“Academia de Guerra Naval:
Armada chilena quiere borrar todo rastro de
la ‘Colina del Terror’”
Los
crímenes cometidos por los militares chilenos durante el régimen pinochetista
ya empezaron a ser castigados: algunos miembros del Ejército, Aviación y
Carabineros han sido juzgados y condenados. No así los de la Armada, quienes
tuvieron importante participación en el golpe de Estado contra Salvador Allende
y en la represión que siguió. El mes pasado, el edificio de la Academia de
Guerra Naval –centro de detención y tortura de la dictadura– fue derruido.
Víctimas que sobrevivieron a la llamada “Colina del Terror” asumen que con esa
demolición la Marina pretende borrar sus huellas criminales
En Diario y Radio U. de Chile –public. 13/3/17
En absoluto secreto,
entre el 8 y el 10 de febrero pasados, la Armada chilena demolió el edificio en
el cual hasta 2012 funcionó la Academia de Guerra Naval en Valparaíso.
Se
trata del lugar desde el cual el almirante José Toribio Merino orquestó el
golpe militar del 11 de septiembre de 1973; luego de eso, el inmueble fue
convertido en centro de comando de las tareas represivas de la dictadura y en
uno de los principales recintos de prisión y tortura en la región de
Valparaíso.
La
destrucción de la antigua Academia de Guerra Naval ocurre en momentos en los
que el ministro en Visita Extraordinaria para Causas de Derechos Humanos, de
Valparaíso, Jaime Arancibia, avanza en sus investigaciones, pues ya pudo
identificar al equipo que en la Armada comandó y ejecutó las principales
acciones represivas.
Esto
ha causado preocupación en la Armada, que ha logrado mantener casi totalmente
impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar
(1973-1990). En esto difiere de lo sucedido con criminales del Ejército, la
Aviación y Carabineros de Chile, muchos de los cuales han sido procesados y
condenados a partir de que estas causas se activaron, tras la detención de
Augusto Pinochet, en Londres, el 10 de octubre de 1998.
“Palacio
de la Risa”
La
Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro
pisos, ubicada en un promontorio en el Cerro Playa Ancha, de Valparaíso. Luego
del derrocamiento del presidente Salvador Allende y la imposición de la Junta
Militar, este edificio –donde normalmente se formaba a los oficiales navales–
pasó a ser conocido popularmente como el “Palacio de la Risa”, irónica alusión
a los angustiantes alaridos de dolor que día y noche surgían de ahí, producto
de las torturas a centenares de detenidos.
La
Academia de Guerra Naval –que en 2012 se trasladó a la vecina ciudad de Viña
del Mar– se emplazaba en lo que las organizaciones de derechos humanos de
Valparaíso han denominado la “Colina del Terror”, puesto que allí también está
el cuartel Silva Palma, guarnición que tras el golpe sirvió como centro masivo
de detención.
“Creo
que al echar abajo la Academia de Guerra pretenden borrar la memoria de lo que
ahí sucedió, pero claramente el pueblo mantiene su imaginario y, dentro de eso,
la tarea es poder reconstruir los hechos.
“Lo
primero que hizo la Armada fue asesinar y torturar masivamente al pueblo
chileno.”
Es
lo que señala en entrevista Eduardo Cabrera, Neco, exprisionero político y
presidente de Cine Forum, y quien se ha convertido, quizás, en el más tenaz
perseguidor de criminales de la Armada.
Cine
Forum –que organiza desde hace una década festivales de cine de derechos
humanos y de pueblos indígenas– y la Agrupación de Marinos Antigolpistas
denunciaron públicamente (mediante comunicado del 18 de febrero pasado) la
demolición silenciosa e inconsulta de ese centro de tortura y muerte.
“Vemos
con estupor en este hecho el intento de borrar de la memoria aquel lugar donde
se deliberó y fraguó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”,
manifestaron.
