“La Composición”
En Radio y Diario U. de
Chile –public. 21/4/17
“La Composición” es
el título con el que se conoce hoy un cuento de Antonio Skármeta. Una primera
versión fue escrita a fines de los años 70. Se editó en Francia. Luego en
Chile. En Venezuela. Otra vez en Francia. De una versión a otra hubo algunos
cambios. Uno de los más llamativos fue la transformación del relato en
libro-álbum, destinado a un público infantil, con ilustraciones de Alfonso
Ruano, publicado en el año 2000, tanto en España (ediciones SM) como en
Venezuela (ediciones Ekaré). La obra ha sido desde entonces traducida a
distintos idiomas, premiada por diversas instancias e instituciones (incluyendo
la UNESCO) y reeditada por Sudamericana, en Buenos Aires, con ilustraciones de
María Delia Lozupone.
El
libro remite a la dictadura chilena. Todas las noches, los padres de Pedro
escuchan la radio. Una radio que parece transmitir desde muy lejos. Pedro no
entiende. Hace preguntas. No para de preguntar. Se trata del relato de una toma
de conciencia: el niño-testigo logra relacionar una serie de hechos que hasta
entonces le resultaban incomprensibles. Se trata también de un relato que, de a
poco, va ubicando al niño en un lugar central: protagónico. La escuela a la que
concurre es intervenida por militares y se les pide a los niños que escriban
una composición sobre “lo que hace mi familia por las noches”. La mejor
composición será premiada…
Para
ciertos entendidos, este libro tiene rango de clásico. Hace unas semanas, en el
marco de una formación sobre literatura infantil y juvenil que imparte a
distancia la Universidad de Lieja (Bélgica), el texto no solamente fue
presentado en esos términos (“un clásico de la literatura infantil y juvenil
hispanoamericana”) sino que, además, dio lugar a un ejercicio destinado a
evaluar los conocimientos de quienes siguen la formación. Tras la corrección
por parte de uno de los responsables, se invitó a los participantes a dar a
conocer la obra dentro del mundo francófono. Cosa que es posible gracias a la
edición francesa (“La rédaction”, París, éditions Syros, 2007). El sitio
internet de Syros precisa que el libro fue distinguido como material relevante
por el Ministerio de Educación y se aconseja su lectura desde los 7 años en
adelante.
Llama
la atención esa extrema valoración frente al relativo desconocimiento en
nuestro país. Hace menos de un año, en el marco de un encuentro en Chile sobre
formas de abordar el pasado reciente con niños y jóvenes, el tema de este libro
salió en la discusión, la mayoría de los presentes no lo conocía. Cabe desde
luego que otros sí lo conozcan, lo lean, lo difundan, trabajen con él. Así y
todo, no parece que el libro tenga en Chile el nivel de reconocimiento que
tiene en otras partes. También lo tiene en Argentina.
En
el marco de una investigación sobre educación y memoria, una bibliotecaria de
una escuela pública de Buenos Aires, me señaló este libro como un título
indispensable para trabajar con niños temáticas del pasado reciente. No fue la
única vez que profesionales argentinos me señalaron alguna obra chilena como
herramienta de trabajo sobre estas cuestiones.
En
una entrevista, realizada a principios del 2016, en el ministerio de Educación
con la coordinadora del programa Educación y Memoria, se mencionó la película
de Patricio Guzmán (“La memoria obstinada”) como un material al que se recurría
para formar formadores, concretamente docentes, en estos temas. Más cerca de nosotros,
hoy, en el Espacio por la Memoria y los Derechos Humanos (ex ESMA), en el
Centro Cultural Haroldo Conti tiene lugar una exposición sobre exilios: una de
las salas dedicada a la experiencia de los niños presenta una bellísima obra de
la artista chilena Francisca Yáñez (“Un país sin nombre”).
