MATAR AL HUESPED: EL GRAN ESQUEMA PONZI DE
LA ECONOMIA CAPITALISTA MUNDIAL -Entrevista
Por
Michael Hudson
En SinPermiso
–public. 10/4/16
CHRIS HEDGES:
Vamos a discutir una gran estafa piramidal que no solo define la economía de
EEUU, sino también la economía mundial; cómo hemos llegado hasta aquí y hacia dónde
vamos. Y está conmigo para discutir este asunto el economista Michael Hudson,
autor de Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Destroy the Global
Economy. (“Matar al huésped: o cómo los parásitos financieros y la deuda
destruyen la economía mundial”). Es un profesor de ciencia económica que
trabajó muchos años en Wall Street, en donde no triunfas si no captas la máxima
de Marx de que el capitalismo va de explotación. También es –no puedo dejar de
mencionarlo— una suerte de nieto de León Trotsky.
Profesor Hudson, abriré este diálogo leyendo un
pasaje de su libro que me resulta particularmente admirable, y en el que creo
se llega al meollo de lo usted discute críticamente. Esto es lo que escribe:
“Hace mucho tiempo que Adam Smith señaló que a
menudo los mayores beneficios se registran en las naciones que más rápidamente
se encaminan hacia la ruina. Hay muchas formas de generar un suicidio económico
a escala nacional. La principal, históricamente, ha pasado por el endeudamiento
de la economía. La deuda siempre se expande, hasta llegar al punto en que un
gran sector de la economía no puede seguir honrándola. Llegados a ese punto, se
impone la austeridad, y la apropiación de la riqueza se polariza entre el 1% y
el 99%. Esta no es la primera vez que sucede eso en la historia. Pero sí es la
primera vez que el proceso de endeudamiento se ha diseñado adrede.” Yo
interrumpo aquí un instante para aplaudirle aplaudo, antes de proseguir con su
cita: “Como si el grueso de los deudores pudiera hacerse rico endeudándose, en
vez de quedar, como es el caso, reducido a una condición de servidumbre por
deuda.”
Bueno, pues empecemos con los economistas clásicos
que ciertamente entendieron eso. Reaccionaban, evidentemente, al feudalismo.
¿Qué pasó con el estudio de la teoría económica para que, paulatinamente, fuera
cayendo en manos de ideólogos?
HUDSON: La esencia de la teoría económica clásica
fue la reforma del capitalismo industrial, su reordenamiento, a fin de liberar
a las economías europeas del legado del feudalismo. El legado del feudalismo
eran terratenientes extractores de renta de la tierra que vivían como una clase
que se apropiaba de ingreso sin producir nada. Ocurría también que los bancos
no financiaban a la industria. Los grandes industrialistas, desde James Watt y
su máquina de vapor hasta los ferrocarriles…
HEDGES: De su libro se desprende que los bancos casi
nunca financiaron a la industria.
HUDSON: Ese es el asunto. Jamás lo hicieron. Cuando
llegamos a Marx luego, bien avanzado el siglo XIX, se puede ver una discusión
en curso, sobre todo en Alemania, sobre cómo lograr que los bancos hagan algo
que no hacían bajo el feudalismo. Y ahora mismo estamos viendo cómo el
excedente económico está siendo drenado, no ya por los terratenientes, sino
también por los bancos y los tenedores de bonos.
Adam Smith estaba radicalmente en contra del
colonialismo porque conducía a guerras, y las guerras levaban a contraer deudas
públicas. Dijo que la solución para prevenir que esa clase financiera de
tenedores de bonos cargara a la economía imponiéndole más y más impuestos sobre
los bienes de consumo cada vez que se iba a la guerra era financiar las guerras
sobre la base de pagos al contado. En vez de tomar empréstitos, habría que
exigir impuestos a la gente. Entonces, pensaba, si todos sentían la carga de la
guerra en forma de pago de impuestos, tomarían posición contra la guerra.
Bueno, pues llevó todo el siglo XIX luchar por la democracia y extender el voto
de forma tal, que que en vez de que fueran los terratenientes quienes
controlaran el Parlamento y su capacidad de legislar e imponer sistemas
tributarios a través de la Cámara de los Lores, fueran los trabajadores, las
mujeres y todo el mundo quienes lo hicieran. La teoría era que el conjunto de
la sociedad votaría en interés propio. Votaría a favor del 99%, no del 1%.
