“Alepo: punto de inflexión”
Por Eduardo Luque
En El
Viejo Topo –public. 8/12/16
Alepo era hasta 2011 una ciudad intercultural. La
convivencia pacífica entre culturas y credos era la norma y no la excepción.
Existían en Alepo más de 45 iglesias cristianas con culto hasta el 2012 (los
cristianos eran un 13% de la población). Hoy es una ciudad mártir, la más
devastada tras Homs.
Desde 2012 muchos de sus barrios
han sido controlados por grupos terroristas que imponían unas condiciones de
vida brutales a la población que no era afín a sus supuestos ideales. La
especulación con el precio de los alimentos ha generado enormes beneficios
entre los oficiales y comerciantes sin escrúpulos (muchos de ellos de origen
kurdo), la represión y persecución religiosa, la imposición de los aspectos más
retrógrados de la ley islámica (la Sharia) han sido algunas de las consecuencias
de la ocupación de las fuerzas mercenarias. La hermana Mª Guadalupe Rodrigo,
una voz neutral, ha realizado una descripción durísima sobre las condiciones
impuestas a la población alepí en estos años de asedio.
Desde el principio la intervención
en Alepo, fracasado el intento de conquistar Damasco a finales del 2012, contó
con un coro de propagandistas a sueldo. Los medios y personajes relevantes de
la autodenominada izquierda “otanista”, de forma perfectamente orquestada,
fabulaban sobre las hazañas del denominado “ejercito libre sirio” fundado sobre
supuestos desertores que con “las manos desnudas” combatían al régimen en las
calles de Alepo.
La evidencia de que estos “desertores” no eran sino mercenarios a sueldo de potencias extranjeras que los financiaban y armaban no implicó una rectificación por parte de aquellos que los apoyaban; bien al contrario, se olvidaron de ellos y continuaron su campaña mediática. Ese supuesto ejército sirio libre desapareció poco después de su creación integrándose, sus escasos efectivos, en Al-Nusra, o marchando sus dirigentes hacia un exilio dorado en la costa azul francesa.
La evidencia de que estos “desertores” no eran sino mercenarios a sueldo de potencias extranjeras que los financiaban y armaban no implicó una rectificación por parte de aquellos que los apoyaban; bien al contrario, se olvidaron de ellos y continuaron su campaña mediática. Ese supuesto ejército sirio libre desapareció poco después de su creación integrándose, sus escasos efectivos, en Al-Nusra, o marchando sus dirigentes hacia un exilio dorado en la costa azul francesa.
La liberación de Alepo es el punto
de ruptura en esta guerra y es al mismo tiempo la evidencia del cambio
producido en la nueva política a nivel internacional. Occidente y las
monarquías del Golfo, que habían apostado por la caída de la ciudad apoyando a
los grupos terroristas, se ven ahora abocados a cambiar de estrategia. La
reconquista de la ciudad por parte del ejército sirio y sus aliados evidencia
que, por ejemplo, Rusia, a la que Obama calificó despectivamente como “potencia
regional”, ha vuelto a entrar en la escena internacional con pie firme, además
de contar con la implicación directa en el conflicto de China, Irán, Hezbola e
incluso Egipto, que se alinea con la posición siria.
Los últimos días, casi horas, han visto
cómo el ejército sirio y sus aliados avanzan con enorme velocidad. El frente
yihadista colapsa, aunque aún queda mucha batalla: para finales de mes se
espera el control total sobre la ciudad por parte del gobierno sirio. Las
deserciones en el bando terrorista se multiplican. La ruptura de las líneas de
defensa empuja a los militantes a abandonar sus posiciones huyendo hacia otras
zonas que aún controlan, cada vez menores y cada vez más aisladas unas de
otras. Fuentes militares sobre el terreno informan que, al margen de las
conversaciones que llevan Moscú y Ankara, multitud de grupos intentan negociar
su rendición al Ejército sirio. A 7 de diciembre, las zonas que se encuentran
en manos de los terroristas solo alcanzan entre el 10 y el 20% del total de la
ciudad. Los movimientos diplomáticos están ayudando. Mientras se combate, el
gobierno ruso impone un acuerdo bajo auspicio turco que permite la rendición de
decenas de militantes de origen turcomano y la consiguiente recuperación de
barrios enteros, reduciendo el costo en vidas humanas y ahorrando más
sufrimientos a los 10.000 civiles que se presupone que están cercados en lo que
queda de bolsa en Alepo.
Por otra parte, el veto de China y
Rusia a la resolución propiciada por el gobierno Rajoy en el Comité de
Seguridad de la ONU, que pretendía un alto el fuego, revela que los nuevos
actores en la escena internacional tienen ya una enorme fuerza. Madrid
pretendía, arguyendo razones, “humanitarias” conseguir un alto el fuego de una
semana, lo suficiente para que las fuerzas yihadistas se pudieran reorganizar.
La propuesta contaría con el apoyo de EE.UU., Reino Unido y Alemania, lo que
revela la inconsistencia política de la canciller Merkel en esta fase del
conflicto. Las conversaciones entre miembros destacados del gobierno Obama y el
Reino Unido para proveer de armamento, vía aérea, a los terroristas en Alepo
han quedado en nada. La desmoralización cunde entre los “rebeldes”. Las páginas
de estos grupos en las redes sociales han comenzado a buscar responsables de
este fiasco militar entre sus cabecillas, a los que acusan de traición y de
estar detrás de la “gran derrota”, señal inequívoca de la descomposición del
ejército yihadista.
La irritación de los países
occidentales es enorme, todos son conscientes de que la reconquista de Alepo
señala la revisión de todo el sistema de relaciones internacionales. Reino
Unido, Francia y especialmente Alemania perciben que hay un cambio de escenario.
Cada gran guerra (y la guerra siria es una de las principales del siglo XXI)
cambia el destino de los países intervinientes y con ello cambian las
relaciones internacionales. Algunas transformaciones se apreciarán de forma
inmediata, de otras veremos sus efectos a largo plazo. Cuando Estados Unidos
aprovechó “la primavera árabe” persiguiendo el derrocamiento de Assad,
difícilmente podría haber supuesto que sus acciones se saldarían con una
derrota político-militar de esta envergadura. Alepo representó en su momento el
símbolo del colapso del “régimen” de Al-Assad y el mantenimiento del ritmo
ganador de las primaveras árabes. La derrota de los militantes representa por
el contrario el “ataúd” de la revolución “siria” y las revoluciones auspiciadas
por los EE.UU.
El mundo cambia de base. Alepo es
hoy el epicentro se ese cambio.
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Diciembre 9 de 2016
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