Cra. Lucía Vergara Valenzuela, Pity |
La
matanza se llevó a cabo el 7 de septiembre de 1983 y no fue un “enfrentamiento”
como señaló la prensa prodictatorial. Los sicarios actuaron sobreseguro,
conociendo previamente el paradero de l@s cr@s a aniquilar y contando para ello
con un incontrastable poder de fuego. La misma noche, las fuerzas represivas
asestaban otro golpe al MIR y la Resistencia Popular, asesinando en calle
Janequeo a otros dos cros.
Por su responsabilidad
en los homicidios calificados de l@s militantes del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria MIR LUCÍA VERGARA VALENZUELA, ARTURO VILLAVELA ARAUJO (en su sentencia aparece como ‘Vilavella’) y SERGIO PEÑA DÍAZ, ilícitos perpetrados el 7 de septiembre de 1983, en calle
Fuenteovejuna de la comuna de Las Condes, el ministro en visita extraordinaria
para causas por violaciones a los DD.HH. de la CA de Santiago, Mario Carroza,
dictó sentencia en contra de 20 esbirros de la siniestra Central Nacional de Informaciones (CNI).
En el fallo (causa rol 539-2011), el ministro Carroza condenó a Roberto Schmied Zanzi a la pena de 15 años y un día de presidio, como autor de los
homicidios calificados. En tanto, Aquiles González Cortés (alias ‘El Caracha’), Álvaro Corbalán Castilla, Norman Jeldes Aguilar y Manuel Laureada Núñez deberán
purgar 10 años y un día, como autores de los ilícitos.
En la causa, los criminales de la CNI
Sergio María Canals Baldwin, Juan José Pastene Osses, Patricio Leónidas
González Cortez, Luis René Torres Méndez, Manuel Ángel Morales Acevedo, Luis
Hernán Gálvez Navarro, Sergio Daniel Valenzuela Morales, Juan Modesto Olivares
Carrizo, Raúl Hernán Escobar Díaz, Eduardo Martín Chávez Baeza, Luis Eduardo
Burgos Cofré, Raúl Horacio González Fernández, Orlando Jesús Torrejón Gatica,
Rafael de Jesús Riveros Frost, Juan Alejandro Jorquera Abarzúa, fueron
condenados a 3 años y un día de presidio, con el beneficio de la libertad
vigilada intensiva, en calidad de cómplices. En tanto, el desalmado Egon Barra Barra (alias ‘El Siete Fachas’, ‘Raúl González’) fue absuelto,
pero no se libra de otras acusaciones por crímenes de lesa humanidad, como que
está procesado como parte de las bestias que participaron en los “Crímenes de
la Vega Monumental”, en Concepción; en "La Operación Albania" o
Matanza de Corpus Cristi; también ha sido identificado como uno de los autores
de los crímenes del editor de la revista Análisis,
José Carrasco, de Abraham Musklabit, Eugenio Rivera e Ignacio Vidaurrazaga,
todos ellos luego del atentado al tirano Pinochet, en septiembre de 1986.
Brigada Azul
En la etapa de investigación de la causa,
el ministro Mario Carroza logró establecer que, tras el ajusticiamiento del
intendente de la Región Metropolitana Carol Urzúa Ibáñez, cometido el 30 de
agosto de 1983, el director de la CNI, Humberto Gordon Rubio (fallecido), ordenó a la División Antisubversiva
Metropolitana, al mando del ‘Caracha’ Schmied Zanzi, conformar una nueva
agrupación: la Brigada Azul, para investigar al MIR.
Cro. Arturo Villavela A., Coño Aguilar |
En dicho contexto, en horas de la mañana
del 7 de septiembre de 1983, se ordenó la detención de miembros del MIR que se
encontraban en el inmueble de Fuenteovejuna 1330, que había sido previamente
ubicado. Lugar al cual, en horas de la tarde, se envió un número considerable
de agentes al mando de Álvaro Corbalán Castilla (comandante de la Brigada Antisubversiva
Metropolitana) y de Aquiles González Cortés (jefe de la Brigada Azul).
