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domingo, 28 de octubre de 2018

CAPIT. V: COMO SE LLEGO A LA 2ª DERROTA DEL MOVIMIENTO POPULAR CHILENO Y SUS IMPLICANCIAS HASTA HOY

LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR
CHILENO; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS

Si bien esta elaboración data de julio de 2002, pensamos que no ha perdido vigencia el análisis realizado. Nunca será negativo retomar la vieja práctica de escribir, pues ello permite la circulación de las Ideas, siempre peligrosas para quienes quieren detener la Historia.
Les invitamos a leer, a reflexionar, a mirar lo dicho a la luz del Chile 2018.

Este Capítulo IV, al igual que el tercero, resulta imprescindible para comprender, de algún modo, cómo los efectos de la Segunda Derrota del MP se hacen presentes en la actualidad. 

BRIGADA DE PROPAGANDA MIR-REARTICULACIÓN LUIS BARRA GARCÍA
Octubre 26 de 2018

2)     ¿CÓMO SE LLEGO A ESTA SEGUNDA DERROTA?  

El año “86, además de lo reseñado para el campo popular y como contrapartida, señaló la recuperación de la iniciativa por parte de la dictadura y sus aliados para su proyecto de perpetuación del Estado burgués y también del sistema de dominación.  Su base de apoyo estaba constituida por las FFAA, la derecha política y la gran burguesía.  Se reconstruyó la derecha política con los sectores que desde 1983 estaban en la oposición, junto a la OB.  No les bastaba con la democracia restringida y el que las FFAA continuaran cumpliendo su papel tutelar desde los cuarteles.  Consideraban que sólo un proceso de transición más prolongado hacia un régimen democrático restringido y encabezado por los militares, podría superar la crisis nacional y garantizar la dominación del gran capital y sus intereses (posteriormente, la movilización conducida por la OB les obligó a introducir reformas a la Constitución del “80 y a parte de su itinerario institucional, a lo cual se negaban).  Por otra parte, este año, se afirmó la tendencia de recuperación económica, alcanzando el PGB un crecimiento de un 5,7% con respecto al año anterior.  El gobierno norteamericano también morigeró sus presiones, comprendiendo que ningún sector de la burguesía era capaz de ofrecer una alternativa viable inmediata a la dictadura militar, de allí que pasara a apoyar su mantención hasta 1989, limitando sus presiones a que la Junta Militar presentara para el plebiscito un candidato civil, que lograra más consenso en la clase dominante que Pinochet.  A fines del “86 la dictadura vuelve a impulsar la “modernización” e institucionalización del Estado, reinició las privatizaciones de las últimas empresas públicas y concluyó el “saneo” de los bancos y empresas intervenidas a raíz de la crisis económica, devolviéndolos al sector privado 

De otra parte, la OB y la Iglesia impulsaron, el “86 y el “87, una campaña de “Conciliación Nacional”.  Pero, esta campaña tuvo pocos efectos en el régimen, que no redujo la represión y se mantuvo firme en su propósito de perpetuación.  La OB, aprovechando el repliegue del movimiento popular (más prolongado y profundo que los anteriores) y la crisis de los partidos de izquierda, ganó la conducción de la movilización antidictatorial, imponiéndole su sello conciliador y dócil al modelo de explotación y con reparos sólo a aspectos formales del sistema de dominación: reformas a la Constitución del “80, elecciones con campaña de TV, cambios superficiales a instituciones  tales como el Tribunal Constitucional, Consejo de Seguridad Nacional, etc.  Esta conducción, hegemónica en lo sucesivo, impuso un cambió ideológico vital al interior del movimiento popular, inhibiendo toda movilización activa en contra del modelo y asentando en amplios sectores populares y en dirigentes medios y de base, la seguridad de que se debía esperar hasta después del “89 para recibir respuesta a sus demandas (luego, en la administración Aylwin, las elites y los partidos de la Concertación, generaran en ellos la creencia de que el aumento de la presión popular podría traer como consecuencia el retroceso de la “transición política” y/o caer nuevamente en la dictadura).