Por la época en la que Marx escribía, hacia 1870,
pudo ver lo que estaba ocurriendo en Alemania. Los bancos alemanes buscaban
ganar dinero en conjunción con el gobierno haciendo empréstitos a la industria
pesada, en muy buena medida al complejo militar-industrial.
HEDGES: Esa fue la forma bismarckiana de lo social
(no sé cómo decirlo de otro modo). Una especie de socialismo capitalista…
HUDSON: Lo llamaron capitalismo de Estado. Engels
abrió una amplia discusión sobre el asunto. Vino a decir: ¡eh, un momentito!
Nosotros estamos por el socialismo. El capitalismo de Estado no es lo que
nosotros llamamos socialismo. Hay dos tipos de economía orientada estatalmente…
HEDGES: Le interrumpo para observar que hay cierta
brillantez detrás de la política bismarckiana, porque creó las pensiones
públicas, suministró asistencia sanitaria pública y orientó la banca hacia la
industria, hacia la industrialización de Alemania, la cual, como usted mismo
indica, fue muy distinta de la de la Gran Bretaña y de la de los EE.UU.
HUDSON: La banca alemana llegó a tener tanto éxito,
que, en el momento de estallar la I Guerra Mundial, había discusiones en la
prensa económica inglesa preocupadas porque Alemania y las potencias del Eje
pudieran resultar vencedoras a causa de que sus bancos estaban mejor preparados
para financiar la industria. Sin industria no puedes realmente tener aparato
militar. Pero los bancos británicos solo ofrecían préstamos para el comercio
exterior y para la especulación. Su mercado de valores era un escenario de
operaciones relámpago. Querían beneficios al instante, mientras que los bancos
alemanes no insistían en que se pagaran a sus clientes tantos dividendos. Los
bancos alemanes poseían tanto acciones como bonos, y se trataba más bien de una
asociación imbuida de harto mayor reciprocidad.
Eso es lo que durante la mayor parte del siglo XIX
se imaginaba que iba a pasar; se creía que el mundo estaba en vías de
socializar la banca. Y en vías de seguir alejando el capitalismo del feudalismo
librándose de la clase terrateniente, librándose de la renta, librándose del
interés. Habría trabajo y capital, salarios y beneficios, y los beneficios
serían reinvertidos en más capital. Tendríamos una expansión de la tecnología.
Los futuristas de comienzos del siglo XX imaginaban que íbamos camino de vivir
en una economía del ocio.
HEDGES: Incluido Karl Marx.
HUDSON: Ciertamente. Una semana laboral de 10 horas.
Para Marx, el socialismo tenía que resultar de un capitalismo de Estado
reformado, lo que parecía plausible en la época, a condición de que el trabajo
se organizara conforme a sus propios intereses.
HEDGES: No es lo que terminó ocurriendo. ¿Será, en
buena parte, a causa de la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial? ¿Y quizá
también porque se ignoró la ciencia económica de Adam Smith y de Keynes? No sé
a quién carga usted con la culpa de esto, si a Ricardo o a otros, pero lo
cierto es que terminamos creando una teoría económica ficticia apologética de
un capitalismo rentista, fundado en la renta y en el interés, un capitalismo
que frenaba las fuerzas productivas ínsitas en la economía. Tal vez podría
decir usted algo aquí al respecto.
HUDSON: Lo que pasó fue lo siguiente. Marx traumatizó
a los economistas clásicos haciendo suyos los conceptos de Adam Smith, John
Stuart Mill y otros, y llevándolos hasta sus últimas consecuencias lógicas. Los
partidarios de un capitalismo progresista –socialistas ricardianos, como John
Stuart Mill— querían gravar fiscalmente las tierras o nacionalizarlas. Marx
quería que los Estados tomaran el control de la industria pesada y construyeran
infraestructuras capaces de suministrar servicios básicos a bajo coste y,
eventualmente, gratuitos. Eso resultaba traumatizante para la clase
terrateniente y para el Uno por Ciento. Y respondieron. Respondieron
proponiéndose que todo fuera parte “del mercado”, el cual funcionaba través del
crédito, el cual, proporcionado por ellos, les daba buenas rentas.
Ninguno de los economistas clásicos pudo imaginar
que los intereses feudales –esos grandes intereses creados que disponían de
todas las tierras y de todo el dinero— podrían llegar a contraatacar y,
finalmente, vencer. Pero a fines del siglo XIX, desde luego en Norteamérica,
John Bates Clark apareció con una teoría completamente diferente y de todo
punto hostil a la teoría económica clásica de Adam Smith, los fisiócratas y
John Stuart Mill.
