malos tratos o desnutrición en la cárcel. Uno
de cada diez votantes del Frente Popular en Navarra falleció en las purgas.
Tampoco otras regiones del norte se libraron de la matanza.
En
Logroño, donde tampoco hubo guerra, a finales de diciembre de 1937 se
habían producido cerca de 2.000 ejecuciones en la provincia, incluidas
más de 40 mujeres. En el curso de la Guerra, el 1% de la población total fue
ejecutada. En Valladolid, por poner otro ejemplo, hubo 2.000
asesinados en la provincia, según la asociación Todos los nombres, y
cerca de 3.000 encarcelados durante la Guerra Civil y los primeros años de
dictadura.
A
la par que los rebeldes ejercían esta oleada represora en el noroeste de
España, horrores similares acontecían al sur y al este de la península
Ibérica. En las Islas Canarias, donde la sublevación había triunfado de inmediato, no hubo muertes a manos de los republicanos y, sinembargo, se ha calculado que los insurgentes mataron a más de 2.500 personas enel curso de la guerra. En Baleares, se estiman que los
fusilados por parte del ejército franquista ascienden a otras 2.000
ejecuciones. Sólo en Mallorca están documentadas 1.200 ejecuciones.
En
Andalucía, la conquista comenzó por Cádiz donde fusilaron sin piedad en los
primeros días al gobernador civil, al presidente de la Diputación,
al abogado del ayuntamiento, a un diputado socialista y a
numerosos militares por negarse a apoyar el golpe. Al alcalde lo
fusilarían un mes después. Estaba de vacaciones en Córdoba, donde lo
detuvieron. Paul Preston cuenta con detalle cómo fue la represión en la
capital gaditana:
“A
algunos los fusilaron directamente en la calle; a otros se los llevaron a la
sede de Falange, en el casino, para someterlos a sádicas torturas”
“En
primer lugar, los rebeldes sellaron las Puertas de Tierra que cerraban el
tómbolo que unía Cádiz con el resto de España. Grupos de falangistas, guardias
civiles y regulares procedieron a continuación al registro y saqueo de
viviendas. Se produjeron detenciones en masa de liberales e izquierdistas,
masones y sindicalistas. A algunos los fusilaron directamente en la calle; a
otros se los llevaron a la sede de Falange, en el casino, para someterlos a
sádicas torturas. Los obligaron a beber aceite de ricino y alcohol
industrial mezclado con serrín y miga de pan, y, si por el dolor abdominal
no fuera suficiente, les propinaron brutales palizas. Se estableció el llamado
Tribunal de Sangre, que cada día seleccionaba a 25 detenidos para su
ejecución. En los cinco primeros meses posteriores al golpe militar se
fusiló a unos 600 detenidos, y a más de 1.000 durante la Guerra Civil. Otros
300 fueron ejecutados entre el final de la guerra y 1945. Estas cifras no
incluyen a los que murieron en las cárceles a consecuencia de las torturas”.
De
Cádiz, las tropas rebeldes fueron conquistando Andalucía Occidental al amparo
de la proclamación del bando de guerra difundido por Queipo de Llano el 18
de julio, que decretaba con contundencia el fusilamiento de todo el
que se opusiera a la sublevación. El ambiente que se vivió aquellos días en la
provincia puede recrearse a través de las palabras del monárquico José María Pemán, que fueron retransmitidas por Radio Jerez el 24 de julio.
“La
Guerra con su luz de fusilería nos ha abierto los ojos a todos. La idea de
turno político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio y de
expulsión, única válida frente a un enemigo que está haciendo un destrozo
como jamás en la Historia nos lo causó ninguna nación invasora”.
Un
día antes, la radio emitía otro discurso de Queipo de Llano que decía así:
“¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo
os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer
coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda
responsabilidad”.
Queipo
de Llano: “Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a
ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de
toda responsabilidad”.
Ese
mismo día, el 23 de julio, el general volvió a emitir un bando en el que
anunciaba abiertamente que cualquier líder huelguista detenido sería
fusilado, junto con un número igual de trabajadores en huelga que serían
elegidos a discreción de las autoridades militares y, a continuación, que quien
desobedeciera los bandos sería fusilado sin juicio.
Hacia
Extremadura avanzaron las tropas del general Yagüe, donde fueron asesinadas 3.800 personas durante la Guerra y los primeros años de dictadura, según datos del historiador Francisco
Espinosa, autor de la obra La columna de la muerte. Si
recurrimos a Paul Preston, que toma en consideración toda la provincia de
Badajoz, la cifra aumenta a 8.914 asesinados por parte del ejército
rebelde.
