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viernes, 26 de octubre de 2018

CAPITULO I: LAS DOS DERROTAS DEL MOVIMIENTO POPULAR; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS


LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR
CHILENO; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS

En función de producir la necesaria discusión en el momento actual de la formación social chilena, es que publicamos un trabajo redactado por el destacado Compañero Juan Díaz.  Dicha elaboración data de julio de 2002. 

Pensamos que no ha perdido vigencia el análisis realizado.

Les invitamos a leer, a reflexionar, a mirar lo dicho a la luz del Chile 2018.

El proceso de Rearticulación en marcha requiere de insumos teóricos para desatar la discusión, necesita de escritos y por sobre todo busca la voluntad puesta en marcha.

Nunca será negativo retomar la vieja práctica de escribir, pues ello permite la circulación de las Ideas, siempre peligrosas para quienes quieren detener la Historia.

BRIGADA DE PROPAGANDA MIR-REARTICULACIÓN LUIS BARRA GARCÍA
Octubre 26 de 2018


LAS DOS DERROTAS RECIENTES DEL MOVIMIENTO POPULAR
CHILENO; SUS CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS

INTRODUCCION

             Se ha transformado en un lugar común asegurar que el movimiento popular de nuestro país ha sufrido una sola y única derrota.  Lo observamos y vemos en los discursos y escritos de militantes y ex militantes de izquierda, en los análisis y discusiones en diversas instancias e incluso, se verificó esto en la reciente Escuela de Verano de los CCTT, por ejemplo.

             No obstante, es a partir de un enunciado del Documento de los CCTT, “Hacia una Plataforma de Lucha por los Derechos...”, que quisiéramos comenzar nuestra discusión: “Hay toda una generación que está entrampada en las derrotas de la izquierda”.  Consideramos que, apuntando en una dirección correcta, el fondo de esta cita es aún insuficiente (se habla de una generación, cuando podrían ser tres; ¿qué estrategias de Izquierda fueron derrotadas? Y por ende ¿a qué izquierda nos referimos?, Etc.).  Sin embargo es un adecuado punto de partida.

             Lo que nos interesa demostrar no es la existencia en sí de dos derrotas (que son evidentes), que en el espacio de dos décadas fueron infligidas por la clase dominante al Movimiento Popular chileno.  Pretendemos explicar sus orígenes, sus alcances y las implicancias y perspectivas de estas derrotas.  A este respecto, nos parece, que no han sido extraídas todas las consecuencias y lecciones para el presente a partir de estos desastres y sí lo intentamos, es con el fin de aportar al avance por la senda de la Revolución en Chile.  No obstante, no pretendemos explicitar aquí todas las implicancias y las lecciones que se desprenderían de un análisis más cabal y que requiere, sin dudas, de la discusión y aportes más amplio posible, en la senda indicada.

II           LA PRIMERA DERROTA DEL MOVIMIENTO POPULAR,  11 DE SEPTIEMBRE DE 1973     

1)             ¿QUE FUE DERROTADO ESE DIA? :

Formalmente, fue derribado un gobierno, el de la UP.  Pero, intentemos extender más el escenario, presentar sus actores y desarrollar el drama histórico vivido.
La UP llegó al gobierno en plena crisis del sistema de dominación, agudizándola y generando un “Período Prerrevolucionario”, caracterizado por la crisis de las clases dominantes (que se expresa en lo político, por la presentación de dos candidaturas para las elecciones de 1970), la división de la pequeña burguesía y el ascenso de las movilizaciones de la clase obrera y el pueblo.  Ese “período prerrevolucionario”, abierto al vencer la UP (04/09/70), en lo fundamental, correspondía a un momento histórico en el cual se desarrolla un proceso de agudización de la lucha de clases, con un ascenso de las masas, aumento de la actividad popular y en especial, con una elevación de los niveles de conciencia y de organización de la clase motriz, ya no sólo de todas las “clases revolucionarias”, sino en especial ahora de la “clase motriz”.  La elevación de los niveles de conciencia y orgánicos de las masas le abrieron a las fuerzas revolucionarias, que intentaban encarnar la Vanguardia Revolucionaria en Chile, las posibilidades objetivas de ganar la conducción de, por lo menos, la clase motriz.  
La UP constituyó un gobierno pequeño burgués de izquierda, expresión de una alianza entre restos burgueses de un viejo bloque histórico dominante (fracción P. Izquierda Radical del P. Radical), el reformismo pequeñoburgués (Allende, tecnocracia y burocracia UP), el reformismo obrero (P. Comunista) y el centrismo de izquierda (P. Socialista y el MAPU).  Su base social de apoyo la constituyó inicialmente un amplio movimiento que incluía a importantes sectores de la pequeña burguesía, de la clase obrera y pobres del campo y la ciudad.    
           