HEDGES: Como usted dice, los fisiócratas eran los
economistas franceses ilustrados.
HUDSON: El común denominador de todos estos
economistas clásicos era la distinción entre el ingreso ganado y el ingreso no
ganado. Ingresos no ganados eran la renta y el interés. Los ingresos ganados
eran los salarios y los beneficios. Pero apareció John Bates Clark y dijo que
no existía tal cosa como el ingreso no ganado. Dijo que el terrateniente, en
realidad, se gana su renta mediante el esfuerzo realizado para
suministrar habitación y tierra al arrendatario, mientras que los bancos
suministran crédito para ganarse sus intereses. Así pues, todo ingreso
sería ingreso “ganado” y todo el mundo ganaría sus ingresos. De manera que
cualquiera que acumule riqueza, por definición, y de acuerdo con su fórmula, se
hace rico por la vía de contribuir a la suma de lo que ahora llamamos Producto
Interior Bruto (PIB).
HEDGES: Una de la tesis que usted sostiene en su Killing
the Host y que a mí me resulta particularmente atractiva es que, en
casi todos los casos, quienes tienen capacidad para hacer dinero
parasitariamente a partir del interés y de la renta lo que han hecho –si nos
remontamos a los orígenes— es, o bien saquear y apropiarse de tierras por la
fuerza, o bien heredarlas.
HUDSON: Es verdad. En otras palabras, su ingreso es
un ingreso no ganado. El resultado de esta revolución anti-clásica que usted
puede observar inmediatamente antes de la I Guerra Mundial fue que el
crecimiento económico en la última década ha ido a parar al Uno por Ciento. A
Wall Street, a los bienes raíces…
HEDGES: Pero usted culpa de eso a lo que llama la
teoría económica basura.
HUDSON: La teoría económica basura es la reacción
anti-clásica.
HEDGES: Explique un poco cómo, en substancia, es una
forma ficticia de medir la economía.
HUDSON: Bien, hace algún tiempo, yo fui a un banco
situado a una manzana de aquí –una oficina del Chase Manhattan Bank— y saqué
dinero del cajero automático. Al darme la vuelta, había dos rateros. Uno me
empujó y el otro me sacó el dinero, y echaron a correr. El guarda de seguridad
estaba allí y lo vio todo. Así que pedí que se me devolviera el dinero que me
habían robado ante sus propios ojos. Miren, dije, he sido asaltado en su propio
banco, enfrente mismo. Y ellos dijeron: “Bueno, no armamos a nuestros guardias
de seguridad para que disparen sobre nadie, porque el ladrón podría demandarnos
y eso no lo queremos de ninguna de las maneras”. Me dieron la cantidad de
dinero robada. Bien, imagine que usted cuenta todo este dinero robado y lo suma
al PIB. Porque lo cierto es que el ratero ha prestado el servicio de no
apuñalarme. O suponga que alguien va a un cajero automático y el ladrón le
dice: “Tus dineros o tu vida”. Usted dice: “Vale, aquí están mis dineros”. El
ratero le ha dado a usted la posibilidad de elegir su vida. En cierto modo, así
es como funciona la contabilidad del PIB. No es tan distinto del modo en que
Wall Street extrae dinero de la economía. Luego, usted tiene también terratenientes
que extraen…
HEDGES: Volvamos atrás. Extraen dinero de la
economía por la vía de la servidumbre por deuda. Por la vía de…
HUDSON: De no jugar un papel productivo,
básicamente.
HEDGES: Cierto. Así pues, los intereses de las
tarjetas de crédito, los intereses hipotecarios, los de los préstamos para
adquirir automóviles, los de los préstamos a los estudiantes... Así es
como consiguen sus fondos, ¿no?
HUDSON: Cierto. El dinero no es un factor de
producción. Pero para tener acceso al crédito, para acceder al dinero, para
acceder a la educación, tienes que pagar a los bancos. En la New York
University (NYU), pongamos por caso, trabajan con el Citibank. Yo creo que la
gente del Citibank estaba en el patronato de la NYU. Consigues estudiantes
cuando vienen aquí para empezar en la oficina local del banco. Y una vez estás
en un banco y sacas cada mes dinero de tu cuenta en él mediante gastos
electrónicos con tarjeta o de otro tipo, es muy incómodo cambiar.
