Más que
nunca en la historia de la humanidad, los pueblos del mundo están siendo
severamente desafiados por problemas que entrañan un peligro global que sólo
puede resolverse a nivel mundial. La mejor esperanza de la humanidad para hacer
frente a estos desafíos es abandonar el unilateralismo y el aislacionismo y,
por el contrario, capacitar a Naciones Unidas para que se convierta en un
mecanismo eficaz para la protección de “libertades fundamentales para todos y
todas, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión”
El presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, ha adoptado un nacionalismo tóxico y mesiánico
desde el que humilla con vehemencia a los que se le oponen tildándolos de
enemigos corruptos y deshonestos. Su cantinela de “America First” está creando
una grave tensión internacional, promueve el extremismo dentro y fuera de
Estados Unidos, y socava la seguridad de la patria que tan insistentemente se
ha comprometido a mejorar.
Trump
parece decidido a poner en marcha políticas y prácticas que señalan el
debilitamiento de la democracia y que posiblemente anuncian el inicio del
fascismo. Su programa para deportar inmigrantes indocumentados y excluir a
todos los visitantes de seis países designados como musulmanes es ilustrativo de una perspectiva
regresiva e islamófoba.
La
corriente global de disidencia popular es elocuente desde Rumania a Corea del
Sur, de Gambia a Brasil, de Reino Unido a Ucrania. Trump está explotando
peligrosamente la profunda y extendida frustración que sienten los ciudadanos
respecto al establishment político. El cordón umbilical que conecta a
los gobernantes con los gobernados se está tensando peligrosamente. La revolución
digital dota a los gobiernos de un pavoroso potencial de opresión y control
pero también está mejorando la capacidad de los ciudadanos para organizar sus
resistencias y movilizar a las fuerzas de oposición.
La Ley que emana de la Carta de
la ONU y la política del poder
En
calidad de veteranos de la ONU, recordamos y afirmamos el preámbulo de su
Carta, que reza “Nosotros los pueblos” y no nosotros los gobiernos. La
confianza de los pueblos en que sus gobiernos trabajan a favor del progreso
social y económico y para prevenir la guerra se ha debilitado radicalmente, si
no ha desaparecido.
La
predicción que hizo el delegado mexicano en el momento de la fundación de la
ONU en 1945 según la cual “hemos creado una institución que controla a los
ratones pero en la que los tigres andarán libremente” parece más cierta hoy que
en el momento en que se emitió. Los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad de la ONU –China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos–
“andan libremente” sin respeto por el derecho internacional ni por la autoridad
que representa la ONU, persiguiendo, una vez más, sus respectivas agendas
nacionalistas sin pretensión alguna de rendir cuentas. Estos países que son
también los principales consumidores y exportadores de material armamentístico,
son quienes favorecen tanto el militarismo como a quienes “comercian con la
muerte”.
La
guerra internacional que supuestamente se está librando contra el extremismo
político y el terrorismo ha degenerado como era previsible en terribles enfrentamientos
y matanzas. Las guerras que nunca debieron haberse producido –ni las
manifiestas en Afganistán, Iraq, Libia y Siria, ni las parcialmente encubiertas
en Yemen, Somalia y una serie de otros países de África y Asia– no han traído
paz ni estabilidad, sino indescriptibles pruebas de sufrimiento humano. Los
viejos enfrentamientos han aumentado y han surgido otros nuevos.
El
tigre estadounidense, envejecido como está, da muestras de una gravísima
amnesia política. En la cosmovisión estadounidense actual se reafirma el
unilateralismo y el excepcionalismo como ejes políticos. Trump justifica el
anunciado aumento del presupuesto de defensa estadounidense en 54.000 millones
de dólares con el argumento de que “debemos volver a ganar guerras”.
Por
el contrario, la gran mayoría de los otros 192 Estados miembros de la ONU han
advertido claramente que prefieren un modelo multilateral basado en la igualdad
de los Estados y la cooperación internacional. Ha sido el presidente Xi de
China en el último encuentro de la élite del gran capital internacional de
Davos quien ha dado voz a esta visión más benigna del orden mundial.