"En las acciones iniciales, los
agentes instalaron frente al inmueble una base de fuego, consistente en una
ametralladora Rheinmetal, calibre 7,62 mm, montada en el techo de un jeep, que
en esa oportunidad era conducido por Manuel Ventura Laureada Núñez, y el arma
operada por al menos dos personas, una la que disparaba, Norman Antonio Jeldes
Aguilar, y la otra encargada de pasar la cinta de municiones, con capacidad de
tiro de 10 por cada ráfaga corta y disposición de tiro completa de 500 por
minuto, con balas trazadoras", consigna el fallo.
La resolución agrega que, "ya
encontrándose en posición la base de fuego, se ordena por el oficial al mando
dirigirla y disparar contra el inmueble por cerca de un minuto, esto es, unos
500 tiros, luego detienen su acción y mediante altoparlantes conminan a los
ocupantes del inmueble a entregarse".
"Uno de ellos –continúa–, Sergio Peña
Díaz, decide entregarse y sale con las manos en la nuca, pero en los momentos
en que caminaba hacia los agentes, éstos le disparan y sus heridas le provocan
la muerte, lo cual incita la reacción de la única mujer del grupo, que les
enfrenta con un arma; ante esta reacción, Álvaro Corbalán nuevamente da la orden
de disparar la base de fuego en dirección al inmueble, lo cual provoca no sólo
la muerte de Lucía Orfilia Vergara Valenzuela, por heridas de bala, sino
también el incendio de la casa y la calcinación del tercer integrante del
movimiento, Arturo Vilavella (sic) Araujo".
La “Noche de los CUCHILLOS LARGOS”*
La noche del 7 de septiembre de 1983, un
grupo operativo de la CNI propinó un demoledor golpe al Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). En pocas horas -en dos lugares de Santiago- fueron asesinados
cinco compañer@s miristas,
entre ellos Arturo Villavela Araujo,
miembro de la comisión política y encargado militar de ese partido, y HUGO RATIER NOGUERA, miembro del
comité central y jefe de la estructura armada del MIR en la capital. Fue
una operación de represalia que la dictadura ordenó ejecutar por la muerte del
intendente de Santiago mayor general (r) Carol Urzúa Ibáñez, que junto con su
escolta cayó en una emboscada montada por un comando del MIR el 30 de agosto en
la comuna de Las Condes. La sangrienta respuesta de la CNI cobró cinco vidas en
una noche. Esa brutal represalia dejó en evidencia que la CNI conocía los
domicilios de dirigentes del MIR que vivían en la clandestinidad, y que eran
vigilados cotidianamente por los servicios de seguridad.
El primer golpe se descargó en la calle
Fuenteovejuna 1330, de Las Condes, donde fueron abatidos Arturo Villabela
Araujo y los militantes Lucía Vergara Valenzuela y Sergio Peña Díaz. Los tres
habían regresado clandestinos al país. Horas después, el mismo contingente dio
muerte en la calle Janequeo 5707, de Quinta Normal, a Hugo Ratier Noguera y a ALEJANDRO SALGADO TROQUIÁN.
Aquella noche, Miguel Alejandro Bustos
Césped, hijo adoptivo de Alejandro Salgado, de 16 años, se encontraba
estudiando mientras escuchaba música en la casa de calle Janequeo. De pronto,
una ráfaga de ametralladora se escuchó a unos cien metros de la vivienda. El
joven sobreviviente entregó su testimonio, que es la base de una denuncia que
debe investigar la ministra de la Corte de Apelaciones de Santiago, Gloria Ana
Chevesich. La ráfaga “se escuchó bastante cerca -declaró Miguel Bustos- pero no
le di mayor importancia, porque era normal escuchar disparos en Santiago en
aquel tiempo de protestas. Traté de concentrarme nuevamente, cuando escuché
gritos en la calle. Fue todo muy rápido, entre la primera ráfaga a distancia y
el ataque a la casa”.
