SENSACIONES
Y PERCEPCIONES DE UNA JUSTA ELECTORAL
Carlos
Sandoval Ambiado[1]
Notas necesarias.
Una vez apagado el cansino conteo de votos y las autoproclamaciones de
triunfo, fue creciendo una sensación de pánico en los dirigentes políticos: la
abstención superaba el cincuenta por ciento. O sea, más de la mitad de los
chilenos, por distintas razones, no quisieron ir a sufragar en las últimas
elecciones. El indiscutible triunfador del torneo electoral fue el
abstencionismo y este hecho no deja de tener repercusiones políticas aun no lo
suficientemente dimensionadas y menos identificadas. Los alegres pronósticos de
los inquietos por la “cosa” política, incluyendo a expertos electorales, terminaron ruborizando a sus progenitores u
obligándolos a elaborar estrafalarias teorías. Pasada la vergüenza, afloró la
preocupación y se empezó a diseñar una estrategia que permita invisibilizar el
rechazo al sistema, morigerarlo o derechamente esconderlo bajo la alfombra de
una nueva legislación electoral. Independiente del camino que escoja la elite
política, los resultados de la justa electoral son, desde nuestra mira,
pequeñas signos de un nuevo escenario político.
Así, por ejemplo, vemos que la “Nueva
Mayoría” no logró su objetivo. La meta fue ganar en primera vuelta porque
la investía de legitimidad y aseguraba gobernabilidad razonablemente aceptable.
La larguísima campaña de la ex presidenta y el alocado quehacer de la derecha,
hicieron suponer un éxito rápido y contundente. No obstante ello no ocurrió
obligando al balotaje cuyo resultado, de todas formas, será mejor (en términos
relativos) para la derecha[2], pero en un contexto de
igual o mayor abstención. Este escenario constituye un desafío político de
futuro para este segundo gobierno bacheleteano
y primero del neomayorismo.
A su vez, las elecciones dejaron a la derecha en una posición más o menos
inconfortable. En las Parlamentarias, especialmente la UDI, perdió terreno.
Este hecho se agravó con las apuestas de poder que hicieron los udis al ingresar sus cuadros más destacados al gobierno
piñerista. Esta decisión le costará caro en el proceso de recomposición.
Asimismo, la izquierda electoralmente dispersa también vivió un fracaso que
debiera ser entendido como un desafío. Está claro que todos los sectores, de
consuno, no superaron el 10% de la votación nacional. Lo que revela la escasa
sintonía con los electores convocados, hecho que provoca una profunda revisión,
reflexión y construcción política.
En esta ocasión buscamos entender el proceso actual, sus proyecciones y las
posibilidades de construir fuerza social de cambio en los próximos años. Lo
haremos dando por descontado que la “Nueva Mayoría”, rubricará su triunfo
electoral en las parlamentarias, con un definitivo éxito en la 2ª vuelta de las
presidenciales. No incluimos una mirada al movimiento social, sectorial y
territorial porque amerita un trabajo reflexivo mayor y distinto al aquí
utilizado.
“Nueva Mayoría” ¿be or not to be that is the question?
La “Nueva Mayoría” para ser tal y tenga un
mínimo de credibilidad, debe cumplir con los cambios prometidos. No obstante no
será tarea fácil. Por el contrario, son varios los obstáculos que debería
sortear o absorber. La sola composición del bloque nos entrega un horizonte
complicado para esta herramienta política. Los temas a discutir intensificarían
sus dificultades para el entendimiento interno. En términos de composición y
caminando de lo particular a lo general para el PC, de no mediar golpes de
timón y disciplinamiento, el parlamentarismo púber querrá no tragarse sus
palabras prometedoras (como lo hizo en las 1ª y 2ª vuelta presidencial) de
cambios estructurales.
