Traducción de “Reclaiming
Palestine: How Israeli Media Misread the Intifada”
Por Ramzy Baroud*
Los
comentaristas israelíes Yaron Friedman, de Ynet
News y Haviv Rettig Gur, del Times
de Israel, están desorientados acerca de la fuerza motriz detrás de la
movilización y la lucha colectiva de los palestinos. En dos artículos
recientes, y con inconfundible presunción, trataron de resaltar lo que ellos
perciben como el fracaso del actual levantamiento palestino o
"Intifada".
Gur
argumenta que "el terrorismo' de los palestinos no es un acrecentamiento de
la oposición a Israel, sino un "aullido contra la sensación generalizada
de que esa resistencia ha fracasado". Él reduce la Intifada al mero acto
del presunto apuñalamiento de israelíes y apunta a la dolorosa verdad de que las
insinceras ‘elites’ de la Autoridad Palestina están prestando apoyo a los
"mártires", mientras que "simultáneamente actúan con
determinación sobre el terreno para interrumpir y detener los ataques".
En
su prolijo artículo "Perdiendo Palestina”,
Gur afirma, esencialmente, que la actual lucha contra la ocupación deriva principalmente
del fervor de internet y es más una desaceleración de la derrota de una
estrategia para la victoria, y que ningún dirigente palestino se atreve a ser
el primero en aceptar esto.
Friedman,
por otra parte, describe a la ‘Intifada cuchillera' como un 'fuego sin
carbón", en que las "dementes acciones de los acuchilladores"
están diseñadas para encender el fervor religioso; en definitiva, encaminadas a
culpar a los judíos.
Aquellos
que lanzaron la Intifada "no tienen un verdadero apoyo interno o externo
(financiero o en armamento) y estalló en el momento en el que la pesadilla de
todos los dirigentes del mundo árabe son las protestas sociales que van
convirtiéndose en anarquía", escribió.
No
tiene mucho sentido argumentar en contra del enfoque insensible que utilizan
los comentaristas sionistas para describir a los palestinos o su insistencia en
ver la acción colectiva de estos, violenta o de otro tipo, como un acto de ‘terror’;
en su negativa a ver algún contexto detrás de la indignación de los palestinos
o del cómo inyectan una narrativa religiosa en cada giro, y el volador de luces
que son las injustas acusaciones sobre “antisemitismo", todo ello cuando
lo estimen conveniente.
Pero
lo que resulta particularmente interesante acerca del abordaje israelí sobre la
Intifada palestina, como lo presentan Friedman, Gur y otros en los medios de
comunicación e incluso desde dentro del establishment político israelí, es el
intento por desplegar un exagerado sentido de confianza acerca de que, a
diferencia de otros levantamientos, este es sólo una farsa.
De
hecho, los israelíes están seguros de que la insurrección probablemente se
desinfle una vez que las limitadas herramientas a su disposición sean contenidas.
Esta suposición ha llevado a la Viceministro de Relaciones Exteriores de
Israel, Tzipi Hotovely, a reunirse con representantes de YouTube y Google
"para discutir las maneras de cooperar en lo que ella llama la lucha
contra ‘la incitación a la violencia y el terrorismo’”, informó
MEMO, citando al diario israelí Maariv.
Esta
apresurada auto-confianza entre los funcionarios estatales y los medios de
comunicación israelíes se basa en varios supuestos:
En
primer lugar, aun cuando la Autoridad Palestina (AP) no se ha allanado a
participar en el aplastamiento de la Intifada, ha hecho todo lo posible para
frustrar los esfuerzos del pueblo palestino para movilizarse más allá de los limitados
confines controlados por Al Fatah y sus inútiles promesas de paz y de un Estado
independiente.
La
AP sabe bien que si la Intifada se intensifica más allá de su escala actual ello
podría socavarla - si no derechamente desafiarla –, en circunstancias que ha
servido por muchos años como una línea de defensa frente la ocupación israelí.
Gracias a la ‘coordinación de la seguridad' entre el ejército israelí y la AP
la resistencia palestina en la ribera occidental, hasta hace poco, ha sido
contenida en gran medida.
Segundo,
Hamas, a pesar de que abiertamente ha llamado a una escalada de protestas
contra Israel, está empantanado en sus propios problemas. El asedio de Gaza, estrechado
aún más con el cierre de la frontera de Rafah y la desesperada necesidad de
reconstruir lo que las sucesivas guerras israelíes han destruido, hace difícil para
Hamas participar en algún esfuerzo que pudiese abrir otro frente de guerra con
Israel.