Cro. Sergio Peña Díaz, Jota Eme |
En estas dos operaciones de aniquilamiento
participó el entonces miembro del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea
(Sifa) e integrante del Comando Conjunto, Andrés Valenzuela Morales (alias “El
Papudo”). En declaración ante la Vicaría de la Solidaridad el 28 de agosto de
1984, a la cual tuvo acceso Punto Final, Valenzuela precisa que en estos
asesinatos se actuó con deliberada violencia y ensañamiento. “Recibimos orden
de dirigirnos hacia el sector poniente de la ciudad, a calle Janequeo 5707, por
los alrededores de la Plaza Garín. Cuando estuvimos cerca del objetivo, nos
dijeron que nos agacháramos pues venía corriendo una de las personas que debía
ser eliminada. Pasó por el costado de nuestra camioneta. Cuando llegó a un
sector donde hay una pared, fue rafagueado e inmediatamente la base de fuego,
que también estaba en ese lugar, empezó a disparar sobre una casa”. Este primer
blanco en la calle fue Alejandro Salgado Troquián. Según Valenzuela Morales
“apenas cayó asesinado, un agente colocó en su mano un arma simulando que la
llevaba al momento de ser eliminado”. En el interior de la casa de calle
Janequeo fue acribillado Hugo Ratier.
El ex suboficial de la Fach también
describe en su testimonio lo ocurrido en calle Fuenteovejuna 1330, que antecede
a los asesinatos en calle Janequeo: “Se nos ordenó ir hacia Avenida Colón,
donde hay un supermercado que está en la esquina suroriente, cercano a una
rotonda donde también desemboca la calle Tomás Moro. Allí estuvimos un rato,
mientras se daban instrucciones para actuar en una casa de calle Fuenteovejuna,
donde se había detectado que había tres personas. Llegó un jeep de la CNI con
el techo corredizo y en el cual se instala una ametralladora punto 50 sobre un
sistema hidráulico que permite subirla sobre el nivel del techo y operarla por
dos hombres, uno que dispara y otro que va pasando la cinta de municiones. Nos
dirigimos frente a la casa de Fuenteovejuna 1330, donde se instaló el jeep y se
dio orden de actuar”. Esa orden significó la muerte de Arturo Villabela, Lucía
Vergara y Sergio Peña y el incendio de la vivienda. Cumplida la misión, tomaron
rumbo hacia Quinta Normal, a Janequeo 5707.
Miguel Alejandro Bustos Césped, quien logró
escapar al cerco en calle Janequeo, entrega en su testimonio una serie de
antecedentes que retratan a Hugo Ratier y Alejandro Salgado y la vida en la
clandestinidad que compartían en familia. La madre de Miguel Bustos, Digna
Césped, era tesorera de una junta de vecinos de La Florida y apoyaba la
organización social incipiente contra la dictadura. Así conoció al que sería su
compañero, Alejandro Salgado Troquián. Miguel Bustos señala: “El era uno de los
que acostumbraban llegar a nuestra casa: gente de iglesia, políticos, jóvenes y
trabajadores. Por las acciones realizadas por mi madre en los comedores
populares, nuestra casa comenzó a ser vigilada. Ella fue perseguida en varias
ocasiones”. Por seguridad de su familia, Digna Césped decidió abandonar el
barrio en 1979. Con sus cuatro hijos, formó una familia con Salgado. En su
testimonio, Miguel señala que a Alejandro Salgado “lo conocimos como ‘Raúl’ (su
nombre político) y después de un tiempo conocimos a ‘José’, Hugo Norberto
Ratier”. En 1980 se trasladaron a la comuna de San Miguel, viviendo en
distintas casas, lo que llevó a Miguel y sus hermanos a deambular por diversos
colegios. “Los cambios de escuela nos obligaban a elaborar leyendas para
sortear las preguntas de los nuevos compañeros de clase. Pero ya estábamos
acostumbrados”. La presencia de Hugo Ratier ya era constante en la casa y
Miguel recuerda que, en 1982, “tuvimos que acoger a dos compañeros heridos” que
fueron atendidos por una doctora que más tarde fue detenida y torturada.
