NUESTRA PRACTICA
INTERNACIONALISTA, UN LEGADO DE MIGUEL (*)
Arturo
Villavela Araujo (**)
Compañeros trabajadores:
Nos
hemos reunido aquí para conmemorar la caída en combate de un dirigente revolucionario.
De un hombre que con su ejemplo, con su muerte, pero sobre todo con su vida, ha
legado a los revolucionarios, a la Resistencia Popular Chilena y a todas las
fuerzas democráticas y antidictatoriales de nuestro país un programa de acción,
un programa de combate contra la tiranía que desangra nuestra patria; un camino
de sacrificio, pero un camino de victoria.
Se
trata de uno de esos seres humanos que, como el Che, las balas del enemigo, la cárcel,
la tortura o el crimen, no consiguen ultimar, pues su obra permanece.
Estamos
aquí para hablar de la obra de Miguel; para conmemorar su muerte, pero para
hablar de su vida, para hablar de la lucha que el pueblo en Chile desarrolla en
contra del Régimen Dictatorial que le oprime.
En
nuestro país, al igual que en casi todos los regímenes de nuestra América, la bandera
de la lucha democrática es la bandera de la victoria. Bajo ella es posible unir
y poner en movimiento a la inmensa mayoría de nuestros pueblos; es posible poner
en campaña al ejército de los explotados, de los oprimidos, de las más amplias
masas en la lucha por su liberación definitiva.
Pero
sabemos que en nuestra época -y en nuestro país ha sido así prácticamente durante
toda su historia como nación formalmente independiente-, el más consecuente
luchador por la democracia es la clase obrera, son los trabajadores, es el
movimiento obrero y popular.
Ello
une de manera indisoluble, en nuestros países y en esta época, la lucha democrática
con la lucha por el socialismo.
Esto
sitúa a la clase obrera como centro y conductor de la lucha democrático y antidictatorial,
como el único núcleo capaz de aglutinar y conducir a las masas populares en la
lucha por el derrocamiento de la Dictadura en nuestro país.
Y
esto, que fue un hito clavado en la conciencia y en el corazón de nuestra
América por la Revolución Cubana hace ya 20 años, hito que hoy reafirma la
lucha y la revolución victoriosa de los hijos de Sandino, es algo que el pueblo
chileno conoce, pone en práctica efectivamente, día tras día, combate tras
combate. La lucha independiente de la clase obrera aglutina y pone en acción a
un amplio movimiento obrero y popular, que extiende sus enfrentamientos contra
la tiranía, que radicaliza las luchas reivindicativas y democráticas de todo un
pueblo puesto en pie y que comienza a caminar con paso firme en pos de la
victoria.
En
nuestro país, la burguesía, los patrones, los dueños del poder y la riqueza jugaron
todas sus cartas a favor del golpe reaccionario que derrocó al gobierno popular
de Salvador Allende, y que puso el poder en manos del capital monopólico, aliado
y sirviente del imperialismo norteamericano.
Es
verdad que la política económica dictada por esos intereses ha generado un aislamiento
abismal de la tiranía.
Es
cierto que, debido a ello, pero fundamentalmente en razón de la lucha que libran
los obreros, los campesinos, los estudiantes; a partir de la fuerza que ya acumula
el movimiento obrero y popular, muchos de ellos vuelven sobre sus pasos y hoy
sectores importantes en la vida y en la sociedad chilena devienen en acerbos críticos
de la Junta Militar.
Es
cierto también que es posible y necesario recuperar, organizar y conducir a todas
las fuerzas antidictatoriales y consecuentemente democráticas. Pero esto solo puede
hacerse realmente en la perspectiva del derrocamiento armado de la dictadura y
el establecimiento de un gobierno democrático, popular y revolucionario. No es
posible hacerlo sino en la perspectiva de la lucha independiente de la clase
obrera y el pueblo. No es posible conseguirlo sino a partir de una ofensiva obrera
y popular, que cuestione no sólo la capacidad de la tiranía para imponer tal o
cual medida en contra del pueblo, de una ofensiva que ponga en cuestión la
estabilidad misma de la dictadura.