El
llamado “Occidente” –Estados Unidos, Canadá y la UE, incluyendo Reino Unido–
está compuesto por 800 millones de personas, es decir, un 12% de la población
mundial. Los occidentales deben aceptar la progresiva des-occidentalización
como consecuencia natural de la globalización en todos los sectores de la vida.
Si
los dirigentes internacionales fueran sabios responderían realineando de
inmediato las relaciones internacionales con el compromiso de promover
principios de convergencia, cooperación y compromiso. El objetivo sería un
nuevo orden mundial basado en el beneficio mutuo, la sostenibilidad, la
prudencia y un ethos desmilitarizante.
El
Consejo de Seguridad de la ONU es el marco más importante para llevar a cabo
tal empresa. Es aquí donde se produce la diplomacia bilateral y multilateral
del escenario global. La principal tarea sigue siendo impedir que surja un
mundo en el que los drones reemplacen a los diplomáticos y la desigualdad siga
minando el bienestar.
La ONU y la sociedad civil
Los
pueblos del mundo se enfrentan a una serie de desafíos globales. Se están
produciendo cambios políticos tectónicos en Estados Unidos, Europa y Asia; las crisis
en Oriente Próximo, África y Asia meridional permanecen irresueltas, y se están
expandiendo velozmente los efectos inmensos de la orientalización. Las
perspectivas de una ONU políticamente eficaz y, sobre todo, de un sólido
Consejo de Seguridad, parecen sombrías pero no son imposibles. La globalización
tiene el potencial de apoyar innovadoras expresiones de multilateralismo más
orientadas que en el pasado hacia el interés global y humano. El Acuerdo de
París sobre el cambio climático de 2015 es ilustrativo de este giro
esperanzador.
La ONU y el trumpismo
Esperamos
que el trumpismo no consiga relegar a Naciones Unidas a un papel
marginal. Los mexicanos se niegan a pagar por el muro que el presidente
estadounidense insiste en construir. La ONU asumirá los costos del muro
invisible que Trump y el servil Congreso republicano parecen decididos a
construir entre Estados Unidos y el organismo internacional. Si Washington
continúa con sus amenazas de reducir drásticamente los fondos de Naciones
Unidas y poner fin a la cooperación con diversas agencias de la ONU y a su
participación en ellas, debería considerarse un revés definitorio tanto para
este organismo internacional como para su actual adversario estadounidense.
Aunque confiamos en que la ONU sobreviviría a estos contratiempos financieros y
políticos en tanto que institución, no estamos tan seguros de que el trumpismo
vaya a durar mucho tiempo.
Se
está apelando a “hechos alternativos” que demostrarían que Estados Unido hace
sacrificios y contribuciones desproporcionadas para mantener viva a la ONU. Los
hechos reales muestran una imagen diferente: en 2016 el presupuesto federal
estadounidense ascendió a 3.2 billones de dólares. Del presupuesto total de la
ONU, 2.700 millones de dólares, solo 594 millones, el 0,0019%, dependió del
presupuesto federal estadounidense.
Las
relaciones entre Estados Unidos y la ONU nunca han sido fluidas. Durante los
más de 70 años se su recorrido ha habido muchos baches en el camino. Estados
Unidos ha ejercido a menudo mano dura para influir en la agenda de la ONU. Con
frecuencia ha utilizado su influencia política para debilitar su independencia.
Durante años ha manipulado los procesos de selección utilizados para conseguir
una posición de liderazgo en el organismo internacional. Washington ha mostrado
frecuentemente su músculo retrasando el pago anual de sus contribuciones
obligatorias al presupuesto de la ONU. El gobierno estadounidense ha dado
terribles y reiterados ejemplos de violación de las disposiciones más
fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas que rigen el uso de la fuerza.
Ha desafiado continuamente el derecho internacional en todas las partes del
mundo, incluyendo las guerras en Vietnam (1963), la ex Yugoslavia (1999),
Afganistán (2001), Iraq (2003) y Libia (2011). Ha utilizado su poder de veto en
el Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a sus aliados de una
justificada censura, al tiempo que hace todo lo posible para castigar a sus
enemigos con la amenaza del uso de la fuerza.
