EL PRT
OPINA – 07/12/15 - NACIONAL
Tal vez sea hora…
Hace
años venimos sosteniendo que, en la etapa actual, el capitalismo se encuentra
bajo el predominio del capital financiero y que el fascismo es la expresión
política que se corresponde a ese predominio. Si tenemos en cuenta que la
última dictadura militar fue la forma que tomó en el país el encaramamiento del
sector especulativo del capital, que todavía mantiene su posición, podemos ver
que los siguientes gobiernos, sin excepción, han sido continuadores de una
línea que se ha mantenido durante todos estos años. A nuestra clase, luego de
la masacre dirigida hacia su vanguardia política y social, se la ha intentado
aplacar por todos los medios para que no represente ningún obstáculo a los
lineamientos político-económicos de la clase dominante, orientados a mantener y
maximizar sus ganancias. Después del año 2001, luego de la movilización de
amplios sectores del campo popular que, de forma espontánea y no organizada,
salieron a las calles a enfrentarse al feroz ajuste que venían soportando los
trabajadores y el pueblo, la situación llegó a un “empate de debilidades” entre
las dos clases existentes y de esa situación todavía no hemos salido. Es
necesaria esta breve introducción para intentar analizar lo más objetivamente
posible la actual situación que estamos atravesando.
Sorprendió
la forma en que el resultado de las elecciones presidenciales fue asumido
rápidamente por el candidato perdedor, afirmando que lo hacía para evitar un
“derramamiento de sangre”. Y nos quedó alta intriga sobre a qué se refería
Scioli con semejante aseveración. Más allá del resultado, las elecciones han
sido, como siempre, una maniobra de la burguesía para arrastrarnos hacia su
terreno dentro del empate que mencionamos en el párrafo anterior. Fue
sorprendente para propios y extraños el alto acatamiento electoral, si tenemos
en cuenta los números de abstención en los comicios de los años anteriores. Eso
sí, nada es casual. La clase dominante, no sin cierta habilidad y valiéndose de
sus medios de comunicación y, como nunca, de las redes sociales, supo
aprovechar la “grieta” existente entre los posibles votantes de ambos
candidatos, SUS candidatos [en
nuestro número anterior se analizaron cuáles eran las diferencias entre uno y
otro].
El
ganador, Macri, pudo aprovechar el legítimo descontento de las masas que supo
ganarse el gobierno peronista durante sus tres mandatos consecutivos. Doce años
en que trabajadores y pueblo vimos perjudicadas nuestras condiciones de vida.
Más allá de las tibias reformas realizadas (que no cambiaron sustancialmente
nuestra situación), como la ley de medios, la ley de matrimonio igualitario y
las “estatizaciones” de sectores de la economía, el gobierno no pudo retener
los votos de los que se creía dueño.
La ceguera de la saliente Cristina
Kirchner no sirvió de mucho para poder observar el hartazgo de las masas que
reclamaban por cuestiones como la inseguridad y la corrupción, y hasta de
formas como las cadenas nacionales, el personalismo, el autoritarismo, la verborragia
innecesaria de varios funcionarios, etc. De todas maneras, debemos dejar en
claro que el Partido Justicialista ha cumplido para la burguesía el rol para el
que fue creado: el de ser una expresión política conciliatoria de clases que ha
logrado, nuevamente, someter a las masas del pueblo y el proletariado a los
intereses de la clase dominante.
Debemos,
necesariamente, analizar de forma crítica esta amplia participación popular en
las elecciones, sumado a una amplia masa de militantes o simpatizantes volcados
a las calles. En primer lugar, de acuerdo con lo que venimos sosteniendo, vemos
que primó el interés de los dirigentes peronistas por sobre los intereses de
las bases. En segundo lugar, debemos hacer hincapié en la discusión y
autocrítica que debemos hacernos por no haber sabido o no haber podido guiar la
discusión política para salir de la disputa interburguesa que nos llevó a una
contienda entre pobres, sin darle prioridad a nuestros intereses populares.
Como parte del pueblo trabajador debemos plantear este problema como un eje
fundamental por resolver, ya que es a partir de su solución que podremos
encontrar la senda de la unidad. A pesar de ello, consideramos enriquecedor y
un avance para la juventud oficialista, el haber hecho la experiencia de salir
a la calle a discutir y plantearle a su vecino, a su amigo, a su compañero de
trabajo, a un desconocido, a quien sea, su posición y defenderla, a pesar de no
contar con el firme apoyo político y estructural de su dirigencia, animándose a
cuestionarla y sobrepasarla, sin demasiados elementos ni herramientas que se
salieran del libreto acotado que caracterizó la etapa del oficialismo que se
va. Así como la lucha de clases se da de forma general, en la sociedad tiene,
también, su correlato adentro de un movimiento tan amplio y heterogéneo como es
el peronismo. Bien o mal es una experiencia interesante que puede enriquecer a
esos jóvenes y que tarde o temprano puede llegar a favorecer el momento en que
podamos encontrar el camino que nos lleve a no buscar al enemigo entre
nosotros, sino allí donde realmente está: en la burguesía representada por patrones,
burócratas sindicales traidores, políticos burgueses, en fin, en quienes nos
explotan y sus lacayos representantes.
