“Chile. Cuando votar no sirve de nada, la abstención es el mejor acto de rebeldía”
Por Pablo Villagra Peñailillo, en Kaos en la Red –public. 11/11/17
Ninguna elección va a cambiar el
curso actual de la cosas. Esa es la sensación que predomina en la mayoría de la
sociedad
Históricamente las
clases dominantes nos han vendido el cuento que la democracia liberal – y sus
elecciones periódicas – son la única y exclusiva forma que tiene la sociedad
para participar del futuro del país. Pero lo que ocultan, en realidad, es que
estos mecanismos se han transformado en un proceso o ritual accesorio para
legitimar el control que ejercen los grupos de poder económico, quienes han
construido un Estado funcional al abuso de los patrones y su explotación
capitalista.
Y
esa es la estrategia rancia que nos han hecho creer por dos siglos, esa que
crea una falsa idea de participación, que de vez en cuando da espacios de poder
– a modo de migajas – para mantener la falsa idea de que en el sistema todos
podemos participar y tener injerencia.
Hoy, la democracia burguesa no sólo experimenta
una crisis de representación, sino, además, de legitimidad. No sólo caen
los partidos políticos corruptos financiados por el empresariado, sino
que todas las instituciones que la sustentan y que poco a poco van develando su
verdadero rostro y sus torcidas intenciones.
Las fuerzas Armadas y Carabineros se roban la plata a destajo, mientras reprimen la protesta social y al Pueblo Mapuche. Por su parte, el Poder Judicial deja impune a los empresarios ladrones coludidos y hace la vista gorda con la violencia machista. En la otra esquina, el Congreso legisla para los grupos económicos y la iglesia ampara a pedófilos y abusadores.
Las fuerzas Armadas y Carabineros se roban la plata a destajo, mientras reprimen la protesta social y al Pueblo Mapuche. Por su parte, el Poder Judicial deja impune a los empresarios ladrones coludidos y hace la vista gorda con la violencia machista. En la otra esquina, el Congreso legisla para los grupos económicos y la iglesia ampara a pedófilos y abusadores.
La
crisis es tan profunda que está matando al pueblo sin distingo. Las cifras
macabras ya no pueden ser ocultadas e ignoradas. 25.000 chilenos y chilenas
fallecieron el año pasado esperando atención en la salud pública, en las
llamadas listas de espera. Del mismo modo, 1.313 niños y niñas muertos en el
Servicio Nacional de Menores, SENAME, en los últimos 10 años, producto de la
desidia e indolencia del Estado capitalista. Una crisis que ha provocado
– sólo el 2016 – la muerte de 239 trabajador@s a causa de las paupérrimas
condiciones de trabajo en las empresas. Una crisis que ha militarizado el
territorio Mapuche para contener las justas demandas por territorio y
autonomía, asesinando y encarcelando a nuestros herman@s, torturando y
agrediendo incluso a la niñez indefensa.
Mientras
comienza el circo patético de las elecciones, la educación sigue donde mismo,
al igual que la salud, las pensiones de hambre y el medio ambiente. Hoy como
nunca se lucra con todo, porque la vida misma ha sido privatizada y ya nada nos
pertenece porque el Estado ha vendido a precio de huevo la electricidad, el
agua potable, las carreteras, la telefonía, el mar y los recursos naturales.
Hoy, en el país, nada es nuestro, porque todo tiene dueño.
Mientras la
parafernalia electoralista confunde a los chilenos haciéndoles creer que el
voto es poder y que esta vez sí existirán cambios reales, la pálida y mediocre
“nueva izquierda” intenta convencernos que no votar es hacerle el juego a la
Derecha y que sólo ellos son alternativa. En este sentido, han satanizado cualquier
ejercicio distinto que articule la sociedad de manera distinta. En sus mentes
serviles al modelo, no existe la posibilidad de un pueblo y comunidad
organizada de manera directa, desde abajo, en órganos y asambleas autónomas del
Estado. Para ellos, sólo existe la vía institucional, la misma que opera bajo
la Constitución asesina y trucha de Pinochet.
En
este estado de cosas, votar es un mero trámite, pues las leyes pinochetista no
permiten transformaciones reales.