Junto con el repliegue popular, desde septiembre del “86, comenzaron a agudizarse las contradicciones entre las corrientes más reformistas y vacilantes y las corrientes revolucionarias, al interior de los partidos de la izquierda.  Los sectores reformistas se agruparon en la Izquierda Unida (IU), que vendría a reconstituir la UP.  De hecho, sus orientaciones prográmatica y estratégicas reeditaban los mismos lineamientos centrales de ese referente, con un camino hacia el socialismo escalonado, reconquistando la democracia formal burguesa y aspirando a un régimen democrático liberal de colaboración de clases.  Luego, sus postulados la llevaron a subordinarse a la OB sin más.

Lo que generó las condiciones para una fuerte reemergencia de las corrientes reformistas de la izquierda fue la derrota de la política de “sublevación nacional” y los reveses sufridos por los sectores revolucionarios, que habían logrado anteriormente imponer sus políticas al interior del MDP.  En este sentido, la reaparición del reformismo es una manifestación de derrotismo dentro del movimiento popular; esto expresa la idea de que no es posible derrocar a la burguesía monopólica y sus aliados militares y por tanto, es necesario negociar con ellos.  La reemergencia del reformismo era un factor nuevo dentro del período de ascenso de las luchas populares reseñado, que dificultó el proceso de acumulación de fuerza revolucionaria y que, inevitablemente, provocó, dentro de los marcos de la lucha común contra la dictadura, la intensificación de las divergencias políticas e ideológicas.  Como era natural, esta situación obligó a los revolucionarios readecuar su política de alianzas dentro de la izquierda, pasando a alentar un proceso de reagrupación revolucionaria.

Pero la reagrupación de los revolucionarios no fructificó.  Sus principales representantes, el FPMR y el MIR, atravesaron por situaciones de crisis internas que, aún hoy, no logran superar.  Y creemos que un factor clave para ese fortalecimiento de las posiciones revolucionarias hubiese sido la convergencia entre esos destacamentos, que sumase a otros grupos existentes entonces, cuales eran el MAPU-L, los PS Salvador Allende, Dirección Colectiva y Unitario.  No se generó el dique que evitara el desbande popular hacia las posturas reformistas, que estaban por la “salida política” al régimen y no se conformó la alternativa que hubiera liderado una lucha más ofensiva y por el socialismo; el movimiento popular fue conducido dócilmente hacia el recambio pacífico, político, de la dictadura y se le engrilló a las vicisitudes de la “transición”, en que la pelea se da por arriba, entre los componentes del nuevo bloque en el poder.

3)          ¿CUÁLES SON LAS IMPLICANCIAS DE ESTA SEGUNDA DERROTA PARA EL MOVIMIENTO POPULAR?     

1)     La dictadura logró recomponer la economía nacional, a instancias y en beneficio de la gran burguesía, derrotando al movimiento popular y a los sectores que la cuestionaban, despejando los obstáculos sociales y subordinando a la oposición burguesa.  Durante este período, la dictadura llevo a cabo un proceso acelerado de fortalecimiento del capital monopólico-financiero sobre la base de una despiadada superexplotación de los trabajadores y del despojo y desplazamiento de otras fracciones burguesas.  La dictadura militar fue el instrumento que permitió imponer las drásticas transformaciones de la economía, abriendo paso a una nueva fase del capitalismo chileno: la fase del capitalismo monopólico dependiente.  

2)     Era necesaria una fuerte represión sobre el movimiento popular para aplastar el peligro revolucionario y para imponer la superación de la crisis de acumulación capitalista, en beneficio de la burguesía monopólica y sus aliados.  El Estado se ve constreñido en algunas funciones, pero, más que en el pasado, seguirá interviniendo en la creación de las condiciones que inciden en la reproducción del capital, en especial aquellas que tienen que ver con el trabajo.  Por otra parte, el nuevo patrón de acumulación, primario exportador, se caracteriza porque propicia la expansión en profundidad de algunos rubros de la economía, los que tienen ventajas para la exportación (fundamentalmente materias primas, de bajo valor agregado), algunos servicios y el mercado de consumo de altos ingresos, mientras el resto se deprime o destruye: esto acarrea altos niveles de desocupación y empobrecimiento generalizados.