Sí
bien un amplio sector del campo popular salió a votar al candidato de
“cambiemos”, quien representa a lo más retrogrado de la sociedad, antes de
comenzar su mandato, ya deja al desnudo que tal cambio sólo favorecerá a la
clase dominante. Con solo detenerse a mirar los nombres que conforman su
gabinete alcanza: varios representantes de monopolios extranjeros vinculados al
capital financiero son los postulados a ocupar ministerios y secretarías,
ineptos que se bajan antes de asumir, gerentes y dirigentes de lo más granado
de la burguesía financiera, sojera, minera, etc., personajes siniestros,
algunos, también vinculados directamente con la dictadura genocida. El
resultado, “un estado gestionado por sus propios dueños”. ¡Nunca más al desnudo
que ahora, desde la última dictadura militar! Se terminaron los ambages,
maquillajes y engaña pichangas para el pueblo: ahora, sin caretas, llegan a la
casa rosada sin disparar un solo tiro.
No
pretendemos posicionarnos como unos iluminados que venimos a decirles a
peronistas, trotskistas, populistas, maoístas, guevaristas, etc. lo que deben
hacer. Pero sí, observamos y entendemos, que en los últimos 12 años de gobierno
peronista no supimos ni pudimos aprovechar la coyuntura política y económica
par, dejar de lado nuestros sectarismos y alcanzar un grado de unidad real que
nos permita enfrentarnos a nuestro enemigo.
El
poder político pertenece a la burguesía y seguirá siendo así mientras prestemos
nuestra atención a proyectos políticos burgueses que vienen a solucionar sus
contradicciones y no las nuestras. Porque de eso se trataron estas elecciones:
de que el pueblo dirimiera entre dos proyectos burgueses, de que fuéramos los
que decidiéramos por uno o por otro como si alguno de ellos fuera una solución
para nosotros, cuando muchos sabíamos perfectamente que no lo eran.
De
algo estamos seguros: no nos ganaron, perdimos y la razón no radica en la fuerza
del enemigo, sino en nuestras propias debilidades. Nos calificaron de
incorregibles, iluminados, populistas, gorilas, peronchos, zurditos,
subversivos, trasnochados de café o de trinchera y cuánto epíteto han
encontrado para dividirnos, calificativos que nosotros mismos repetimos
garantizando con ello nuestra dispersión. Así es que continuamos más
preocupados en tener razón que en encontrar la verdad; que le seguimos
gambeteando a la UNIDAD; que gritamos para no escucharnos; que la sangre de
nuestro pueblo se la atribuimos a banderas partidarias y no a una gesta de lo
más lúcido de esta sociedad, lo más ejemplar, lo más GENEROSO. Y a lo único que
llegamos es a que el desprecio contamine nuestra sangre porque la mezquindad
cegó nuestra memoria y lentifica nuestras acciones. Paradójicamente, dejamos de
lado las ricas experiencias de nuestro pueblo, sus capacidades para
sobreponerse a las dictaduras y los traidores, su potencial para resurgir una y
otra vez de cada adversidad.
Por
eso, tal vez sea hora de dejar de mirarnos el ombligo; de dejar de buscar,
encontrar, potenciar y agigantar las diferencias; de reconocernos como pueblo;
de dar por terminado el seguir a mesías salvadores; de olvidarnos de
sectarismos; de reconocernos como hermanos explotados y oprimidos, más allá de
todas esas diferencias que tanto agigantamos; de permitirnos ser uno y ser
muchos respetando nuestras características; de aprender de nuestros errores; de
hacernos cargo de nuestras acciones y ejercer la autocrítica que nos permitirá
fortalecernos; de renunciar a ser ovejas para convertirnos en hombres y mujeres
con decisión propia, colectiva, potenciadora y esperanzada en nosotros mismos;
de reconocer que lo que es nuestro fue ganado por nosotros y no nos fue dado
por ningún bondadoso líder; de comprender que no hay conciliación posible entre
explotados y explotadores; de vernos como pares; de aceptarnos distintos y pero
también iguales; de reconocer nuestras experiencias y superar nuestras
frustraciones; de empezar a llamar a las cosas por su nombre; de superar la
soberbia y enarbolar la humildad como estandarte; de ser fraternos y mirarnos
las caras reconociendo en el otro a alguien atravesado por la misma desgracia
que cada uno de nosotros.
Para
terminar, cerramos con una consigna que se vuelve fundamental: “mientras que la
UNIDAD no sea un HECHO, la victoria será una utopía”.
¡A organizarnos y A VENCER!
PARTIDO
REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES
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