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miércoles, 26 de noviembre de 2014

VI JORNADA DE HISTORIA SOCIAL, A 15 AÑOS DEL MANIFIESTO DE HISTORIADORES -13/11/14


La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anunciando lo que será”. Eduardo Galeano


En el marco de la VI Jornada de Historia Social, organizada por los alumnos de la carrera de Historia de la U. de Chile y en atención a la conmemoración de los 15 años del primer manifiesto de historiadores, éste jueves 13 se reunieron en el aula magna de la Facultad de Ciencias de esa universidad l@s profesor@s: Azún Candina, Sergio Grez, Julio Pinto, Gabriel Salazar, Pablo Artaza, María Eugenia Horvitz, Jorge Rojas y Leonardo León. Además, se transmitieron vídeos con las intervenciones de María Angélica Illanes y de Mario Garcés.

En el desarrollo de la jornada, las primeras intervenciones las realizaron la profesora Azún Candina y el profesor Gabriel Salazar, respecto de las experiencias personales en torno al manifiesto. En ese sentido, ambos concordaron en que en el momento de la redacción del manifiesto había un ambiente de perplejidad y decepción. Para Salazar, “El MIR y los partidos de la UP, no habían asimilado y discutido la derrota”, existía –y existe- el problema de la unidad de la izquierda, “Un problema histórico”, como lo señala el mismo profesor. Para Azún Candina, la batalla de la memoria no está ganada, ni tampoco la izquierda es la única dueña de la memoria. Para ésta profesora, la historiografía no suplirá una política de acción radical, pues esa no es la tarea de los historiadores. Salazar nos da algunas luces sobre la solución, planteando que, “No podemos contentarnos con juntarnos ocasionalmente, se necesita una instancia científica y seria que establezca las bases del movimiento popular y de la izquierda en su conjunto”.


Ya en la primera mesa de debate, l@s profesor@s Azún Candina, Sergio Grez, Julio Pinto y Gabriel Salazar, expusieron sus visiones acerca de la historia y memoria oficiales. Para Sergio Grez, la historia oficial se divide en dos grandes relatos: el de la caridad y el de la ‘teoría de los demonios’. La primera, se caracteriza por borrar las causas sociales y reducir todo a las víctimas de tales sucesos, en tanto que, el segundo, hace alusión a factores meramente subjetivos y políticos, en donde ‘todos fuimos responsables’, como es el discurso que se escucha desde las cúpulas acerca del golpe de Estado, obviándose todo un proceso histórico de peso detrás. En ese sentido, y desde una perspectiva crítica, si bien el manifiesto se desplegó en diversas organizaciones sociales, para el profesor Grez, “el manifiesto de los historiadores, no contribuyó a cambiar la historia social”. Enlazando lo anterior, para la profesora Azún, “el manifiesto representó a un sector de la sociedad chilena, y no al pueblo en su conjunto”. En éste sentido, se deja abierta la pregunta: ¿quién confiere a los historiadores una representación del pueblo? Para Julio Pinto, la historia oficial debe diferenciarse de la hegemónica y la historia se vuelve hegemónica cuando termina por convencer sobre la verdad de esa historia. En el contexto de la creación del primer manifiesto, se luchaba por disputar la historia implantada por el Estado, sustentada por historiadores como Gonzalo Vial y otros. Para Pinto, si bien hubo historia social durante la dictadura cívico-militar, no fue hegemónica y más tarde, durante la transición, se construyó una nueva historia social, inclusive con elementos del manifiesto, lo que el profesor llama la “historia oficial concertacionista”, ejemplificada en la reforma curricular y los textos educativos. Finalmente, Salazar afirmó que la memoria social o popular está repleta de eventos y verdades por experiencia, “una verdad que vale por sí misma”. Para el profesor, ésta verdad, “no sólo es hacía el pasado, sino también para lograr un futuro”. Además, concordando con Pinto, señaló que los profesores, principalmente secundarios, están revolucionando sus espacios educativos y de memoria, siendo las escuelas públicas un buen espacio para “convencer a los no convencidos” e ir más allá de lo curricular.

Tras la primera ronda, los invitados se aprestan a responder los emplazamientos mutuos. Sergio Grez, responde a la pregunta lanzada por Azún, dejando claro que “el rol de representación del pueblo fue auto conferido por este grupo de historiadores”; que “hacemos historia no solo por gusto, sino por aporte social”. En esa línea, Salazar agregó que “mi investigación como historiador está relacionada con valores sociales, existe una responsabilidad social en el trabajo del historiador”. La tarea del historiador, para Salazar, es atender a las necesidades del pueblo; por ejemplo, para el conocimiento de aquellos sujetos y espacios que no son fáciles de alcanzar por sí solos, como los son la clase dominante y lo político.

Pasando a la segunda mesa de debate, el profesor Leonardo León expuso su experiencia personal con respecto al manifiesto, declarando que “la historia del manifiesto, comenzó un día después del golpe de Estado. Para los historiadores este acontecimiento era una carga adicional, ese día se quebró la imagen de un estado y de una sociedad”. Por tanto, para León, no podemos sostener que la memoria instalada por la dictadura militar sea una mera memoria opresiva y desentendernos de que es una memoria de clase. Desde la perspectiva de María Eugenia Horvitz, en tanto, “era necesario responder sobre la historia y la dictadura”, Además, la profesora dio importancia a la práctica concreta del discurso presente en el manifiesto: “el uso público de la historia es fundamental”, destacando esto como un punto principal de la discusión, puesto que, “no sólo hay intereses económicos en la actual reforma educacional, sino también una demarcación de cómo aprender, de cómo pensar”. La visión de Pablo Artaza, otro de los convocados, resultó ser más crítica. Para él, “ésta historia social, no alcanza a formar parte de una alternativa real a la historia oficial” y, más allá, no la aprecia como un proyecto de peso, la cual se pueda articular a la educación chilena, conectándose así con lo dicho por Pinto en la primera mesa de debate: “existe una historia crítica que se inicia con la profesionalización de la disciplina, una historia objetiva, no política, que recuperó para los historiadores el relato oficial”. Sería lo que Pinto llama “historia social concertacionista”, en donde encontramos a Góngora, Osvaldo Silva y Villalobos. Jorge Rojas, en breves palabras, expresó el fracaso de la historia social, ya que no logró mostrar al golpe de Estado como algo más que la violación a los derechos humanos; es decir, fue incapaz de exponer las numerosas transformaciones, en todos los ámbitos de la formación, que repercuten hasta hoy. Además, remarcó que existen hoy los espacios donde poder disputar la historia oficial: “la represión de hoy no es la misma que en los “80s “. Por lo mismo, deben aprovecharse todas las instancias sociales y políticas.

Como uno de los resultados de ésta jornada de historia social, el profesor Léon contó al público asistente acerca de un proyecto conjunto con Gabriel Salazar, sobre la elaboración de un texto de historia paralelo al oficial, que relate la historia de Chile “desde abajo”, lo cual se convierte en un gran aporte para continuar en la senda del desenmascaramiento de los falsos relatos y nutrir la memoria popular desde el pasado hacia el futuro.

Esperamos aportar con ésta breve reseña a la reflexión sobre los fines de la historia social, así como a estimular el análisis sobre su quehacer por parte de los futuros historiadores y profesores del área, en la senda de ir propagando las nuevas ideas y proyectos que la responsabilidad social de esta labor reclama.


Mirlo
CAD – Equipo Estudiantil

Noviembre 25 de 2014

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