“…no es grave cometer un error. Todo el
mundo lo comete. Lo grave es persistir en él, agrandarlo y justificarlo.”
Mario
Roberto Santucho
Una
línea política justa es una construcción y pedagogía colectivas que se
desenvuelve como un solo momento respecto de los detalles de la estrategia
global, sus movimientos tácticos y el balance de las relaciones de fuerza
locales e internacionales entre la minoría gran propietaria y el pueblo
trabajador ampliado.
Andrés
Figueroa Cornejo
¿Qué
es una "línea política"? Si la estrategia general es el
establecimiento del gobierno de la sociedad misma y de la socialización total
de la organización de la vida por el pueblo trabajador en términos ampliados y
en camino a la disolución del Estado, del trabajo asalariado y de las clases
sociales de intereses antagónicos e irreconciliables, entonces uno de sus
momento sustantivos corresponde a que el arsenal político de los intereses de
la mayoría explotada directa o indirectamente, aquel que cobra sentido en la
articulación de la totalidad de los combates dispersos que se enfrentan al
capital (capital/trabajo, naturaleza expoliada y saqueo/ambientalismo
consecuente, patriarcado/liberación femenina y del disenso sexual,
nacionalismo/socialismo, etc.), es la colaboración resuelta en la generación de
las condiciones de la desobediencia popular. La síntesis de la reunión de las
luchas anticapitalistas es la superación dinámica de la simple suma de sus
partes y de su subordinación a una estrategia transformadora y radical.
Lo
anterior sólo es un conjunto de palabras sin el análisis concreto de la
realidad concreta, de las relaciones de fuerza en todos los ámbitos, la
desmistificación y destrucción del fetiche de la democracia representativa y
del develamiento de la dictadura del capital en la acción directa conciente, a
escala nacional e internacional. Hoy habitamos el desafío crucial y sin
subvenciones de recrear el proyecto liberador del género humano, lejos de los
"progresismos" de umbral agotado, los populismos y la ingenuidad de
retornar a los paradigmas y programas nostálgicos de un "Estado
fuerte", "nacional-desarrollista" y de la ideología burguesa del
"progreso infinito".
Una
línea política justa reivindica la pre-existencia del y los núcleos humanos
que, armados del más amplio pensamiento emancipador producido históricamente,
están dispuestos a recorrer el proceso completo de su estrategia. Por eso sus
componentes corresponden a las mujeres y los hombres cuyo quehacer práctico
–imaginativo, audaz, crítico, valiente, inteligente, autoconciente- deletrea
sus expedientes junto y desde el pueblo trabajador en lucha. Al respecto, el
rol del núcleo político es democratizar colectivamente el pensamiento y las
experiencias transformadoras, de modo de evitar a toda costa la formación de
especialistas y de jefaturas eternas, precisamente, obstruir la repetida
promesa trágica de la burocratización de cualquier empeño y los riesgos de su
cooptación, esclerosis, e independientemente de la “lucidez” de sus cuadros de
dirección, de la subsecuente imposibilidad de ofrecerle proyección en el tiempo
ante su eventual aniquilamiento o deserción.
Una
línea política coherente –en una época de reordenamiento geoeconómico de los
capitalismos centrales sobre la base de una ofensiva conjunta que se expresa
con brutal rigor en las sociedades dependientes de América Latina, África, gran
parte de Asia y el sur de Europa- informa perfectamente sobre la desventaja
estratégica desde donde se origina. Como también sabe que lo nuevo proviene de
lo viejo, es capaz de descubrir las claves de la hegemonía burguesa, que los
planes y las planificaciones corren de menos a más, de lo simple a lo complejo,
y que la dialéctica materialista es su método de análisis por excelencia.
Muy
lejos del cretinismo y la ingenuidad, en Chile, una línea política justa abreva
hoy de su propia historia, en tanto forma nacional del capitalismo mundializado
como nunca antes en el devenir de la humanidad, y cautela con celo mayúsculo
los primeros pasos de los núcleos insubordinados. El peligro permanente de sus
implosiones, desintegraciones y abortos en el actual período constituye su
propia formación crítica. La estabilidad de su constante recreación requiere de
verdad, disciplina, independencia política de las instituciones e intereses del
poder establecido, y de la separación obligada entre las individualidades
–personalismo, egotismo, acaudillamiento- y los argumentos fundados en la
práctica. La confusión entre los afectos y la realidad de cada uno de sus
miembros se instaura como prohibición necesaria. Obviamente, ello no excluye
jamás la inclusión en su caja de herramientas analítica de la llamada
psicología social y psiquiatría crítica y humanista. De hecho, de resultar
desalojados esos saberes, es imposible desarmar las relaciones de alienación
dominantes.
En
consecuencia, una línea política justa es una construcción y pedagogía
colectivas que se desenvuelve como un solo momento respecto de los detalles de
la estrategia global, sus movimientos tácticos y el balance cotidiano y
pormenorizado de las relaciones de fuerza locales e internacionales entre la
minoría gran propietaria y el pueblo trabajador ampliado.
Asimismo,
el o los núcleos insubordinados guardan distancia estratégica de la
institucionalidad burguesa, dicen con la práctica pre-meditada, ganan capacidad
para localizarse y deslocalizarse, se territorializan produciendo al mismo
tiempo su propia retaguardia, aprovechan las debilidades del poder (por
ejemplo, el descrédito estructural del sistema político que administra el
Estado que subsidia al capital y se funda sobre la sobreexplotación del
trabajo, la tercerización avasallante, la destrucción de la naturaleza (no
existe humanidad fuera de ella) y el patriarcado); sospechan de las reformas
que enmascaran la propia desesperación e inestabilidad de los que mandan
todavía; se integran protagónicamente al conjunto de luchas atomizadas con el
fin de aportar a la politización unitaria de las fuerzas sociales en combate de
acuerdo a sus modos, gramática y rítmica.
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