“La OEA, Ministerio de las Colonias”
En CELAG
En 1948 nacía la Organización de Estados Americanos
(OEA), heredando el rol que hasta ese momento habían tenido las Conferencias
Interamericanas, que se venían celebrando en el continente desde el año 1889 y
eran las mejores representantes del panamericanismo dirigido desde los Estados
Unidos. Desde el mismo momento de su nacimiento, la OEA se enfrentó a las
visiones propias de los países latinoamericanos y caribeños. Es así como
Estados Unidos se convertía en el principal opositor a la creación en el seno
de las Naciones Unidas de la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe, que finalmente nacía en ese mismo año 1948 y venía a disputar el
espacio y la visión panamericanista.
La OEA está actualmente integrada por 35 países.
Decir que está dirigida por los Estados Unidos no resulta un brindis a la
retórica anti-imperialista. No hay más que ver su financiamiento para entender
de modo claro a quién obedece y para quién trabaja. Estados Unidos financia el
80% del presupuesto del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, que se ha
convertido en los últimos años en la principal punta de lanza contra el
gobierno democrático de Venezuela. Por otro lado, es la Secretaría General de
la OEA la encargada de preparar el programa anual para la asignación de fondos
a cada uno de los ejes temáticos de la institución. Es aquí donde se determina
el poder de cada Estado sobre la Secretaría General, que se basa en cuotas
ligadas a las asignaciones de cada uno de los miembros.
En 2015, Estados Unidos financió con 2 mil millones de dólares, lo que representó el 52% del total de su presupuesto. Queda claro, por tanto, a quién debe obedecer el Secretario General Luis Almagro.
Tan solo año y medio después de que Luis Almagro
fuera elegido al frente de la Organización, se comenzó una fuerte reforma
institucional que venía a reforzar el poder de los Estados en función de sus
aportaciones, alejando aún más el funcionamiento de cualquier tinte que pudiera
sonar a democrático. La reforma incluía un recorte de 10,5 millones de dólares
en su presupuesto anual, monto que principalmente venía de la reducción de
personal y la eliminación de algunos programas. Mientras que otros ejes como el
de Derechos Humanos, con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)
y la Corte Interamericana, obtenían una duplicación en el monto de sus
recursos.
Pero la pregunta es si la OEA contaba con cada vez
menos recursos ¿de dónde obtenían las CIDH y la Corte Interamericana los
mismos? Según un estudio elaborado por Indian
Law, la duplicación de recursos provenía de donaciones externas a los
canales formales de la OEA y, que hasta la fecha, provenían principalmente de
los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y algunas ONGs.
En otras palabras, financieramente la CIDH depende
cada vez más de las contribuciones voluntarias de países u otras organizaciones
públicas o privadas. Esto ha provocado que el modelo de la OEA con financistas
externos al propio Sistema Interamericano, tenga un importante sesgo ideológico
de signo conservador para el tratamiento, defensa y promoción de los Derechos
Humanos en el continente.
Si atendemos al presupuesto aprobado para el fondo
regular de la OEA, que es financiado por contribuciones de los países miembros
mediante el pago de las cuotas, éste asciende a 84,9 millones de dólares. En
cuanto a los gastos, el mismo los concretaba en un valor de 73,5 millones de
dólares. Esto supondrá una reducción de 10,8 millones de dólares respecto al
presupuesto del año anterior. Sin embargo, el monto dedicado a las partidas de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos sí que experimentan un incremento en el presupuesto, pasando
de 4,9 a 5,64 millones de dólares la primera, y de 2,6 a 2,75 millones de
dólares la segunda.
Es, por tanto, clara la intención que tiene la
trama que dirige a la OEA de impulsar el nuevo papel de la organización en el
continente. Ya relegado a un segundo, o tal vez tercer plano su rol de foro de
discusión política en la región, ahora su intervencionismo se basa en una
interpretación sesgada y dirigida de los derechos humanos, con una clara
intención de doblegar la voluntad de los gobiernos que no se sometan a sus
intereses.
En este sentido, adquiere nitidez el objetivo del
documento de 75 páginas enviado por el Secretario General Luis Almagro para su
discusión en la OEA. En el mismo, se daba un ultimátum a Venezuela para que
celebre elecciones en 30 días bajo la amenaza de aplicación de la Carta
Interamericana y la consiguiente expulsión del país caribeño de la
organización. Esta nueva arremetida es derivada de una clara intención
política, pero también hay que tener en cuenta el trasfondo económico que conlleva,
pues el gobierno estadounidense se ha propuesto reducir un 50% sus aportaciones
a organizaciones internacionales. En este sentido se hace necesario por parte
de la OEA demostrar su utilidad para los intereses geopolíticos
estadounidenses. Luis Almagro teme por su cargo y por el futuro de la
organización que lidera y está dispuesto a salvar el mismo cueste lo que le
cueste. No importa si por delante se lleva a un gobierno elegido por la
voluntad popular expresada en las urnas. Lo importante no es la democracia ni
los derechos humanos, lo importante es demostrar lo que uno puede hacer por los
intereses de su principal financista. La OEA se comporta como los antiguos
Ministerios de las Colonias, aunque ahora sea un “nativo” quien lo lidere.
Por Crismar Lujano (@clujan0) y Sergio Martín-Carrillo
(@Sergio_MartinC)
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Abril 14 de 2017
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