La clandestinidad obligó a Miguel Bustos
Césped a interrumpir su vida escolar. A los 13 años comenzó a trabajar como
comerciante ambulante en Patronato, y su hermano Carlos como cuidador de autos
en el Estadio Nacional. Luego fueron vendedores en ferias libres. En una
oportunidad, viviendo en La Cisterna, la familia decidió dispersarse como
medida de seguridad, luego de la visita de dos funcionarios de Investigaciones
-así se identificaron-. Se decidió que los adultos abandonarían la casa y los
menores serían distribuidos en distintos lugares. Así, Miguel Alejandro llegó a
una parroquia en El Salto, donde fue acogido por el sacerdote español Jesús
Rodríguez. Tiempo después, su madre Digna lo buscó. El reencuentro esta vez fue
en Conchalí. La familia siguió siempre en la permanente sombra de la
clandestinidad.
Miguel señala que llegaron a la casa de
Janequeo 5707 a principios de enero de 1983. Ubicada frente a un policlínico,
la vivienda contaba con dos patios donde crecían árboles frutales. Una vez
instalados, Miguel y su hermano Luis Enrique retomaron clases en un colegio
cercano, mientras su hermana Sandra Virginia se quedaba en casa. La menor nació
con labio leporino y no podía asistir a colegios ni hospitales porque la CNI
podía seguir esa pista. En febrero de 1983 llegaron a vivir a Janequeo Hugo
Ratier y su familia: su compañera, Ruth Carvajal Peña, y los hijos de ambos,
Marcelo, Úrsula y Dagoberto. Miguel sólo alcanzó a compartir con ellos un
tiempo breve. Antes de finalizar el mes, Ruth y los tres hijos de Ratier
abandonaron el país rumbo a Cuba. Era época de protestas y caceroleos. La casa
comenzó a ser vigilada. “Un taxi se paraba en la esquina y en una ocasión vimos
que el auto no tenía patente. Sospechamos que era un control sobre nosotros,
aunque luego se fueron”. En mayo se decidió que la madre de Miguel viajara
fuera del país. Quedaron en la casa de Janequeo Alejandro Salgado, Hugo Ratier
y tres de los hijos de Digna, aunque la idea era que también salieran del país.
La rutina diaria comenzaba temprano. Miguel
hacía las compras, mientras que Hugo Ratier se encargaba de preparar la comida.
Miguel recuerda que “comíamos juntos y por las tardes conversábamos y veíamos
fútbol por televisión”.
A fines de agosto de 1983 los hermanos de
Miguel, Sandra Virginia y Luis Enrique, abandonaron la casa para reencontrarse
con su madre en el exterior. Miguel recuerda: “El ambiente se hizo más triste
para mí”.
La huida
En la mañana del 7 de septiembre de 1983 el
joven Miguel Bustos se levantó para ir al colegio. “Regresé cerca de las 14
horas. Almorcé junto a mi tío Hugo y Alejandro, escuchando las noticias de la
radio. Después quedamos conversando un rato. Me preguntaron cómo me iba en el
colegio, a lo que contesté que más o menos. El tío Hugo comenzó a recordar su
época de estudiante en su ciudad natal, en Argentina. Luego lavó la loza y mi
papá salió como a las 16.30 horas, quedándonos solos con el tío Hugo.
Conversamos en el living y después me fui a mi pieza a estudiar. Sin embargo,
Alejandro tardaba en volver y nuestra preocupación se expresaba con el silencio
que reinaba en la casa”.
Se hizo de noche, entonces, de repente,
comenzó la balacera. “La casa se estremecía con los impactos y comenzó a
llenarse de humo. Yo traté de ubicar al tío Hugo, lo llamé y no escuché
respuesta”. La intensidad de los balazos aumentaba y los agentes de la CNI
destruyeron todo al ingresar a la vivienda. “Disparaban para asegurarse que no
había nadie vivo”. El muchacho consiguió escapar saltando a una casa vecina,
donde se ocultó gracias al solidario gesto del dueño. Un flash noticioso
informó esa noche sobre el violento “enfrentamiento”. “Se mostraron imágenes de
nuestra casa. Se veían carabineros y agentes armados. La casa la mostraban por
dentro y se podían apreciar armas, que yo nunca había visto antes. La noticia
fue que habían matado a dos ‘terroristas’ en un enfrentamiento”.
