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sábado, 27 de octubre de 2018

CAPITULO II: LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR CHILENO


LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR
CHILENO; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS

En función de producir la necesaria discusión en el momento actual de la formación social chilena, es que publicamos un trabajo redactado por el destacado Compañero Juan Díaz. Dicha elaboración data de julio de 2002. Pensamos que no ha perdido vigencia el análisis realizado.

Les invitamos a leer, a reflexionar, a mirar lo dicho a la luz del Chile 2018. Nunca será negativo retomar la vieja práctica de escribir, pues ello permite la circulación de las Ideas, siempre peligrosas para quienes quieren detener la Historia.

El proceso de Rearticulación en marcha requiere de insumos teóricos para desatar la discusión, necesita de escritos y por sobre todo busca la voluntad puesta en marcha.

BRIGADA DE PROPAGANDA MIR-REARTICULACIÓN LUIS BARRA GARCÍA
Octubre 26 de 2018

1)          ¿CÓMO SE LLEGO A ESTA DERROTA? La del 11

La clase dominante después de conocidos los resultados electorales de las parlamentarias de marzo del 73, que le dificultaban desalojar a la UP del gobierno por la vía plebiscitaria, después de dos años de conspiraciones frustradas, visto su fracaso relativo en el paro patronal de octubre del 72, apreciando la radicalización que desarrollaba el movimiento de masas y el crecimiento de la izquierda y la agitación en el seno de la suboficialidad y tropa de las FFAA, se decidió (una de sus fracciones fundamentales, con el apoyo norteamericano) a impulsar una ofensiva total para derrocar al gobierno de la UP y someter a los trabajadores.

Conectados y preparando activamente su ofensiva, ya a fines de mayo, se encontraban: la Armada como institución e importantes sectores de la oficialidad media y alta de las otras ramas; sectores representativos de la gran burguesía empresarial (SOFOFA, SNA, Cámara Chilena de la Construcción); dirigentes y agitadores de los gremios de la pequeña burguesía, tales como del transporte, comerciantes, colegios profesionales, etc.; el Partido Nacional y su grupo de choque, Patria y Libertad; el sector más reaccionario del PDC; con el apoyo activo de oficiales de la marina de EE.UU. y de su embajada en Chile, además del dinero y otros recursos de las agencias de inteligencia de ese gobierno.  Contaban con tres garantías a su favor: el cerco crediticio norteamericano; las importantes posiciones institucionales, de comunicación de masas y económicas que la UP les permitió conservar; la política reformista y vacilante predominante en el gobierno.

Desarrollaron su ofensiva implementando todas las formas de lucha posibles, desatando el sabotaje económico, impulsando y aprovechando las alzas, el desabastecimiento, las contradicciones internas de la UP, atentados políticos (muerte del Comandante Araya Peters) y contra servicios públicos, etc.  Se inscribía en esta estrategia el emplazamiento y chantaje político de algunos altos oficiales que, expresando posiciones de la oficialidad reaccionaria, emplazaban progresivamente al gobierno para exigirle políticas contrarias a los intereses de los trabajadores; al mismo tiempo, los partidos de la reacción y los gremios patronales empujaban en el mismo sentido, disparando desde las trincheras del poder político y económico que aún conservaban, intentando precipitar el conflicto institucional, declarando inconstitucional al gobierno de la UP.

Pero fracasaron en el intento de arrastrar a sectores obreros importantes a su táctica, con el fracasado fin de la huelga que instigaron en  “El Teniente”, las enormes concentraciones de la CUT a fines de junio y 4 de septiembre y el aplastamiento en las calles, por la movilización popular, de los intentos de desarrollar asonadas reaccionarias.