Uno
debe recordar que la guerra israelí en Gaza, en el verano de 2014, fue en sí misma
un intento israelí por redibujar los frentes de batalla. En ese momento, un
impulso para una Intifada fue tomando forma en la ribera occidental a raíz de
un aumento en la violencia empleada por el ejército y los colonos israelíes en contra
de los palestinos. La guerra en Gaza fue manejada para cambiar la imagen de ese
conflicto en ciernes en una guerra israelí encaminada a defender sus propias fronteras,
tal como lo dictara el hasbará israelí (el Hasbará
es un instrumento de propaganda y contrapropaganda del Estado de Israel, orientado
a mejorar su imagen en el mundo –nota del CAD). Israel está ahora basándose en
la presunción de que Hamas evitaría, al menos por ahora, una repetición de ese
escenario que costó la vida a más de 2.200 palestinos y miles de heridos y
mutilados, para no hablar de la destrucción masiva de la ya empobrecida Faja.
En
tercer lugar, los árabes son consumidos por sus propias luchas regionales, ya
sea por motivos políticos o de dominación sectaria. De alguna manera, total o
parcial, casi todos los países árabes están participando o se ven afectados por
las diversas guerras y conflictos en curso en Siria, Libia, el Sinaí egipcio,
Irak y Yemen. El supuestamente exitoso modelo tunecino también está sufriendo
su propia crisis de parte de la violencia militante, sea ésta propia o aquella que
se derrama desde las violentas fronteras.
Las
anteriores Intifadas tuvieron lugar, así reza la lógica israelí, debido al
respaldo árabe. Sin embargo, la mayoría de esos árabes no han sido más que palabrería.
De hecho, si la propia AP está ansiosa por malograr las iniciativas populares
palestinas, poco puede esperarse de los árabes, quienes están ocupados combatiéndose
los unos a los otros.
Con
todo, el argumento de Israel es, como siempre ha sido del caso, intolerante
respecto de su visión de la historia, o bien aplica ésta convenientemente a fin
de ajustar cualquier argumento oficial o discurso que consideren útil. Hace
apenas unas semanas, el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dispensó a
los nazis de estar detrás de la idea del Holocausto y en su lugar culpó
al Mufti palestino (Muftí es un jurisconsulto musulmán, que
para el caso se refiere a Amín al Hussein –nota del CAD).
Las
Intifadas anteriores, siendo la más importante la de 1987 o "Intifada de
las piedras", no fueron desplegadas como una estrategia para la
liberación, sino que fueron una reacción espontánea ante una serie de
provocaciones de Israel y, al mismo tiempo, frente al fracaso de los dirigentes
palestinos, todos posicionados dentro del contexto mayor de la vigente ocupación
israelí.
Los
palestinos no se rebelan cuando es 'el momento justo' para que lo hagan, sino
que cuando su sufrimiento colectivo ha sido llevado hasta un punto en que ellos
ya no lo pueden callar más.
Aquellos,
ya sean israelíes o incluso intelectuales palestinos, que opinen sobre la
necesidad de la intifada para hacer esto o aquello, para cambiar direcciones o
tácticas, para detenerse por completo o avanzar, simplemente son incapaces de
comprender que el impulso de una lucha colectiva no puede ser dictada desde
arriba.
Esto
no quiere decir que un movimiento de base, de auténtico liderazgo palestino,
que opera fuera de los confines del fatalismo y la derrota, como lo demostrado
por la AP, no tenga como una necesidad el galvanizar los esfuerzos populares.
Pero eso es una decisión a ser tomada por los propios jóvenes, y sus plazos y naturaleza
deberían determinarse sobre la base de sus propias estimaciones.
Los
israelíes están contando con su política de disparar a matar. Los líderes palestinos
están a la espera que la ira se apacigüe antes de reanudar su interminable búsqueda
en pos de un frívolo proceso de paz y de instrumentos financieros. Sin embargo,
la Intifada en sí funciona sobre la base de una aritmética totalmente diferente:
un espíritu colectivo que no puede ser, ni intimidado por la violencia ni
adquirido mediante fondos.
De
hecho, esta es precisamente la razón por la cual la Intifada comenzó, y mientras
los factores que llevaron a su creación permanezcan vigentes, es probable que
continúe y escale, no por el bien de la liberación de Palestina a través de una
fórmula mágica, sino que, primeramente y ante todo, por la necesidad urgente de
recuperar la iniciativa nacional, redefinir las prioridades y un nuevo sentido
de colectivo como palestinos.
*Ramzy Baroud es escritor y periodista. Su
más reciente trabajo es The
Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People's Struggle
(Pluto Press, London). Puede ser contactado en ramzybaroud@hotmail.com. Leer otros artículos de Ramzy.
Equipo Internacional – CAD CHILE
Diciembre 4 de 2015
No hay comentarios :
Publicar un comentario