“La burguesía, que sobrepasa en mucho al
proletariado por lo acabado y lo intransigente de su conciencia de clase, tiene
un interés vital en imponer su moral a las masas explotadas. Precisamente por
eso las normas concretas del catecismo burgués se cubren con abstracciones
morales que se colocan bajo la égida de la religión, de la filosofía o de esa
cosa hibrida que se llama “sentido común”
León Trotsky
Los hechos de esta semana, del mes que se va
y del semestre que concluye, nos demuestran palmariamente que se ha ido
imponiendo una especie de empate político entre los pueblos y los trabajadores,
de una parte, y el bloque político de Estado, de la otra. Empate en términos de
las concretas y virtuales prácticas políticas de clase, pero no al nivel de la
moral, los principios y la ética sustentados por ambos campos.
Antes
de entrar en materia, aclaremos que la Nueva Mayoría (NM) y la derecha
política, conjuntamente con el bloque en el poder, éste último expresión de las
clases y fracciones de clase dominantes, constituyen lo que en las sociedades capitalistas,
y por ende divididas en clases, se conoce como el bloque político de Estado
(BPE).
LA COYUNTURA
Es
más que evidente que hoy por hoy existen variados y extendidos sectores
sociales activados y movilizados en pos de concretar sus postergadas demandas.
Estos son los estudiantes, secundarios y universitarios; franjas radicalizadas
de pobladores y deudores habitacionales; importantes segmentos de trabajadores,
públicos y privados; y las comunidades Mapuche en resistencia, desde el Biobío
hasta la región de Los Lagos. Y el hecho que digamos que existe por estos días
un empate entre el BPE y el movimiento popular en su conjunto, no significa que
éste último esté perdiendo, ni mucho menos. Al contrario, nos parece que los
niveles de organización, coordinación y lucha entre los sectores y frentes
sociales que llevan adelante una lucha rupturista y consecuente demuestran una
mejora cuantitativa respecto de la situación existente un lustro atrás, y
cualitativamente superior a la de hace una década.
Nos
conmovió la extensa movilización nacional del jueves 25, llevada a cabo por más
de 150 mil estudiantes, profesores y trabajadores[1], a la cual
se sumaron diversas organizaciones sociales y políticas de izquierda, lo que
vino a demostrar que el movimiento popular chileno continúa firme en la lucha.
A
pesar del circo de la Copa América; de las amenazas de represión desenfrenada del
gobierno, con empleo a discreción de la fuerza paramilitar policial, llámense
Fuerzas Especiales –FFEE- o GOPE; de descuentos a los profesores y de cierre
del semestre para los establecimientos públicos paralizados; de los esfuerzos
de los partidos que fueran la izquierda tradicional –PC y PS- por desmotivar
las luchas populares y hacer que acepten el yugo del pragmatismo y el
entreguismo, los pueblos y los trabajadores no se dejan amedrentar y prosiguen
su andar en éste nuevo ciclo de alza del movimiento popular.
Ese
jueves 25, al amanecer, irrumpieron las conocidas barricadas en calles
céntricas de la capital: en Portugal con Diagonal Paraguay[2], a las
afueras de las Facultades de Arquitectura y Economía de la U de Chile, y otras
cerca de la tomada Casa Central de dicha universidad; otras tantas piras se alzaron en la provincia
de Concepción; El Instituto Nacional despertó por enésima vez tomado por la
comunidad estudiantil (apoyado en un 70%) y el dirigente de su CCAA señaló, muy
acertadamente: “Le damos el apoyo a
los profesores, queremos que sea retirada la carrera docente, no queremos
rediseños, ni parches, queremos que sea construido entre todos los actores
sociales”.
También
ese jueves, los trabajadores de Express, una empresa operadora del ineficiente
Transantiago, llegaron a un buen acuerdo para deponer la huelga que valientemente
desarrollaron por 16 días, en la que contaron con muestras de apoyo de una
multitud de organizaciones sociales y políticas del campo popular. Y como no,
si dicha inédita movilización desveló las pésimas condiciones laborales de los
trabajadores del volante.