Confieso
que me incomoda, cuando la escucho, la idea de que en Chile no se habla de
estos temas, no se piensa, no se escribe, no se muestra. Es algo que de vez en
cuando se oye. Me parece que hay que ser muy cuidadoso a la hora de decir qué
es exactamente lo que se hace y lo que no se hace. Entiendo que hay distintos
niveles, escenarios. Un cuadro complejo, donde a la consabida voluntad de
negar, ocultar, dar vuelta la página, hacerse el loco, pasar gato por liebre,
cuando no chantajear y, sin duda, silenciar las voces que incomodan,
sistemáticamente se le ha opuesto otra voluntad que va en sentido contrario.
Pero hay más. No es seguro que nuestra sociedad siga dividida en dos bandos ni
que la frontera pase hoy entre los que quieren recordar y los que quieren
olvidar. Si de memoria estamos hablando, más bien la cuestión podría ser:
¿recordar qué? ¿Olvidar qué? ¿Para hacer qué?
A
pesar de las dificultades, en nuestro país mucho material ha sido dado a
conocer y tenemos profesionales en los más diversos rubros que se han dedicado
a producirlos. Existe una importante producción testimonial. Valiosas
investigaciones periodísticas. Investigaciones académicas sobre distintos
aspectos de la dictadura. Una pluralidad (nos guste o no) de puntos de vista.
También existen obras de ficción. Cuentos, novelas, obras de teatro. Obras
poéticas. Películas reconocidas tanto a nivel nacional como internacional.
Documentales. Programas de televisión. Programas de radio. Exposiciones. Obras
visuales. Además de diplomados específicos, talleres, etc. O sea, no por nada
algunos hacen profesión de denunciar este supuesto “exceso” de memoria.
Y
sin embargo de vez en cuando se escucha: “acá, hay poco”; “acá, de eso no se
habla”. Sobre lo poco o lo mucho, no me pronuncio. Me cuesta pensar en términos
de cantidades. Sobre el tema “de eso no se habla”, me pregunto: ¿de verdad, no
se habla? ¿O será que no se está hablando como a algunos nos gustaría que se
hable? ¿Será que, a pesar de los esfuerzos de tantas y tantas personas, durante
tantos y tantos años, estos temas no tienen el lugar que se merecen? El lugar
que algunos (ignoro cuantos) pensamos que se merecen.
“La
Composición” de alguna manera nos permite seguir pensando estas cosas*. El
libro-álbum es muy anterior a la “Historia de un oso” (sin quitarle méritos al
libro de Gabriel Osorio y Antonia Herrera, realizado tras el famoso
cortometraje). En relación a este álbum, más reciente, “La Composición” aborda
quizás de manera más directa el trasfondo político de la dictadura al permitir
una reflexión sobre lo que significa estar “en contra de”. El porqué de una
oposición. Sus consecuencias. Una reflexión a escala de niño, como decía el
comentarista belga.
Hace
muchos, muchos años, en los bancos de una escuela en Francia, nos enseñaban que
había algo muy feo, cuando se tenía una profesión, fuera la que fuera, y eso
era, precisamente, “no conocer sus clásicos”. No “los” clásicos. Sino los de
cada uno, según la actividad que uno ejerciera.
Entonces,
frente a determinadas ausencias, quizás el tema no sea tanto que no tenemos
(materiales con los que trabajar estos temas complejos, sensibles, polémicos)
sino que nos cuesta saber qué es lo que tenemos. Qué es lo que hemos hecho,
producido, creado, como colectividad todos estos años. Una visión de conjunto.
Personalmente,
consciente de lo que falta, más bien me asombra que a pesar de las
dificultades, de los obstáculos, siga habiendo en Chile mujeres y hombres
dispuestos a generar, a crear, a construir sentido y a forjar esperanzas ahí
donde durante años sólo hubo sufrimiento.
* La
buena noticia es que “La Composición” en su versión ilustrada por Alfonso Ruano
está disponible en Chile. Se puede buscar y encontrar la información con
facilidad. El que no la consigue, me escribe.
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