Hay
un enorme potencial de fuerzas acumulado en la sociedad chilena. El temor producido
por la política genocida de la Dictadura ha cedido paso a la indignación popular,
al odio a los asesinos, a los torturados, a los hambreados del pueblo.
El
descontento popular, el repudio y el odio a la tiranía se expresan en la lucha reivindicativa
y en la lucha democrática: se canalizan a través del sindicato, en los centros
de estudiantes, en las asociaciones de profesionales, en las agrupaciones de
cesantes, de defensa de los derechos humanos, de familiares de presos políticos,
desaparecidos o fusilados por la tiranía. Se manifiesta en la denuncia, en la protesta,
en la manifestación y en la lucha callejera, en el periódico clandestino, en las
huelgas de hambre, en el trabajo lento, en el sabotaje industrial, en la propaganda
armada, en las operaciones de apertrechamiento de armas, alimentos o dinero, en
el ajusticiamiento de torturadores. Se manifiesta en una línea militar de
enfrentamiento progresivo contra las fuerzas represivas que incorpora crecimiento
a la Resistencia y a las masas a la lucha armada por el derrocamiento de la
Dictadura.
Las
masas, las armas y la unidad. Así, como
lo dijera Fidel.
También
en Chile como en Nicaragua y antes en Cuba, este es el camino de la victoria.
Porque nuestros enemigos son los mismos, porque nuestros pueblos son capaces de
realizar la gesta de su liberación con sus propias manos, aún a costa de los
mayores sacrificios. Porque la energía y el valor de un pueblo no conoce
límites. Porque nunca como ahora las condiciones internacionales y regionales
han sido tan favorables a la lucha por la libertad, por la democracia y por el
socialismo, es posible generar, a poco andar por este camino, una crisis
orgánica del Régimen Dictatorial chileno.
La
unidad, que es lo que más nos hace falta, va forjándose también en las entrañas
del combate democrático y antidictatorial. La unidad en el seno de las masas supera
ya largamente lo que las direcciones políticas de la izquierda y de los sectores
consecuentemente democráticos hemos logrado en este terreno. El nuevo auge de
la lucha democrática y revolucionaria que sacude todo el continente tiene su
punto más alto de desarrollo en Centroamérica; en Nicaragua, El Salvador y
Guatemala. Aquí está la clave del avance de la revolución a escala continental.
Los significativos progresos alcanzados en estos países en la unidad del
conjunto de los destacamentos obreros y populares señala como un hilo rojo el
camino de la victoria.
Una
práctica consecuente en la lucha democrática y antidictatorial y el compromiso
internacionalista en torno a la lucha del pueblo nicaragüense sentaron las
bases para este proceso de avance unitario en El Salvador y Guatemala, que
saludamos como una contribución decisiva a las luchas obreras y populares y a
los combates antiimperialistas en todo el continente.
Para
el MIR, lo reiteramos, la unidad de la izquierda es una cuestión de principios
y en pos de su consecución seguiremos desplegando todos los esfuerzos necesarios.
El impulso de la lucha democrática y antidictatorial independiente de la
oposición burguesa que desarrolla nuestro pueblo, es la base que hará posible
la unidad de la izquierda y la extenderá a todos los sectores consecuentemente democráticos.
Es
imprescindible fortalecer la alternativa de la izquierda frente a la dictadura
y frente al régimen dictatorial. No hay otro medio, no existe otro camino. Esta
es la única manera de fortalecer la unidad de la izquierda y llegar a conformar
un amplio frente democrático y antidictatorial que derroque a la dictadura y establezca
un gobierno democrático, popular y revolucionario.
Los
intentos por desarrollar alianzas con sectores políticos y sociales comprometidos
con la defensa del régimen dictatorial y la dominación imperialista no ha
permitido sumar otras fuerzas a la lucha antidictatorial, y tampoco ha permitido
desarrollar la fuerza propia del movimiento obrero y popular al nivel que hoy
día es posible. Lejos de eso, las dificultades que hoy viven algunos
importantes destacamentos de la izquierda es la consecuencia directa de una
línea que subordina la acumulación de fuerzas propias a la búsqueda de una
alianza inalcanzable con sectores reconocidamente pro-imperialistas y
defensores de los intereses del capitalismo monopólico.
