HOMENAJE A
LOS HEROES DE LA LUCHA POR LA LIBERTAD (*)
Rafael Maroto
Pérez. 1988
(**)
Fragmentos
En primer lugar, permítanme saludar la
presencia de todos ustedes, en particular de los dirigentes de organizaciones
sociales y políticas que junto a nosotros han querido demostrar su cariño y
admiración por los héroes y mártires de la lucha por la libertad.
(…)
(…) Nos reunimos en este acto solemne para
rendir emocionado homenaje a los compañeros que han caído y siguen cayendo, en
la lucha por la libertad de nuestra patria. (…) hay personas, (…) que se
convierten en banderas, que dejan de pertenecerse a sí mismas, a sus familias y
a sus organizaciones, y se transforman en patrimonio de los pueblos (…). Estos
hombres son los profetas de nuestra época, agitan y dibujan en el porvenir las
metas por las cuales deben luchar los hombres honrados.
Esta noche estamos hablando de una de esas
banderas, de uno de esos profetas de nuestra época. Hablamos de aquel que fue
un "capitán de revoluciones", como dijera el compañero Armando Hart (…).
Hablamos de alguien que entró a la historia
de América Latina para incorporarse a la gloriosa falange de héroes que emerge
de los tiempos y que vive en la memoria de los pueblos. Se trata de los que
empuñaron las armas de la liberación, que azotaron con su palabra justiciera a
los opresores, y que organizaron la rebeldía de los pobres y de los perseguidos.
Esta noche evocamos la presencia altiva,
fulgurante y apasionada de esos hombres. Está con nosotros la sombra de
Lautaro, nuestro indómito toqui de los primeros días de esta lucha; de Tupac
Amaru, que levantó la lucha contra los colonizadores en Perú; de Manuel
Rodríguez, el astuto y valeroso guerrillero de nuestra independencia; de
Augusto César Sandino, el jefe del "pequeño ejército loco", que desde
las montañas de Nicaragua puso de pie la altiva dignidad de nuestra América
frente al yanqui invasor; de su heredero Carlos Fonseca Amador, fundador del
Frente Sandinista de Liberación Nacional, organización que llevó a la victoria
la lucha iniciada por Sandino; de Mario Roberto Santucho, fundador del Partido
Revolucionario de los Trabajadores de la Argentina; de Raúl Sendic, fundador
del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros del Uruguay; de Inti Peredo
fundador del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia; de Camilo Torres, el
sacerdote guerrillero de Colombia, que representa la incorporación de los
cristianos a la lucha revolucionaria; del Comandante Ernesto Che Guevara, el
querido Guerrillero Heroico, que rindió el más alto ejemplo de consecuencia y
coraje para mostrar el camino de la lucha necesaria que tendrán que recorrer
nuestros pueblos para alcanzar la libertad; de Salvador Allende, el Presidente
heroico que combatió hasta el fin en el bombardeado Palacio de la Moneda y que
se reservó el último cartucho de su fusil por que no quiso que la dignidad
democrática y constitucional de su cargo sufriera la humillación y vejamen de
la soldadesca golpista. Ese acto supremo de una vida dedicada a la defensa de
los intereses populares puso muy alta la marca que hoy tiene que igualar o superar
todo el que aspire a encabezar al movimiento popular chileno.
En la primera fila de esta legión de
hombres y mujeres que han caído luchando en Chile y que nos muestran un camino
de dignidad y de consecuencia, vemos con legítimo orgullo marchar empuñando su
fusil altivo, valiente, hermoso en su juventud y coraje, a nuestro querido
camarada, al inolvidable Secretario General del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) al compañero Miguel Enríquez.
(...)
En Miguel que no dejó de utilizar ninguna forma
de lucha, pero que supo distinguir cuál era la principal en la realidad de
América Latina, en Miguel que enfrentó sin titubeos la lucha ideológica, en
Miguel que construyó un partido para hacer la revolución, en Miguel que luchó
por unificar a los revolucionarios y construir un movimiento popular cuyo
carácter sintetiza la famosa consigna "Pueblo,
Conciencia y Fusil”, en ese Miguel nuestro, camarada y hermano, simbolizamos
a los compañeros de todos los partidos y organizaciones que han caído
combatiendo o asesinados en falsos enfrentamientos, degollados o despedazados
en las cámaras de tortura en estos 16 años de dictadura (…). En nuestros héroes
y mártires está presente el admirable heroísmo de nuestro pueblo.
