Han pasado casi 2 meses desde la
desaparición forzada de 43 alumnos de Ayotzinapa. Días duros para familiares y
amigos, no sólo por los estragos propios del hecho, sino por el manejo
gubernamental y mediático del mismo. Sobre la suerte de los jóvenes se han
difundido todo tipo de versiones. “Estamos
cansados de que este gobierno no dé resultados”, dice la madre de uno de
los normalistas detenidos-desaparecidos. “Estamos
preparados para luchar contra el gobierno. Ahorita tenemos coraje y rabia; ya
no nos detiene nada”
Ayotzinapa, Tixtla, Guerrero.
A este joven bailarín le “rompieron el camino”. Él es uno
de los 43 muchachos que desaparecieron la noche trágica de Iguala. Aquella en
la que los policías arremetieron a mansalva contra los estudiantes de la Escuela Normal
Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, una escuela para pobres.
¿Cuál de los 43 rostros que ya circulan a nivel mundial es
el de este danzante de la música popular? ¿El de cara alargada? ¿El de cejas
pobladas?, ¿El de labios delgados? ¿El de ojos hundidos? ¿Aquél con el rostro
aún de niño?…
Su padre no dice su nombre. Tampoco el de su hijo.
Prefiere que en estas líneas conste, simplemente, que es “un padre de familia
que tiene a su hijo desaparecido”. Y es que considera que identificarse puede
poner en peligro a su vástago: “En donde lo tengan le van a decir, ‘sabes qué,
te vamos a dar una pinche calentada porque tu padre se está metiendo mucho en
los medios’”.
A este hombre de huaraches de ixtle, su corazón le habla.
En forma de presentimientos, le comunica que su hijo está con vida, que volverá
al hogar, a “la Ayotzinapa ”
gratuita, la única escuela que, dada su cuna humilde, le permitiría concretar
la ilusión de superarse, de ser profesionista.
Aun así, veterano de la lógica de vida, este repartidor de
agua sabe que es muy probable que los muchachos no volverán como se fueron: “a
la mejor lleguen maltratados o sicológicamente dañados…”, pero para qué pensar
en ello ahora, lo primero es la vida, que vuelvan con vida.
El 24 de septiembre, es decir, 2 días antes de que ya nada
se supiera de este joven, su padre estuvo con él. Un encuentro de amigos. Lo
encaminó hasta la puerta de “la
Ayotzinapa ”, “cuna de la conciencia social”, como se lee en
uno de los pilares de su fachada principal. Un fuerte apretón de manos, un
abrazo, un hasta pronto. “Todo iba normal hasta que después del 26 de
septiembre sucedieron estos lamentables hechos”.
Fue esa noche, alrededor de las 21:00 horas, que este
hombre recibió una llamada telefónica. Eran los compañeros de escuela de su
hijo, quienes le comunicaron los hechos de Iguala. De inmediato, toda la
familia se trasladó a las instalaciones de la Normal para aguardar noticias. Nunca se
imaginaban lo que estaba por venir, la incógnita detrás de la desaparición.
Al día siguiente, en medio del caos que desató la
represión, este papá con estudios de bachillerato fue a Iguala a hacerla de
investigador. Recorrió hospitales, separos… Pidió, incluso, apoyo al Ejército,
pero “fue un fracaso”. El gobierno le pidió que dejara pasar 15 días para
levantar la denuncia e iniciar la búsqueda.
El único delito de los 43 jóvenes desaparecidos por
policías “fue el estudio”, las ganas de conocer más libros, de prepararse,
dice. En esa etapa juvenil, cuando el hambre de aprendizaje es insaciable, su
hijo empezó a interesarse también por la agricultura y la ganadería,
actividades que practicaba en “la
Ayotzinapa ”.
“Yo les pediría a los 43 jóvenes que me lleguen a
escuchar, que le echen ganas. Que todos los padres de familia los estamos
buscando. Todo México. Otros países”, pronuncia este padre de familia. Las
gotas de lluvia resbalan sobre su piel canela; los grillos y los tordos han
cesado su cantar.
Padres y
madres de familia, incrédulos ante la versión oficial
Han pasado casi 2 meses desde la desaparición forzada de
43 normalistas rurales. Días duros para los familiares de estos muchachos, no
sólo por los estragos propios del hecho, sino por el manejo gubernamental y
mediático de la situación.
