“Anhelos”
En el marco de las actividades que se organizaron durante
el año en torno a los tópicos de educación y memoria en la Universidad de
Valparaíso, actividades coordinadas por Ximena Faúndez, se realizó también un
taller llamado “Anhelos: el joven que yo fui…”
“Anhelos” nació –en tanto proyecto– en 2015, del
intercambio con personas interesadas en abordar temas de educación y memoria
sin limitarse a la historia de las violaciones a los derechos humanos, sino
estableciendo puentes e indagando en los pasados anteriores: en particular, en
los momentos que resultaron formadores para quienes fueron parte de las
izquierdas de los años 60 y 70. Esos encuentros sucedieron mientras se iniciaba
la huelga de hambre de ex presos políticos en Valparaíso, lo que también generó
intercambios. De todo eso nació la idea de poder centrar la atención alguna vez
sobre ese momento previo a la dictadura y al espanto.
Lo más interesante de este taller –desde mi punto de
vista de coordinadora del mismo– fue lo que no se pudo prever: la riqueza del
público. Y un aspecto en particular: su diversidad en términos de edad y de
experiencias. No había una sola generación presente. Había varias. La mayoría
de las personas tenían en común el ser miembro de diversos organismos de DD.HH.
y/o trabajar o estar interesados en estos temas.
Para tener en cuenta esa diversidad y no dejar de lado a
los jóvenes que concurrieron, el taller se desarrolló así: las personas que
habían sido jóvenes en los años 60 y 70 fueron invitadas a contarles a los
jóvenes de hoy cuáles habían sido sus anhelos, sus esperanzas, en qué creían,
qué los había movilizado en su juventud. Por su parte, los que eran jóvenes hoy
fueron invitados a contarles a sus mayores sus propias aspiraciones. Esos
relatos tomaron la forma de una carta escrita durante el taller. Luego se
leyeron en voz alta algunas de ellas.
Cuando uno revisa el conjunto del material, impactan por
lo menos dos cosas: la profundidad de los relatos de los mayores; la voluntad
de los más jóvenes de entender qué es lo que estaba en juego previo al golpe de
Estado y previo incluso a la Unidad Popular, pero también la voluntad de tender
la mano y de promover experiencias conjuntas.
A continuación se reproducen fragmentos de cuatro cartas
escritas en esa ocasión.
“Para la joven que yo fui ayer sólo se destaca en mayor
dimensión la solidaridad que nos movilizaba a todos, grandes y chicos estábamos
comprometidos con el otro y nuestras vidas se entremezclaban entre ricos y
pobres. No se marcaba tanto las clases sociales y la educación no era un
negocio como lo es en la actualidad. Los vecinos se conocían entre ellos y se
ayudaban en todos los aspectos. Los niños jugábamos en la calle a la pelota, al
luche y un sin número de actividades que se hacían en grupo. (…) Era una época
en que los líderes sociales tenían las condiciones para sacar adelante los
proyectos que se proponían con sus organizaciones. Añoro mucho a ese joven de
la época, que era tan sano y su tiempo lo dedicaba a mejorar la calidad de vida
del otro”.
“Querido joven: Te escribo desde la niña que fui, hija de
un hogar proletario, en el que generosamente compartían siete niños con tres
pequeños hijos de obreros del carbón. En aquel tiempo, los mineros estaban en
una larga huelga que se sostenía con decisión pero la hambruna y las miserables
condiciones de vida hacían cada vez más difícil mantener a las familias. Los
trabajadores de la zona central de Valparaíso acudieron en apoyo de sus
hermanos de clase, y es así cómo llegaron a este puerto niños que venían a
compartir el pan de la fraternidad. Este hecho lo viví siendo muy pequeña pero
lo tengo marcado a fuego en mi memoria porque reveló años después cómo la
solidaridad de clase construye lazos de unidad y organización”.
“Querido joven de los años 60: Cuéntame… ¿Cómo era ser
joven en los años 60? ¿Qué sueños tenías? ¿Cómo era tu vida cotidiana? ¿Quiénes
eran tus amigos? ¿Qué hacías para entretenerte? ¿Cómo era tu vida familiar?
¿Qué te conmovía? ¿Cuáles eran tus preocupaciones en esa época? ¿Cuál creías
que era tu rol en la sociedad? ¿Era el mismo que el de tus padres?”
“Querida persona que estás leyendo esta carta, tengo 26
años y nací el año de la caída del muro de Berlín. Me crié en transición y
democracia en Chile, pero pendiente de esos hechos del ayer que no se suelen
hablar. (…). Esa época no se cuenta, quisiera tu relato. Todo lo que digas es
importante, porque nada me llegó de joven y lo que tengo son legajos tiesos de
papel, imágenes inmortalizadas de momentos congelados en el tiempo, pero de los
cuales no logro sentir la efervescencia y el gozo de los compañeros (…). Yo
quisiera que las personas vieran el potencial de sí mismas y en los otros. Pero
sus mentes están adormecidas. Han olvidado quiénes son, de dónde venían y qué
querían para el futuro. Quisiera que despertaran, pero a veces, a mí también me
cuesta despertar por las mañanas”.
En la última columna dedicada al taller de los juguetes
rotos… se planteaba una pregunta: ¿quiénes están capacitados para participar en
ese tipo de educación? Es decir, más allá de los rótulos, en una educación que
pueda articular pasados y presente, pensar la dictadura, pensar la democracia,
pero también y sobre todo el porqué de las cosas, pensar la justicia, las
luchas sociales, los conflictos políticos, sin aislar los hitos sino hilvanando
y permitiendo el fortalecimiento de un tejido social arraigado en proyectos y
valores.
Encuentro algunas respuestas releyendo estas cartas. No
creo que se trate de un solo tipo de educador sino que ese educador que estamos
necesitando es también un sujeto colectivo. Una instancia o una serie de
instancias que permitan la participación de diferentes personas (de edades,
trayectorias y experiencias diversas) unidas en torno a esa idea que sobresale
en muchos de estos relatos centrados en la palabra anhelos: el otro, la
preocupación por el otro.
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