Temer y Rousseff hace algún tiempo |
“Sobre la evolución de la situación en
Brasil. El pueblo tiene que librarse de los dilemas de la gestión burguesa”
Los acontecimientos en Brasil y el escalamiento de la
crisis política en aquel país han estado en el centro de la atención
internacional.
Ello no sorprende, ya que estamos
hablando de la séptima mayor economía del mundo, del quinto mayor país del
mundo en términos de dimensión territorial y poblacional, y del mayor país del
Hemisferio Sur del planeta. Un país en que se verifican en los últimos años elevados
niveles de crecimiento capitalista, superando inclusive a Gran Bretaña en 2011,
convirtiéndose así en la sexta mayor economía a nivel mundial.
Asume un papel significativo en el
cuadro de la alianza de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) así
como en importantes alianzas intercapitalistas que se vienen promoviendo en el
Continente Americano (destacadamente la CELAC, el MERCOSUR, la UNASUR). Se debe
recordar también que desde 2004, es decir en el periodo de los gobiernos
“progresistas”, ha encabezado la intervención militar en Haití, llevada a cabo
bajo la cobertura de la ONU.
Escándalos y
deserciones: el trivial sistema político burgués
El proceso de remoción del cargo
de la Presidenta Dilma Rousseff, 18 meses después de su victoria en las
elecciones presidenciales del 2014, que es acompañado de manifestaciones en la
calle, tanto a favor, como en contra, y de una intensa confrontación política,
constituye una significativa alteración después de un periodo de 13 años de
gobierno encabezado por un Presidente oriundo del socialdemócrata PT (Partido
de los Trabajadores), que coopera a nivel de gobierno con el PCdoB (Partido
Comunista de Brasil). Es necesario señalar que el PCB (Partido Comunista
Brasileño) no participa en las perspectivas de “gestión de izquierda” del
capitalismo.
No es fácil analizar éste proceso
si solo se tiene en cuenta lo superficial de los acontecimientos y las diversas
acusaciones formuladas. Por un lado, aquellos que acusan a la Presidenta de
corrupción están sumergidos hasta el cuello en escándalos de corrupción. Es
significativo que el Presidente del Parlamento, Eduardo Cunha, que fue quien
desencadenó el proceso de remoción de la Presidenta Dilma, fue dimitido de
su cargo por el Tribunal Federal, acusado de corrupción que involucra millones
de dólares en sobornos provenientes de todos lados. Cunha fue,
evidentemente, electo con los votos del PT y, conjuntamente con el
Vicepresidente Temer, pertenece al partido “centrista” antes aliado PMDB. El
Vicepresidente Temer, que asumió las funciones de Presidente interino, fue
condenado por irregularidades en la recolección de fondos para su campaña
electoral, perdiendo inclusive el derecho a ser electo por un periodo de 8
años, en tanto que su nombre se encuentra asociado con el de media docena de
ministros de su “incorrupto” gobierno que están siendo investigados en el
cuadro del proceso que involucra a la petrolera nacional Petrobras.
De modo que no es de forma alguna de extrañar que en un reciente sondeo de
opinión 28% de los encuestados manifieste el deseo de que él siga el camino de
su antecesora.
Por otro lado, los simpatizantes
de la Presidenta hablan de “golpe parlamentario” porque la acusación que
constituye la base del proceso de impeachment contra Dilma –la
acusación es de que ella manipuló las cuentas en términos de datos fiscales- no
constituye un crimen. Las acusaciones de “traición”, de “golpe” y de “ataque a
la democracia” son evidentemente dirigidos contra sus aliados anteriores y contra
el PMDB en particular, que fue el mayor socio en la coalición de gobierno en
los últimos 8 años (apoyó la reelección de Lula en 2006 y la elección de Dilma
en 2010 y en 2014). Este partido asumió el segundo y tercer cargos de
importancia en la jerarquía del Estado (el Vicepresidente y el Presidente del
Parlamento), que ejercieron en apoyo del “gobierno progresista”.
Naturalmente que los escándalos y
los negocios obscuros de los políticos burgueses con los capitalistas existen y
florecen tanto en Brasil como en nuestro país y en todos los países
capitalistas. En 2012, por ejemplo, cerca de 25 hombres de negocios y
políticos, incluyendo destacados dirigentes del PT fueron condenados a fuertes
condenas.
Pero también las “deserciones” son
moneda corriente. Las negociaciones y virajes de las fuerzas burguesas, pasando
de una coalición a otra, con políticos cambiando del partido por el que fueron
electos para otro, son fenómenos comunes, ejemplos de la fragilidad del sistema
político burgués, que constituyen motivo de preocupación para la clase
dominante. Por esa razón fue ya iniciado el debate relativo a las reformas
políticas en la dirección de reforzar el sistema.
La experiencia internacional
muestra muchos ejemplos de la utilización de escándalos y de la “depuración”
del sistema como vehículos para una violenta recomposición del sistema
político, en periodos en que se agudizan la crisis económica y las
contradicciones de la economía capitalista.
En el camino de una
alteración en la fórmula de la gestión capitalista
Cualquier persona que estudie
seriamente la situación comprenderá que el verdadero problema es el relativo
a la economía. En verdad, después de muchos años de rápido
crecimiento capitalista que benefició a los monopolios brasileños y qué, bajo
los gobiernos del PT, reforzó la posición internacional de Brasil, el
enfriamiento de la economía brasileña se convirtió en una estagnación en 2014,
y en 2015 en una recesión de 3,8%, con una inflación de la deuda pública, un
rápido crecimiento de la inflación y la pérdida de más de un millón y medio de
empleos.
