Con una ceremonia especial la fuerza de
ocupación de la OTAN en Afganistán (ISAF, en inglés) dejó el país oficialmente éste
fin de año, donde había estado por otros 13 intentando poner fin a las acciones
del Talibán en lo que se denominó “Operación
Libertad Duradera”.
Y
recalquemos ‘intentando’, pues, en rigor, la antigua república islámica está más
plagada que antes de actividades armadas y terroristas que afectan a una población
de 31 millones de personas, en su inmensa mayoría (sobre el 99%) musulmanes.[1]
Sólo este año, han muerto 3.188 civiles afganos, más que en cualquiera desde
que en 2008 la ONU comenzó a contar las bajas civiles en esta guerra.[2]
Un poco para adelantarse a la debacle que se vendrá ahora sobre el pueblo y las
fuerzas gubernamentales, los invasores dejarán unos 12.500 efectivos (con unos
11 mil yanquis) hasta fines de 2016,[3]
a fin de apoyar la labor de los 350.000 que conforman las fuerzas armadas
afganas.
Luego
de la terrible invasión militar inicial, principalmente a cargo de fuerzas de EEUU
y otras menores de la OTAN, el 7 de octubre de 2001, hubo un breve período de
gobierno simplemente en manos extranjeras (militares). A fines de aquel año,
fue electo presidente en unos comicios totalmente irregulares Hamid Karzai, que
fungió en el cargo a punta de sobornos y cohecho hasta las elecciones de
septiembre pasado, cuando también se compraron votos descaradamente y se le
robó la votación al candidato mayoritario,[4]
resultando ganador Ashraf Ghani, un ex funcionario del Banco Mundial y experto
en los famosos planes de ajuste monetaristas de la IFI (con experiencia al
respecto en Rusia, India y China). En las elecciones presidenciales, 2009, éste
Ghani había resultado 4° y eso que contó como supervisor de su campaña con el
estratega de la que llevó a la presidencia a Bill Clinton.
EL
1° de enero la misión “Apoyo Firme (o
Decidido)”, de asistencia y entrenamiento del ejército afgano, sucederá a la
actual misión de tropas de combate de la ISAF, la cual ha perdido 3.485
soldados desde 2001 (con unos 2.224 estadounidenses).[5]
Pero, es un hecho brutal el que existan más de 33 mil civiles afganos muertos,[6]
además de cientos de miles de heridos.
Si
bien el futuro es incierto para la nación centroasiática, ya sabemos sobre lo
que ha dejado la ocupación a cargo de las potencias occidentales. Aparte de la cuenta
mortal de civiles mencionada, otra secuela, criminal también, es que luego de
la invasión y ocupación imperial Afganistán incrementó sus cultivos de amapola,
de la cual se extrae el opio, generando cerca del 92% de la producción mundial
de heroína. Esta cifra se traduce en más de 3.500 toneladas de la adormidera.[7]
Diez kilogramos son equivalentes a uno de heroína. Esta droga mantiene al país
islámico en el primer lugar de drogas del planeta.
Ahora,
para la administración de Kabul, ese opiáceo representa un ingreso de unos US$3.500
millones anuales, equivalentes a un tercio de la economía total de esa
atribulada y martirizada nación. Pero en términos globales, esas amapolas
cultivadas abastecen un mercado de US$65 mil millones en heroína y opio, que
llega a 15 millones de adictos y mata unas 100 mil personas anualmente. Esto
figura en un informe intitulado Adicción,
Crimen e Insurgencia: La Amenaza Transnacional del Opio Afgano, elaborado
por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC, por
sus siglas en inglés).
El
director ejecutivo de la UNODC, Antonio María Costa, asegura que las causas
principales de ese creciente narcotráfico son la corrupción y la arbitrariedad
que reinan en Afganistán, así como las fronteras descontroladas. Las autoridades
afganas sólo interceptan el 2% de todos los opiáceos que se producen en el
país, a diferencia de Suramérica donde se confisca el 36% de toda la cocaína de
la región. Costa asevera que la línea entre Afganistán y Pakistán constituye la
mayor zona de libre comercio del mundo para todo lo que sea ilícito, desde
drogas, armas, precursores químicos y equipos para fabricar bombas, hasta
tráfico de seres humanos.
A
los afganos les quedan también las cicatrices por los asesinatos masivos de
civiles, cometidos por militares de la OTAN (Panjwayi);[8]
las torturas a las que se sometió a los prisioneros en diversas cárceles, en el
mismo país (Bagram) y los llevados a otras partes (por ejemplo, a Guantánamo); los
bombardeos aéreos sobre blancos civiles (Kunduz); los cientos de miles de afganos
desplazados; etc., etc.
La
Roma imperial de nuestros días, que son los Estados Unidos, no ha logrado ganar
las dos últimas guerras que ella misma inició. Y eso que, hasta 2011 y en
Afganistán no más, se había gastado US$400 mil millones en ello.[9]
Ni proclamaciones de misión cumplida, ni desfiles victoriosos ni discursos
triunfales, nada de eso. Los combates en Afganistán terminan con una ceremonia
discreta, en alguna parte de Kabul (no avisada para evitar el ataque de los
talibanes) y un pobre comunicado del presidente Obama.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Diciembre 31 de 2014
[1]
Con un 80% de la rama sunita, 17% de la chií, mientras que un 3% profesa el
islamismo sin denominación.
[3]
Ibídem.
[4]
Ver Situación Internacional-Nacional Julio-Septiembre
de 2014; en: www.acciondirectachile.blogspot.com
El rival era Abdullah Abdullah, un tadjiko que siempre ha vivido en el país y
que dispone de un respaldo mayoritario. Este, debió conformarse con el puesto
de primer ministro.
[5] Fuente: Associated Press.
[6] “Afghan Civilians”, Costs of War, consultado 30/06/13; en: http://costsofwar.org/article/afghan-civilians
[7] “El Afganistán de EEUU, líder en trasiego y
producción de drogas”, Manuel
Navarro Escobedo; Prensa Latina, 05/01/10.
[8] “El horror, el horror”, Pepe Escobar; Al
Jazzera, 15/03/12.
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