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sábado, 27 de octubre de 2018

CAPITULO III: FUNDAMENTAL ANALISIS SOBRE LOS IMPACTOS DE LA 2ª DERROTA DEL MOVIMIENTO POPULAR


LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR
CHILENO; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS

En función de producir la necesaria discusión en el momento actual de la formación social chilena, es que publicamos un trabajo redactado por el destacado Compañero Juan Díaz. Si bien dicha elaboración data de julio de 2002, pensamos que no ha perdido vigencia el análisis realizado.

Les invitamos a leer, a reflexionar, a mirar lo dicho a la luz del Chile 2018. Nunca será negativo retomar la vieja práctica de escribir, pues ello permite la circulación de las Ideas, siempre peligrosas para quienes quieren detener la Historia.

El proceso de Rearticulación en marcha requiere de insumos teóricos para desatar la discusión, necesita de escritos y por sobre todo busca la voluntad puesta en marcha.

Este Capítulo III resulta imprescindible para comprender, de algún modo, cómo los efectos de la Segunda Derrota del MP se hacen presentes en la actualidad. 

BRIGADA DE PROPAGANDA MIR-REARTICULACIÓN LUIS BARRA GARCÍA
Octubre 26 de 2018

II        LA SEGUNDA DERROTA DEL MOVIMIENTO POPULAR CHILENO, 1986

1)                ¿QUÉ FUE DERROTADO ESE AÑO?

Formalmente, la estrategia y tácticas de los sectores de izquierda más consecuentes, que planteaban una salida democrática y revolucionaria no sólo a la crisis nacional abierta a partir de 1983, sino al sistema de dominación y explotación capitalista impuesta desde 1973.  Nuestro interés se centrará en demostrar cuán profunda y amplia fue esta segunda derrota infringida al conjunto del pueblo y a la izquierda.

El proceso de consolidación del nuevo bloque dominante fue acompañado desde sus inicios con una fuerte represión sobre el movimiento de masas y los partidos de la izquierda, que produjo un profundo reflujo del movimiento popular en su conjunto.  Ello era necesario para aplastar el peligro revolucionario y además para imponer la superexplotación del trabajo que exigía la superación de la crisis de acumulación capitalista.  La cacareada reducción de la intervención del Estado en el mercado no significó que este no haya seguido interviniendo (mucho más que en el pasado) en la creación de las condiciones que incidieran en la reproducción del capital, en especial en aquellas que tenían que ver con el trabajo.  Por otra parte, el nuevo patrón de acumulación, capitalista dependiente primario exportador y terciario, se caracteriza porque propicia la expansión con profundidad de algunos rubros de la economía (área de productos de exportación, algunos servicios y el mercado de consumo de altos ingresos), mientras que el resto se deprime o destruye; ello provoca una alta de desocupación y el empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad.  Los mismos rubros dinámicos, los que tienen ventajas para la exportación, contemplan entre sus ventajas la tecnificación y la superexplotación del trabajo lo que significa que absorben poca mano de obra y pagan bajos salarios.  La implantación de un modelo capitalista de este tipo requirió de un régimen represivo permanente en su desenvolvimiento (hoy requiere de una democracia restringida para su mantención).  De allí que el nuevo Estado de excepción de la burguesía monopólico-financiera dependiente chilena se caracterizara por ser “autoritario”.

El autoritarismo no se limitó al asesinato, detención, tortura, exilio de los dirigentes políticos y sociales del movimiento popular.  El autoritarismo apuntó a algo más profundo, a implantar una nueva forma de relación entre el Estado y la sociedad, que rompía los agrupamientos clasistas, atomizando social y políticamente a las clases y capas populares.

