Al centro, el general Prats; a su derecha, el chacal Pinochet |
UNA EVOCACIÓN
HISTÓRICA A 43 AÑOS DE LA OPERACIÓN GOLPISTA DE LA OFICIALIDAD DEL EJÉRCITO,
‘PATRIA Y LIBERTAD’ Y LA EMBAJADA YANQUI
Ese día era viernes, el viernes 29 de junio
de 1973. Chile vivía momentos álgidos, de franco y enconado enfrentamiento
entre un extendido movimiento popular y revolucionario y las fuerzas que
apoyaban a la burguesía. Tras la derrota del componente legalista de su
estrategia subversiva en contra de Allende y la Unidad Popular, al no lograr la
mayoría necesaria en las urnas en las últimas elecciones parlamentarias, de marzo de ese año, la derecha, la burguesía, los intereses imperialistas en el país y la
CIA habían optado por profundizar el componente militar para el derrocamiento
del gobierno popular: el golpe de Estado estaba a la orden del día entre los infames
conjurados.
En
la madrugada de aquel día, el teniente coronel Roberto Souper Onfray, a cargo
del regimiento blindado Nº2 de Santiago, dirige un intento de alzamiento militar,
el que pasaría a denominarse "tanquetazo" debido al uso de los tanques
estacionados en dicho cuartel. Estos rodearon el palacio de La Moneda, a la par
que se desplegaban tropas golpistas por todo el perímetro.
El
Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats, a riesgo de su propia vida, dirigió personalmente la
respuesta armada a la intentona golpista, obteniendo en pocas horas el retiro
de los tanques y la detención del líder golpista, mientras que sus cómplices civiles
del grupo derechista Patria y Libertad terminaron asilándose en la embajada de
Ecuador. La sublevación fracasó, en lo inmediato, por la decidida acción del líder
del ejército y porque tampoco se plegó el Regimiento de Infantería N° 1 Buin,
ubicado en el norte de la capital, al contrario de lo que estaba previsto por
los autores intelectuales y militares del levantamiento.
Prats
fue informado de la tentativa en los momentos en que se dirigía en automóvil a
su oficina y en el camino decidió recurrir a las tropas del Comando de
Institutos Militares, con sede en la Escuela Militar, que estaban a cargo del
general Guillermo Pickering, de su plena confianza, con quien trazó el plan
militar para contener a los facciosos.
El Comando tenía bajos sus órdenes a las
tropas de las escuelas militares de oficiales y suboficiales. Luego de hablar
con Pickering, Prats se dirigió al regimiento Tacna, donde arengó a las tropas
y logró conducirlas al centro. De mala gana, lo secundó hasta los alrededores
de La Moneda el comandante de ésta unidad, el entonces coronel Julio Canessa Roberts, figura estelar del golpe del 11 de septiembre.
Prats
redujo personalmente a un tanque frente a La Moneda, haciendo valer su
autoridad, con gran valor y sólo armado con su pistola reglamentaria.
Curiosamente, la única acción bélica del Tacna desde la esquina de
Alameda/Teatinos, fueron disparos de grueso calibre contra un camión pequeño en
que huían algunos alzados, que dieron muerte a un miembro de la patrulla del
cabo Héctor Bustamante (del que nos referiremos más abajo), a la vez conductor
de la camioneta, quien resultó herido en una pierna y fue internado en el
hospital militar bajo arresto.
En
primera instancia, al regimiento Buin se le ordenó que no concurriera al centro
de la ciudad y una vez que se procedió a indicarle su salida, se dispuso que no
atravesara el río Mapocho, cuestión que los jefes de la tropa no obedecieron,
aunque no llegaron a actuar en apoyo del Blindado N° 2, que requería de sus
tropas para tomarse La Moneda, y tampoco reprimieron a los sublevados. Era en este regimiento que se encontraba, “al cateo de la laucha”, el general Augusto Pinochet, entonces jefe del Estado Mayor, quien ese día jugó a dos
bandas: no estuvo junto a su jefe, el comandante en jefe del ejército, como
ordena el reglamento, pero apareció en La Moneda al mediodía, en vestimenta de
combate y cuando los alzados habían decidido retirarse. Se cuadró frente a
Salvador Allende y José Tohá, el ministro de Defensa (PS), diciendo “Todo bajo control mi
Presidente”. Carlos Prats andaba vestido con ropa de oficina, la “gabardina
dos” de reglamento, porque obviamente no estaba al tanto del intento sedicioso.
La
tentativa facciosa de ese viernes 29 de junio costó la vida de 22 civiles, víctimas
de la balacera cruzada entre las fuerzas leales y sublevadas, y de una decena
de uniformados. Además, se contaron más de 100 heridos. Entre las víctimas fatales
se encuentra el camarógrafo argentino Leonardo Henrichsen, quien filmó su propia muerte en las cercanías de La
Moneda (en la calle Agustinas), cuando fuera asesinado por los disparos de una
patrulla de soldados golpistas liderados por el cabo Héctor Hernán Bustamante Gómez, quien dio el ejemplo al disparar él el primero.
Los
líderes civiles que incitaron éste alzamiento militar fueron los miembros del grupo
terrorista Patria y Libertad Pablo Rodríguez Grez, Juan Schaeffer, Benjamín
Matte, Manuel Fuentes y Juan Hurtado, quienes corrieron a asilarse en la
embajada de Ecuador luego del fracaso de la operación subversiva. Desde la sede
diplomática, emitieron un comunicado reconociendo que habían promovido el
frustrado golpe.
Después
se sabría que el “Tanquetazo” formaba parte de una amplia estrategia ideada por
un grupo secreto de oficiales del ejército, apostados en el Regimiento de
Telecomunicaciones de Peñalolen. La intentona fue monitoreada paso a paso desde
la embajada de EE.UU. en Chile y representaba una oportunidad inigualable para
poder ver la real capacidad de respuesta del gobierno de la UP y de la
izquierda revolucionaria frente a un golpe militar en rigor, visualizar a los
mandos leales dentro de las FFAA y las debilidades al interior de las mismas.
Así lo reconoció tiempo después el propio chacal Pinochet.
Lo
más luctuoso del episodio, sin embargo, fue que la UP no respondió con fuerza
ante la arremetida de la entente opositora. Vacilaciones en el gobierno no
acompañaron la decidida contraofensiva del movimiento de masas, que pasó a
ocupar fábricas y fundos por todo el país, aceptando el gobierno una reforma impuesta por la reacción que obligó a devolver lo
ocupado. La UP no procedió a depurar las ramas de las FFAA y de orden de los
reconocidos elementos golpistas en su oficialidad, lo que dio mayor brío a la
estrategia golpista. El gobierno aceptó los chantajes de la coalición opositora
y accedió a aplicar medidas restrictivas al desarrollo del Poder Popular entre
las filas del pueblo y los trabajadores. Allende y el reformismo dieron
prioridad a un estéril diálogo con el PDC, a despecho de la necesidad de unirse
férreamente en esos momentos con la base social popular. Toda esa política de
concesiones y errores de la UP sólo sirvieron para que las fuerzas golpistas
reordenasen sus filas y tres meses después aplastarán al movimiento popular y
revolucionario con un contundente golpe de Estado.
¡Que la Historia Nos Aclare el Pensamiento!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán Libres!
Colectivo Acción Directa – CHILE
Junio 29 de 2016
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