3)     En el período comprendido entre las dos derrotas del movimiento popular analizadas, 1973 y 1986, la economía chilena atravesó dos profundas crisis recesivas (en 1975 y 1981-82).  En esos 13 años la economía decreció y estuvo estancada por 6 años.  Estas crisis económicas coyunturales, potenciales hoy en día, evidencian que el actual modelo de desarrollo monopólico ha profundizado la crisis estructural del capitalismo dependiente chileno; ha acentuado su subordinación a los vaivenes de la economía capitalista mundial; ha profundizado su dependencia (y explotación) del capital financiero transnacional; restringe el desarrollo productivo a algunas ramas de la economía, produciendo el estancamiento o destrucción de otras; intensifica la explotación del trabajo y empuja a la desocupación a vastos contingentes sociales; acentúa la concentración de la propiedad y la riqueza, aumentando la desigualdad social; etc.  Estas crisis coyunturales son aprovechadas por el capital financiero nacional y extranjero para intensificar su proceso de concentración de capitales, sin un desarrollo orgánico de la economía nacional.  Por el contrario, el modelo, durante la dictadura tendió a profundizar cada vez más la crisis estructural y empujó a que las crisis coyunturales se hicieran más continuas y más agudas, siendo sus consecuencias sociales más desastrosas. 
 
4)     Se produjeron en la dictadura importantes cambios en las clases y capas populares, en concordancia con las transformaciones económicas.  Al desarrollo progresivo del área productiva más dinámica (primario exportador) y del sector terciario no productivo, le acompaña la desintegración de las ramas industriales tradicionales.  Al mismo tiempo, el Estado, con la salvedad planteada en 2), dejó de tener el fundamental papel directo en la producción de antes del “73 y la economía se ha privatizado.  Así: a) en general, la clase obrera ocupada y el movimiento sindical han reducido su tamaño; b) al existir una alta tasa de desocupación permanente, limita la capacidad de defensa de sus intereses; c) lo anterior se acentúa puesto que una amplia faja de trabajadores fue desplazado del sector público; d) las ramas productivas tradicionales, donde el movimiento sindical desarrolló históricamente sus luchas (excepción hecha en la gran minería del cobre), ha perdido su anterior peso estratégico; e) los sectores productivos ligados a lo primario exportador absorben poca mano de obra estable y muchos tienen carácter estacional, están dispersos geográficamente y en ellos el movimiento obrero es nuevo, sin una historia de lucha, carecen de organización o esta es muy débil; f) la organización y condiciones laborales en el sector terciario tienen las mismas características anteriores; g) en su conjunto, el movimiento de los trabajadores tiene las restricciones y limitaciones impuestas por las leyes laborales dictatoriales, con arreglos cosméticos recientes que no cambian su esencia, que restringen al mínimo sus posibilidades de presión legal; las industrias y organizaciones interunidades productivas han dejado de ser espacios eficaces de lucha; h) a todo lo anterior cabe agregar la ruptura de la unidad sindical (CUT) que, aparte de su burocracia intrínseca, se transformó en caja de resonancia de las posturas continuistas de los que integran la Concertación y el gobierno; además, observamos la tendencia a consolidarse de los grupos sindicales ideológicos que dividen al movimiento obrero.

5)     El decrecimiento relativo de la clase obrera ocupada se acompaña del aumento de sectores urbanos “marginales” (aparentemente renovados, con ausencia de “callampas”), que agrupan a desocupados y al sector “informal” de la economía (que expresa a la desocupación disfrazada de los sectores proletarios).  Esta masa marginal se caracteriza por su atomización organizativa, débil capacidad de presión económica, insidioso incremento del lumpen y de la droga, en donde el barrio es el espacio de agrupación y de expresión populares.

6)     En el campo las transformaciones han sido igualmente profundas: a) los obreros agrícolas permanentes han disminuido enormemente, debilitándose su organización sindical y su capacidad de presión; b) en cambio, han aumentado grandemente los sectores subproletarios que están formados por desocupados, trabajadores temporales, minifundistas que deben salir a buscar trabajo, etc.; esto ha generado un nuevo fenómeno en el campo: el surgimiento de poblados rurales donde se concentra esta masa marginal del agro y que plantea el problema de nuevas formas de organización; c) también, observamos el fenómeno de la “campesinización” de un sector de trabajadores que, mediante la Reforma Agraria, accedieron a la tierra y que vinieron a sumarse al campesinado tradicional de las áreas de pequeña propiedad  y al campesinado mapuche.  En general, el campesinado quedó más desprotegido, sin asistencia técnica y crediticia, las cooperativas casi desaparecieron y los campesinos constituyen un sector sin ningún peso estratégico en la economía nacional.