Además
expresaron en su declaración la voluntad de perseverar en el esfuerzo por que
el cuartel Silva Palma pronto sea declarado Sitio de Memoria Histórica por el
Consejo de Monumentos Nacionales, y por lograr que toda la Colina del Terror
sea declarada Zona de Conservación Histórica. Formalmente solicitaron esto el
20 de julio de 2016, y entregaron el expediente del caso este miércoles 8. Su
carpeta fue foliada con el número 1557.
Neco,
quien al momento del golpe era presidente del Centro de Alumnos de Filosofía
del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, sede Valparaíso, y
militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expresa que “el alto
mando de la Armada cree que botando edificios y quemando archivos se acaba su
problema… pero hoy somos muchos los que estamos preocupados del tema de la
memoria”.
Temerosos
de que la demolición de la Academia de Guerra Naval, además de afectar la
memoria histórica y el patrimonio, pudiera incidir negativamente en las
numerosas causas por crímenes de lesa humanidad, Cabrera y otros expresos
políticos y militantes de organizaciones de derechos humanos se reunieron con
el ministro Arancibia, a quien le plantearon su inquietud.
Éste
les expresó que “de ninguna manera” la citada demolición afectaría los
procesos, puesto que él ya había hecho una inspección de la Academia de Guerra,
y había hecho registros de los lugares que, según diversos testimonios, habrían
sido utilizados para las detenciones y torturas.
Ante
los cuestionamientos por la demolición, la Armada justificó su proceder
mediante una declaración el 21 de febrero. Indicó que el edificio demolido había
quedado “con daños estructurales” tras el terremoto del 27 de febrero de 2010.
Por
lo mismo, y tras una serie de trámites administrativos, técnicos y legales –que
no se especificaron–, habían establecido la necesidad de su destrucción, por
considerarlo un peligro para la seguridad.
Ni
la municipalidad de Valparaíso ni el Ministerio de Vivienda han respondido si
sus organismos técnicos autorizaron la demolición, que necesariamente debió ser
aprobada por ellos para cumplir con el ordenamiento jurídico relacionado con
inmuebles ubicados en zonas de conservación histórica.
Crudos
testimonios
El
14 de octubre de 2015 Arancibia inició proceso a 12 oficiales y suboficiales en
retiro de la Armada por los delitos de tortura, secuestro calificado y
asociación ilícita, cometidos contra Eduardo Cabrera.
Esta
causa tiene el mérito de ser uno de los primeros autos de procesamiento por
delito de tortura que alcanza a altos oficiales de dicha institución. Este tipo
de crímenes fue ignorado por la justicia hasta hace unos cinco años, cuando se
comenzaron a investigar con seriedad.
En
aquel dictamen se establece que el 6 de abril de 1974, “aproximadamente a las
03:00 horas de la madrugada, Eduardo Cabrera Vásquez fue detenido en su
domicilio particular por un contingente de efectivos de la Armada de Chile, sin
existir motivo alguno para ello”.
Se
añade: “Fue esposado y conducido en una camioneta hasta el Cuartel Silva Palma
de la Armada en Valparaíso, lugar donde fue sometido a maltrato físico y
psicológico, y fue obligado a permanecer por más de cinco horas de pie en un
patio ubicado al interior del cuartel, siempre encapuchado. Cuando fue
interrogado recibió descargas eléctricas en diversas partes del cuerpo,
genitales, boca, orejas y extremidades, ello por medio de un objeto que se
conocía con el nombre de Magneto”.
Cabrera
señala en la entrevista que entre 5 mil y 10 mil personas pasaron por la Colina
del Terror y otras dependencias utilizadas por la Armada como parte de las
tareas represivas.
Dice
que en los centros de estudios los rectores elaboraban listas con los
estudiantes de izquierda, las cuales eran facilitadas a la Armada. “Estos
estudiantes tuvieron que ir a firmar al cuartel Silva Palma, estar un par de
días ahí, encapuchados, interrogados y fotografiados… y ahí se definía si los
mantenían detenidos o si eran liberados”.