La
verdad que oculta el modelo neoliberal es que existe todo un entramado
jurídico-político que impide cualquier transformación, aun cuando se obtenga
mayoría parlamentaria y se ganen todas las elecciones. Lo cierto es que la constitución pinochetista contempla una serie de
Leyes Orgánicas que son imposibles de cambiar sin el consentimiento del
empresariado, los milicos y los partidos de derecha. Leyes que establecen
un Tribunal Constitucional, órgano antidemocrático que está por sobre el
Parlamento y el Gobierno y que puede anular cualquier ley aprobada desde el
Congreso, un Consejo de Seguridad Nacional con autoridad, incluso, de destituir
al President@ de la República. Leyes que dan autonomía al Banco Central para
hacerlo más dependiente del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial,
leyes que designan como garantes y tutores de la Constitución a las Fuerzas
Armadas y de Orden.
Así,
en este contexto, el partido está ganado antes de jugarlo, pues la cancha ya
fue rayada por los poderosos y no existe posibilidad alguna de transformación
social. Y que nadie se equivoque: en las
actuales condiciones antidemocráticas, siempre ganarán los mismos de siempre, y
quien afirme lo contrario, como el Frente Amplio y otras orgánicas que están en
lo electoral, sólo le mienten al pueblo descaradamente.
Ningún voto para corrupt@s y
ladrones
Desde
el año 2011, Chile ha experimentado una avalancha de movilizaciones masivas
producto de la intensificación del modelo de explotación capitalista. Como
nunca – desde la dictadura cívico-militar de Pinochet – la explotación sin
control del modelo ha provocado un aumento sostenido en la precariedad de la
vida de la mayoría de nosotros y nosotras, colocando las demandas
transversales, esas que afectan a tod@s por igual, en la primera línea de la
protesta social. La explotación intensiva y depredadora de nuestros recursos
naturales, la educación de mercado, y las pensiones de hambre, marcaron la
pauta callejera de la lucha por una vida justa y digna. Esa misma
intensificación de la depredación capitalista hizo que se levantaran las
comunidades de Aysén, Caimanes, Freirina, Til-Til, entre otras. Y si bien se
han logrado pequeños triunfos particulares, la verdad es que todas las demandas
sociales levantadas en el último tiempo han encontrado la desidia y la
indolencia de la clase política, más aun, han creado leyes y políticas en el
sentido contrario de lo exigido por los movimientos sociales.
Por
tanto, querer cambiar este orden cosas participando dentro del esquema impuesto
por el modelo es una ingenuidad que sólo sostiene la vieja politiquería añosa y
corrupta. En este escenario antidemocrático y excluyente, participar de las
elecciones es hacerle el juego a la Derecha asesina y sus lacayos de la Nueva
Mayoría. De lo que se trata entonces es de profundizar la crisis de los
poderosos intensificando las luchas sociales, al mismo tiempo que levantar y
crear órganos autónomos de control popular en las comunidades educativas,
sociales y territoriales y, por sobre todo, unificar a tod@s quienes colocan al
socialismo como su horizonte estratégico.
Votar,
en consecuencia, es darle legitimidad al modelo, cuando de lo que trata, por el
contrario, es de combatirlo. No podemos amparar una constitución ilegítima
impuesta a costa de la sangre de miles de chilenos y chilenas. Para nosotros,
el único poder real es el directo. Ese mismo que se forja a diario en las
luchas sociales por no más AFP, por Salud para todos y todas, por
educación gratuita, por ni una menos, por el fin a la ley de pesca, por la
defensa del agua y nuestros recursos naturales, por el fin a la criminalización
al pueblo mapuche.
¿Cuál
es la tarea entonces para la izquierda revolucionaria en esta coyuntura? Nada
más que aprovechar el circo electoral para dejar en evidencia las
contradicciones y mentiras del modelo, impulsando una franja social crítica que
coloque las ideas socialistas como alternativa al capitalismo, promoviendo que
en cada espacio local se genere la participación y la organización que se
estime conveniente y que les permita – desde la movilización directa – exigir
sus derechos y acumular fuerza social para avanzar en procesos crecientes y
sostenidos de Poder Popular, máxima expresión orgánica del pueblo para disputar
la hegemonía y el poder a los ricos.
*****
¡La lucha
por los derechos de los pueblos y l@s trabajador@s continúa!
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