A
este respecto, debemos hacer una precisión: hace pocos días, el Sr. Frei, líder
de los sectores más reaccionarios de la Democracia Cristiana chilena ha hecho
una propuesta que sólo ha ayudado a profundizar el desconcierto en ciertos
sectores de la izquierda.
Para
nuestro partido, los siete puntos de la propuesta de Frei no son democráticos
porque no llaman a derrocar a la dictadura; no pueden ser realmente
democráticos porque no plantean cambiar las bases económicas sobre las que se
sustenta el actual régimen, ya que estas sirven a los intereses de los sectores
monopólicos e imperialistas, cuyo respaldo el Sr. Frei pretende alcanzar. No es democrático porque no contempla la
existencia de una Asamblea Constituyente como fórmula que asegure la
participación del pueblo en la generación del proyecto democrático. Las de Frei
no son propuestas democráticas verdaderas, porque llaman a un ”consenso” del
pueblo con todo el bloque en el poder, incluido el alto mando militar y el
propio Pinochet, los que evidentemente no tienen ni pueden tener cabida en una
formulación de democracia verdadera.
En
nuestra opinión, la propuesta de Frei surge como eco del temor del Departamento
de Estado norteamericano de que el ejemplo de la Revolución liberadora de
Nicaragua potencie en Chile el proceso de desarrollo de la lucha popular y que
ésta arrase no solo con Pinochet sino que con cualquier otra alternativa
satisfactoria para el imperialismo norteamericano. Está claro para todo el
mundo que al Sr. Frei, pese a lo que diga, no es el alto número en vidas humanas
que costó el triunfo democrático nicaragüense lo que le preocupa, como lo
demostró con su respaldo al golpe militar que derrocó al Presidente Allende y que
ha costado la vida de decenas de miles de chilenos. Lo que al Sr. Frei le preocupa,
tanto como al Departamento de Estado yanqui, es la posibilidad de tener que
aceptar una salida democrática verdadera que tenga como conducción indiscutible
a las fuerzas populares.
Lo
que distingue a un “brillante analista en la lucha de clases” de un revolucionario,
es la capacidad de este último para reconocer en cada situación concreta la
clave que permite descifrar todo el problema, es la capacidad para descubrir
todo el eslabón que hay que asir firmemente en las manos, pues tirando de él
con todas las fuerzas es posible poner en movimiento toda la cadena.
En
este arte, Miguel, pese a su juventud, era un consumado maestro.
A
lo que más temen el imperialismo norteamericano, Frei y Pinochet es al desarrollo
y fortalecimiento creciente de la alternativa democrática e independiente de la
clase obrera y el pueblo. Aquí está la clave de la unidad.
En
este sentido, nos parece importante destacar el pronunciamiento público de algunos
partidos de la izquierda chilena respecto de la necesidad de impulsar con fuerza
una alternativa de la izquierda frente a la dictadura. Nos parece un pronunciamiento
importante por su naturaleza y además por el momento en que se lo ha formulado.
No ignoramos que estos mismos partidos sustentan una línea de unidad con el
conjunto de la Democracia Cristiana, pero vemos esa propuesta de
fortalecimiento de la alternativa propia de la izquierda como un camino para el
impulso y el desarrollo de los combates en contra de la dictadura, contra el régimen
dictatorial y por lo tanto un camino para la unidad.
Sin
embargo, es imprescindible llegar a asumir prácticamente que el derrocamiento de
la dictadura sólo es concebible mediante alguna forma de enfrentamiento militar.
Todo lo demás es secundario.
En
las trincheras de Nicaragua los combatientes internacionalistas chilenos han aprendido
la enorme capacidad unitaria, la sin igual potencialidad unitaria que contiene
el combate contra el enemigo común.
Es
por lo demás lo que en nuestro propio suelo comprobara hace pocos días nuestro
Secretario General, Andrés Pascal Allende, y el grupo de combate "Manuel Rodríguez",
en su enfrentamiento con las fuerzas represivas; cientos de manos se tendieron
y decenas de puertas se abrieron para hacer posible el fracaso del intento de
aniquilar a la dirección del MIR. Hombres y mujeres de todos los partidos de la
izquierda se unieron en lo que fue un nuevo combate contra la dictadura. La
unidad se está construyendo allí donde se combate, allí donde se impulsa la
lucha independiente de la clase obrera y el pueblo por el derrocamiento de la
dictadura.