En
entrevista con Proceso, Arancibia ratificó la veracidad de estos dichos. “Había
listas de estudiantes que fueron interrogados en el cuartel Silva Palma. En
algunos casos se llegó a los golpes, en otros no, la verdad es que hubo de
todo, por eso es que hay que distinguir caso por caso”, expresa el magistrado.
La
misma suerte corrieron miles trabajadores y dirigentes sindicales. “En el
fondo, es el pueblo porteño –de Valparaíso– el que en su conjunto fue castigado
por comprometerse en un proceso que afectó profundamente los intereses de la
oligarquía”, señala Neco y asegura que la situación en el Silva Palma “era de
una adversidad increíble: te enfrentabas a lo que ellos querían hacer contigo.
Debías cooperar, entregar los elementos que ellos querían para su
investigación, y si ellos no obtenían eso, significaba soportar los golpes,
electricidad, siempre desnudo, en los genitales, en las orejas, en la lengua…”.
Este
ex prisionero, reconocido por sus pares por no haber realizado delaciones,
recuerda que los equipos que aplicaban torturas estaban compuestos por entre
seis y ocho personas: “Había mujeres… a mí me puso electricidad en los
genitales una mujer que ahora está procesada: Gilda Ulloa, se llama”.
Narración
anónima
El
libro Estos mataron a Allende (1974), del periodista chileno Robinson Rojas,
incluye el testimonio anónimo de un universitario que pasó por las mazmorras de
la Armada, que entrega notables antecedentes sobre las torturas masivas
perpetradas en la Colina del Terror y no ha sido integrado hasta ahora al
expediente de la causa.
El
testimonio fue publicado originalmente en el diario colombiano El Tiempo el 26 y el 27 de mayo de 1974,
recogido por el columnista Daniel Samper Pizano, quien permanece activo en el
periodismo.
“Fui
detenido a mediados de octubre en el mismo recinto universitario donde
estudiaba, donde asistía normalmente a clases. El rector designado por los
militares permitía que los esbirros del Servicio de Inteligencia Naval se
introdujeran en la universidad, y tengo la impresión de que el propio rector
delataba a los estudiantes de izquierda. Con los demás detenidos nos llevaron a
la Academia de Guerra Naval (…) Llegando se nos vendó los ojos y se nos hizo
subir hasta el cuarto piso por las escaleras de hierro.”
Continuó
el testigo: “Al subir escuchábamos gritos desgarradores; creímos que eran
grabaciones para amedrentarnos, pero luego nos dimos cuenta de que eran gemidos
auténticos de los torturados. Nos metieron en una pieza y nos obligaron a
permanecer de pie, con las manos en la nuca, sin hablar. El que se movía o
hablaba era lanzado al suelo, donde le daban culatazos y lo pateaban. Allí
permanecimos toda una tarde, en espera de que nos llamaran para interrogarnos.
Nos sorprendieron hablando y nos castigaron brutalmente, pero así pude saber
que en esa sala ya había personal de la Aduana que estaba siendo torturado.
“El
primer día sacaron a mucha gente que había llegado antes: los de la Aduana, el
profesor de literatura y el cura católico. No volvieron más. Después sorprendí
a un guardia que comentaba con otro: ‘El cura se les fue cortado, lo van a
hacer aparecer como suicidio’.”
Cabe
señalar que, tal como se ha podido acreditar en la investigación judicial del
caso Woodward que ahora lleva el ministro Arancibia, el sacerdote
chileno-británico Miguel Woodward murió a consecuencia de las torturas
perpetradas en la Academia de Guerra y en el buque-escuela Esmeralda, aplicadas
tras ser secuestrado de su domicilio en Valparaíso la noche del 16 de
septiembre de 1973.
Como
la Academia de Guerra, desde el 11 de septiembre de 1973 el Esmeralda se
convirtió en un centro de detención y tortura. Esta situación, denunciada en
aquel tiempo por familiares y víctimas, fue ratificada a lo largo de los
setenta en diversos informes de la Organización de Estados Americanos, del
Senado de Estados Unidos y de Amnistía Internacional.