Camila Vallejos
(imagen del parlamentarismo mozo)
sorteó elegante e impávidamente el sumarse al desfile “neomayorista”. Pero, para ella y para los otros dos parlamentarios
electos (Cariola y Núñez) será complicado explicar las trabas al cumplimiento
de las promesas desde instancias de poder
(¿?) como el Parlamento. Les será aun más complejo si el PC asume
responsabilidades de gobierno. La opción de ser gobierno no está plenamente
cristalizada para los comunistas. Entre todas las alternativas: ocupar cargos
de relevancia, cargos de “segunda línea” y quedar fuera con “apoyo crítico”, lo
probable sea que accedan a la segunda alternativa porque les permitirá aplicar
su política de “skater” (un pié en la
calle y el otro en la institucionalidad) sin incomodar a sus socios
democratacristianos y (a su vez) inserto en los movimientos sociales. En este
último aspecto serán dos los nichos dónde se moverá con relativa comodidad: la
CUT y el Colegio de Profesores. Las Federaciones estudiantiles, como ha sido
hasta hoy, le serán renuentes. Más cuando dos de las más importantes
Federaciones están manos de la izquierda no comunista.
Asimismo, en el PS
no existe una sola idea de navegación. La confusión llega a ser atolondrada.
Varios senadores y diputados confunden Asamblea Constituyente[3] con
“nueva” Constitución, no reparando que una es un procedimiento y la otra es el
resultado de éste. Más compleja es la situación del PS cuando desaparece el
socialismo-concertacionista con la derrota de Camilo Escalona y no emerge con
claridad una propuesta aglutinadora a pesar de los esfuerzos de Andrade.
Probablemente sea Carlos Montes quien asuma un papel motorizador en el
socialismo chileno. Por su historia, Montes, se supone que tendrá preocupación
por los temas más álgidos como son la gratuidad de la educación y por
consiguiente la reforma a los tributos.
Para el PPD la
elección de Bachelet (como candidata y presidenta) parece resolver la parafílica contradicción de
“autocomplacientes” v/s “autoflagelantes”. Al menos así lo cree el caciquismo girardista. Existen varios hechos que le
permiten abrigar esta creencia. Así, por ejemplo, el nuevo bloque político
incorpora otras fuerzas políticas (PC) y re-apaña a algunos disidentes: MAS
(Navarro) e IC (Aguiló). Se logra éxito en las primarias tanto en convocatoria
y como en candidatura. Se estructura un programa elástico y gradual, y; se
logra una mayoría parlamentaria. Todos estos factores de consuno permitirían
rellenar los baches o incumplimiento
del primer gobierno bacheletista[4]. Este segmento partidista-pepedístas pareciera
estar dispuesto a usar las mayorías parlamentarias y la movilización social.
Asimismo (con
matices) piensa la embrionaria corriente neolaguista encabezada por Harboe en
el Parlamento y Tohá en la territorialidad municipalista. Su táctica coaccionar
a un sector derechista para sumarse a los cambios o desnudarse como
continuistas del pinochetismo. Pero, al igual que en la DC, como partido no se
vislumbra que pretenda soberanizar el
camino hacia una nueva Constitución. A lo máximo que accedería sería a darle un
papel sancionador al Parlamento
respecto de las construcciones políticas soberanas[5].
A su vez la DC,
probablemente tan golpeada como la UDI, aunque con éxitos menores en las diputacionales, cruzada por históricas tensiones
(Walker versus Pizarro) y (por primera vez) en equilibrio de fuerzas con sus
aliados PPD y PS, deberá redoblar esfuerzos por instalar sus ideas y plazos en
el proceso bacheletista.
Los
democratacristianos, además, ven deteriorada su gravitación porque carece de
una fuerza social organizada. La DC no posee o tiene muy poca presencia en
organizaciones sociales y gremiales como fue durante el gobierno de la Unidad
Popular y en el período dictatorial. En la CUT, en el Colegio de Profesores, en
las Asociaciones Gremiales Profesionales, en los grandes sindicatos y en las
organizaciones sociales territoriales está tremendamente disminuida la
representación democratacristiana. Este es un factor negativo para cualquier
proyecto de recomposición política. Probablemente el plan de Walker (en la
perspectiva del 2020) será recuperar los espacios sociales intermedios.