En la mañana del 29 de junio, un sector de Patria y Libertad y algunos oficiales del Blindado N°2 realizaron una asonada militar, el “Tancazo”, avalados por la declaración de supuesta ilegalidad del gobierno emitida por el PN, siendo aislados y anulados al mediodía de ese día.  Hoy sabemos, gracias al informe de la Comisión Church del Senado de EE.UU. y los documentos desclasificados recientemente por la CIA, que lo que parecía una intentona golpista se inscribía en una estrategia más amplia, encargada a un grupo de oficiales de inteligencia del Ejército, que trabajaban secretamente en ella desde fines de 1972 en la Escuela de Oficiales de esa rama y que fue unificando a la oficialidad reaccionaria de las otras armas.  El “tancazo” buscaba verificar en la práctica como responderían el pueblo y sus organizaciones (por ejemplo los Cordones Industriales) y el gobierno, frente a un verdadero y gran golpe militar.  Además, en esta estrategia se contaba los allanamientos a industrias tomadas por sus trabajadores y sedes de la CUT, que las FFAA comenzaron a practicar a partir de julio (amparados en la ley de control de armas, que había sido aprobada en octubre del 72  sin resistencia real por parte de la UP), que permitieron enfrentar a la tropa con los trabajadores e incluso que les reprimieran.  Finalmente, la planificación golpista fijaba el golpe definitivo, sin fecha concreta,  para septiembre (como ya habían indicado sectores revolucionarios), puesto que en este mes, en relación con las fiestas patrias, se concentran efectivos de las FFAA en la capital, duplicándose su cantidad.

Esta asonada militar limitada, sin embargo, abrió una nueva etapa en la coyuntura política y social: el movimiento de masas generó un nuevo proceso de movilización no visto antes, encabezado por la clase obrera.  Acompañado de una radicalización masiva de las bases de la izquierda, extensas capas del pueblo desarrollaron grados de  conciencia y organización enormes: tomándose las fábricas, organizando Cordones Industriales y en menor grado Comandos Comunales, incluso desarrollando formas mínimas de organización militar antigolpista.  Se fue dando un proceso de reagrupación en la base entre sectores revolucionarios del MAPU (Garretón), el MIR, el PS, la Izquierda Cristiana e incluso, en algunos sectores industriales, incorporando bases del PC.  La agitación se extendió entre suboficiales, clases y soldados, arrastrando también a algunos oficiales.  Por otro lado, ante esa movilización, el temor cundió entre los conspiradores, pero vista la debilidad del gobierno y de la UP, que no tomó medida alguna, procesando sólo a algunos de los participantes directos, no destituyendo a altos mandos probadamente conspiradores, no apoyando y menos conduciendo la movilización popular, sino que,  al contrario, decretó zonas en estado de emergencia, entregando el control de Santiago a las FFAA, las fracciones más poderosas de la burguesía impulsaron entonces su táctica ofensiva.

En el gobierno y en la UP la contradicción y el desconcierto fueron la norma.  La línea predominante, la del reformismo pequeñoburgués, fue la de buscar un acuerdo de “consenso” entre la UP y el PDC, cuando lo que el “freismo” exigía era la capitulación.  Así, impulsaron políticas fundamentalmente defensivas, exclusivamente orientadas a dar garantías a las FFAA de respeto a la legalidad y medidas para palear los efectos del paro patronal.  Bajo la ilusión de conseguir un acuerdo con el PDC se constituyó el gabinete del “diálogo” (por segunda vez con generales de las FFAA) que reprimió a los obreros del Cordón Mackenna, los pobladores de Pudahuel, condenó el poder popular, inició la devolución de industrias, agudizó las contradicciones internas de la UP, condenando a sus corrientes más radicales, chocando con la Comisión Política del PS, sometiendo a la IC.  El PC sufría importantes problemas internos entre su base radicalizada y sus dirigentes conciliadores, cayendo en la vacilación, pero resistiendo en los hechos toda política de contraofensiva, combatiendo a los Comandos Comunales, a la “ultraizquierda”, etc.  El PS, cuyas bases se radicalizaron, permaneció en la ambigüedad de proponer medidas más radicales y en definitiva se sometió al PC, oponiéndose a las más flagrantes concesiones propuestas por Allende, pero sin decidirse a entregar una salida alternativa.