En este tiempo, los jóvenes que se preparaban para ser
maestros han sido asesinados en cada oportunidad. Versiones cojas que, en su
momento, se difunden como verídicas.
El plan macabro ha traspasado los hechos de violencia en
Iguala. En una especie de tortura, tal como los familiares lo han denunciado. Las
hipótesis, manejadas como verdades, poco a poco han sido desmontadas. Apenas el
11 de octubre pasado, el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó que
los restos humanos hallados en las fosas clandestinas de Cerro Viejo no son de
los estudiantes desaparecidos por policías.
La última versión oficial del hecho, difundida por
televisión en el día 42 de ausencia apunta a que los jóvenes de Ayotzinapa
habrían sido ejecutados, calcinados hasta por 15 horas en el basurero de Cocula
y, posteriormente, sus restos arrojados al Río San Juan.
El mensaje es confuso. La narración, en voz de Jesús
Murillo Karam, procurador general de la República , se presenta como verídica. Incluso es
reforzada con fragmentos de testimonios y supuestas fotografías de los hechos.
Sin embargo, al final se aclara que, en tanto no se identifiquen los restos
humanos –cenizas que podrían ser incluso inidentificables–, los jóvenes
conservarán el estatus de desaparecidos.
Frente a ese panorama, los padres y las madres de familia
de los 43 estudiantes arrancados se han construido un caparazón colectivo.
Juntos han aprendido a dudar de cada palabra de la autoridad, de cada nuevo
montaje. Han conocido tan desnudamente al poder público que incluso han logrado
descifrar por anticipado el contenido de cada nueva embestida. Es así, por
ejemplo, que previo a la difusión de esta última versión, los padres y las madres
de familia habían advertido públicamente que el gobierno saldría a anunciarles
la muerte de sus hijos.
La
tristeza y el dolor, transformados en coraje y rabia
Estas dos mujeres, residentes de Tixtla, nunca han dado
una entrevista a los medios de comunicación. No han tenido motivo. Antes del 27
de septiembre pasado se dedicaban por completo al cuidado de su hogar. Reunidas
en la cancha de basquetbol techada de Ayotzinapa, las mujeres cruzan miradas,
ninguna quiere ser la primera en iniciar el relato.
Finalmente, en medio de la indecisión, una de ellas toma
la palabra, quizá impulsada por el viento que sopla ya caída la noche. Antes
pide, enfáticamente, no ser fotografiada. La otra, la respalda. Acuerdan,
asimismo, no proporcionar sus nombres ni los de sus hijos desaparecidos. Bajo
estas condiciones, el diálogo se desarrolla.
Es el día 45 desde la desaparición forzada de sus hijos,
alumnos de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa. A estas alturas, refieren, la
tristeza y el dolor se han transformado en coraje y rabia. La autoridad ha
provocado tal mutación. Sus versiones manipuladas, sus mentiras, su ineficacia,
la manera en que manejan la información, el cómo juegan con su dolor…
“Ya estamos cansados, pero no físicamente. Estamos
cansados de que este gobierno no dé resultados. Es inepto. No actúa como
debiera. Nosotros vamos con todo hasta encontrarlos y a lo que venga. Estamos
preparados para luchar contra el gobierno porque ellos se los llevaron: fueron
policías. Ahorita tenemos coraje y rabia, ya no nos detiene nada”, dice una de
ellas.
La otra mujer ayuda a entender el porqué de tal
determinación. Refiere, por ejemplo, que en la última reunión que tuvieron con
el procurador, el pasado 7 de octubre, éste se comprometió, a petición expresa
de los padres y las madres, a no dar por sentado que los restos humanos
encontrados en Cocula eran los de los muchachos, así como a no difundir
públicamente las imágenes de éstos. Los engañó.
Su petición no era un capricho, explica esta mamá. Buscaba
contener la angustia que tal revelación de bases endebles podría generar entre
sus familiares. Y bueno, lo inevitable pasó. A las pocas horas de la difusión
de esta información, su hija de 21 años de edad le llamó con el llanto
atravesado. “Tranquila. No es nada. No es cierto lo que está pasando. No hagas
caso”. Con estas palabras, esta mujer intentó tranquilizar primero a su hija,
luego, a una decena de familiares y conocidos a los que, igualmente, los
embargó el desconcierto.
