Pase lo que
pase, “no importa, sé que hay muertos que
alumbran los caminos”
Andrés
Figueroa Cornejo
¿Qué remedio si nos toca
por pago y contingencia nacer en un paisito afilado como viento que se cuela
por la cerradura, vanguardia y experimento del capitalismo caníbal, lugar donde
todo lo han vuelto mercancía, cada uno para sí, delirio de corbata uniformada,
paradigma del Imperio, Estado policial en forma, sociedad con cámaras de vigilancia
repetidas y cuando llega a fallar una, no importa, porque ya están dentro de la
cabeza de los clientes y consumidores, pauteando los sueños, normando el
terror, disciplinando el miedo; saqueando a pala las piedras valiosas, los
bosques, el agua, las zonas de cultivo; enriqueciendo a un puñado con la
deuda y la sobreexplotación humana?
Ni más nos cabe ser
Mapuche, estudiante y trabajador atento, autoconsciente que le dicen, mujer
insurrecta, cabro chico curioso, militante que sospecha de las historietas
bíblicas, de los atajos, de los instituido y de las instituciones, de la
dictadura del capital a la manera de la democracia representativa –lo único que
carece de crédito en Chile-, el partido único bicéfalo, tal cual Usamérica, la
miseria a cuotas, la cuotas diarias de la miseria.
¿Y si sabes que eres
migrante en tu propia plaza, que somos africanos antiguos y repartidos, que la
vida siempre y siempre está en otra parte; que somos sólo historia, genética en
movimiento que muta por necesidad, relaciones sociales, voluntad colectiva y
accidentes? ¿Qué es lo que ocurre, chileno/a, si un buen día y entre todos/as
nos percatamos como destello que el miedo no es más que el medio que estrategia
el poder para mantenernos enrielados?
En Chile, el pueblo trabajador
ya no es ni proletario. ¿Qué prole posible si todos los días son más caros, si
rodearse de hijos es privilegio del Opus Dei, aleta fundamentalista de los que
mandan, y todos los derechos sociales se pagan con horas extras, hipotecando la
hora del amor y del ocio y de la recreación y del descanso y de la convivencia?
Cuando termina el 2014,
se derrumban los índices macroeconómicos, la crisis no cede, se multiplica como
peste la flexibilidad laboral, la inmensa mayoría no está organizada todavía, la
minoría sindicalizada se atora por una caja de mercadería y un bono simbólico
para pasar la navidad y el cambio de año. En el centro de la capital de Chile
hay más vendedores ambulantes que compradores abundantes, y el gobierno de
turno, como la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC, gremio que
agrupa al empresariado), hace vista gorda. No vaya a ser que si no los dejamos
ofertar baratijas en la vereda, los repobres se conviertan en un ejército de
delincuentes –monopolio intocable del sistema financiero, por favor-, y
entonces las evaluadoras de riesgo nos pongan mala nota, espanten a la
inversión y termine por mudarse en tumulto al Perú o a Tailandia o a Colombia o
a la incertidumbre bursátil de los casinos centrales, o a los paraísos fiscales
(uno distinto al que opera en Chile, claro), o se incline por apostar al loteo
de la luna y de Marte, que ya el planeta se hizo chico para la concentración
capitalista.