El agotamiento de la formula
política económica que se asentaba en el aumento del gasto público y la
reorientación en la dirección de medidas restrictivas es evidente desde hace
algunos años en Brasil y en América Latina en su conjunto. Ya en 2013, cuando
las primeras señales de la crisis se manifestaron, el gobierno de Dilma puso en
marcha nuevas medidas a favor del capital, tales como las exenciones fiscales y
las exenciones de las contribuciones para la seguridad social, aún mayor
flexibilidad en las relaciones laborales, un programa de privatizaciones
comparable al de los gobiernos más “neocapitalistas”: puertos, autopistas,
aeropuertos, campos petroleros, etc. [1]
No es casual que Henrique
Meirelles, el Ministro de Finanzas de Temer, fuera el presidente del Banco
Central en el curso de los mandato de Lula. Consta que en los últimos años Lula
intento persuadir a Dilma de nombrarlo Ministro de Finanzas de su gobierno.
La situación impide el consenso
social que los gobiernos del PT procuraban por medio de una serie de políticas
relativas a beneficios sociales que redujeron la pobreza absoluta y extrema, al
mismo tiempo que proseguía una línea política de apoyo a los intereses
monopolistas, con una muy alta tasa de explotación de la clase obrera. Nadie
puede, en ningún caso, ocultar la realidad de que más de 53 millones de
personas viven debajo del umbral de la pobreza.
Confrontaciones
interburguesas en materia de alianzas internacionales
Sectores significativos del
capital parecen preferir formaciones de gobierno más estables para
gestionar la crisis. La situación se vuelve aún más complicada debido
al hecho de que el debilitamiento económico de China tiene un impacto directo
en la eclosión de la crisis económica en Brasil, en tanto otros países de los
BRICS, como Rusia, enfrentan igualmente dificultades y las contradicciones
interimperialistas entre EEUU, los países de la UE contra Rusia y China se
vienen agudizando en América Latina en su conjunto. Crecen entre diferentes
sectores del capital las preocupaciones relativas a la orientación
internacional del país.
Las controversias en el interior
de la clase dominante sobre sus alianzas internacionales en condiciones de
crisis pueden conducir a una situación política extremadamente tensa. Nos basta
recordar el reciente ejemplo de Ucrania y la trayectoria de las confrontaciones
interburguesas en el contexto de la competencia interimperialista más general.
La necesidad de la
lucha anticapitalista
La historia nos enseña que, en
tales condiciones, la gestión socialdemócrata prepara frecuentemente el terreno
para un viraje intensamente reaccionario en el sistema político, y que las
fuerzas burguesas definen la “legalidad” en términos de aquello que les
conviene en un momento dado. Tales señales se manifestaron ya en el transcurso
del proceso de separación de Dilma y se irán intensificando.
La organización de la lucha contra
la línea política reaccionaria que vendrá a ser puesta en práctica por el
gobierno Temer y la solidaridad internacionalista con las luchas de los
trabajadores por sus derechos sociales y democráticos, deben ser acompañadas
por una discusión profunda que permita extraer conclusiones acerca de lo que
condujo a esta situación.
Las posiciones que fueron
desarrolladas acerca de un crecimiento capitalista “sustentable” sin crisis en
Brasil no tomaron en cuenta las implacables leyes económicas y las
contradicciones del sistema, y condujeron a ilusiones. La evolución de la
situación en Brasil fue objeto de controversia también en el interior del
movimiento comunista.
Lo que es necesario es la
emancipación del movimiento de los trabajadores en relación a la influencia
burguesa, su orientación en el sentido del combate al Estado burgués, a los
monopolios, y a las fuerzas políticas que expresan esos intereses.
Una significativa experiencia fue
acumulada acerca de las políticas de los gobiernos burgueses, después de la
dictadura, de la segunda mitad de los años 80 y de los años 90, que fueron
causa de altos niveles de pobreza y de explotación para la clase obrera de
Brasil, tanto como de los gobiernos de Lula y Roussef (2002-2016), que
prosiguieron la gestión del capitalismo con eslóganes “de izquierda” y
“antineoliberales” (en rigor, antimonopolistas –nota del CAD) y generaron
falsas expectativas.
Todo esto proporcionó la base para
que puedan extraerse conclusiones serias y para que sean dados pasos en la
dirección de que las fuerzas populares se liberen del círculo vicioso del
llamado “mal menor”. Para que la necesaria lucha anticapitalista avance de
forma decisiva es necesario que el movimiento obrero y comunista construya una
estrategia que apunte al socialismo, que es la condición previa para la
abolición de la explotación del hombre por el hombre, utilizando el vasto
potencial de un país con enormes recursos naturales de los que se apropia un
puñado de capitalistas.
Nota:
[1] En un fragmento
de los informes de la UE, antes de las elecciones del 2014, es señalado que
las diferencias en términos de política económica entre Dilma Roussef y el otro
candidato, Aécio Neves del PSDB, eran “en la práctica menos nítidas de aquello
que sus mensajes electorales sugerían”.
*Artículo publicado en Rizospastis
Colectivo Acción Directa Chile –Equipo
Internacional
Junio 8 de 2016
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