La creencia de la izquierda en una reanimación más pronta del movimiento popular y por ende, de la constitución acelerada de un movimiento de resistencia popular, tiene que ver con sus aumentadas expectativas sobre el desarrollo de las contradicciones en la clase dominante.  Efectivamente, poco después del “golpe” comenzaron a evidenciarse estas contradicciones.  La teoría marxista sobre los Estados de Excepción señala que el hecho que se cierren los espacios de negociación interburgués (parlamento) tiende a agudizar las contradicciones entre las fracciones burguesas, dificultándose la estabilización de estos regímenes.  Pero el problema está dado porque este supuesto es válido para las sociedades de desarrollo capitalista más diversificado y orgánico, lo que hace que la emergente fracción monopólico-financiera deba hacer frente a las otras fracciones de la burguesía como tal y mediana burguesías industrial, agraria, comercial, más fuertes.  En nuestro caso, durante la UP, se produjo un importante cambio de las correlaciones de fuerzas dentro de la clase dominante, que sumado a las nuevas tendencias del capitalismo mundial, favorecieron la posición de fuerza de la burguesía financiera.  Ya durante el gobierno de Frei (64-70) había tenido un importante desarrollo un sector más dinámico de la burguesía industrial, más estrechamente asociado al capital extranjero y que ocupaba una posición cada vez más fuerte en el sector bancario, pero aún debía compartir la cúspide del poder con las otras fracciones industrial, comercial y bancaria más tradicionales y orientadas al mercado interno. Aunque parezca paradójico, el sector menos afectado durante el período de la UP fue el más dinámico y asociado al capital extranjero.

El proceso de hegemonización de la burguesía monopólica, que venía desde Frei, se aprovechó de las debilidades del período UP (especulación, traspaso a la inversión privada de capital bancario, etc.) y su identidad de intereses y proyecto con los intereses del capital transnacional y los militares, le permitió después del golpe militar imponer plenamente su posición de poder sobre el resto de las fracciones burguesas.  Siendo así, en el contexto latinoamericano, Chile fue el país donde en forma más acelerada y drástica una burguesía monopólico-financiera, ligada a los rubros exportadores, impuso un proceso de centralización de capitales e implementó un nuevo patrón de acumulación de capital, ello se tradujo en un mayor debilitamiento aún de los sectores más tradicionales de la burguesía industrial.  Ello explica porque en nuestro país, aunque estos sectores de la burguesía tenían contradicciones reales y agudas con la burguesía financiera (y todavía) y los militares, no tenían la fuerza para expresarse más allá de una oposición pasiva.  Aunque una situación de abiertas contradicciones sólo vino a expresarse una década más tarde, para la crisis económica y social nacional de 1983, también en esa ocasión se evidenció la debilidad de la burguesía opositora. 

El movimiento popular, luego de la profunda derrota sufrida, desarrolló un intenso reflujo.  Este reflujo no se dio sólo por la represión directa ejercida sobre él, sino también por sus consecuencias: desarticulación, despidos, temor, desconfianza, indiferencia política, etc.  No era el momento de dar u ofrecer batallas decisivas, tampoco de fijar objetivos inalcanzables a los trabajadores e impracticables para ellos (tácticamente), por su grado de desarticulación, estado de ánimo y por la represión.  Algunos sectores de izquierda creyeron erradamente que sí era posible lograr un proceso relativamente rápido de reanimación del movimiento de masas y su incorporación activa a la lucha antidictatorial, confundiendo las manifestaciones de resistencia de los sectores más avanzados de ese movimiento (que se dieron a fines del 73 y principios del 74) con los primeros indicios de una supuesta tendencia a la reanimación popular; esto fue sólo un reacondicionamiento de sectores de avanzada en su reflujo posterior al golpe.

Los anteriores errores de apreciación y análisis de la izquierda, sobre todo la que resistió desde un primer momento, la llevaron a subvalorar la capacidad represiva del nuevo Estado contrainsurgente.  En la expectativa de que el reflujo del movimiento popular no sería tan profundo, de que era probable una reanimación de masas, se propusieron pasar a la clandestinidad, rechazando el asilo por principio; esto jugó un papel moral y político importante.  Pero el reflujo era mayor a lo esperado e impidió generar una retaguardia social inmediata, que soportara la inserción de los militantes que no se asilaron.  El conjunto de situaciones en el campo popular no brindó condiciones de seguridad como para resistir la ofensiva represiva dictatorial en sus inicios.

