“A salón repleto se lanzó ‘Nunca
más mujeres sin historia’ la nueva publicación de la Red Chilena contra la
Violencia hacia las Mujeres”
A
las once de la mañana del viernes 20 de abril el salón Eloísa Díaz estaba
repleto. Personas de todas las edades, en su mayoría mujeres, llegaron hasta la
Casa Central de la Universidad de Chile para asistir al lanzamiento del último
libro de la articulación
En No más violencia contra las mujeres –public. 23/4/18
Con un video de animación creado por Maya
Palestro se abrió el evento. La pieza audiovisual, realizada durante su
práctica dentro de la organización, trataba sobre la importancia de querernos a
nosotras mismas, pese a los cánones de belleza, a los ninguneos, a las
opiniones constantes sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Luego, la
cantautora chilena Paulina Pérez tocó Teje y Cose de su
disco Cuando la mujer se vuelve canción y así, coreando todas juntas dimos paso
a la presentación de Nunca más mujeres sin historia. Conversaciones
Feministas.
En el escenario, la activista Silvana del Valle,
presidiendo la actividad y las tres comentaristas, dos de ellas integrantes de
la Red Chilena: Sandra Palestro, socióloga y coautora del libro y Priscila
González, administradora pública Magíster en estudios de género y cultura,
junto a la editora y doctora en literatura Elena Águila. Todas listas para
abordar lo que les dejó el libro, las preguntas que se hicieron, los recuerdos
que advinieron a partir de este compilado de relatos y reflexiones elaboradas
por Sandra Palestro, Francia Jamett, Daniela Lillo, Lorella Lopresti y María
Stella Toro. De fondo, fotografías antiguas y actuales de mujeres. Mujeres
movilizándose, estudiando, compartiendo, creando.
El libro propone una nueva mirada sobre nuestros
quehaceres y experiencias. Nos invita a mirar las luchas que dieron aquellas
que estuvieron antes que nosotras y nos insta a reconocer nuestro propio
trabajo. Nos invita a observar nuestras vivencias y las de nuestras amigas,
madres, hermanas, abuelas, colegas y usar todos los formatos para construir un
registro, una historia propia que nos permita ser sujetas transformadoras, que
no nos relegue a un recuadro, que no nos sitúe como las invitadas de piedra de
los acontecimientos locales, nacionales, universales. Una historia que nos
entregue más referentes y menos silencios.
Sandra Palestro, comenzaba su presentación contándonos cómo había sido el
proceso de construcción de este libro. Cómo, en un principio, pensaban elaborar
propuestas para una educación no sexista, pero luego esa idea quedaba atrás y
aparecía de a poco la intención de hacer una reinterpretación de la historia:
“Absorbemos una enseñanza androcéntrica que nos hace ajenas de nosotras mismas;
lo valorado en esta cultura es la acción masculina, es la historia per
se. Lo que hicieron y lo que hacemos las mujeres es omitido o
secundarizado, no es importante; da lo mismo haber estado en una revolución,
ampliado la democracia o estar reproduciendo cotidianamente la existencia
humana, no importa, y esto impacta en todas las dimensiones de la vida de las
mujeres
A través de las palabras de la co-autora nos íbamos
enterando de los debates y preguntas que habían ido surgiendo. “Nos
preguntábamos por qué si tenemos historia no fluye, ya sabíamos que nada en
esta cultura patriarcal ayuda a promoverla, pero ¿por qué no está en las
conversaciones familiares ni entre amigas? ¿Cuánto de esta historia conocemos?”
