“Y vuelvo a caminar
y empiezo a recordar:
mi casa, mi padre y jesús,
y tengo que elegir,
ya es tiempo de partir
mi vida, mi amor y mi luz”
Sui
Generis
Se cumplen hoy dos años desde que nos dejara
nuestro amigo y camarada Tobías Mijaíl Valenzuela Aguayo.
Se
nos ha hecho un largo trecho sin que nos acompañe éste flaco querido. La
familia y sus amigos hemos vivido muchas situaciones, momentos, celebraciones,
penas, etc., sin que Toby esté entre nosotros. Aunque, pensándolo bien, igual sigue
aquí, mientras le conservemos en nuestra memoria. En realidad, la muerte
definitiva nos llega cuando ya nadie se acuerda de ti.
Muchos
compañeros rememoran al acelerado compañero que llegó, a fines de los “70s, a
animar uno de los tantos 3os medios del histórico Liceo Enrique Molina de Concepción,
proveniente de algún colegio caro donde no pudieron domesticarle. En el Enrique
Molina, Toby se hizo amigo de Víctor, un compañero de curso con el que años
después conformarían la banda de música anti-dictatorial Más De Peso, cuando ambos estudiaban en la Universidad de
Concepción.
No
sé por qué, pero el flaco entró en 1983 a Odontología en la U. de Conce. Imagínense,
él, un compañero popular y de izquierda, en una facultad de reaccionarios y más
encima, en una carrera hecha para diestros…, y el flaco era zurdo.
Nos
conocimos por ahí por el foro de la U. de C., cuando, con otros compañeros y
compañeras estudiantes, intentábamos cambiar la oscura situación de entonces. Integrábamos
la aguerrida Unión Nacional de Estudiantes (UNED), de Concepción. Claro que en
dicha organización, con el flaco, nos dedicábamos a contar chistes y a reírnos
de casi todas las desgracias, lo que nos significaba la reprimenda de algunos
compas muy serios ellos, que no lograban darle más juventud y fibra a una lucha
que duraba ya mucho rato y que sabíamos tendría para otros años más. No
entendían que, de no aportar una mayor alegría a la pelea, sólo nos seguiríamos
llenando de aquellos aciagos signos de los tiempos, tiempos de muerte. Nos mataron
a Patricio Sobarzo, a los compañeros caídos en las calles Fuenteovejuna y
Janequeo, a los emboscados el 23-24 de agosto de 1984 en la operación “Alfa
Carbón”, a Caupolicán Inostroza y toda una larga y luctuosa lista.
Toby
no sólo peleaba en el ámbito estudiantil. Duplicaba sus esfuerzos y era capaz de
luchar por allá por su población, cercana al Barrio Norte penquista, en tareas
de la Resistencia antidictatorial. Además, en una actividad más prosaica, se
daba tiempo para aporrear una batería, comprada en una tienda de trastos viejos
de la calle Maipú. Con ella y con gran disposición y ánimo, pudo integrarse a
la hoy mítica banda Más De Peso, cuyo nombre se correspondía con las iniciales de
la organización unitaria de izquierda más avanzada de esos años, el MDP. Con aquel
grupo musical, el flaco tocó en cuanto escenario popular se ofrecía:
universidades, liceos, juntas de vecinos, parroquias, etc., tanto de Conce, como
de otras ciudades del país. Recuerdo que los cabros del grupo practicaron y
hasta grabaron un cassette (¿se acuerdan de esos elementos?) en el departamento
de una estudiante de la U que hoy por hoy funge de ministra de deportes; toda
una funcionaria del establishment que administra, muy orondo, el sistema que
heredamos de la dictadura.
Mi
compadre disfrutaba de la música. Era amante de Piazzola, de Zitarrosa, de la
Mercedes Sosa, de Silvio, etc. Pero, al mismo tiempo, en otra contradicción espuria
para una franja de serios compañeros, gozaba escuchando el programa radial La
Linterna Roja, en que sonaban puros clásicos del rock progresivo.