7)     La modernización y la institucionalización del nuevo Estado de seguridad nacional logró fundar un nuevo sistema de dominación burgués, diametralmente distinto al que imperó en las décadas anteriores.  En este sistema se busca atomizar la organización y segmentar las demandas sociales, limitando el importante peso que tenían los partidos políticos como mediadores entre las fuerzas sociales y el Estado.  Se trata de restringir la participación ciudadana al ámbito local, fragmentando los movimientos sociales nacionales; ahora es el congreso y la actividad política cupular (de acuerdos) los que deciden por las grandes mayorías, ya no son las masas y sus partidos de vanguardia los que luchan e intentan imponer sus intereses.  Bajo la anterior forma de dominación burguesa (ámbitos económicos, político-institucional, político-social, espacios legales de organización y presión social, etc.), el movimiento popular pudo llevar a cabo un proceso más o menos gradual de acumulación de fuerza y pudo construir posiciones de defensa institucionales estables.  Hoy en día, luego de la institucionalización del sistema burgués, el proceso de acumulación de fuerza social (incluido el movimiento sindical) y política ve restringidos esos espacios, muy acotados, y debe desarrollar otras formas de organización y lucha.  Se da paso a las formas de organización más vanguardistas, pero por su carácter, a ellas acceden sólo los sectores más conscientes o radicalizados del movimiento de masas.  Cobran importancia los espacios geográficos-sociales, la organización y lucha locales y la estructuración social y política aprovechando todos los niveles (clandestinos, semilegales y abiertos).   

8)     Durante la dictadura y gracias a la represión, al autoritarismo, al bombardeo ideológico permanente, se quebraron en nuestra población el espíritu de solidaridad, de organización, de defensa de sus intereses y al contrario, se fortalecieron los antivalores del individualismo, del progreso individual, del consumismo, de la propiedad y riqueza particulares, de la competencia y de la promesa de un futuro mejor al cual todos pueden acceder.  En especial, el autoritarismo, que se internalizó en todos los niveles, se implantó como una nueva forma de relación entre el Estado y la sociedad, que rompe los agrupamientos de clase, atomizando social y políticamente a las clases y capas populares.

9)     Para los sectores consecuentes, recobra vigencia el que su inserción comienza siempre en los sectores más avanzados del movimiento de masas, desarrollando desde ellos las formas de lucha y organización más radicales y rupturistas (en todos los frentes).  Deben avanzar en la acumulación de fuerza social y revolucionaria, como espacio fundamental, desde las organizaciones de base o “naturales” y al mismo tiempo, ir desarrollando instancias que, en general, no sean aparatosas, autolimitadas, que se comporten como instancias superestructurales y que pretendan intermediar el accionar popular o apurarlo.  En resumen, deben tener en cuenta que el proceso de reanimación y ascenso del movimiento de masas también tiene características distintas en el actual sistema de dominación.

10)    Los sectores vacilantes y reformistas, que siempre rechazarán el desarrollo de las formas de lucha popular más ofensivas, señalan la imposibilidad de comenzar una lucha rupturista desde las franjas de vanguardia; siguen apuntando a la gradualidad de la lucha consecuente, de la organización y de la unidad, no atendiendo a los cambios fundamentales producidos en estas pasadas décadas dentro del sistema burgués; también, conciben el enfrentamiento mayor sin combatir la represión adecuadamente, aparatosamente, dejando en la pasividad a las masas.  En general, estos sectores no asumen que la construcción de la fuerza social transformadora se logra a través de su praxis subversora y conducida por una vanguardia o instrumento político; lo que algunos no comprendieron en este período es que las masas elevan su organización, desarrollan su conciencia revolucionaria, radicalizan sus formas de lucha, sólo sobre la base de la lucha práctica, del enfrentamiento concreto y extenso en contra del Estado burgués.

11)    Los trabajadores, en general y salvo excepciones,  participaron más a través de la franja activa de pobladores, cesantes, subocupados, que como tales, en la lucha antidictatorial, demostrando que desde estos planos también pueden actuar como fuerzas motrices.  Buscaron estos sectores la unidad política y social como una necesidad, vital para coordinar sus luchas reivindicativas y sectoriales, extendiéndolas local, regional y nacionalmente.

