“El asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, crimen de la socialdemocracia”
El 15 de enero de 1919, en el curso de la Revolución alemana,
son asesinados Rosa Luxemburgo y Karl
Liebknecht bajo la represión del gobierno socialdemócrata contra los
consejos obreros.
Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht representaban el
espíritu de la revolución y del internacionalismo proletario. Sus figuras
condensan la lucha contra el reformismo y contra la traición social patriota de
la Segunda internacional que había apoyado a su propia burguesía en la Primera
Guerra mundial.
La Segunda
Internacional se había convertido en un “cadáver maloliente”, en palabras
de Rosa Luxemburgo, al apoyar los créditos de guerra en el Reichstag, el 4 de
agosto de 1914. Pero, ese mismo día, “se reunían en casa de Rosa Luxemburgo un
reducido número de camaradas” que “resolvieron emprender la lucha contra la
guerra y contra la política belicista de su propio partido. Este fue el
comienzo de la rebelión que cerró filas bajo el nombre de Spartakus.” Clara Zetkin
dio su apoyo desde Stuttgart y Karl Liebknecht no tardó en unirse a ellos. (1)
Con el asesinato de estos dirigentes -poco después será
asesinado también Leo Jogiches-,
líderes del naciente Partido Comunista Alemán, la represión del Estado bajo el
gobierno socialdemócrata buscaba liquidar la revolución de los consejos en
Alemania y aislar la revolución rusa.
El crimen de la socialdemocracia consolida todo el curso reformista y social patriota de los últimos años, convertido en agente directo de la reacción del Estado burgués.
El crimen de la socialdemocracia consolida todo el curso reformista y social patriota de los últimos años, convertido en agente directo de la reacción del Estado burgués.
“Hemos perdido a
nuestros mejores compañeros, ¡y sus asesinos siguen formando parte del Partido
Socialdemócrata que osa remontar su genealogía hasta Carlos Marx! ¡Estos
son los hechos, camaradas! El mismo partido que traicionó los intereses de la
clase obrera desde el principio de la guerra, que apoyó al militarismo alemán
(…) ¡ese mismo partido y sus jefes (Scheidemann y Ebert) se autodenominan
marxistas al mismo tiempo que organizan las bandas reaccionarias que han
asesinado a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo!”. León Trotsky escribe estas palabras
tan solo tres días después del asesinato de los dos revolucionarios. (2)
En el caso de Karl Liebknecht, ganó reconocimiento
mundial por haber sido el único hombre que en 1914 tuvo el coraje de levantar
su voz en la tribuna del Reichstag alemán contra la burguesía y su guerra, al
mismo tiempo que se enfrentaba al patrioterismo de los diputados de su propio
partido.
“Cuando el militarismo alemán festejaba sus primeras
victorias, sus primeras orgías sangrientas (…) en medio de estos días sombríos
y trágicos una sola voz se levantó en Alemania para protestar y maldecir: la de
Karl Liebknecht. Y su voz resonó en todo el mundo”, escribe Trotsky.
Rosa Luxemburgo no podía hablar en esa tribuna, porque
como mujer no tenía derechos electorales. Pero en su agitación incansable
contra la guerra recorrió mítines obreros en todo el país, llamando a las masas
obreras a movilizarse. Puesta en el ojo de la represión del Estado alemán,
entre 1915 y el momento de su muerte pasó más tiempo la cárcel que en libertad.
El mismo día de su asesinato, Karl Liebknecht escribe
sobre la derrota de la revolución alemana y el rol traidor de la socialdemocracia:
“El mundo jamás conoció unos Judas semejantes, pues no sólo han traicionado lo
más sagrado, sino que han clavado la cruz con sus propias manos. Al igual que
la socialdemocracia alemana oficial se hundió más que ninguna otra en agosto de
1914, ahora, en el alba de la revolución social, ofrece la misma imagen
repulsiva. En junio de 1848 y en mayo de 1871, la burguesía francesa tuvo que
buscar los verdugos en sus propias filas. La burguesía alemana no ha tenido
necesidad de esto porque los “socialdemócratas” les hicieron el despreciable y
sangriento trabajo sucio.”
Estas palabras parecen premonitorias de las nuevas
tragedias por venir para la clase obrera mundial en los años siguientes. Ya que
el rol que juega la socialdemocracia en 1919 en Alemania lo repetirá
trágicamente y en escala muy superior el estalinismo, “clavando la cruz con sus
propias manos” mediante la traición de la revolución mundial.
Rosa
Luxemburgo, águila de la revolución
Mehring dijo que rosa Luxemburgo era “la más genial
discípula de Carlos Marx”, una mente brillante que desde joven devoró las obras
del marxismo y elaboró teóricamente sobre las grandes cuestiones del socialismo
y la estrategia revolucionaria.