En lo internacional, a partir de 1976 se inició un remontamiento de la lucha revolucionaria en América Central, pero en el Cono Sur se extendió y profundizó la ola contrarrevolucionaria.  Particularmente demoledora fue la ofensiva represiva en Argentina, también golpeada Bolivia y los revolucionarios uruguayos (que sin reorganizarse se fraccionaron).  La incipiente y débil coordinación de los revolucionarios Latinoamericanos entró en un proceso de deterioro; al contrario, la ofensiva represiva alcanzo mucha extensión y profundidad, esto gracias al “Plan Cóndor”, implementado por las dictaduras militares locales y sus aparatos contrainsurgentes, con apoyo norteamericano.

Sectores de izquierda en Chile se logran recomponer recién a partir de 1977, gracias a la salida de presos políticos y del aumento de la ligazón con los diferentes frentes de masas más activos.  Se crean Comités de Resistencia; se vinculan a organizaciones sociales legales y semilegales; se reiniciaron, ya desde el “76, las actividades de propaganda clandestina mediante rayados, volanteos, etc.; se iniciaron pequeñas acciones de propaganda armada, etc.  A fines del “77 la izquierda y los revolucionarios habían logrado salir del repliegue.

Los partidos de izquierda, en general, tuvieron un costoso aprendizaje en el primer período dictatorial, “73-“77, pues se constituyeron y desarrollaron bajo la democracia burguesa, a través de las etapas de ascenso de las luchas populares seguidas de un período prerrevolucionario y por tanto, sobre todo los revolucionarios, se formaron en la práctica de la ofensiva estratégico-táctica. Se les dificultó la adecuación al nuevo período; al igual que el movimiento popular carecían de toda experiencia de lucha bajo un Estado dictatorial; desconocían la contrainsurgencia y sus prácticas, también el arte de replegarse y defenderse.  Cometieron así graves errores y llegaron al borde del aniquilamiento total. Pero creemos que los partidos revolucionarios y algunos de la izquierda tradicional, tuvieron una gran fortaleza, la contrarrevolución no logró derrotarlos ideológicamente.  Es de sus convicciones revolucionarias que ellos obtuvieron la fuerza para mantener permanentemente en alto la bandera de la lucha democrático popular.  Ello, sumado al heroísmo y perseverancia de sus militantes, es lo que les permitió remontar su lucha.

Entre 1978 y 1982 se desarrolló el proceso de institucionalización del Estado contrainsurgente y al mismo tiempo, por otra parte, el remontamiento de la lucha de resistencia popular.

Desde 1977 la economía chilena inició un proceso de recuperación (PGB=9.9%), que se mantuvo en altos niveles hasta el “80.  Los sectores que constituyen el eje del nuevo patrón de acumulación demostraron un gran dinamismo y aunque la inversión no creció en la misma medida, sí hubo un gran flujo de créditos.  La burguesía monopólica financiera había consolidado su dominio, el movimiento popular estaba derrotado y el “boom” económico abría la expectativa al bloque en el poder de terminar de subordinar a la oposición burguesa y ampliar su base social de apoyo en la pequeña burguesía e incluso en sectores de trabajadores.  Es por ello que a mediados de 1977 Pinochet anunció el inicio de un proceso de institucionalización del régimen que se proponía materializar en una legalidad permanente (nueva constitución, término de la reestructuración del Estado burgués) la correlación de fuerzas alcanzada por el bloque en el poder.

El proyecto de institucionalización del nuevo Estado muestra como eje la estrategia de contrainsurgencia, que constituye la columna vertebral del sistema de dominación de la burguesía monopólica chilena.  Este asigna a las FFAA un papel tutelar; concibe la perpetuación del régimen político autoritario, restricción de las libertades democráticas y de los espacios de negociación de la oposición burguesa y las fuerzas populares, con leyes y exclusión políticas.  La contrainsurgencia además contempla una serie de medidas institucionales estatales y más allá del Estado, que persiguen un profundo cambio ideológico y de las relaciones sociales.  Es por ello que la dictadura impulsó en esta etapa las “siete modernizaciones”, afectando los siguientes ámbitos: relaciones laborales; el sistema de salud; la educación; la previsión social; la organización de la producción agrícola; la “modernización” del Estado (adecuándolo a la represión de los descontentos); la justicia.

Juan Díaz
Julio 2002

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