1970-2010: CUATRO DÉCADAS DE TRANSFORMACIONES DE LA FORMACIÓN SOCIAL CHILENA
**COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA**
“Quien lo diría, los débiles de veras nunca se rinden”
Mario Benedetti
El CAD ha querido centrar su mirada y sus palabras en las últimas cuatro décadas de la formación social chilena. Estimamos que este período, de múltiples cambios, es el teatro de operaciones histórico sobre el cual, los que pretendemos transformar radicalmente nuestra realidad, debemos hincar las herramientas de nuestros análisis y de donde arrancar las bases de nuestra praxis.
El 04 de septiembre de 1970, en una trascendental jornada, Salvador Allende obtiene una cantidad de sufragios que le permite obtener la primera mayoría presidencial relativa. A diferencia de 1964, en que la clase dominante, atemorizada por el avance popular, cierra filas en torno al PDC, en 1970 los de arriba encaran las elecciones divididos. No fue un error de cálculo; antes bien, fueron diferentes opciones estratégicas. La burguesía monopolista y los latifundistas se alinearon en torno a Alessandri, arrastrando a sectores conservadores de la pequeña y mediana burguesía. En tanto, en la candidatura Tomic se reflejaban sectores minoritarios de la burguesía, que buscaban enfrentar la crisis del modelo de sustitución de importaciones a través de la profundización de las reformas iniciadas por Frei, además contaba con el apoyo de sectores de la pequeña burguesía progresista y de algunos convencidos por la opción católica por los pobres.
La candidatura de Allende representó a vastos sectores de los trabajadores, a campesinos y a sectores de la pequeña burguesía progresista. Sus abanderados se plantearon la “vía chilena de tránsito al socialismo”, como una estrategia sui generis de avance al poder estatal, pero que repetía la consabida fórmula reformista de las etapas, a partir del ejercicio del gobierno del país. Su base política fue la UP, que tuvo por eje al PC y al PS, sumando al PR, al PIR y al MAPU, a los que se uniría la posteriormente creada IC. La UP ofreció al país un Programa de Gobierno, el que contemplaba una serie de medidas con las que aspiraba construir las bases materiales y culturales con las cuales arribar en un futuro indeterminado al socialismo, y siempre enmarcados en los caminos de la legalidad establecida en la constitución política de 1925.
El triunfo de la UP viene a agudizar un proceso, de larga data, de profundas contradicciones sociales y políticas de nuestra formación, llegándose a generar en su decurso las condiciones de un período pre-revolucionario. Desde el bloque en el poder, conjuntamente con las fuerzas del imperialismo, se perfilaba la necesidad de implantar formas de dominación más autoritarias, las que le permitieran superar el estancamiento del patrón de acumulación (notorio desde fines de los 50), mediante la implantación de una nueva fase monopolista del capitalismo dependiente chileno. En el campo popular, las contradicciones empujaban a una superación del orden social vigente y del sistema económico. Sin embargo, en cada uno de los dos grandes bloques, existían a su vez contradicciones internas, que se harían más patentes en el curso de la cronología que se iniciaba con triunfo del gobierno popular.
Se puede observar que en 1970 concurren las condiciones señaladas de una Crisis Nacional. Esta, no se resolvió con el programa de reformas llevadas a cabo por el PDC, que intentó superar la crisis del modelo nacional-desarrollista con más de lo mismo (tampoco lo podrían haber hecho con el programa de Tomic, del reformismo burgués), sino que más bien la agudizó. La crisis afectó tanto a los de arriba como a los de abajo. Sin embargo, esa Crisis Nacional no llegó a desembocar en una situación revolucionaria, no obstante la inmensa convulsión pre-revolucionaria del período UP.