Recién llegada a Alemania en 1898, la joven socialista
polaca se dispuso a entrar en batalla con un representante de la vieja guardia
del SPD, Eduard Bernstein. Después de algunos años sin grandes conmociones
sociales, gran parte la dirección socialista se había adaptado a la “rutina de
la táctica” parlamentaria y sindical, transformándola en estrategia. Para estos
socialistas, el capitalismo había logrado superar sus crisis y la
socialdemocracia podía dedicarse a cosechar posiciones en el marco de una
“democracia” que parecía ensancharse. Impregnado de este hálito posibilista,
Eduard Bernstein revisa la teoría marxista y sostiene que el socialismo ya no
necesita revoluciones ni lucha de clases, sino que puede expandirse desde el
seno del capitalismo de forma gradual. El “debate Bernstein” tuvo muchos
participantes, sin embargo, la refutación más general y aguda la hizo Rosa
Luxemburgo. En su folleto “Reforma o Revolución” desarrolla argumentos que cien
años después mantienen una actualidad impresionante.
Sus aportes son innumerables: las lecciones de la
revolución rusa de 1905, las elaboraciones en el ámbito de la economía
marxista, la polémica sobre la huelga general y la estrategia con Kautsky desde
1910, su agitación contra la guerra imperialista, la defensa de la revolución
rusa de 1917 y finalmente su participación en la insurrección de los consejos
obreros en Alemania y en la fundación del Partido Comunista. Por todo ello, a
pesar de las diferencias que mantuvo en muchas cuestiones con los dirigentes bolcheviques,
Lenin y Trotsky, ambos la homenajearon y reivindicaron su nombre como “bandera
de la revolución”.
Lenin escribió en 1924 contra los que pretendían oponer
la figura de Rosa a los bolcheviques, como Paul Levy -quien había sido
expulsado del Partido Comunista y terminaría regresando a las filas de la
socialdemocracia-. Lenin dice sobre éste que “suele suceder que las águilas
vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede remontar vuelo
como un águila”. (3)
“Rosa Luxemburgo se equivocó respecto de la independencia
de Polonia; se equivocó en 1903 en su análisis del menchevismo; se equivocó en
la teoría de la acumulación de capital; se equivocó en junio de 1914 cuando,
junto con Plejanov, Vandervelde, Kautsky y otros abogó por la unidad de
bolcheviques y mencheviques; se equivocó en lo que escribió en prisión en 1918
(corrigió la mayoría de estos errores a fines de 1918 y comienzos de 1919
cuando salió en libertad). Pero, a pesar de sus errores fue -y para nosotros
sigue siendo- un águila”, dice Lenin.
Años después, en 1931, Stalin lanza sus dardos
envenenados contra Rosa Luxemburgo, acusándola de haber sido “oportunista” y no
haber combatido el curso reformista de Kautsky. Según Stalin, en 1905 ella y
Parvus: “Inventaron un esquema utópico y semimenchevique de revolución
permanente”. (4)
Trotsky responde a Stalin en el artículo “¡Fuera las
manos de Rosa Luxemburgo!” (5), donde asegura que entre 1903 y 1914 Rosa
Luxemburgo dio una batalla contra el oportunismo de Kautsky, de forma cada vez
más tajante, mientras que Lenin estaba absorbido por los problemas rusos y
seguía pensando que el bolchevismo era la “traducción rusa” de la tendencia
kautskiana. En 1914, sorprendido por la debacle del SPD, es Lenin quien saca
las conclusiones más radicales de esa traición y entonces escribe: “Rosa
Luxemburgo tenía razón, hace mucho que comprendió que Kautsky poseía en alto
grado el ‘servilismo de un teórico’…”.
En 1935 Trotsky retoma la polémica sobre Rosa Luxemburgo
(6), en este caso enfrentando las interpretaciones “espontaneistas” de su obra,
y a los que pretendieron crear un “luxemburguismo” como corriente enfrentada al
bolchevismo. Marcando los puntos débiles de algunas elaboraciones de Rosa, y
sin dejar de marcar las diferencias existentes, Trotsky es categórico en sus
conclusiones: “Los trasnochados confusionistas del espontaneísmo tienen tanto
derecho a referirse a Rosa como los miserables burócratas de la Comintern a
Lenin. Dejemos de lado las cuestiones secundarias, superadas por los acontecimientos,
y con plena justificación podemos colocar nuestro trabajo por la Cuarta
Internacional bajo el signo de las "tres L", no sólo bajo el signo de
Lenin, sino también de Luxemburgo y Liebknecht.
Josefina L. Martínez
Historiadora | Madrid
Notas:
(1) Rosa Luxemburg, Paul Frölich, Ediciones IPS, 2013,
Buenos Aires
(2) Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, 18 de enero de
1919, León Trosky, Publicado por fundación Federico Engels.
(3) Notas de un periodista”, 1922, Lenin.
(4) Sobre algunas cuestiones de la historia del
bolchevismo, 1931, Stalin, Marxists Internet Archive
(5) “¡Fuera las manos de Rosa Luxemburgo!”, 1932, León
Trotsky
(6) Luxemburgo y la Cuarta Internacional, 1935, León
Trotsky
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Enero 15 de 2018
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