Esa
jornada de lucha popular cerró con su bus del Transantiago quemado por
completo, en la comuna de Estación Central.
Al
día siguiente, viernes 26, nos informamos que nuevamente[3]-[4] efectivos
de las FFEE y del GOPE de los pacos atacan[5] la
Comunidad Mapuche Rankilko Nag, en el Bajo Malleco, región de la Araucanía. No
se quedaron cortos los paramilitarizados guardias del orden empresarial y
trajeron tanquetas, helicópteros y una incontable columna de vehículos
todo-terreno. Por cierto no exhibieron ningún documento judicial que
justificase la brutal arremetida, donde se atacó por igual a ancianos, niños y
mujeres Mapuche. Es decir, las Comunidades Mapuche que pretenden impetrar sus
derechos no pueden esperar más que la violencia organizada y legalizada del
Estado frente a sus demandas.
SU MORAL
Al
inconsistente y marrullero Alejandro Navarro, senador del MAS pero amparado por
el pacto Nueva Mayoría por Chile, quien quiso pasarse de transparente al
entregar un listado con aportes reservados pagados por el empresariado pesquero
y que afecta a tirios y troyanos, sus compadres de la Nueva Mayoría (NM) ya lo
amenazaron[6] con que se
debe retractar o de lo contrario le quitarán el piso (léase censurarlo) para
que siga fungiendo de vicepresidente del senado (y de paso, asegurar su
continuidad en las lides politiqueras). El chico Navarro, en un oportunista
intento por aparecer diáfano (y lo catalogamos así pues nunca ha aclarado las
fuentes de su financiamiento electoral y porque parecer inmaculado hoy vende),
le está significando a un montón de poco transparentes socios de la NM quedar
muy mal parados, por lo que se requiere amedrentarlo[7] para que
pronto acate el dictado de que ‘aquí o todos somos cochinos o ninguno lo es’. Sobre
estos tipos de empate, la derecha[8] no lo
hace nada de mal.
Parece
que al BPE se le olvida que le son propias y sistemáticas las prácticas del cohecho,
las coimas, el soborno, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, el tráfico
de influencias, el incumplimiento de deberes, la mentira, el lavado de activos,
la instigación a las FFAA y de orden para que sin parar mientes cumplan su rol
de fieles guardianes del orden de los ricos, etc. Pero su moral se mantiene incólume,
según ellos, por cuanto los medios no importan si el fin, en este caso mantener
la institucionalidad, logra salir indemne. Pero cada día va quedando más al
descubierto que su maquiavélico proceder sólo oculta fines muy terrenales y muy
contradictorios con el respeto de esa gran mayoría nacional que, supuestamente,
coloca en manos del estrato político civil la soberanía y a la vez acepta los
ingentes niveles de riqueza arrancados por la patronal.
Nuestros
politicastros y nuestra burguesía se refocilan hoy en llamados para establecer
‘acuerdos’ que entierren sus negociados y prácticas inmorales, y mientras más
amplios sean ellos, tanto mejor. Ya hemos dicho que tal política de pactos se
asienta en una orientación política hacia la centro-derecha y, sin duda, busca sumar
al conjunto de las clases dominantes para lograr cristalizar un gran acuerdo
que asegure las bases del sistema de dominación, hoy puesto en cuestión.
En
medio de su crisis moral y política, la NM y la derecha deben buscar salidas
que les den alguna cobertura. Y he allí que el manido cuento de la delincuencia[9] les
sirve de amparo. Y lo adecuado para ellos de esa veta, es que sirve hasta para
acusar y reprimir a todos los que se atrevan a cuestionar el poder de los de
arriba o simplemente exigir sus derechos.