Si tenemos héroes, si tenemos compañeros de
los que sentirnos orgullosos más allá de militancias partidistas, es porque
tenemos sobre todo un pueblo capaz de gestar héroes, de procrear hombres y
mujeres que nos hacen mirar a nuestros enemigos con la frente en alto, sin la
humillación de los cobardes y los débiles, de los contemporizadores y de los
esclavos.
Nuestros héroes y mártires son hijos del
pueblo y por eso la hazaña fundamental a la que rendimos homenaje es a la
valentía que ha mostrado el pueblo chileno, derrochando un coraje que causa admiración
en el mundo.
(…) Sin embargo, gracias a hombres y
mujeres como a los que hoy rendimos homenaje fuimos capaces de generar nuevas
organizaciones e instrumentos de lucha. (…) La experiencia de lucha de estos
años, nos permite a los camaradas de Miguel Enríquez sacar la conclusión de que
sus enseñanzas eran correctas. Por eso la lucha prosigue.
Miguel y sus compañeros fundadores del MIR,
recibieron con fuerza el ejemplo de la victoriosa Revolución Cubana. Así también
se formaron en el debate en torno al fracaso de las experiencias electorales
populistas y reformistas. Miguel y sus compañeros elaboraron una teoría para la
revolución chilena. La primera afirmación de esta teoría rechaza la existencia
de una supuesta burguesía nacional progresista, capaz de asumir banderas
antiimperialistas y de conducir las etapas iniciales de la revolución.
Miguel Enríquez armó ideológicamente su
partido y hoy comparten muchos de aquellos criterios otros destacamentos del
pueblo. La teoría elaborada por Miguel y sus camaradas, parte de un
conocimiento profundo de la realidad social e histórica de Chile y de América
Latina. Es fresca y viva. Por eso rechaza el dogmatismo y el burocratismo,
define que en nuestras condiciones la revolución tiene que asumir tareas
anticapitalistas y antiimperialistas inmediatamente en la perspectiva de
construir el socialismo.
También, Miguel y sus camaradas asumieron
el problema de las formas de lucha y diseñaron una estrategia que sitúa la
lucha electoral en sus justas y limitadas perspectivas en la realidad
latinoamericana. Lo central, lo cual no quiere decir lo único ni lo excluyente,
era para los fundadores del MIR la lucha armada como eje ordenador de la
acumulación de fuerzas; así como mantener en toda circunstancia el objetivo
estratégico de los revolucionarios en el centro de la lucha: la conquista del
Poder.
Bajo esa concepción la capacidad de lucha
del pueblo debe desarrollarse creando múltiples formas de organización e
instrumentos de lucha, tanto pacíficos como armados, los cuales en conjunto
constituyen el Poder Popular, democrático, amplio, pero sobre todo claro y
firme en sus objetivos superiores.
Para alcanzar esos objetivos, Miguel y sus
compañeros señalaron que esas tareas requerían de una vanguardia
revolucionaria. Por lo tanto, la construcción del partido, el destacamento de
cuadros conscientes que hicieran de la lucha una profesión cotidiana, que
realizaran el esfuerzo titánico de llevar adelante la lucha por aquellos
objetivos estratégicos, se constituyó en la preocupación central de Miguel y de
los fundadores del MIR, entre ellos su hermano Edgardo, más tarde apresado en
Argentina y torturado hasta la muerte en Chile por la DINA.
(…)
El pueblo ha demostrado capacidad para crear
múltiples organizaciones y desarrollar diversas formas de lucha.
La fuerza y la experiencia acumuladas
pueden ahora multiplicarse con una actividad más ofensiva y audaz en la lucha
por la democracia y la recuperación de los derechos populares.
Nosotros apelamos a la audacia y al coraje
de nuestro pueblo, a los valores que le permitió engendrar hijos tan ilustres
como Miguel Enríquez y los héroes y mártires a los cuales hoy rendimos
emocionado homenaje de admiración y gratitud.
(…)
Esta noche nos inclinamos respetuosos ante
nuestros héroes y mártires. Ellos confían en nosotros. Saben que no transaremos
su sangre ni negociaremos su sacrificio. Por el contrario, continuaremos
luchando. Proseguiremos el camino que ellos trazaron.
Terminamos estas palabras, con algo que
para nosotros es mucho más que una consigna que ha calado en las amplias masas
populares.
Es un grito de combate y sobre todo es una
profunda e intransable convicción de que:
¡SÓLO LA LUCHA NOS HARÁ LIBRES!
(*) Párrafos
del discurso pronunciado por el sacerdote Rafael Maroto Pérez, en el acto de
homenaje a Miguel, el 4 de octubre de 1988, en el Teatro Cariola de Santiago de
Chile.
(**) Rafael
Maroto Pérez, vocero público del MIR y miembro de su Comité Central.
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