Con la ayuda de abogados de la Vicaría de
la Solidaridad, el joven Miguel Bustos Césped acudió posteriormente a declarar
en la Segunda Fiscalía Militar de Santiago. La entrevista comenzó con preguntas
de rutina, mientras los datos eran registrados por el actuario. Junto a éste se
encontraba de pie “un hombre alto, algo gordo, que me preguntaba varias veces
las mismas cosas. Se iba poniendo agresivo. Me decía que tenía que admitir
diferentes cosas y mostraba fotos de mi familia. Sacó una pistola, comenzó a jugar
con ella y a apuntarme”.
El joven sobreviviente de la tragedia en
calle Janequeo permaneció más de un año en Chile viviendo en precarias
condiciones, hasta que pudo viajar a Suecia donde hoy vive con su madre, Digna
Césped. Pero las secuelas del horror que vivió en Chile lo persiguen hasta hoy.
Un argentino que luchó por
Chile
Hugo Norberto Ratier Noguera llegó a Chile
en 1970. Hijo de una familia peronista de Misiones, Argentina, y sobrino del
contralmirante Enrique Noguera Isler, edecán del ex presidente Juan Domingo
Perón, Ratier era un hombre de Izquierda y en nuestro país se unió al MIR. Fue
un destacado dirigente de su comité central y luchó por la libertad de Chile.
La historia reconstruida por el Informe
Rettig (1990) señala que una patrulla de la CNI dio muerte a Alejandro Salgado
cuando caminaba hacia la casa de calle Janequeo, donde lo esperaban Ratier y su
hijo adoptivo, Miguel Bustos Césped, de 16 años. Con una ametralladora pesada,
montada en un jeep, dispararon contra la casa. En la secuencia de hechos
narrados por el único sobreviviente, se consigna que la vivienda fue quemada,
con el objetivo de no dejar huellas del falso enfrentamiento.
A 21 años de estos hechos, quien fuera la
pareja de Hugo Norberto Ratier, Ruth Carvajal Peña, reflexiona sobre su
compañero y la posibilidad que hubiese abandonado el país con ella. “Creo que
él nunca lo pensó. Me dijo: tú te vas a Cuba y en unos meses más yo me voy.
Pero ambos sabíamos que eso no iba a ocurrir. Él se quedaba aquí hasta las
últimas consecuencias”, dijo Ruth a Punto Final.
Los secretos del coronel
Bustos
En noviembre de 2003 causó revuelo una
información en el diario electrónico El Mostrador respecto al agregado militar
de Chile en la ONU, coronel Pedro Pablo Bustos Valderrama. No sólo había sido
agente de la CNI, sino también habría tenido activa participación en los
asesinatos de 1983 en calles Fuenteovejuna y Janequeo. De acuerdo con esos
antecedentes, el coronel Bustos integró la Brigada Azul de la CNI que combatía
al MIR, cuyo jefe era el comandante Aquiles González (“El Caracha”). El segundo
era el mayor Álvaro Corbalán Castilla, procesado por el ministro Alejandro
Solís como autor del homicidio de Lisandro Salvador Sandoval Torres, cometido
el 17 de agosto de 1981 y condenado por el asesinato de Tucapel Jiménez.
Pedro Pablo Bustos operaba en la CNI bajo
el nombre de Alejandro Benz y -como consigna El Mostrador- participó en el
operativo de calle Janequeo según testimonio de cinco ex agentes que
intervinieron en el hecho. Sin embargo, hasta ahora su participación no ha sido
acreditada ante la justicia. En 1986, Bustos Valderrama era jefe de seguridad
personal de Augusto Pinochet al momento del atentado del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, el 7 de septiembre de ese año. Cuando Pinochet regresó a
Chile tras su detención en Londres, en marzo de 2000, el coronel Pedro Pablo
Bustos le rindió homenaje como vocero del ejército. A este perfil se suma su
vinculación con la financiera ilegal La Cutufa, que operaba al interior del
ejército desde 1984. En esa investigación se determinó que unas 350 personas
tuvieron directa relación con las operaciones de la financiera, que prestaba
dinero de manera fraudulenta a militares y sus familias
*En
revista Punto Final, 16/9/2004
¡Ni Olvido Ni Perdón: Verdad,
Justicia y Memoria!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán
Libres!
Colectivo
Acción Directa CAD –Chile
Enero 18 de 2018
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