De manera que, en substancia, lo que tenemos es lo
que los economistas clásicos llamaban una clase rentista. La clase que
vive de rentas económicas. Terratenientes, monopolistas que cargan sobreprecios
y bancos. Si tienes una empresa farmacéutica que inopinadamente aumenta le
precio de un fármaco de 12 dólares a 200, los beneficios se disparan. Este
incremento del precio del fármaco se computa en la contabilidad nacional de
ingresos como si la economía estuviera produciendo más. De modo que todo este
supuesto crecimiento económico ha sido enteramente capturado por el Uno por
Ciento en los últimos diez años, y aún tienen el cuajo de hablar de crecimiento
económico. Pero la economía no está creciendo…
HEDGES: Porque no hay reinversión.
HUDSON: Correcto. No es producción, no es consumo.
La riqueza del Uno por Ciento se obtiene esencialmente por la vía de prestar
dinero al 99 Por Ciento y luego cargar intereses sobre ese préstamo y terminar
reciclando ese interés a una tasa de crecimiento exponencial.
HEDGES: ¿Y por qué es importante, según infiero yo
de la lectura de su libro, que la teoría económica dominante contabilice ese
ingreso rentista como ingreso productivo? Explique por qué es tan importante.
HUDSON: Si usted es un rentista, querrá que se diga
que usted ganó sus ingresos…
HEDGES: Estamos hablando de Goldman Sachs, dicho sea
de paso…
HUDSON: Sí, de Goldman Sachs. El jefe de Goldman
Sachs salió y dijo que los trabajadores de Goldman Sachs son los más
productivos del mundo. Y que por eso cobraban lo que cobraban. El concepto de
productividad en Norteamérica es ingreso dividido por trabajo. De manera que si
estás en Goldman Sachs y te pagas a ti mismo 20 millones de dólares anuales
entre remuneraciones y bonos, se considera que has añadido 20 millones de
dólares al PIB, y eso es enormemente productivo. Fíjese que nos movemos en un
círculo de razonamiento tautológico.
Bueno, pues la cuestión es si Goldman Sachs, Wall
Street y las empresas farmacéuticas predadoras añaden realmente “producto” o
si, por el contrario, lo que hacen es explotar a los demás. Precisamente por
eso me serví del término “parasitismo” en el título de mi libro. La gente cree
que un parásito es quien simplemente se limita a extraer sangre de un huésped o
dinero de una economía. Pero en la naturaleza esto es mucho más complicado. El
parásito no puede simplemente venir y extraer algo. Para empezar, necesita
paralizar o insensibilizar al huésped. Tiene un enzima capaz de evitar que el
huésped se percate de su llegada. Y luego los parásitos tienen otro enzima que
toma el control del cerebro del huésped. Induce al huésped a imaginar que el
parásito es parte de su propio cuerpo, razón por la cual necesitaría ser
protegido. Y eso es básicamente lo que ha hecho Wall Street. Se pinta a sí
mismo como parte de la economía. No como un envoltorio, no como algo externo,
sino como una parte realmente integral que ayuda al cuerpo a crecer, y aun como
una parte que, en realidad, es propiamente responsable del grueso del
crecimiento. Sin embargo, lo que realmente hace el parásito es inhibir el
crecimiento.
El resultado es una inversión de la teoría económica
clásica. Pone a Adam Smith cabeza abajo. Dice que lo que los economistas
clásicos llamaban improductivo –el parasitismo— es en realidad la economía
real. Y que los parásitos son el trabajo y la industria que se atraviesan en el
camino de lo que quiere el parásito (que no es otra cosa que reproducirse a sí
mismo, no ayudar al huésped, es decir, al trabajo y al capital).
HEDGES: Y el caso es que los economistas
clásicos como Adam Smith fueron meridianamente claros al respecto: a menos que
el ingreso rentista, esto es, el dinero hecho con cosas como fondos de
cobertura, fuera fiscalizado con graves impuestos y devuelto a la economía, la
economía terminaría entrando en barrena. Y yo creo que el paradigma de eso
–usted lo apunta en su libro— es lo que ocurrió con las grandes empresas con
dividendos sobre sus acciones y recompras de sus propias acciones. Tal vez
podría usted explicarnos esto aquí un poco.