El
BPE, de más en más, al verse cuestionado por las grandes mayorías y minado por
su corrupción indesmentible, tenderá a utilizar no digamos ya la
descalificación, demonización[10] y criminalización[11]-[12] (en ese
orden) de los movimientos sociales, sino que empleará la represión física lisa
y llana. Será como en el modelo clásico[13]: “El
ejercicio de la represión física está legitimado en adelante porque se presenta
como correspondiente al interés general del pueblo-nación”. Ese bloque político
se saca su careta democrática y reimpone, entonces, el concepto original del
Estado de clase capitalista que señala que a partir de la luma, la patada, la
tortura o el balín se forja el “Estado de derecho”.
Al
final, ellos mismos han incumplido con el rol que se autoasignaron con el
famoso ‘contrato social’, entre dominadores/dominados. Han quebrantado la fe
pública y la confianza de los portadores de la etérea ‘voluntad general’.
NUESTRA MORAL
Pero
la más simple aunque comúnmente no muy evidente verdad es que el pueblo y los
trabajadores no necesitamos de los empresarios y del estrato político civil; no
tenemos la obligación moral de acatar ninguna de sus leyes, mandatos,
reglamentos, edictos u ordenanzas. No debiésemos obedecer, acatar o aceptar ninguna
disposición política y/o ideológica emanada de quienes han perdido toda calidad
moral y ética para gobernar hasta en la democracia burguesa de la peor ralea.
A
los pueblos y los trabajadores de Chile, a los explotados y marginados, nos
asiste todo el derecho de rebelarnos en contra de un sistema de dominación y
explotación que se desarrolla y reproduce sobre una extrema desigualdad social
y cuyos aprovechadores y sostenedores exhiben un 0 en honestidad e integridad.
En
lo más actual, por supuesto que los condenados de estas tierras contamos con
toda la moral y la razón para negarnos a aceptar las retorcidas reformas
gubernamentales, hechas a espaldas de las grandes mayorías nacionales y que son
la base de la labor de zapa con que la NM pretende ajustar aún más nuestra
formación para los fines del gran capital, nacional y extranjero. Porque, ¿qué otra
cosa persiguen las modificaciones en educación, tributación y relaciones
laborales, sino privatizar y mercantilizar aún más a las personas y los recursos
del país? Prometer que vamos a reducir la desigualdad sin alterar el modelo
económico es una utopía aquí y en Marte, y si la NM nos quiere vender sus
reformas sobre tal engaño, bueno, estamos obligados a desvelar sus intenciones
últimas frente a toda la comunidad nacional.
Si
bien es cierto que en los tiempos corrientes no existe un monolítico y
extendido movimiento popular chileno[14] (no siendo
efectivo que el rasero para definir su existencia ‘pura’ y acabada sea sólo la presencia
de una/s vanguardia/s), sus expresiones sectoriales mantienen un carácter
rupturista en su relación con las fuerzas sostenedoras del sistema de
dominación y son portadoras de un ethos con un gran potencial revolucionario. Trabajadores,
estudiantes, pobladores y Mapuche avanzan hace rato en la construcción de una
alternativa popular a la crisis de los de abajo, a través de varias iniciativas[15] que no
son contradictorias entre sí y que en algún momento, dependiendo de la voluntad
real unitaria tributada por los sujetos revolucionarios y del respeto por los
proyectos que cada cual porte, decantará en el nodo político-social capaz de integrar,
potenciar y dar continuidad a los esfuerzos de sus fuerzas conformantes.
Pero,
también debemos ser claros. Aún nos resta mucho para superar una serie de
debilidades y falencias al interior del movimiento popular. Nos falta politizar
aún más las luchas, todas las luchas; darles mayor contenido y alcance, sumando
en la acción a aquellos menos conscientes y organizados; el mismo tema de la profundización
y extensión de la unidad, sin protagonismos estúpidos y dejando atrás los
sectarismos; fortalecer la confianza y la seguridad en nosotros mismos y en nuestras
fuerzas; en suma, hacernos pueblo, unidad y lucha.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!
Colectivo Acción Directa – CHILE
Junio 28 de 2015
[13] Nikos
Poulantzas, Poder Político y Clases
Sociales en el Estado Capitalista. XXXa edición español. México: Editorial
Siglo XXI, 2007.P. 293
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