El proyecto político de la UP fue en su esencia y practica el modelo reformista, determinado por su encarcelamiento en la mantención y el respeto del orden burgués y su reiterado intento de sostener el gobierno por medio del sellamiento de una alianza con una fracción de la clase dominante. La UP se fue más bien debilitando durante el período –rechazada su alianza por el conjunto de las clases dominantes, cercada por el imperialismo- no pudo enfrentar las consecuencias de su política económica.  Esta fue, en su esencia, de carácter pequeñoburgués, pues operó fundamentalmente en el consumo y no en los medios de producción: redistribución del ingreso a favor de las capas de más bajos ingresos, aumento del consumo, aumento de la producción basándose en la capacidad instalada ociosa, agotamiento de esta última a mediados de 1972.
La UP no sólo conquistó una de las instituciones del aparato del Estado, el Gobierno –por la vía del voto -, manteniendo el orden burgués, sino que se afirmó en él y lo legitimó frente a las masas, lo mismo que a las diversas instituciones del estado capitalista (Parlamento, Poder Judicial, Contraloría, cuerpo de oficiales de las FFAA).  Ya desde 1970, intentó sellar una alianza con una fracción burguesa, a través de su formulación prográmatica, de sus planes económicos, intervenciones verbales o incluso intentos concretos (verano del 71, con empresarios industriales y agrarios; junio 72 y agosto-septiembre del 73, diálogo con la DC; octubre 72 y agosto del 73, con gabinetes UP-Generales).  Este permanente intento no se hacía gratuitamente, sino a costa de amparar a sectores empresariales, de legitimar a partidos burgueses y oficiales reaccionarios de alta graduación, de someter al país a las consecuencias del pago de la deuda externa y legitimar el aparato del Estado capitalista.  Todo esto llevo al gobierno a tener constantes roces con distintas capas del pueblo, fraccionando su base social de apoyo y también, fragmentando su base política de apoyo.