Que las búsquedas no estén precedidas de un trabajo de
inteligencia; que a los muchachos los buscan muertos y no vivos; que no se
emplea tecnología para encontrarlos; que el Estado mexicano demorara el trámite
de petición de asistencia técnica a la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos; que el gobierno encomiende a funcionarios de bajo nivel la
resolución de los asuntos relacionados con el caso son sólo algunas de las
quejas que los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa
detenidos-desaparecidos han manifestado.
En palabras de una de ellas: “Aquí es mi segunda casa [la Normal de Ayotzinapa]
porque aquí estamos y todos pasamos por el mismo dolor. Ya somos una segunda
familia, yo así lo siento. Yo soy de aquí, de Tixtla, y cuando voy a la casa no
me siento bien, me siento más triste, nomás estoy pensando, se me vienen ideas
a la cabeza. Cuando llego aquí ya me encuentro con las amiguitas y como que nos
comprendemos, y ya me siento bien. Lo que hago es sólo ir a dormir. Tempranito,
cuando amanece, ya estoy aquí”.
La mujer más delgada, la de ojos redondos, hace un llamado
a toda la población mexicana, particularmente a todas las mamás del país, a que
las comprendan y las apoyen para que “juntos encontremos a nuestros hijos”,
porque “ahorita somos nosotros, pero otro día pueden ser ellos”.
Al final, se dirige a la reportera. Le habla con la mirada
empapada de esperanza; le lanza una promesa: “Ahora que aparezca mi hijo, ahora
sí nos tomamos muchas fotos”.
Dar carpetazo al caso Iguala. Analistas e integrantes del
movimiento social advierten esta intención en las declaraciones del titular de la Procuraduría General
de la República
del pasado 7 de octubre. Resuelto el caso, al menos en apariencia, la protesta
social perdería razón y, en consecuencia, la represión nuevamente se instalaría
en Guerrero y en el resto del país.
Apenas 3 días después del anuncio oficial de que los
jóvenes de Ayotzinapa desaparecidos habrían sido ejecutados, calcinados y,
posteriormente, sus restos arrojados a un río, la policía volvió a hacerse
presente en una manifestación pública. Algunos llevaban consigo balas de goma.
A raíz del asesinato de tres normalistas y de la
desaparición de otros 43, el movimiento social agrupado en torno a la demanda
de presentación con vida había arremetido contra recintos públicos y de
partidos políticos. Entonces ni un solo policía intentó contenerlos.
A partir del 10 de octubre, durante la protesta que
culminó con un bloqueo en el Aeropuerto Internacional General Juan N Álvarez,
ubicado en la ciudad de Acapulco, el panorama cambió. A la altura del centro
comercial La Isla ,
se registró una trifulca entre manifestantes y policías estatales.
Un día después, los integrantes de la Coordinadora Estatal
de los Trabajadores de la
Educación en Guerrero, quienes prendieron fuego a la sede del
Partido Revolucionario Institucional con sede en Chilpancingo, también se
enfrentaron con agentes de la policía estatal.
Felipe de la
Cruz , representante de los padres y las madres de los 43
estudiantes detenidos-desaparecidos, comenta que este punto fue abordado
durante el encuentro que sostuvieron la tarde del pasado 11 de noviembre con
funcionarios encabezados por Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de
Gobernación.
Al respecto, dice, las autoridades federales se
justificaron diciendo que “es la reacción del estado, no de la federación”, es
decir “que ellos no tienen nada que ver con lo que determine el gobernador de
Guerrero porque el enfrentamiento que se ha dado es con estatales”.
— ¿Por qué recurren a protestas como la quema de las
instalaciones de gobierno? –se le pregunta a una madre de un joven
desaparecido, que tampoco accede a dar su nombre.
— Si pasamos a esto es porque el gobierno se debe dar
cuenta de que estamos protestando en nuestra lucha de buscar a nuestros hijos.
Queremos invitar a los papás a que nos comprendan porque, si el día de mañana
un hijo se les desaparece, van a sentir lo que nosotros.
Flor Goche, @flor_contra/Enviada
*Extractado de:
EQUIPO INTERNACIONAL –CAD CHILE
Noviembre
20 de 2014
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