Continúa
el relato publicado en El Tiempo:
“Al
segundo día fui interrogado: permanecí torturado durante más de tres horas. Me
desnudaron y me golpearon con manos y pies por todo el cuerpo. Parece que los
interrogadores eran muchos. Luego me aplicaron corriente en los testículos (…)
Durante todo el interrogatorio me tuvieron con los ojos vendados y las manos
esposadas. Con las contracciones musculares por la electricidad, las esposas se
cerraban cada vez más y me rompí las muñecas hasta el hueso. A estas alturas
del interrogatorio ya no sentía dolor. Solamente me daba cuenta de que me
estaban quemando con electricidad.
“Al
término del interrogatorio, que perseguía saber si había armas en la
Universidad, me llevaron a otra sala donde me sacaron la venda para que pudiera
caminar; pero me caía al suelo y me hicieron arrastrarme hacia otra sala, donde
yacían los torturados. Había allí un profesor universitario que conocía de
vista, que estaba con todo un lado del cuerpo negro de los hematomas y le
habían perforado el tímpano, por lo que el dolor le hacía aullar; los restantes
estaban todos tanto o más golpeados que yo. Muchos tenían las costillas rotas y
no podían siquiera respirar. Ninguno podía caminar; tenían fracturas en los
huesos de las piernas, por golpes y por las contracciones musculares producidas
por la corriente.
“Había
muchas mujeres tan golpeadas como nosotros. A las mujeres las habían violado en
forma bestial; estaban desgarradas internamente y sangraban con profusión. Una
se quejaba continuamente; le habían introducido un objeto cortante en la vagina
y parece que le había traspasado el peritoneo. Entre los que estaban, algunos
dijeron haber reconocido a los interrogadores: ‘Eran infantes de marina de los
que han sido preparados en las bases norteamericanas en Panamá’.”
SICAJSI
A
partir del 11 de septiembre de 1973 la Armada creó el Servicio de Inteligencia
de la Comandancia de Área Jurisdiccional de Seguridad Interior (SICAJSI),
formado por funcionarios de la Armada, de Carabineros (policía uniformada) y de
la Policía de Investigaciones. Dependía directamente de la Primera Zona Naval,
con sede en Valparaíso.
El
jefe de SICAJSI fue el capitán de navío Sergio Barra von Kretschmann, secundado
por Héctor Trobok, coronel de Carabineros. Ellos reportaban al jefe de Estado
Mayor de la Armada, Guillermo Aldoney.
En
auto de procesamiento del 8 de mayo de 2015, mediante el cual Arancibia sometió
a proceso a 18 ex oficiales y suboficiales de la Marina y Carabineros por su
responsabilidad en la muerte de Woodward, se fija el papel de la Academia de
Guerra en las tareas represivas cumplidas por la Armada en los albores de la
dictadura.
“Luego
del 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile puso en marcha, con ciertas
modificaciones, un Plan Antidisturbios, también denominado ‘Plan Cochayuyo’,
ideado aproximadamente a comienzos de 1973 y que tenía, entre otros objetivos,
detener la acción insurgente a sus designios, mantener el orden público y
obtener el control absoluto de la población, especialmente de la Quinta Región
(de Valparaíso).”
Allí
se añade que “por orden de la Comandancia en Jefe de la Primera Zona Naval se
instaló físicamente en la Academia de Guerra Naval, ubicada en Valparaíso, el
denominado SICAJSI”, razón por la cual la citada academia suspendió en aquel
tiempo “las labores de educación que le eran propias, para albergar al organismo
antes referido”.
“La
función principal era la de desbaratar los grupos contrarios al régimen militar
instaurado en el país, procediendo para ello a ordenar la captura de personas
militantes o afines a algún partido político o movimiento de centro, izquierda
o revolucionario, y su posterior traslado a unidades controladas por la Armada
o pertenecientes a ésta, habilitados como Centros de Detención e
Interrogatorio.”
En
entrevista con Proceso, Arancibia
ratifica que ya está comprobado que el SICAJSI operó en la Academia de Guerra.
*El
reportaje fue publicado en Proceso,
México.
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