La UP, cumpliendo con su Programa de Gobierno, nacionalizó el cobre y el comercio exterior (golpeando algunos intereses imperialistas); culminó el proceso de reforma agraria (que terminaría con el latifundio, pero respetó el capitalismo agrario); se generó un área de propiedad social, expropiando los bancos y 90 grandes empresas (lo que provocaría la corrida, pero con una posterior y definitiva articulación, del capital monopólico-financiero interno). Con todo, el hecho fundamental ocurrido durante el gobierno popular, pasa por la elevación del nivel de conciencia de clase de extensas franjas de trabajadores y campesinos, predisponiéndoles para combates políticos superiores, y haciendo que grandes contingentes de ellos se incorporen a las organizaciones políticas de la izquierda. Nacen los embriones de Poder Popular, expresado éste en los Cordones Industriales y los Comandos Comunales, movimiento que hacía 1973 aspiraba a la formación de Comandos Provinciales y Regionales (Concepción), que operasen como un Gobierno local, unificando en la acción a los organismos sociales de la localidad o más allá de ésta. Lo esencial, era que la sola existencia de un Gobierno de izquierda permitía politizar a grandes sectores atrasados del campo popular, además de incorporar al movimiento social radicalizado a un sujeto histórico que preexistía, pero no como fuerza social: los Pobres del campo y de la ciudad.
El 11 de septiembre es una fecha que resume múltiples implicancias. Entre ellas: 1.-Establece la derrota de la estrategia reformista de tránsito pacífico al socialismo propugnada por la UP, además de frenar el proceso de activación revolucionaria que los sectores más consecuentes venían logrando imponer en el seno del Movimiento Popular (MP). Por ende, ambas visiones, las que se habían confrontado seriamente en el período, fueron derrotadas conjuntamente; 2.-Para el bloque en el poder, significó restaurar en plenitud su sistema de dominación e infligir una derrota al MP en alza; 3.-La burguesía, por su parte, resuelve la crisis de acumulación del capitalismo dependiente. En definitiva, podríamos situar ese momento como la primera derrota del Movimiento Popular de las últimas décadas.
Señalar, de inmediato, que a pesar del impacto que significó el uso de la fuerza brutal del Estado, a través de sus aparatos armados y por otros órganos estatales, esta primera derrota del MP no involucró una capitulación política, ideológica, de clase, del conjunto del MP. Desde vastos contingentes populares y en diversos planos, primero se intentó evitar la entronización de la dictadura militar, luego se orientaron a la desestabilización de la Junta Militar, para luego pasar a los intentos de su posible derrocamiento.
Los sectores tradicionales de la burguesía, aquellos orientados al mercado interno y los sectores de la pequeña y mediana burguesía que apoyaron el golpe, concebían a la Junta como una situación de excepción y transitoria, necesaria para restablecer las antiguas formas estatales y de dominio. Al contrario, los sectores de la burguesía monopólico financiera, vinculados a las áreas más dinámicas de la economía y al capital extranjero, consideraban que el antiguo sistema de dominación estaba superado y su proyecto era refundar el Estado, con un carácter autoritario, excluyente, concentrador, que no sólo se impusiera al MP y a los trabajadores, sino que al resto de las fracciones de la burguesía. Tal propósito se ajustaba a las concepciones de “Seguridad Nacional” y a la estrategia contrainsurgente de las FFAA, además de ser coincidente con los intereses imperialistas y las tendencias del capital financiero internacional. LA JUNTA MILITAR, Y NO PODÍA SER DE OTRA MANERA, MUY PRONTO ABANDONÓ SU AUTONOMÍA RELATIVA Y SE CONVIRTIÓ EN LA DICTADURA MILITAR DEL CAPITAL MONOPÓLICO FINANCIERO NACIONAL E INTERNACIONAL.