Los sectores de la izquierda revolucionaria impulsaron un intento de contraofensiva, buscando devolver el ánimo en las masas, con una ofensiva de propaganda y agitación, organización de comandos, la resistencia a devolver las fábricas ocupadas, con trabajo en las bases de la UP para imponerles la contraofensiva, al tiempo que desarrollaban movilizaciones en la base e impulsaban tareas de defensa material y el trabajo al interior de las FFAA, con gran resultado, pero a la larga insuficiente.

El “momento militar” de la lucha de la clase dominante por la restauración plena de su poder, lo implementó no a través de sus organizaciones políticas, gremiales o paramilitares, sino a través de una rama del aparato del Estado, las FFAA, lo que le permitió contar con unidad de mando y planificación.  Esto, sumado a que –por las condiciones de entonces en el país- contaba con la iniciativa, le permitió contar con otro elemento militar fundamental: la sorpresa.  El apoyo norteamericano y la impunidad de su conspiración le permitieron planificar cuidadosamente cada detalle del plan golpista y a escala nacional, movilizando rápidamente sus tropas, copando los medios de comunicación de masas y deteniendo a las direcciones de los partidos de la UP.  La asesoría norteamericana, a unas FFAA no plenamente expertas en el golpismo, demostró ser muy eficaz.  Contó con un grado importante de unidad en las FFAA gracias al retiro de la alta oficialidad antigolpista días antes, por la represión en contra de la marinería antigolpista en el caso de la Armada y en menor grado en la Aviación; movilizaron en las primeras horas sólo unidades “seguras” y anularon e incluso eliminaron la resistencia interna.

El movimiento de masas, desconcertado, golpeado y fragmentado por la política del gobierno en los últimos dos meses, pero sobre todo desde fines de agosto, permaneció en su mayor parte pasivo, atemorizado y no desarrolló resistencia.  Los sectores de vanguardia en los Cordones Industriales, en poblaciones, en algunas zonas rurales y en las universidades, ocuparon sus lugares de trabajo y estudio a la espera de conducción y armamento, fueron posteriormente desalojados de ellos, desarrollándose resistencia sólo en algunos.

La izquierda, sin mando cívico estaba fragmentada en por lo menos tres sectores: el gobierno y parte de los partidos de la UP; el centrismo (PS y MAPU) y el sector de los revolucionarios, que trataban de empujar al centrismo hacia posiciones revolucionarias.  Esta situación impidió una acción coordinada y de conjunto, lo que a su vez se vió agravado por la decisión de Allende de permanecer en la Moneda, en pleno centro de Santiago, donde todo intento de resistencia era enormemente difícil y sin perspectiva.

Los sectores revolucionarios no respondieron según lo esperado, pero intentaron todo lo que las condiciones objetivas permitían.  Tres cuestiones debilitaron enormemente su capacidad de respuesta: el estado de ánimo de las masas y de los sectores antigolpistas al interior de las FFAA después de varias semanas de capitulación del gobierno, la sorpresa y la poca resistencia del gobierno y de la UP, todos ellos elementos que representaban el tiempo orgánico con que contaban para constituir su fuerza.  Todo esto se expresó en la lentitud para constituir sus direcciones y de sus unidades técnicas de combate, a la vez que no se levantó una franja armada del movimiento popular que permitiese, por último, un repliegue ordenado.  En lo fundamental, perdieron la batalla antes del golpe, cuando no fueron capaces de desplazar al reformismo en la conducción del movimiento de masas.  Y este con su política desconcertó, dividió y desarmó a la clase obrera y al pueblo, fuerza militar fundamental de cualquier táctica revolucionaria.

Juan Díaz
Julio de 2002

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