HUDSON: En los libros de texto más superficiales y
en los medios de comunicación puede encontrarse la idea de que si las grandes
empresas tienen grandes beneficios, los tienen por ser productivas. Y con…
HEDGES: Eso se dice todavía en los libros de texto,
¿no?
HUDSON: Sí. Y también que si el precio de una acción
sube, no estás sino capitalizando los beneficios: el precio de las acciones
reflejaría el papel productivo de la empresa. Pero no es eso lo que ha venido
ocurriendo en los últimos diez años. Precisamente en estos dos últimos años, el
92% de los beneficios gran empresariales en Norteamérica se han gastado, o bien
en la recompra de sus propias acciones, o bien en pagos de dividendos a fin de
aumentar el precio de las acciones.
HEDGES: Explíquenos por qué hacen eso.
HUDSON: Hace 15 años, el profesor Jensen dijo en
Harvard que la manera de garantizar que las grandes compañías empresariales se
gestionan del modo más eficiente es hacer que sus ejecutivos incrementen el
precio de las acciones de la compañía. De manera que si das a los ejecutivos
opciones sobre acciones y les pagas, no conforme a lo que producen o al
incremento del tamaño de la compañía o a la expansión de su escala de
producción, sino de acuerdo con el precio de sus acciones, entonces conseguirás
que la compañía esté gestionada eficientemente, al estilo financiero.
Los ejecutivos de las compañías descubrieron
entonces que tenían dos formas de incrementar el precio de las acciones. Lo
primero es recortar la inversión a largo plazo y usar, en cambio, el dinero
para recomprar las propias acciones. Pero cuando compras tus propias acciones, eso
significa que no colocas el dinero en la formación de capital. No construyes
nuevas factorías. No contratas más trabajo. En realidad, puedes incrementar el
precio de las acciones despidiendo trabajadores.
HEDGES: Esta estrategia funciona temporalmente.
HUDSON: Temporalmente. Porque usas ingresos pasados
para recomprar acciones, despedir trabajadores, si puedes, y trabajar más
intensivamente. Para pagar dividendos. Este es básicamente el modelo del
saqueador de empresas. Usas el dinero para pagar a los tenedores de bonos
basura a intereses elevados. Y, obvio es decirlo, terminas poniendo en aprietos
a la compañía, porque no hay nueva inversión.
De modo que los mercados se encogen. Entonces vas a
los sindicatos y les dices, escuchen, la compañía está al borde de la
bancarrota y no queremos despidos. La única forma de conservar el puesto de
trabajo es que rebajemos las pensiones que habíamos acordado pagaros. En vez de
daros lo que os teníamos prometido, una pensión de jubilación definida, os
ofrecemos un plan definido de contribuciones. Sabréis lo que pagaréis cada mes,
pero no sabréis qué resultará de ello. O, si no, retirad vuestro fondo
acumulado de pensiones, ponedlo en la Corporación Pública de Garantía de
Pensiones y usad el dinero que pagaríais mensualmente por la pensión nuestra
para invertir en acciones de la compañía y esperar sus dividendos. Pero va y,
entonces, el conjunto de la economía se desploma. Se vacía. Se encoje y
colapsa. Sólo que en ese momento los ejecutivos ya habrán abandonado la compañía.
Habrán cogido sus bonos y sus remuneraciones y se habrán largado.
HEDGES: Me gustaría leer esta cita que he encontrado
en su libro. Es del geógrafo marxista David Harvey, de su libro A
Brief History of Neoliberalism, y me gustaría que usted la comentara:
“El principal logro substantivo del neocapitalismo no
ha sido la generación de riqueza e ingreso, sino la redistribución. Cuando
hablo de ‘acumulación por desposesión’… me refiero a la mercantilización y
privatización de tierras y a la expulsión forzosa de poblaciones campesinas; a
la conversión de varias formas de derechos de propiedad (común, colectiva,
estatal, etc.) en derechos de propiedad privada exclusiva; a la supresión de
los derechos de acceso a los comunes; … a los procesos coloniales,
neocoloniales e imperiales de apropiación de activos (incluidos recursos
naturales); … y a la usura, la deuda nacional y, lo más devastador de todo, al
uso del sistema crediticio como medio radical de acumulación por desposesión… A
esta lista de mecanismos podemos todavía añadir un rimero de técnicas, como la
extracción de rentas a través de patentes, y los derechos de propiedad
intelectual (que traen consigo la disminución o erosión de varias formas de
derechos de propiedad en común, o de las pensiones públicas, o de las
vacaciones pagadas, o del acceso a la educación y a la asistencia sanitaria):
todo eso se ha desplegado en una generación o más de luchas de clase. La propuesta
de privatizar todos los derechos a las pensiones públicas, de la que fue
pionero el Chile de Pinochet, es, por ejemplo, uno de los objetivos más
anhelados de los republicanos en los EEUU.”