             Pero este proyecto político, de colaboración de clases, fracasó en su propósito, dado el carácter del período que empujaba a las masas más allá de lo que el reformismo se disponía a realizar.  Apreciando el carácter que asumía la movilización popular, la clase dominante, en su conjunto, rechazó toda posible alianza con el gobierno y desarrolló una ofensiva furiosa sobre él, lo que terminó por debilitar cada vez más al gobierno de la UP, al restarse él mismo apoyo popular y al no recibir en contrapartida la estabilidad que le habría dado una alianza con una fracción burguesa.
             El movimiento de masas, bajo un régimen de ampliación de las libertades democráticas que el gobierno de la UP generó, empujó más allá de las limitadas reformas que éste se proponía e impuso al gobierno la legitimación de sus conquistas: el movimiento campesino aceleró y profundizó la reforma agraria, por medio de la toma de fundos; el movimiento obrero extendió el área social de propiedad de las industrias mucho más allá de las 91 empresas que se propuso la UP y por medio de su cada vez más fuerte y extensa movilización, ensanchó los mecanismos de participación que la UP abría, etc.  Punto especial de atención merece el enorme aumento de la actividad global de las “Capas Aliadas”, de los pobres del campo y de la ciudad.  De esta manera, la clase obrera y el pueblo hicieron fracasar todo intento de colaboración de clases que la UP se proponía, al empezar por golpear, en los hechos, al conjunto de las clases dominantes, sin respetar al poderoso sector burgués con el que la UP proponía aliarse.  Más aún, el gobierno, a pesar de resistir y combatir estos avances del movimiento de masas, terminó por legitimarlos (requisiciones, intervenciones, compras, etc.), obligado por la extensión del proceso, la magnitud de la clase obrera y popular, del reformismo y del peso del centrismo de la izquierda en el gobierno.  Pero al resistir, combatir e incluso puntualmente reprimir policialmente la movilización popular, el gobierno no canalizó esa enorme fortaleza de masas, no le otorgó conducción, la dispersó y fragmentó, con lo que generó roces entre él y el movimiento de masas, no ganó fortaleza en su seno, debilitándose como gobierno y debilitando también la movilización popular.  Se generaron, como consecuencia de ello, trizaduras y contradicciones entre los partidos políticos de la UP. 
             Estas condiciones se cruzaron con otras más en esta etapa y eso permitía definirlo con precisión como un “período prerrevolucionario”, distinguiéndolo de otras situaciones de ascenso del movimiento de masas.  La situación prerrevolucionaria abierta en Chile se caracterizaba por el ascenso de las masas y se cruzaba con otro factor, que era la crisis de la clase dominante, expresada en muchos niveles, pero que, en general y temporalmente, surgió cuando ninguna fracción de la clase dominante fue capaz de imponer su hegemonía sobre las otras.  Esto repercutió sobre el sistema de dominación, haciéndolo entrar en crisis.
             La crisis política general no resuelta del sistema de dominación, se veía impulsada por la incrustación en la cúspide de la estructura del Estado de un gobierno integrado por dos concepciones reformistas, pequeñoburguesa y obrera, muchas veces contradictorias entre sí.  No eran tiempos de actividad política y social “normales”, se desarrollaba una situación cuasi revolucionaria, que se prolongaba, se desarticulaban relativamente todos los elementos de la formación social.  Se “desplegó” el aparato del estado, dejando virtualmente autonomizadas a las FFAA (mientras se rehacía su vínculo con las clases dominantes) y otras de sus instituciones; se produjo la apertura del “abanico de las clases”, sufriendo cada una lo que se denominó “crisis de representantes-representados”, en que ellas y sus fracciones se activan, cohesionan y organizan, cuestionando su relación con los partidos políticos (por ejemplo, la autonomización de la pequeña burguesía que, movilizada, lleva a la zaga a los partidos de la derecha, que posteriormente le dan apoyo y conducción); se abrió también el “abanico” de los partidos políticos, esto quiere decir que en su interior se decantan distintas posiciones y visiones, confrontándose entre sí, tanto en la izquierda, como en los partidos reaccionarios.
             El movimiento de masas venía desarrollando un proceso de ascenso en sus movilizaciones desde 1967 en adelante, creciendo su organización e izquierdización, todo lo cual se multiplicó después del acceso de la UP al gobierno, vislumbrando al gobierno como a un instrumento de sus luchas y aprovechando la ampliación de las libertades democráticas.  Las primeras capas en movilizarse masivamente fueron los sectores pobres del campo y de la ciudad, haciéndolo la clase obrera a un ritmo menor, sometida a una conducción casi exclusivamente reformista y centrista y beneficiada, prioritariamente, por la redistribución del ingreso.  El gobierno contaba al comienzo con el apoyo de importantes sectores de la pequeña burguesía, que se fue reduciendo gracias a la desenvuelta ofensiva reaccionaria y a las debilidades y vacilaciones propias.  El movimiento popular tuvo una elevación constante de sus niveles de conciencia y organización y esta se dinamizó sobre todo a partir de la respuesta de los obreros y del pueblo a la ofensiva reaccionaria de octubre del 72.  Es en este último lapso cuando, junto con la radicalización de extensos sectores medios y de base de la UP, cobran impulso en el movimiento de masas el desarrollo de una serie de nuevas formas orgánicas: las JAP, los Cordones Industriales, los Comandos Comunales, los Consejos Campesinos, Comités de Vigilancia y Autodefensa, etc.  Estas instancias se correspondían más bien con la definición de “Gérmenes de Poder Popular”, que de “Organos de Poder Popular”, como se conocieron entonces.  Con todo, a pesar de que el reformismo siguió combatiéndolos y de que el centrismo sólo los apoyaba de palabra aunque de hecho no los impulsaba, se generó un proceso creciente de organización, mayor conciencia y autonomía de la clase obrera y del pueblo.  Más aun, días antes del 29 de junio del 73 (“Tancazo”), se concentró en la Plaza de la Constitución el contingente de masas más grande visto en Santiago, que en sus consignas exigía el desarrollo y fortalecimiento del “Poder Popular”.


Los sectores revolucionarios, al producirse el triunfo de la UP, eran grupos reducidos, con existencia orgánica sólo en algunas provincias, con un precario enraizamiento en el movimiento de masas, fundamentalmente entre algunos sectores estudiantiles y de pobladores, con una corta historia y contando con cuadros en su mayoría jóvenes y recién incorporados a la vida política.  Desde esa precariedad, se orientaron a acumular fuerzas en el movimiento de masas a partir de un programa con objetivos revolucionarios y del impulso a la movilización de estas, e intentando disputar la conducción de ese movimiento al reformismo.  Fueron levantando un programa más coherente con la coyuntura abierta y más completo, formularon y practicaron el desarrollo del poder popular, desarrollando una ofensiva en el trabajo hacia la tropa de las FFAA, levantaron la consigna del gobierno de los trabajadores, impulsando y obteniendo algunos logros en la política de la reagrupación de las fuerzas políticas más progresistas, abrieron un combate más nítido en el terreno político con el reformismo, a la vez que llamaban a un grado mayor de acuerdo para enfrentar a la clase dominante.  Estos sectores levantaron frente al gobierno de la UP la política del “apoyo crítico”, que reconocía en el triunfo electoral de ese un inmenso avance en la lucha del pueblo por conquistar el poder y que objetivamente favorecía el desarrollo de un camino revolucionario en Chile y por tanto, también favorecía a la izquierda revolucionaria; pero, eran “críticos” en cuanto combatieron todas las medidas y acciones de la UP que significaban objetivamente una claudicación o derrotismo frente a las clases dominantes.  En el breve lapso de este período lograron crecer y extender su influencia en el movimiento popular, coadyuvando a la toma de conciencia y a la acción más decidida de las masas.


Juan Díaz
Julio de 2002

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