A 44 años del vil fusilamiento por la espalda y su entierro en
una fosa común, clandestina, de 19 simpatizantes de la Unidad Popular,
trabajadores, ferroviarios y estudiantes, la (in)justicia oficial aún se
resiste a condenar a un importante grupo de civiles involucrado en esta
flagrante violación de DD.HH. ocurrida durante la dictadura cívica y militar;
específicamente, a los jefes y algunos suches de la CMPC de Laja
La Corte de
Apelaciones de Concepción procesó éste jueves 15 a 4 civiles en calidad de
cómplices de los homicidios de Fernando
Grandón Gálvez, Jack Gutiérrez Rodríguez, Heraldo Muñoz Muñoz, Raúl Urra
Parada, Federico Riquelme Concha, Juan Villarroel Espinoza y Wilson Muñoz Rodríguez, parte de los
19 compañeros asesinados en el episodio denominado "Masacre de Laja-San Rosendo".
En fallo unánime (causa rol 174-2017), la 5ª Sala del tribunal de alzada –integrada por los
ministros Juan Villa, Carola Rivas y Yolanda Méndez (s)– encausó a Pedro Jarpa
Forester, Carlos Ferrer Gómez, Lionel Aguilera Covarrubias y Rodolfo Román
Román como cómplices en los homicidios calificados.
Sobre la responsabilidad de Jarpa Forester,
la resolución indica que: "(…) por cuanto desde su cargo de Jefe de
Seguridad de la Papelera (de Laja), facilitó la detención de estos trabajadores
de la misma empresa, proporcionando sus nombres, sindicándolos e
identificándolos cuando ellos salían y entraban a la planta frente a
Carabineros".
Mientras tanto, sobre la de Carlos Ferrer
Gómez, Lionel Aguilera Covarrubias y Rodolfo Román Román el fallo detalla:
"(…)por cuanto los dos primeros, en su calidad de jefes de la papelera
CMPC, proporcionaron a Carabineros de la Tenencia Laja los nombres de los
trabajadores que a su juicio eran agitadores políticos colaborando con su
detención en la puerta de acceso a la Planta, facilitaron vehículos y personal
de choferes para su traslado y materiales como cal para cubrir sus cuerpos una
vez que fueron asesinados; en cuanto al último de ellos, actuó como chofer de
los vehículos utilizados en el traslado de los detenidos, especialmente un jeep
Land Rover, prestando colaboración en los ilícitos descritos".
Fallo que detalla: "(…) Que las
presunciones fundadas sobre la participación antes señalada nacen de las
declaraciones de los propios inculpados, en cuanto Pedro Jarpa Forester
reconoce que reunió a un grupo de gente que aparecía en una lista proporcionada
por Fernández Mitchell y procedió a llamarlos por su nombre, afirmó también que
dentro de los vehículos utilizados por los carabineros estaba un Land Rover de
la papelera y cree que Rodolfo Román trabajó, seguramente como chofer, junto a
los carabineros; Ferrer Gómez y Aguilera Covarrubias reconocen haber prestado
los vehículos a requerimiento de Carabineros y también haber dado cal, aun
cuando para otro fin; y Román Román quien pese a negar haber realizado el
traslado de todos los detenidos, reconoce ser chofer particular de la papelera
y haber tenido a su cargo un Land Rover", concluye.
La masacre
En la primera reconstitución de escena, con trazos macabros, diez carabineros
involucrados confesaron que en la madrugada del día 18 de septiembre, día de
Fiestas Patrias, los presos fueron colocados en un micro-ómnibus que debía
llevarlos al cuartel de Regimiento de Montaña de Los Ángeles, seguido de jeeps
llenos de policías. Sin embargo, a la salida de Laja la caravana se detuvo en
un fundo vecino al fundo San Juan, donde fue recibida por el agricultor Peter
Wilkens –de ascendencia alemana y anticomunista feroz– que sirvió de guía hasta
un claro de una plantación de pinos. Allí, los presos fueron bajados del
ómnibus y colocados de rodillas en el borde de una fosa de un metro y medio de
profundidad.
Entre los carabineros, que habían bebido
pisco, se desató una violenta discusión, que el teniente Fernández Mitchell
interrumpió a los gritos con la orden de apuntar y abrir “¡fuego!”
Todos los carabineros dispararon.
Acto seguido, cubrieron con tierra los
cuerpos ensangrentados y apilados, disfrazaron la fosa con palos y ramajes,
regresaron a Laja y pasaron el resto de la noche bebiendo.
Los carabineros de Laja no poseían un
vehículo propio, ni dinero para comprar alcohol. El aguardiente, el micro-ómnibus,
su chofer y los jeeps, todo fue gentilmente ofrecido por la “Papelera” CMPC.
Cuarenta e un años después, en su segunda
reconstitución del crimen, en las instalaciones de la CMPC, el ministro Aldana
se convenció de que los ejecutivos de la “Papelera” alentaron y proporcionaron
los medios para la realización del designio criminal de los carabineros.
“¡Aún más!”, advierte Mauricio Araneda:
“Aquellos directores de la fábrica sabían el desenlace de las detenciones,
entre otros, porque la matanza y el entierro de las víctimas fueron realizados
en un fundo con plantaciones explotadas por la empresa”.
En octubre de 1973, los perros de un peón
de un fundo vecino, que pasaba por el claro, hicieron un sorprendente hallazgo.
Ahuyentándoles de lo que mordisqueaban, constató, horrorizado, que se trataba
de un brazo que salía fuera de una fosa improvisada. No lo pensó dos veces y
previno a la policía de Yumbel.
En la madrugada de ese día, los carabineros
asesinos trasladaron los cadáveres en descomposición de los masacrados a una
fosa clandestina del cementerio de Yumbel, donde sólo fueron descubiertos en el
año 1979.
Así quedaba aclarado el desaparecimiento de
los 19 de Laja, que nunca llegaron al Regimiento de de Los Ángeles, y que sólo
entonces fueron identificados y sepultados por sus familiares.
Y entonces me cayó la teja una segunda vez:
era el recuerdo del cementerio de Yumbel.
Relacionada:
¡Ni Olvido Ni Perdón: Verdad,
Justicia y Memoria!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán
Libres!
Colectivo Acción Directa CAD –Chile
Marzo 18 de 2018
No hay comentarios :
Publicar un comentario