Pero el 2015 se viene
fuerte y despeinado. Desobediente, insubordinado. La gente no hace más que
hablar de trabajo, de lo que debe, de cambiar la carne por tallarines con salsa
barata y pan con queso laminado. Mientras tanto, los jóvenes no sólo dedican
los lunes a platicar sobre la cantidad récord de cervezas que bebieron y las
chicas y chicos que se tiraron el fin de semana. Buena parte de ellos prueba en
los hechos que la educación secundaria, técnica, superior, no es garantía de
movilidad social, no es garantía de seguridad. Decepción, incertidumbre,
notificación de la irracionalidad de abarrotar el territorio laboral con
sobreproducción de profesiones que abaratan el precio del trabajo. El automóvil
destruido antes de poder comprarlo, la habitación embargada antes de poder
costearla. El mito de una clase media chilena golpeada por la precarización, la
rotación laboral a velocidad lumínica, la deslocalización, los contratos
indefinidos como adquisición escasa, los emprendimientos microscópicos
condenados a los precios impuestos por el capital financiero, la gran minería,
la agroindustria transnacional, el retailer en expansión. La transferencia de
las pérdidas del capital-bestia a las mini-pequeña-medianas empresas. Una
burguesía chilena de capitales combinados con Monsanto, Walmart, las mineras
chinas o gringas que, como jamás antes, atraviesa fronteras y obtiene más
utilidades de la explotación de humanidad y naturaleza de afuera del país que
de adentro. ¿Se puede, a estas alturas del partido, hablar de afuera y de
adentro? No. Ni en el almuerzo dominguero ni en medio de la economía mundializada
y financiarizada. Caducaron los refugios en Internet y en las tecnologías de la
telefonía celular. Aquí no nos socorre ni Pilar Sordo, ni los santos enyesados
–agobiados por la sobredemanda-, ni el sálvese quien pueda.
¿Pero qué habita y sufre
el rebelde? La contradicción dura de la totalidad de las relaciones sociales
capitalistas versus el ímpetu de cambiarlo todo. Sólo negación acuartelada en
espacios artificiales y, mal que nos pese, permeados por esa propia totalidad
capitalista. En consecuencia, el 2015 también tendrá que ser el empeño lúcido
de superar el aparatismo, como el movimientismo. ¿Por qué? Porque el primero no
tiene cintura para rimar con la lucha de clases concreta y, por tanto, se aísla
rápidamente, se vuelve secta. Y el segundo únicamente es un momento de la
recomposición del pueblo organizado, episodio necesario, pero insuficiente para
concursar siquiera a ser reconocido como enemigo del poder. El desafío está
planteado y en curso de constitución. Su cronograma está digitado por la lucha
de clases, pero –y no hay alternativa- debe preexistir como fuerza que
permanece creativamente y es capaz de soportar y trascender las coyunturas, los
altibajos, la euforia y la depresión. Igual que una gesta larga que se nutre de
lo mejor de cada casa. Un continente en crecimiento conflictivo, inestable,
crítico y autocrítico, pero, a la vez, blindado y estratégico. Transformación y
contención. A un capitalismo de vanguardia, una vanguardia popular condensada,
volcánica, internacionalista, democrática por ejercicio y definición. Una
fuerza y energía organizada, por lo menos, con la estatura de su enemigo.
Ciencia y arte. Sistematización de la experiencia combativa de los pueblos e
imaginación política en tensión.
Pero ya será 2015. Quien
escribe, desconfía de los propietarios y de la propiedad desde niño. Como la
mayoría, nació para amar. Su fuerte jamás ha sido la violencia. ¿Qué más
querría que se disolvieran por razón y humanidad los intereses de unos pocos
que se adueñan del trabajo y la biodiversidad de los muchos? En fin. La
costilla izquierda de los jesuitas le modificó el ADN muy temprano. Por eso no
sabe si Dios -¿cuál de todos?-, pero sí hace suyo al Cristo de los pescadores,
las trabajadoras sexuales, los humillados. Excusen su contradicción flagrante.
Para mis hermanos/as,
mis compañeros/as, mis amigos/as, mi familia elegida y parte de la no elegida,
todos los abrazos. El 2015 será de talento y muchísimo trabajo. La libertad y
la igualdad necesarias nos siguen colocando en la estacada. Vaya la ternura de
este sencillo escribidor y peleador social y político. Vaya el beso, la mano,
la cabeza que organiza y el corazón que ama. Y pase lo que pase, “no importa,
sé que hay muertos que alumbran los caminos”.
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