12)    La crisis nacional abierta en 1983 no tuvo el carácter de una crisis del sistema de dominación, sino que fue de un tipo menos profunda que la del 70-73, toda vez que nunca la dictadura y las clases dominantes perdieron la correlación de fuerzas.  Todas las crisis sociales y políticas pueden ser potencialmente una amenaza para el sistema impuesto, pero el actual Estado y este sistema de dominación, implantado por la dictadura y posteriormente aplicado por los gobiernos concertacionistas, están mejor preparados para resistirlas, aunque sean más continuas y prolongadas.  Y serán más recurrentes porque el capitalismo dependiente chileno, su patrón de acumulación y la forma excluyente del sistema de dominación burgués, las provocarán.  Cabe resaltar la vigencia del acierto propuesto por Engels, acerca de que estos períodos de convulsión son verdaderas escuelas de educación política popular; en este aspecto la lucha antidictatorial fue una excelente escuela, cuyas enseñanzas aún esperan un merecido estudio en profundidad.

13)    En Chile, durante 1986, triunfó el modelo de transición política pacífica y estable hacia un régimen de democracia restringida.  Fue la salida interburguesa a la crisis nacional, avalada por EE.UU., la Iglesia oficial, organismos internacionales imperialistas o movidos por esos intereses y aceptado por la oposición burguesa y sus aliados de la izquierda renovada, proponiendo estos últimos cambios menores para lograr el acuerdo final.

14)    El autoritarismo, la restricción de las libertades democráticas, la represión, pasaron a ser lo normal y legítimo en nuestra sociedad.  Son las formas de dominación y de relación permanentes, tanto entre los ciudadanos como en su relación con el Estado.  Lo anterior se debe fundamentalmente al carácter que adquiere el capital en la actualidad, en su fase monopólico-financiera (como señalamos en el punto 12 anterior) y la estructura sociopolítica y jurídica que le sigue; se hacen evidentes la exclusión, las dificultades en generar amplias bases de apoyo social y en la construcción de consensos mayores.

15)    Si bien los sectores de la izquierda consecuente fueron derrotados en sus estrategias y tácticas, hacia 1986, para dar una salida revolucionaria a la crisis nacional de los ochenta y romper el sistema de opresión y explotación, en realidad podemos decir que también lo fueron la gran mayoría de nuestro pueblo y amplios sectores populares, adscritos a la opción socialdemócrata y al populismo de la mediana y pequeña burguesías, pues esta conducción no ha hecho más que operar sobre las bases que le legara la dictadura y que sostienen al modelo de superexplotación y marginación.  El modelo sigue existiendo al servicio de los dueños de este país: la gran burguesía, aliada al capital transnacionalizado, sus aliados y servidores. 

16)    Como el movimiento popular y revolucionario, las masas y sus vanguardias políticas, sufrieron una profunda derrota y desarticulación, el régimen excluyente no ha enfrentado situaciones recurrentes de conflictos sociales que lo cuestionen en su conjunto (sólo asistimos a movilizaciones locales o sectoriales parciales) o tensiones políticas o diversas formas de insurgencia.  Con toda la dificultad en lograr remontar la crisis de organización y dirección actuales, es evidente la facilidad con que aparecerán las trizaduras en el régimen de darse una situación de convergencia de las luchas aisladas y su desarrollo dentro de una estrategia de poder. 

17)    Los dispositivos y contenidos ideológicos impuestos al pueblo, al movimiento popular más organizado, a sus dirigentes de base y de nivel medio, por los intelectuales de la concertación y sus asesores, por la Iglesia oficial, las diversas instituciones del Estado (las más ligadas al gobierno) y proceso en el cual coadyuva la derecha política y económica (esta última a través de su inmenso poder e influencias), nos pueden explicar fundadamente la desarticulación y debilidad de las luchas populares en estos años de concertación.  Esta lamentable situación se retroalimenta con la derrota ideológica que sufrieron las organizaciones políticas de la izquierda tradicional y vemos que este desarme y atomización van más allá de lo que explicaría la teoría del “modelo de transición”, planteada por intelectuales de estos sectores (T. Moulian).  Por otro lado, está por verse aún si los sectores de la izquierda revolucionaria han llegado a este nivel de derrota, la más definitiva, la derrota ideológica.

JUAN DÍAZ
Julio de 2002

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