Etnocentrismo occidental,
alianzas y multilateralismo de la ONU
La
polarización, la formación de alianzas y el etnocentrismo occidental fueron
cruciales para que la OTAN dejara de ser un acuerdo de la Guerra Fría destinado
a defender a Europa de un ataque soviético y se convirtiera en un proyecto de
dominación global liderado por Estados Unidos con Europa como socio menor. En
este contexto geográfico más amplio, la expansión de la Organización de
Cooperación de Shanghai Oriental (SCO, por sus siglas en inglés) puede
entenderse como un contra-movimiento geopolítico liderado por China que también
tiene sus propias implicaciones inquietantes. Frente a iniciativas geopolíticas
de tal calado, queda claro que Naciones Unidas está siendo arrinconada en los
márgenes de la política internacional precisamente en aquellas áreas de
mantenimiento de la paz y la seguridad global que fueron consideradas como su
misión principal cuando se estableció en 1945.
La
nueva Administración de Estados Unidos probablemente cumpla otra de las mal
intencionadas campañas del presidente Trump, aquella que promete hacer una
serie de movimientos para debilitar el multilateralismo en la resolución de
conflictos a costa de la ONU. Puede que estas peligrosas e irresponsables
maniobras fracasen porque son muchos los gobiernos de todo el mundo que
entienden que la diplomacia multilateral se ha vuelto indispensable y que se ha
de fortalecer para hacer frente a los desafíos globales que enfrenta la
humanidad. Es nuestra ferviente esperanza que esos gobiernos movilicen suficientes
energías para rescatar a la ONU en en esta época de necesidad. Las autoridades
belgas y holandesas nos dan un atisbo de esperanza para que así suceda. El
gobierno holandés ya ha acordado reponer fondos si Estados Unidos se retira de
ciertos programas internacionales destinados a la población. Sin embargo, es
sólo un gesto pequeño que anticipa que será imprescindible un apoyo
generalizado a la ONU para superar el previsible daño que inflija el activismo
estadounidense contra el organismo internacional.
La política del populismo
Lo
que ahora parece el resurgir de una nueva oleada de nacionalismo en todas
partes contiene el potencial de convertirse en un nuevo internacionalismo.
Hemos servido en muchas partes del mundo bajo los auspicios de Naciones Unidas
y por lo tanto somos muy conscientes de la ira generalizada entre los pueblos
del planeta y de sus reclamaciones de justicia. Estas multitudes descontentas
comparten muchos objetivos idénticos: la paz, la equidad, el fin de la
corrupción, la ausencia de miedo y de necesidad, el imperio de la ley, la
rendición de cuentas y, sobre todo, una vida individual y colectiva digna. En
febrero de 2017, durante una reunión de los jefes de gobierno de la UE
celebrada en Malta, se abordó el profundo malestar asociado a los cambios
políticos que están teniendo lugar en Washington. Los dirigentes europeos
reafirmaron su firme compromiso con los principios y valores comunes como base
permanente para interactuar con Estados Unidos y el mundo y dar respuesta así a
los retos generados por este pensamiento ultranacionalista.
Creemos
que los acontecimientos recientes en Europa, Oriente Próximo y especialmente en
Estados Unidos están alcanzando un punto de ebullición. Muchos ciudadanos
indignados están listos para desafiar el intolerable status quo global.
La sabiduría de Immanuel Kant resulta más que nunca relevante y necesaria,
especialmente cuando nos anima a tener el valor de utilizar nuestra
inteligencia para construir una realidad pública benévola. En ese mismo espíritu,
nos sentimos alentados por la inolvidable máxima de Hannah Arendt: “el
pensamiento da a la gente esa rara habilidad de actuar cuando las cosas van
mal”. Y debemos actuar.