No
podría, en ese sentido, mantenernos divididos la cuestión de la forma concreta
a través de la cual ha de producirse el derrocamiento de la dictadura. Por el contrario,
la práctica consecuente de cualquier línea de enfrentamiento armado contra el
régimen militar debilitará al enemigo, fortalecerá a las fuerzas populares y
generará mejores condiciones para la unidad y para la victoria.
En
cuando a nosotros, siempre hemos tenido claro en el MIR que no será posible derrocar
al régimen de la burguesía monopólica sin acumular, junto a la fuerza ideológica,
social y política de la resistencia, una fuerza militar propia, capaz de enfrentar
y destruir el pilar represivo en que se sustenta la dominación dictatorial. La
lucha armada -nos lo demuestra la experiencia práctica- no es sólo una necesidad
de hoy, como forma de abrir paso a la acumulación de fuerza social y política
democrática y revolucionaria, sino que es indisoluble de cualquier estrategia
realista de derrocamiento de la Dictadura. Esta no puede concebirse en nuestras
condiciones sino a través del desarrollo de la Resistencia Popular, en la perspectiva
de transformar la guerra genocida declarada a nuestro pueblo por el capital
monopólico y el imperialismo, en una guerra proletaria y popular que derroque a
la Dictadura y permita el establecimiento de un Gobierno Democrático, Popular y
Revolucionario.
Esta
estrategia supone el desarrollo de formas de enfrentamiento militar que,
partiendo de la autodefensa y la propaganda armada, den lugar al desarrollo de formas
irregulares de enfrentamiento con las fuerzas represivas en el campo y la ciudad,
al impulso de las insurrecciones populares parciales y, a los enfrentamientos
regulares y a la insurrección general.
Todo
esto define un proceso de construcción de las fuerzas armadas de la Resistencia
que integra las milicias populares, las unidades guerrilleras permanentes y no
permanentes y el Ejército Popular.
Lo
importante de establecer en este momento, es que para nosotros, la concepción
político-militar de la resistencia popular levantada por el MIR desde los
inicios de este período, dejó de ser una cuestión teórica, una perspectiva
lejana, para pasar a ser una realidad concreta, una línea que ya hemos
comenzado a implementar prácticamente con el inicio de la propaganda armada,
con el refuerzo de reorganización partidaria, con el impulso de la Resistencia
Popular en los frentes de masas estratégicos; todo lo cual tiene el claro y
firme propósito de crear las condiciones para pasar a una fase superior de
resistencia popular, que en lo militar implica el desarrollo del accionar
guerrillero urbano y rural. Nuestro accionar de hoy es el primer paso, -modesto
e inicial- de la lucha militar irregular de la resistencia.
Desarrollamos
nuestra lucha en un período de avance de la revolución mundial y de retroceso
de las fuerzas burguesas e imperialistas. El momento más negro de la contrarrevolución
en el continente ha cedido el paso a la alborada de la revolución nicaragüense.
Un nuevo amanecer se anuncia ya en otros países de la región centroamericana.
Pero
el imperialismo norteamericano, cabeza afiebrada de la reacción internacional
no ha dejado de representar un serio peligro para la paz mundial. Propicia una aventura,
una nueva agresión de la dirección china al glorioso pueblo vietnamita, vanguardia
de la revolución en el sudeste asiático, y amenaza directamente a Cuba revolucionaria,
desplegando sus fuerzas militares en el Caribe y en toda el área.
Nos
hemos formado, nos hemos construido como partido en las concepciones y en la
práctica internacionalista. Hemos forjado nuestra joven organización al calor
de la solidaridad combatiente con las revoluciones cubana y vietnamita. Y
valoramos esto como uno de los legados más preciado que nos dejara Miguel.
Tenemos
la más plena confianza en que contra Cuba y Vietnam se estrellarán una y mil
veces las maniobras o las agresiones del imperialismo. Confiamos en la sabiduría,
el arrojo y la decisión revolucionaria de sus pueblos.