expresaba Sandra y confesaba, cómo de ahí en adelante, la conversación se había
convertido en una enumeración y rescate de las más variadas acciones y
manifestaciones realizadas por mujeres: la Cueca Sola, las arpilleras, las
canciones, entre tantas otras. Y de pronto entonces, nos reveló la interrogante
que propuso María Stella, también coautora: “Lo que queremos hacer no es
reinterpretar la historia tal como ha sido narrada, sino más bien reinterpretar
las formas de ver y de hacer la historia; también las formas de relacionarnos,
de autoconocernos, de transformarnos, de construir desde las diversas
subjetividades que se juntan en distintos momentos”
Por su parte, Elena Águila en su presentación volvía a la conocida frase “los
pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla” pero esta vez
para dar un giro: “como si de la historia solo se pudiera aprender el error (o
el horror). Aquello a enmendar. Los caminos por los cuales no deberíamos volver
a transitar porque trajeron el mal a la comunidad, el dolor, la violencia, la
muerte. El olvido se podría pagar caro, pero… los pueblos que no conocen su
historia tal vez están condenados también a no repetir los destellos utópicos,
las expansiones de los límites de lo posible, las revueltas del sentido común
que produjeron en el devenir de sus organizaciones y de sus movilizaciones. A
la historia no deberíamos ir necesariamente, o solamente, a buscar el trauma”.
Elena entonces nos hablaba de los costos de no conocer
la historia propia y no contar con referentes, ya no por el miedo a repetirla,
sino por el riesgo de no resctarla y continuarla ahí donde hubo
“prácticas liberadoras, asociatividad creativa, fiestas de aprendizajes. Allí
donde hubo coraje y dignidad”.
En esa misma línea, Priscila González durante su presentación nos interpelaba: “a veces nos
atrevemos a creer que vamos a inventar el 8 de marzo, creemos que desde siempre
han existido las marchas del 25 de noviembre. No y no. O se nos hace creer que
un día a un varón se le ocurrió la bondadosa idea de otorgarnos derechos. Nada
más alejado del curso de los hechos. Con el texto le vamos haciendo frente a
las dificultades específicas para una historiografía que nos refleje”. Y
recalcaba que claro está, nosotras tenemos mucho que descubrir, recopilar y
relevar en este proyecto que es escribir y reescribir la historia, entonces el
cuestionamiento: “A los machos de la historia hay que preguntarles, ¿van a
quedar bien parados después de eso? El ex profesor de la Facultad de Filosofía
y Humanidades Leonardo León pensó que iba a salir con su honra intacta (...)
Aunque no fue precisamente por las denuncias por acoso sexual en esta misma
Universidad, sí fue condenado por la justicia por abuso sexual en contra de su
hija. Y aquí estamos, las pintiparadas de la historia social, las que hicieron
el escándalo y que tildaron de exageradas, lanzando esta publicación”.
Luego de los comentarios de las tres presentadoras,
Silvana daba pie para que las y los participantes pudieran hacer sus
planteamientos o exponer nuevas preguntas. Lo maravilloso fue que entre las
mismas personas presentes se produjo el diálogo. Desde el público no solo
surgían preguntas dirigidas a las presentadoras, también acotaciones, ideas,
experiencias y es que estábamos todas, todos y todes siendo invitadas a
observar nuestros quehaceres, a valorar los espacios en los que hemos o estamos
habitando, a repasar la historia de nuestras madres, abuelas y antecesoras.
La actividad cerró con el visionado de Viejas amigas mías, el
primer cortometraje de la Red Chilena realizado junto a la cineasta Tana
Gilbert, quien durante el 2017 se acercó a la articulación para proponer un
trabajo colaborativo y que tuvo como resultado la aparición y apoyo voluntario
de niñas y mujeres tanto delante como detrás de cámara. Este trabajo audiovisual explora
un diálogo entre generaciones de mujeres: las que fueron, las que estamos y las
que vendrán.
Ese fue el tono del lanzamiento de esta nueva edición:
el de encontrarnos y poner a disposición las ganas y las diferentes
herramientas de cada una, sea un cortometraje, un video de animación, una
canción o un libro. Una invitación a explorar todos los formatos para rescatar
y hacer memoria desde todos nuestros espacios de forma colectiva: “que los
miles de pequeños gestos de rebeldía cotidiana de las mujeres, van cambiando la
vida, como decía Julieta Kirkwood, y esta mezcla que rompe lo público/privado ES
nuestro lugar en la historia. Lo que buscamos entonces es la valoración, el
posicionamiento de un modo de mirar con nuestros ojos la vida, porque la
historia es la vida misma, lo que hemos sido, lo que somos, lo que estamos
construyendo”.
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