Esto explica el desenlace. El resultado final del
que usted habla en su libro es, en substancia, permitir que lo que usted llama
la clase rentista o especulativa canibalice a la sociedad toda hasta el colapso
de la misma.
HUDSON: Un derecho de propiedad no es un factor de
producción. Mire lo que pasó en Chicago, la ciudad en la que yo crecí. Chicago
se negó a aumentar los impuestos a los bienes raíces, especialmente a sus caros
bienes raíces comerciales. De manera que su presupuesto incurrió en déficit.
Necesitaban dinero para pagar a los tenedores de bonos de deuda municipal, de
manera que vendieron los derechos de estacionamiento y se instalaron por
doquiera parquímetros en los bordillos de las aceras. Bueno, pues ahora el
coste de vivir y hacer negocios en Chicago es más alto, porque hay que pagar el
estacionamiento. Si Chicago quiere organizar un desfile o bloquear el tráfico,
tiene que pagar a Goldman Sachs por el lucro cesante (los dineros que la
empresa habría recaudado, si no se hubiera cerrado el tránsito).
Inopinadamente, resulta que es mucho más caro vivir en Chicago a causa de eso.
Pero ese gasto añadido de tener que pagar por los
derechos de aparcamiento de Goldman Sachs –de tener que pagar intereses a sus
tenedores de bonos— se contabiliza como un incremento en el PIB, porque se ha
creado más producto simplemente haciendo más recargos. Si vendes una carretera,
una carretera pública local, y pones una cabina de peaje y la conviertes en una
carretera de pago, de repente, inopinadamente, crece el PIB.
Si vas a una guerra por ahí y gastas más dinero en
el complejo militar-industrial, todo eso se contabiliza como aumento de
producción. Nada de eso es realmente parte del sistema productivo del capital y
del trabajo en trance de producir más fábricas y producir más cosas que la
gente necesita para vivir y para hacer negocios. Todo son recargos. Pero no hay
distinción entre riqueza y sobrecargos.
No hacer esa distinción implica que el huésped no se
percata de que tiene un parásito alojado en el cuerpo. La economía huésped, la
economía industrial, no se percata de lo que se percataban los industrialistas
del siglo XIX: si quieres una economía eficiente y de bajos precios, y si
quieres vender más que tus competidores, tienes que recortar tus precios
permitiendo que el sector público suministre carreteras gratuitamente, servicios
médicos gratuitamente y educación gratuitamente.
Si pones recargos a todas esas cosas,
terminarás llegando al punto en que se halla ahora la economía de los EEUU.
¿Qué pasaría, si los obreros fabriles norteamericanos pudieran acceder
gratuitamente a todos sus bienes de consumo? ¿Qué, si su alimentación,
transporte, vivienda, avituallamiento, todo, fuera gratuito? Pues que ni
siquiera así podrían competir con los asiáticos y otros productores, porque
tienen que pagar hasta un 43% de sus ingresos en intereses rentistas o
hipotecarios y un 10% o más de su ingreso en préstamos académicos y deudas
contraídas con tarjeta de crédito. Por lo demás, el 15% de su salario es
automáticamente sustraído para pagar la seguridad social, a fin de poder bajar
los impuestos de los ricos o de pagar la asistencia médica.
Así que los norteamericanos incorporaron a su
economía todos estos recargos. No hay distinción entre crecimiento y recargo.
Todo eso hizo que, en Norteamérica, los precios crecieran a tal punto, que terminaron
perdiendo tangencia con el mercado independientemente de la política comercial
practicada.
HEDGES: Deberíamos añadir que esta forma de teoría
económica predatoria permite explotar tramposamente al sistema. Les privatizas
los fondos de pensiones, los obligas a entrar en los mercados de valores, unos
mercados hiperinflados. Pero, a causa del modo en que las compañías entran en
ellos, quienes sacan provecho son los ejecutivos de los fondos de cobertura. Y
los perdedores son los ciudadanos, cuyos ahorros para la jubilación quedan
apresados en mercados de valores con pérdidas. Tal vez podamos terminar
hablando del modo en que se amaña el sistema, no sólo apresando a los
ciudadanos en una servidumbre por deudas, sino forzándolos a entrar en el
mercado para volverlos a desplumar.