De
Cuba y Vietnam hemos recibido cosas que jamás podremos retribuir suficientemente.
De Cuba, su ejemplo y la solidaridad y el internacionalismo militante. De
Vietnam, la lección dada a todo el mundo de que la victoria es posible, aun
cuando se tenga que enfrentar a la nación imperialista más poderosa y cruel de
toda la historia de la humanidad. Nada, ninguna consideración de ningún tipo
nos hará renunciar a las enseñanzas más importantes que recibiéramos de Miguel
Enríquez y de Ernesto Guevara; nuestras
modestas fuerzas están incondicionalmente puestas al servicio de la defensa de
las conquistas revolucionarias de Cuba, de Vietnam y Nicaragua.
Camaradas:
Hace
cinco años la noticia de la muerte de Miguel salió con la rapidez del rayo de una
casa del barrio de San Miguel, cruzó toda la ciudad y todas las ciudades de la patria,
y como el frío viento del Sur llegó a todos los refugios, casas de seguridad, cárceles
y centros de tortura donde el partido organizaba la resistencia, curaba sus desgarraduras
y se preparaba para continuar el combate.
Había
muerto el Jefe de la Resistencia Popular a la dictadura. El Partido había sufrido una pérdida
irreparable; había muerto aquel que creó y educó al partido en el odio
irreconciliable al enemigo de clase.
Sin
embargo, la muerte del Jefe del MIR y de la Resistencia Popular se convirtió en
un llamado a los mejores hijos del proletariado a las filas de la Resistencia y
del Partido.
Hoy,
el Partido y la Resistencia cumplen seis años de accionar ininterrumpido en contra
de la dictadura, que le han enraizado sólidamente en el seno de la clase obrera
y el movimiento popular.
El
Partido ha logrado salir del repliegue, retomar la iniciativa táctica, iniciar
su reorganización nacional, fortalecer su ligazón orgánica y política con el
movimiento de masas, dar impulso al desarrollo de la resistencia armada.
La
simpatía y el apoyo popular ganados por el MIR y la Resistencia Popular son en verdad
muy grandes, pues las masas valoran justamente nuestra consecuencia y combatividad
antidictatorial, se identifican con nuestro mensaje unitario y reconocen la
lealtad de clase, el sacrificio y el heroísmo de nuestros combatientes.
A
cinco años de la caída en combate de Miguel, el MIR tiene ya una experiencia en
la lucha política y militar contra la dictadura. El desarrollo de la
Resistencia y el crecimiento del Partido muestran un camino correcto de
acumulación de fuerza y constitución de Poder Popular.
Aún
queda mucho por recorrer y uno de los objetivos que debemos alcanzar es la unidad
de la izquierda, para que se levante con más fuerza la alternativa independiente
de la clase obrera y el pueblo. Los pasos dados en la unidad por la base
confirman que esta unidad es posible.
La
lucha armada iniciada con la autodefensa y la propaganda armada abrió el camino
de la acumulación de fuerza militar a la cual se han incorporado sectores importantes
del movimiento de masas, haciendo suya estas formas de lucha, y creando la
conciencia en el conjunto del pueblo que la lucha reivindicativa y democrática
requiere la utilización de la violencia armada para poder romper el cerco
represivo de la dictadura y derrocarla.
......
(***)
(*)
Discurso pronunciado por Arturo Villavela Araujo, en el acto del V aniversario
de la muerte de Miguel Enríquez, secretario del MIR chileno, realizado el 5 de
octubre de 1979, en San José de Las Lajas, Provincia de La Habana, Cuba.
(**)
Arturo Villavela era miembro del CC y de la CP del MIR, desde 1972 hasta el 7 de septiembre
de 1983, fecha ésta en que muere asesinado por fuerzas represivas coordinadas
por la CNI, en calle Fuenteovejuna de Las Condes. Ese mismo día, caerían otros
cuatro combatientes miristas,
tanto en ese lugar como en calle Janequeo de Quinta Normal.
tanto en ese lugar como en calle Janequeo de Quinta Normal.
(***)
Faltan en el original los llamados y consignas del final del discurso.
Reproducido
en el libro: “Miguel Enríquez, Páginas de
Historia y Lucha”. CEME, octubre 1999.
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