Luego del grave bajón de 1975, la economía comenzó a recuperarse, con un crecimiento del PGB de 9,9% en 1977, un 8,2% en 1978, un 8,3% en 1979 y un 7,5% en 1980. Era la consolidación de la fracción monopólico financiera en el bloque en el poder, arrastrando de paso en la mejora a sectores de la pequeña burguesía e incluso concitando apoyo en algunas fracciones de trabajadores. Es por ello que en 1977, contando con cierta base de apoyo económico y social, Pinochet anuncia que se inicia el proceso de institucionalización del régimen a través de una Constitución y de configuración de un Estado de nuevo tipo, estructurado este en base a la estrategia de contrainsurgencia y asignando un rol tutelar a las FFAA. Se plantea la modernización del Estado, mediante reformas en las áreas de: relaciones laborales; sistema de salud; la educación; la previsión social; organización de la producción agrícola; modernización de la administración del Estado y de la Justicia.
El proceso de institucionalización del nuevo tipo de Estado, el del capital monopólico transnacional, chocó con la reanimación que se produce en los sectores más consecuentes y avanzados del MP. A fines de 1977, se produce una huelga de hambre de familiares de desaparecidos y presos políticos. El 1º de mayo de 1978, se produce una combativa manifestación en Santiago, que terminó con incidentes callejeros. A principios de 1980, se produce una huelga en El Teniente y con ello se abre un ciclo de protestas populares en contra de la Dictadura Militar. En 1980 la Junta convoca a un plebiscito-fraude, con el fin de lograr sancionar una nueva Constitución y el PDC convoca a votar NO en el mismo.
En la segunda mitad de 1981, se desató una violenta crisis recesiva, que redujo la tasa de crecimiento global para ese año a 5,2% y que luego, en 1982, caería aún más dramáticamente, a un histórico -14,1%. El desempleo, que en 1981 alcanzaba 15,9% de la fuerza de trabajo nacional, subió en 1982 al 30,9%, según datos oficiales. La producción industrial en 1982 cae en un -22%, varios centenares de empresas quiebran. Los agricultores se declaran incapaces de pagar sus deudas. El Banco Central se hizo cargo de los créditos impagos de la gran banca privada, y debió cerrar dos e intervenir otros cinco para salvar el sistema financiero. El bloque en el poder tiende a su restructuración, quedando desplazados algunos grupos económico como los Larraín, los Cruzat y los Vial, logrando una renovada preponderancia en el nuevo escenario los Matte, los Angelini y los Luksic, quienes se venían posesionando desde fines de los ’60. Se resquebrajó la relación entre algunos grupos económicos y la Junta. Los sectores empresariales y gremiales tendieron a defender sus derechos, criticando abiertamente al gobierno. El grueso de la pequeña burguesía se volvió contra el régimen. El proceso de institucionalización se estancó. La crisis económica logra activar las representaciones políticas del campo popular y los de la oposición burguesa.
En mayo de 1983, en plena crisis económica, los sindicatos del cobre convocan a un paro nacional, pero al evaluar que no había fuerza real para concretarlo la convocatoria se transformó en un llamado a protesta. Durante tres años, hasta 1986, se produce un ciclo de protestas sociales, en donde se verifican distintas estrategias orientadas a la salida de la dictadura militar. Mientras el campo popular, expresado en el Movimiento Democrático Popular (MDP), aspiraba a derrocar la dictadura e instaurar un Gobierno nacional democrático popular, la oposición burguesa, conformada por el PDC, el Bloque Socialista (del socialismo renovado) y la derecha liberal (organizados en la Alianza Democrática o AD), señalan que su objetivo es sólo un recambio que le permita a los civiles recuperar su rol de administradores de los aparatos del Estado.
En 1986, año señero, la situación económica se reanima y el PGB alcanza un incremento de un 5,7%. EEUU, disminuye su presión, comprendiendo que la oposición burguesa todavía no daba visos de gobernabilidad y decide apoyar el proyecto de mantención de la dictadura hasta 1989. La iglesia Católica lanza la tesis de la Conciliación Nacional, apoyada por la AD. El MDP entra en crisis, pues el PC y el PS, y un sector del MIR, pasan a perspectivar su acomodo y nuevo rol en la apertura política que se abría paso. El FPMR, asimismo, sufría contradicciones por el nuevo proceso abierto, lo que le llevaría a un proceso de división. No logra cristalizar una alianza entre el MIR, el FPMR, el MJL, y los PS SA-DC y Unitario.
