“La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia
atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anunciando lo que será”. Eduardo
Galeano
En
el marco de la VI Jornada de Historia Social, organizada por los alumnos de la
carrera de Historia de la U. de Chile y en atención a la conmemoración de los
15 años del primer manifiesto de historiadores, éste jueves 13 se reunieron en
el aula magna de la Facultad de Ciencias de esa universidad l@s profesor@s:
Azún Candina, Sergio Grez, Julio Pinto, Gabriel Salazar, Pablo Artaza, María
Eugenia Horvitz, Jorge Rojas y Leonardo León. Además, se transmitieron vídeos
con las intervenciones de María Angélica Illanes y de Mario Garcés.
En
el desarrollo de la jornada, las primeras intervenciones las realizaron la
profesora Azún Candina y el profesor Gabriel Salazar, respecto de las
experiencias personales en torno al manifiesto. En ese sentido, ambos
concordaron en que en el momento de la redacción del manifiesto había un
ambiente de perplejidad y decepción. Para Salazar, “El MIR y los partidos de la UP, no habían asimilado y discutido la
derrota”, existía –y existe- el problema de la unidad de la izquierda, “Un problema histórico”, como lo señala
el mismo profesor. Para Azún Candina, la batalla de la memoria no está ganada,
ni tampoco la izquierda es la única dueña de la memoria. Para ésta profesora,
la historiografía no suplirá una política de acción radical, pues esa no es la
tarea de los historiadores. Salazar nos da algunas luces sobre la solución,
planteando que, “No podemos contentarnos
con juntarnos ocasionalmente, se necesita una instancia científica y seria que
establezca las bases del movimiento popular y de la izquierda en su conjunto”.
Ya
en la primera mesa de debate, l@s profesor@s Azún Candina, Sergio Grez, Julio
Pinto y Gabriel Salazar, expusieron sus visiones acerca de la historia y
memoria oficiales. Para Sergio Grez, la historia oficial se divide en dos
grandes relatos: el de la caridad y el de la ‘teoría de los demonios’. La
primera, se caracteriza por borrar las causas sociales y reducir todo a las
víctimas de tales sucesos, en tanto que, el segundo, hace alusión a factores
meramente subjetivos y políticos, en donde ‘todos fuimos responsables’, como es
el discurso que se escucha desde las cúpulas acerca del golpe de Estado,
obviándose todo un proceso histórico de peso detrás. En ese sentido, y desde
una perspectiva crítica, si bien el manifiesto se desplegó en diversas organizaciones
sociales, para el profesor Grez, “el
manifiesto de los historiadores, no contribuyó a cambiar la historia social”.
Enlazando lo anterior, para la profesora Azún, “el manifiesto representó a un sector de la sociedad chilena, y no al
pueblo en su conjunto”. En éste sentido, se deja abierta la pregunta: ¿quién
confiere a los historiadores una representación del pueblo? Para Julio Pinto,
la historia oficial debe diferenciarse de la hegemónica y la historia se vuelve
hegemónica cuando termina por convencer sobre la verdad de esa historia. En el
contexto de la creación del primer manifiesto, se luchaba por disputar la
historia implantada por el Estado, sustentada por historiadores como Gonzalo
Vial y otros. Para Pinto, si bien hubo historia social durante la dictadura
cívico-militar, no fue hegemónica y más tarde, durante la transición, se
construyó una nueva historia social, inclusive con elementos del manifiesto, lo
que el profesor llama la “historia
oficial concertacionista”, ejemplificada en la reforma curricular y los
textos educativos. Finalmente, Salazar afirmó que la memoria social o popular
está repleta de eventos y verdades por experiencia, “una verdad que vale por sí misma”. Para el profesor, ésta verdad, “no sólo es hacía el pasado, sino también
para lograr un futuro”. Además, concordando con Pinto, señaló que los
profesores, principalmente secundarios, están revolucionando sus espacios
educativos y de memoria, siendo las escuelas públicas un buen espacio para “convencer a los no convencidos” e ir más
allá de lo curricular.
Tras
la primera ronda, los invitados se aprestan a responder los emplazamientos
mutuos. Sergio Grez, responde a la pregunta lanzada por Azún, dejando claro que
“el rol de representación del pueblo fue
auto conferido por este grupo de historiadores”; que “hacemos historia no solo por gusto, sino por aporte social”. En esa
línea, Salazar agregó que “mi
investigación como historiador está relacionada con valores sociales, existe
una responsabilidad social en el trabajo del historiador”. La tarea del
historiador, para Salazar, es atender a las necesidades del pueblo; por ejemplo,
para el conocimiento de aquellos sujetos y espacios que no son fáciles de
alcanzar por sí solos, como los son la clase dominante y lo político.
Pasando
a la segunda mesa de debate, el profesor Leonardo León expuso su experiencia
personal con respecto al manifiesto, declarando que “la historia del manifiesto, comenzó un día después del golpe de Estado.
Para los historiadores este acontecimiento era una carga adicional, ese día se
quebró la imagen de un estado y de una sociedad”. Por tanto, para León, no
podemos sostener que la memoria instalada por la dictadura militar sea una mera
memoria opresiva y desentendernos de que es una memoria de clase. Desde la perspectiva
de María Eugenia Horvitz, en tanto, “era
necesario responder sobre la historia y la dictadura”, Además, la profesora
dio importancia a la práctica concreta del discurso presente en el manifiesto: “el uso público de la historia es fundamental”,
destacando esto como un punto principal de la discusión, puesto que, “no sólo hay intereses económicos en la
actual reforma educacional, sino también una demarcación de cómo aprender, de
cómo pensar”. La visión de Pablo Artaza, otro de los convocados, resultó
ser más crítica. Para él, “ésta historia
social, no alcanza a formar parte de una alternativa real a la historia oficial”
y, más allá, no la aprecia como un proyecto de peso, la cual se pueda articular
a la educación chilena, conectándose así con lo dicho por Pinto en la primera
mesa de debate: “existe una historia
crítica que se inicia con la profesionalización de la disciplina, una historia
objetiva, no política, que recuperó para los historiadores el relato oficial”.
Sería lo que Pinto llama “historia social
concertacionista”, en donde encontramos a Góngora, Osvaldo Silva y
Villalobos. Jorge Rojas, en breves palabras, expresó el fracaso de la historia
social, ya que no logró mostrar al golpe de Estado como algo más que la violación
a los derechos humanos; es decir, fue incapaz de exponer las numerosas
transformaciones, en todos los ámbitos de la formación, que repercuten hasta
hoy. Además, remarcó que existen hoy los espacios donde poder disputar la
historia oficial: “la represión de hoy no
es la misma que en los “80s “. Por lo mismo, deben aprovecharse todas las
instancias sociales y políticas.
Como
uno de los resultados de ésta jornada de historia social, el profesor Léon
contó al público asistente acerca de un proyecto conjunto con Gabriel Salazar, sobre
la elaboración de un texto de historia paralelo al oficial, que relate la
historia de Chile “desde abajo”, lo
cual se convierte en un gran aporte para continuar en la senda del desenmascaramiento
de los falsos relatos y nutrir la memoria popular desde el pasado hacia el
futuro.
Esperamos
aportar con ésta breve reseña a la reflexión sobre los fines de la historia
social, así como a estimular el análisis sobre su quehacer por parte de los futuros
historiadores y profesores del área, en la senda de ir propagando las nuevas
ideas y proyectos que la responsabilidad social de esta labor reclama.
Mirlo
CAD – Equipo
Estudiantil
Noviembre 25 de 2014
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