La urgencia de reformas en
Naciones Unidas y el nuevo Secretario General
Para
que los órganos políticos de Naciones Unidas (el Consejo de Seguridad y la
Asamblea General) desempeñen un papel influyente en la resolución de los
conflictos del siglo XXI, los gobiernos tendrán que actuar con determinación
para superar desafíos ingentes. Tal decisión debe incluir la renovada
determinación política de los gobiernos miembros de revisar otra vez algunas de
las principales propuestas de reforma de la ONU ahogadas en la actualidad en el
polvo de los estantes de la Biblioteca Dag Hammarskjold de la ONU, en Nueva
York.
Tampoco
olvidemos que la ONU es el organismo institucional internacional más inclusivo
que haya existido. Es el único lugar en la tierra donde no hay y no puede haber
extranjeros. Por lo tanto, la ONU es el lugar más idóneo para reflexionar sobre
cómo se pueden ofrecer nuevas perspectivas y alternativas a las personas
olvidadas de todo el mundo.
El
recién elegido Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, se
enfrenta a un desafío de enormes proporciones si cumple su papel de guardián de
las normas y valores de la Carta, incluido el respeto del derecho
internacional. Tendrá que estar preparado para recordar a la Administración
estadounidense y a otros dirigentes políticos de los principales miembros de
Naciones Unidas que la paz sólo puede lograrse cuando el unilateralismo de paso
a un multilateralismo genuino, cuando los monólogos se reemplacen por diálogos,
cuando prevalezca la convergencia, la cooperación y el compromiso, cuando se
respete a la sociedad civil y se le permita participar dentro de la
organización, cuando se reconozcan y se comprendan la raíz de las causas y no
sólo los síntomas, y lo que es más importante, cuando quienes toman las
decisiones gubernamentales, sea en países grandes o pequeños, muestren respeto
al derecho internacional y respondan por sus actos.
Los
pueblos del mundo necesitan Naciones Unidas más que en cualquier momento desde
1945, año en que se estableció la organización “para salvar a las generaciones
venideras del flagelo de la guerra”. Sólo una ONU fortalecida, respetada y
suficientemente financiada puede proporcionar los mecanismos para el
mantenimiento del interés global y humano. No debe permitirse a sí misma servir
nunca más como instrumento para alcanzar intereses nacionales ni, peor, como
vehículo de poder desplegado por los gigantes geopolíticos y especialmente por
Estados Unidos.
Los
múltiples retos asociados con el cambio climático, las armas nucleares, el
mantenimiento de la biodiversidad y la disminución de la desigualdad mundial
ponen en peligro el futuro de la civilización e incluso la supervivencia de la
especie humana. Así las cosas, sólo podemos esperar que sean suficientes los
dirigentes políticos que estén alertas ante esta situación amenazadora, que la
ciudadanía a la que representan les confiera valor, y que actúen con
determinación y coraje para crear un futuro alternativo para la humanidad que
dé respuesta a las demandas de paz, justicia, sostenibilidad y comunidad.
Más
que nunca en la historia de la humanidad, los pueblos del mundo están siendo
severamente desafiados por problemas que entrañan un peligro global que sólo
puede resolverse a nivel mundial. La mejor esperanza de la humanidad para hacer
frente a estos desafíos es abandonar el unilateralismo y el aislacionismo y,
por el contrario, capacitar a Naciones Unidas para que se convierta en un
mecanismo eficaz para la protección de “libertades fundamentales para todos y
todas, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión”.
Hans Von
Sponeck, Denis Halliday y Richard Falk
* Traducción para Rebelión de Loles
Oliván Hijós
Hans-C. Von Sponeck sirvió en la ONU desde 1968 a 2000. De 1998
a 2000 fue Coordinador Humanitario de la ONU para Iraq y Subsecretario General
de la ONU. Richard Falk es Profesor Emérito de Derecho Internacional de la
Universidad de Princeton y fue Relator Especial de la ONU entre 2008 y 2014.
Denis Halliday sirvió en la ONU desde 1964 a 1998. De 1994 a 1998 ocupó el
cargo de Subsecretario General de la ONU y Coordinador Humanitario para
Iraq.Tanto Von Sponeck como Halliday dimitieron de sus puestos de coordinadores
humanitarios para Iraq como protesta por el embargo que Naciones Unidas impuso
a ese país desde 1992 hasta 2003.
Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Marzo 29 de 2017
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