CHILE: CRÍTICA A LA RAZÓN SOLITARIA
¿Se te ocurre abrazar con una pregunta
amistosa a quien te acompaña hace tanto y todos los días en el paradero, quizás
organizar un reencuentro, sabotear por una vez tu agenda fabricada por los de
arriba? ¿Se te ocurre mirarnos a los ojos y decirnos la verdad? ¿Se te ocurre
desmantelar juntos/as esta soledad de fin de mundo, santiaguino/a?
- Andrés Figueroa Cornejo
Una
cosa es el previsible hundimiento de Michelle Bachelet en las encuestas (es
como si el ala más diestra del partido único hubiera decidido que es mejor que
se vaya todo el sistema político dominante a la mierda a que arruinarse solo, o
bien la ley del empate en la cancha de la corrupción donde todos ellos
pierden), los temblores del dólar en Chile según el archisabido precio a la
baja del cobre y los vaivenes de la segunda guerra fría caminante; la
desaceleración, los despidos en la mediana, pequeña minería y gran minería
transnacionalizada –que le dicen “desvinculaciones” en la siutiquería cruel del
empresariado-; los golpes sistemáticos del Estado contra la fracción de pueblo
Mapuche en pie de combate; la fiesta sin fin del capital financiero y el retailer
(con sus respectivas tercerizaciones y reducciones de personal); la evaporación
y envenenamiento del agua por doquier y las cabezas rotas que resisten. Pero
otra cosa, cómo no, es ver a tanta y tanta gente en Santiago, donde habita más
de un tercio de la población del país, sobrecogedoramente abrigada en su
teléfono celular, da igual hacia donde se mire.
Una
cosa es el caso Penta, Dávalos, Soquimich S.A., la corrupción y hermandad entre
los grandes capitales y el partido único en el Ejecutivo y el Legislativo que
finalmente nos vuelve tan latinoamericanos y mundiales en esta temporada amarga
para el pueblo trabajador del planeta lleno de contusiones asesinas; el
festival de Viña del Mar que pone fin oficial al verano chileno y alerta a los
escolares –como las fiestas patrias de septiembre son el preámbulo del término
del año-; los gastos y deudas de marzo asociadas a los gastos educacionales,
matrículas, cheques en garantía; los bonos numerados para repobres con tarjeta
científica de repobre, los ridículos seguros de cesantía salidos del excedente
producido por el propio trabajador -¿otro ahorro forzoso?-; la cantidad sideral
de profesionales que laboran en cualquier cosa pero menos en lo que estudiaron
rápido y agobiados que sale tan caro para el bolsillo y la salud, y de
trabajadores/as insatisfechos/as que lo único que los ata a su puesto en el
taller y la oficina son las deudas; y otra cosa es esta soledad ambiental, esta
tristeza apenas compensada por algún electrodoméstico a cuotas o un par de zapatos
de segunda selección importados y montados por manos infantiles y femeninas
asiáticas y africanas y latinoamericanas.
Chile
con depresión, dolencia mental galopante, no mires a nadie, la tutela de la
desconfianza y la desconfianza vigilada. Entonces, como se trata de consolidar
por arriba las relaciones insolidarias, mejor me invento un personaje en las
redes sociales y nos mentimos todos/as virtualmente que es infinitamente menos
riesgoso y complicado que conocer a un otro/a que no conocías antes. Así nos
convertimos con tierno cinismo en protagonistas de telenovelas privadas, en
psicópatas más o menos inofensivos, total hay un acuerdo no escrito para
engañarnos, para no comprometernos, para limitar el miedo de las relaciones
concretas, para enajenarnos. Por el momento pareciera que ese es el acuerdo
posible y autorizado entre millones de santiaguinos.
Sí,
sí, sí. Que la dictadura y los gobiernos civiles consagraron en el altar de la
miseria humana las relaciones sociales fundamentadas en el egoísmo necesario
para explotar y expoliar tranquilamente. Que la CIA y el Mossad. Que los chinos
y los rusos dándose contra el imperialismo norteamericano y el Estado alemán,
muy capitalistas todos, por cierto. Sin embargo, qué me importa que los
criminales vestidos con traje a la medida, los de la tiranía y los que
esquilman a la mayoría (unos condición de los otros y entre los cuales muchos
son los mismos) vayan tan sueltos de cuerpo por el Santiago breve, tan
Montevideo, tan Ciudad de Buenos Aires, tan Lima. Qué me importa la ruina no
buscada de los vagabundos/as, los borrachos, los migrantes, los jóvenes sin
futuro que rapean lúcidamente en las esquinas de las comunas empobrecidas,
las/os prostitutas/as que no lo hacen porque les gusta sino para costear el
arriendo y la mantención de su parentela. Qué me importa que el vecino castigue
a su pareja a diario –para eso basta aumentar el volumen del equipo de radio y
el televisor y santo remedio-, qué me importan los grupitos de locos que
intentan explicar por todos los medios las causas hondas de tanta desgracia.
Tienen razón cuando logro comprender lo que quieren decir, consiento, pero
estoy tan fatigado/a y me gustaría por lo menos besar a mis hijos antes que se
duerman, no ves que así alcanzo a observarlos crecer con horario acotado y
quiero que alguien me cambie los pañales antes de ingresar a la recta final.
Soledad
de archipiélago polar. Soledad planificada o como consecuencia. Soledad
indolente, gris-azul como los uniformes civiles y militares. Por favor, déjame
sobrevivir camuflado/a, no quiero problemas, no te metas conmigo y, en general,
no te metas en nada. Santiago con toque de queda no declarado, pero efecto
directo de la disciplina del capital. Santiaguinos/as puteando a la locomoción
colectiva cara y de frecuencia cuartelaria y cuartel imaginario en cada calle,
plaza y casa.
No hay comentarios :
Publicar un comentario