Para el CAD, 1986 es el año de la Segunda derrota del MP. A diferencia de la primera, ésta es mucho más profunda, pues afectó el componente ideológico del MP, tanto a sus militantes de base como a sus dirigentes, extendiéndose a las amplias masas. Es una derrota política, que se extiende por más de 20 años y que incluso podemos percibir en estos instantes. Pensamos que constatar y señalar éste hecho, es decir la segunda derrota, no es mantener una posición derrotista, sino que significa asumir las condiciones sobre las cuales debemos caminar, pues existen quienes ni siquiera se dan por enterados de esa problemática y basan sus análisis sin tomar en cuenta el estado real del MP y de las organizaciones de la izquierda.
A continuación y sobre todo desde 1990 hasta hoy, se produce la plena despolitización del MP. Se agudiza la fragmentación de las expresiones políticas del MP. Cristaliza la refundación social capitalista, prefigurada desde 1975 por el bloque en el poder. Ese discurso del tirano, que causó risa en su momento, que hablaba de un TV para cada chileno y una bicicleta, se ha cumplido con creces. Es el control social mediante los placeres y las delicias del capitalismo.
Podríamos extendernos en la temática que el CAD denomina la ‘psicohistoria’ de las transformaciones socioeconómicas, políticas e ideológicas, desde 1986 hasta el presente. Sin embargo, creemos que lo vital es comprender que al potente proceso de refundación social capitalista debemos oponer una refundación social de tipo socialista. Y para lograr aquello, tan inalcanzable en el ahora, debemos asumir que no estamos transitando por las grandes alamedas, sino que nos encontramos en el período largo, tedioso, de despertar al dormido. Debemos comprender que hemos retrocedido a los albores del MP chileno. Tenemos que aceptar que no hemos de inventar el agua tibia, que las formas, los métodos existen, que debemos actualizarlos, renovarlos, pero sin perder la puntería. Avanzar de lo simple a lo complejo, acumulando fuerza social donde exista, en forma molecular, con paciencia, tal como el elefante con su hormiguita.
Toda crisis, así como la Historia misma, presenta dos rostros. Por una parte, es expresión de la transitoria victoria de nuestros enemigos de clase y, por otra, expone nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras incapacidades, nuestras confusiones. No obstante, esto mismo nos permite tomar conciencia de lo obrado, comprender las causas de nuestra postración y corregir esos errores y debilidades, sentando así nuevas bases cualitativas sobre las cuales el MP y revolucionario puede seguir acumulando nueva fuerza social por el cambio profundo de nuestra realidad. De esta crisis puede surgir un MP y revolucionario chileno con un grado superior de unidad, con una estrategia común de lucha más madura, con una relación con el movimiento de masas más sólido, con formas de organización y de lucha con la cuales seamos capaces de enfrentar de mejor forma a nuestros enemigos de clase y el poder de la contrainsurgencia. En suma, podemos dar los primeros pasos para el despliegue del contrapoder del pueblo, del Poder Popular, e ir construyendo el Socialismo desde ahora, en perspectiva de la victoria final del Pueblo de Chile.
En ese plano, el CAD hace un llamado fraternal a todas las organizaciones hermanas del Comando por los Derechos Sociales y Populares, a todos y todas quienes lo componen, y al conjunto de las organizaciones hermanas anticapitalistas, a que asumamos la titánica tarea de despertar al dormido, a reconstruir el MP y de una vez por todas abrir las grandes alamedas.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
COLECTIVO ACCIÓN DIRECTA
MAYO 29 DE 2011.
¡AÑO DE LA MOVILIZACIÓN SOCIAL!
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