El
primero en llegar a la zona, por cercanía, fue el periodista portugués Mario
Neves, quien trabajaba para el medio luso Diario de Lisboa. Tras
cinco días de conflicto, el periodista abandonó Extremadura espantado por la
barbarie y juró no volver jamás. El historiador Justo Villa conoció a
Neves muchos años después: “Me contaba que lo que más le espanto fue que una
tarde que estaba a varios kilómetros de la ciudad vio un densa columna de humo.
Se acercó y cuando llegó se encontró con 300 o 400 cadáveres ardiendo.
Ese día salió ‘pitando’ de este país”, recuerda Justo.
La carretera de Málaga
Las
últimas provincias andaluzas en caer en manos del ejército franquista fueron
Málaga y Almería, por este orden. Málaga fue ocupada el 8 de febrero de 1937 por columnas rebeldes y tropas italianas,
tras continuos bombardeos de la aviación, también italiana, y los buques de
guerra franquistas. Durante las siguientes siete semanas fueron juzgadas3.041
personas y 1.574 fueron ejecutadas. El último presidente del Gobierno de Franco,
Carlos Arias Navarro, estuvo entre los jueces militares responsables de
la matanza.
Durante
los últimos días de la guerra, con toda la Península ya conquistada por el
ejército franquista, decenas de miles de personas huían despavoridas de sus
poblaciones de origen en dirección a la costa. Querían huir, fuera como fuera.
El general Casado y su séquito, última autoridad republicana tras su golpe de
Estado en el Madrid republicano de marzo de 1939, abandonaban España el 30 de
marzo escoltados por el propio ejército franquista y la marina británica a
través del puerto de Gandía.
No
sucedió igual con la multitud agolpada en el puerto de Alicante. El 28 de marzo
de 1939, zarpó el último barco con exiliados republicanos. Fue el Stanbrook.
Cerca de 14.000 continuarían en el puerto esperando otro barco que jamás llegó. Franco lo impidió. Franco los quería a todos. Objetivo:aniquilar la antiespaña.
La multirrepresión
“La
limpieza y el exterminio en España fue esto: la exclusión, no sólo física, sino
de todo orden, de la mitad de la población, por sus ideas políticas y definición
social”, señala Gómez.
No
obstante, el franquismo y sus crímenes no se reducen al asesinato de unas
decenas de miles de ciudadanos. Se trata de una represión ejercida en distintos
ámbitos que el historiador Francisco Moreno Gómez ha calificado como
“multirrepresión”. Esta idea viene a insistir en que el franquismo no
trató sólo de destruir físicamente a la anti-España, sino sobre todo se trató
de la persecución de la mitad de un país después.
“La
multirrepresión comprende la eliminación de los derechos generales, las
posibilidades de supervivencia, el derecho a la alimentación, el derecho al
trabajo, la libertad, echarlos a las cárceles, privarlos de la patria y
echarlos al exilio, eliminar los derechos de los padres sobre los hijos, cercar
por todas partes a los vencidos y matarles la esperanza. La limpieza y el
exterminio en España fue esto: la exclusión, no sólo física, sino de todo
orden, de la mitad de la población, por sus ideas políticas y definición
social”, señala Gómez.
Porque
Franco no sólo eliminó familias enteras y dejó viudas y huérfanos. También los
dejó sin dinero, sin derechos, sin presente, ni futuro.
Tras
la derrota republicana, quedaron anulados nada menos que 13.251 millones de
pesetas del dinero republicano, más otros 10.356 millones en depósitos
bancarios. En total, todo el dinero de la República quedó anulado: alrededor de
23.607 millones de pesetas. Fue un golpe de efecto total contra los
vencidos: los dejó sin un duro, con una mano detrás y otra delante.
La
pobreza represiva empezó con la usurpación total de bienes (expolio
directo, expedientes de incautación de bienes y ley de responsabilidades
políticas), a lo que siguió la exclusión laboral absoluta (excluyendo a
los vencidos del trabajo público, oposiciones y cualquier tipo de concesiones,
todo lo cual quedó como botín de guerra para los vencedores), a lo que hay que
sumar finalmente el uso de las listas negras, por las que se negaba el
trabajo jornalero local a los que no se hubieran humillado lo suficiente, bajo
las exigencias del nacionalcatolicismo.
El
hambre en las calles y en las cárceles se convirtió además en una práctica que
Franco lanzó contra los vencidos. El año 1941 fue el año de mayor exterminio
por hambre, tanto en los campos nazis como en las prisiones de Franco. El caso
judío y el caso español coincidieron en 1941. Objetivo: acabar con la
anti-España.
Colectivo Acción Directa Chile –Equipo
Internacional
Julio 18 de 2016
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