Toby
era un grande e interesante conversador, de esos con los que puedes conversar por
horas sin que decaiga en ningún momento la intensidad del intercambio. Gustaba
de las palabras verbalizadas, don heredado de su locuaz padre, así como lo
hacía de las palabras escritas. Era un gran lector, que podía leer sobre áreas
tan diversas como ciencia, salud, historia, política, etc., y logró desarrollar
una cierta veta como escritor, logrando vender un cuento de misterio juvenil a
una pequeña editorial penquista e incluso sacar algunos ejemplares a la venta.
Escribió, asimismo, poesía y participó en algunas revistas sobre la temática,
de Conce, Santiago y Valdivia.
El
flaco no logró arribar mucho en la escuela de Odonto, tanto por sus vínculos
con la izquierda revolucionaria, como por sus constantes discusiones con las vacas
sagradas que eran los profesores de las diversas cátedras. Avanzó a duras penas
hasta el 7° u 8° semestre, pero la cuerda se terminó de corta con una pelea de
miedo que lo enfrentó con el vicedecano. Llegó mal a la casa y le dijo a sus
padres que intentaría en otro lado. Así, los inicios de los “90s lo sorprenden
en Odontología, pero en la U. de Valparaíso. Allí tendría similares dramas en
su relación con los docentes, a la par que se le hacía difícil a su padre, un
chofer de camión ya mayor, poder costear la mantención del hijo lejos de casa.
En
1995, sucede un hecho que afecta muchísimo a Toby: fallece su querida madre,
producto de un aneurisma hemorrágico. Ella fue quien lo protegió de su deficiente
salud durante la infancia y quien lo alentó a estudiar y salir adelante. Como
hijo único, sus padres intentaban aportarle todo lo necesario para su
desarrollo, cultivando al mismo tiempo la relación de amistad con otros
muchachos, quizás para suplir de alguna forma la carencia de un hermano o
hermana. El flaco fue, así, un gran amigo de sus amigos y tuvo muchos de ellos,
los que podemos dar fe de su desinteresada amistad y su gran amor por la vida.
Luego
del golpe familiar mencionado, el flaco se va a probar suerte a Uruguay, donde
muchos compatriotas lograban terminar carreras que aquí en Chile les era
prohibido, tanto por su costo como por el clasista sistema de ingreso
universitario; en la tierra de Artigas la educación es un derecho y es gratuita
en todos sus niveles.
En
Uruguay, pudo estudiar y trabajar para costearse la estadía. Conoció a una
linda muchacha, estudiante de Geología, también de la U. de la República. Con
ella, tuvo un hijo, Ferrán, que cada día se parece más a su padre y que también
se muestra como un gran músico, como ejecutante de guitarra eléctrica.
Se
tuvo que venir de vuelta a Conce, debido a cierto cansancio y desilusión sobre su
carrera, así como para acompañar a su viejo. Pero, paradojalmente, los términos
de aquel cuidado tuvieron que intercambiarse. Un gran lunar en su brazo
derecho, que hacía rato le daba problemas, lamentablemente demuestra su calidad
cancerosa luego de algunos exámenes. Vino la conocida procesión al interior del
servicio público de salud, a fin de lograr el tratamiento adecuado. Recién en
el verano del 2010, logra ser intervenido en el Hospital Regional de
Concepción. El compromiso era muy grande y si bien se realizaron los típicos y estandarizados
tratamientos del caso, algo de la enfermedad había alcanzado otros órganos,
subrepticiamente.
Nuestro
querido amigo y camarada falleció el 28 de diciembre de 2012. Le acompañaban su
padre y la compañera de sus últimos años, Nancy, quien abnegadamente le
prodigaba los cuidados necesarios para un enfermo que se deterioraba rápidamente.
A su sepelio, efectuado en el Cementerio General de Concepción, acudieron muchas
decenas de compañeras y compañeras, de los “80s y de los nuevos tiempos; de su
barrio, donde había seguido realizando un trabajo político humilde y basado en
las necesidades que esta democracia no logra ni logrará resolver; de los que le
conocieron en Uruguay; de la UNED y del CODEPU, etc.
Hoy,
a dos años de su partida física, no dejo de pensar que el Toby nos sigue haciendo
mucha, mucha falta y que Concepción ya no es el mismo sin él.
SUReño
Diciembre 28 de 2014
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