HUDSON: Bueno, aquí se habló de economía de la
innovación como si eso significara hacer dinero. Suponga que tiene usted una
innovación y que la compañía en cuestión entra en el mercado de valores. Se
dirige a Goldman Sachs y a otros bancos de inversión de Wall Street para que
suscriban valores emitibles a 40 dólares la acción. Se considera una botadura
exitosa cuando, inmediatamente, Goldman Sachs y los otros se dirigen a sus
clientes y les sugieren comprar acciones y conseguir una ganancia rápida. Una
botadura “exitosa” dobla el precio en un día, de manera que al final de la
jornada la venta de acciones ronda los 80 dólares.
HEDGES: Tienen la opción de comprar antes que nadie,
sabiendo que al cierre se habrá hinchado el precio y podrán vender.
HUDSON: Exactamente.
HEDGES: Entonces vienen los fondos de pensiones y
compran a precios hinchados, que luego caen otra vez.
HUDSON: Pueden volver a caer, o puede que la
compañía haya salido en desventaja desde el comienzo. Lo importante es que la
empresa subscriptora de Wall Street y los especuladores circunstantes ganan más
en un solo día que lo ganado en todos los años que llevó levantar la empresa.
La compañía gana 40 dólares. Y los bancos y los especuladores y sus amiguetes
también ganan 40 dólares.
Lo que tenemos básicamente es que el sector
financiero termina con la parte del león de las ganancias. Si usted está en
Wall Street, el nombre de este juego es beneficios, ganancias de capital. Y eso
es algo que no formaba siquiera parte de la teoría económica clásica. Los
economistas clásicos no llegaron a imaginar siquiera que el precio de los
activos pudiera ir al alza por alguna razón que no fuera la de ganar más dinero
y la de la capitalización del ingreso. Pero lo que tenemos en los últimos 50
años –realmente, desde el final de la II Guerra Mundial— es inflación de
precios de activos. El grueso de las familias de clase media han conseguido la
riqueza que han conseguido desde 1945 no, realmente, ahorrando lo que ganaron
con su trabajo, sino gracias a los precios al alza de sus casas. Se
beneficiaron del precio de la casa. Y creen que eso les ha hecho ricos y ha
hecho rica a la toda economía.
La razón por la que el precio de la vivienda ha
subido es que la casa tiene valor sea lo que fuere lo que un banco esté
dispuesto a prestar tomándola como garantía. Si los bancos hacen cada vez más
fácil el crédito, rebajando progresivamente las cuotas, entonces lo que vendrá
será una burbuja financiera. Y lo que tendremos serán unos bienes raices
disparados al alza tanto como sea posible. Yo no creo que comprar una casa
pueda suponer más del 43% del ingreso de nadie. Pero imaginemos ahora que te acabas
de sumar a la fuerza de trabajo. No eres capaz de comprar una casa a los
precios actuales adelantando un poco de tu dinero para, luego, de alguna forma,
terminar haciéndote rico gracias a la inversión en la casa. Todo este dinero
que pagas al banco se restará ahora del monto de dinero disponible para gastar
en bienes y servicios.
De modo que le hemos dado la vuelta a la economía de
posguerra que hizo rica y próspera a Norteamérica. De alguna manera, la gente
creía que podía hacerse rica endeudándose para tomar prestados activos, cuyos
precios irían al alza. Pero, al final, no puedes hacerte rico endeudándote. Al
final, los acreedores siempre ganan. Por eso todas las sociedades de que
tenemos noticia histórica, desde Sumeria y Babilonia, se han visto obligadas o
a cancelar las deudas o, como Roma, que no canceló las deudas, a dar
paso a una edad obscura: todo se hundió.
Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella
Michael Hudson: es profesor de investigación
de la facultad de económicas de la Universidad de Missouri, Kansas City e
investigador asociado del Instituto de Economía Levy. Su último libro es ‘Killing the Host: How Financial Parasites
and Debt Destroy the Global Economy’ (“Matar
al huésped: o cómo los parásitos financieros y la deuda destruyen la economía
mundial”)
Fuente:
http://www.counterpunch.org/2016/03/25/the-great-ponzi-scheme-of-the-
global-economy/
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Abril 13 de 2016
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