Traducción de “Faut-il renouveler le discours musulman, ou le réviser
complètement ?”, de La Fille de la Terre,* publicado originalmente en
Al-Watan (Syrie).[1]
Las “primaveras árabes” fueron presentadas como auténticas revoluciones,
pero resultaron ser vulgares intentos de la CIA y la OTAN por entronizar a la
Hermandad Musulmana. Sus reveses en Egipto y Túnez, la destrucción cometida en
Libia y en Siria, así como los crímenes perpetrados en nombre de Dios por dicha
Hermandad, al-Qaeda y el Emirato Islámico, han promovido en el mundo árabe un gran
debate sobre la instrumentalización del islam con fines políticos. Para la
autora, una siria, una renovación de fachada del discurso religioso no es suficiente
y apuesta por una revisión total.
El
presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi no estaba errado cuando invitó a los
ulemas de la mezquita al-Ashar[2]
a renovar el discurso religioso. Y señaló que tenían esa responsabilidad ante
Dios y el pueblo ya que la proliferación del pensamiento oscurantista y
destructivo que se dice portador de la bandera del islam es, en cierta forma,
resultado de la decadencia del papel de las autoridades religiosas, y muy
especialmente de la autoridad de al-Ashar, al-Zaytuna y al-Amui.
Esas
referencias religiosas a las “luces” eran la fuente de la influencia del vocabulario
de la lengua árabe, de quienes trabajaban por enriquecerla, de quienes se
oponían al fenómeno del abandono y de quienes sentían un fuerte apego a la
esencia del arabismo. Cierto número de escritores e intelectuales pagaron muy
caro, a lo largo de sus vidas, su profundo compromiso cuando Jamel Pacha
al-Safah los condenó, en 1916, por sus publicaciones en árabe y por su respaldo
a los derechos de la mujer y a la lucha contra la opresión del gobierno otomano.[3]
A
mediados del siglo XX, la doctrina de los eruditos de al-Ashar, de al-Zaytuna y
de al-Amaui comenzó a perder fuerza poco a poco y dejó lugar al pensamiento
oscurantista, engendrado por el wahabismo e importado al Levante y el Magreb a
través de inmigrantes que habían trabajado en Arabia Saudita. Estos
contribuyeron a la difusión del sectarismo en nombre de la religión.
Importantes medios financieros, provenientes del reino del petrodólar, les
permitieron llevar a cabo esa empresa. A su regreso, se dirigieron a las
poblaciones desocupadas y concentraron sus esfuerzos en la construcción de gran
número de mezquitas, atrayendo hacia ellas a los necesitados y galvanizándolos
a fuerza de ideas destructivas y sectarias que nunca habían existido en nuestro
país y que nada tienen que ver con nuestra religión.
En
cuanto a lo que se ha dado en llamar “la primavera árabe”, ese proceso
representa el fenómeno más peligroso que se ha iniciado en esta vía, en la que
esas fuerzas oscuras han emprendido –con el pretexto de la difusión de la
democracia y a través de una iniciativa absoluta y clara– una lucha contra la
nación árabe y su historia, para acabar con su identidad cultural, con su
seguridad y su estabilidad.
Si
bien es urgente renovar hoy el discurso religioso de los ulemas de al-Ashar o,
para decirlo con otras palabras, regresar a los orígenes de la referencia
religiosa, o sea un regreso a un islam tolerante e ilustrado, representante de
la verdadera religión, no es menos cierto que no basta esa revisión para restaurar
la situación original en nuestras naciones maltratadas. Para sobreponernos a
las devastadoras consecuencias de esta primavera sionista, hay que emprender
una reflexión valiente para analizar todos los obstáculos en el plano
religioso, político, económico y social que han llevado nuestros países a la
situación en la que hoy se encuentran.
Por
ejemplo, el papel de las escuelas y las universidades ha disminuido en el
conjunto de los países árabes. Hemos visto surgir una occidentalización de la
cultura árabe así como un abandono de la riqueza cultural de esta nación.
Nuestras universidades se han convertido en escuelas que enseñan o más bien
repiten ideas con las que nuestros estudiantes pierden el tiempo en vanos
experimentos durante décadas sin que se produzca por ello ninguna modernización
o creación, el fenómeno de la investigación científica ha prácticamente
desaparecido a pesar de que nunca antes se había hablado tanto de él. Esto se
acompaña de una fuga de los cerebros creativos hacia “Occidente”, donde
encuentran un clima favorable al desarrollo de su energía innovadora y
enriquecen a “Occidente” así como su superioridad científica e intelectual.
Nadie
duda que el conocimiento humano es el más precioso de los productos del hombre
y que la mercancía más cara que exporta “Occidente” es el fruto de su saber
intelectual, mientras que todo el mundo árabe sigue ahogándose en un mar de
consumo de conocimientos sin producir ninguno. Existe aquí una fuerte paradoja
entre los derechos de los musulmanes árabes y su tolerante religión. El primer
mandamiento divino revelado al último de los profetas fue: “Lee”
“Lee
en nombre de tu Señor que ha creado, que ha creado al hombre de una adherencia,
lee tu Señor es el muy noble que ha enseñado a través de la pluma ‘el kalan’,[4]
que le ha enseñado al hombre lo que no sabía”.
Y
en otra sura,[5]
Dios el Todopoderoso insiste en la importancia del “kalam”, o sea de la
escritura, de la ciencia y del conocimiento señalando, “A través de la pluma y
lo que escriben”. Pero, si observamos el actual mundo árabe veremos que es
donde menos se escribe y donde menos se producen saber y ciencia.
Y
ese déficit se traduce en un atraso de las estructuras económicas y políticas,
que necesitan una revisión audaz y completa para que los enemigos de esta
nación no puedan invadirla por la fuerza ni destruir sus monumentos y su
identidad, ni los pilares de su modo de vivir juntos, bajo ningún pretexto.
Es
por eso que renovar el discurso religioso constituye una necesidad. Pero a
condición de que apunte también a llenar todas las lagunas que han aparecido en
nuestras sociedades, como consecuencia de factores que son a veces de carácter
externo y también de otros que son resultado de nosotros mismos.
La
sangre de los mártires así como el sufrimiento de los heridos y todas las vidas
que ha perdido esta nación durante los últimos años reclaman mucho coraje,
honestidad y solidaridad sincera entre nosotros mismos, hacia Dios y hacia la
Patria para iniciar verdaderamente la nueva era a la que aspiran nuestros
pueblos en todos los países del mundo árabe.
* “La Fille de la Terre” [“La Hija de la Tierra”, en francés],
seudónimo de una conocida mujer árabe vinculada a la política y al periodismo.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Enero 17 de 2015
[2]
Dicha mezquita y su universidad constituyen la más elevada autoridad asharita
de Egipto. La Ashariyyah o escuela de Khorāsān es una rama de la teología
musulmana, fundada en el siglo X y a la cual adhiere gran parte del mundo
islámico sunnita. Partidaria del uso de la razón y el cuestionamiento teológico
para defender la fe, a diferencia de la escuela Mu’tazili, cuyos miembros
acusan a los primeros de creer en la predestinación [N de T].
[3]
Pacha al-Safah fue un gobernador otomano, miembro de los Jóvenes Turcos, que
reprimió los movimientos nacionalistas en Siria y Líbano.
[4] El
kalan es la dialéctica racional, inspirada en la filosofía griega, que
los musulmanes deben desarrollar para poder entender a Dios.
[5] Las
“suras”, también llamadas azoras, constituyen cada uno de los
capítulos del Corán [N de T].
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