Mientras tanto
tratará, pensamos, de manejar los equilibrios internos con exigencias y
negociaciones políticas. Lo hará tendiendo puentes hacia RN y presionando por trancar paso a las propuestas de
cambios, especialmente las referidas a los tributos y a educación. Los cambios
políticos (léase nueva Constitución) tratará de amarrarlos al procedimiento,
optando por el camino institucional y gradual. Difícilmente accederá a soberanizar el camino a una nueva
constitución; muy por el contrario, tratará de sobrevalorar la
institucionalidad, relativizando que ésta deriva de una Carta Política espuria
en su origen, forma y fondo. Para bregar hacia estos objetivos exhibirá logros recientes como el avance de
acuerdo con RN por terminar con el binominal y trayendo al presente el
pretérito concepto de “en la medida de lo posible” que viene, en definitiva, a
relativizar las fuerzas propias al prurito de cambios con orden y estabilidad
institucional.
La derecha: entre el continuismo y la propuesta
renovadora.
Tampoco es un
bloque consistente y con hegemonía clara. Su derrota electoral la fraguó mucho
antes de abrirse las urnas. Y de éste percance no podrá salir rápidamente. Dos
son las causas: una, la derrota electoral y, los aires de renovación
(aggiornamiento) que se está reclamando.
La derrota
electoral (presidencial y parlamentaria) reduce a la ultraderecha a su
expresión más pequeña en los últimos 20 años. Si consideramos el universo de
chilenos y chilenas con derecho a sufragar, la votación obtenida en la
presidencial no superó 13%. Asimismo, en el mundo parlamentario se redujo su
representación bordeando los quórum constitucionales. El golpe más duro lo
recibió el coronelismo de la UDI.
Para muchos udis los responsables son
Coloma y Novoa del fracaso en las parlamentaria y presidenciales
respectivamente.
Esta debilidad
relativa se acrecienta con la presencia de aviesos
y discordes, como son los casos de
Bianchi y Horvath. Esto no lleva a creer en una debacle derechista. Aun dispone
de varios caminos y dendritas
políticas que le permitirían llegar a otros campos y construir alianzas. Una de
esas dendritas es el sector maquillador de RN (Larraín, Desbordes,
Ossandón, Allamand) cuyo objetivo sería re-editar un “Acuerdo Nacional 2.0” e iniciar una segunda transición pactada.
Para ello cree contar con un factor no menor: el aggiornamiento ideológico de sectores del neomayorismo. Las áreas de acuerdo serían la reforma electoral
(institucional) la educación (mantención de tres áreas) y la subsiaridad del
Estado con la consiguiente preeminencia del mercado. Un escenario así satisface
al abanico factico: empresariado, iglesia, militares y capital financiero.
Un aliado de
proyección para este sector, es la corriente renovadora de la derecha. Hace
algunos años la emergencia de EVOPOLI habría sido inimaginable. Esta retazo
derechista se caracteriza por su frescura
política, es decir sin historia con el pinochetismo. El eje ideológico lo
constituye su propuesta (gruesa) de darle preeminencia a la sociedad por sobre
el mercado y (obviamente) el Estado. Instalar una sociedad empoderada para superar la brutal inequidad del mercado desbocado que invoca el liberalismo tatcheriano de Jovino Novoa y sus
“coroneles”.
“Empoderamiento social” que se lograría
rechazando los abusos mercantiles. Para ello ofertaran mejoras técnicas de las
instancias estatales de denuncia y supervisión: SERNAC, Superintendencias de
todo orden; uso de Ley de Transparencia; etc. Se buscará crear un
ciudadano-consumidor cuya razón de ser, su ethos,
sería ocupar el Estado para mejorar posiciones
de negociación en el mercado. La educación se mejoraría (¿?) con más injerencia
de la familia; la salud mejoraría (¿?) con más incidencia del usuario. Dicho de
forma distinta la propuesta de la nueva derecha
apunta a intensificar el individualismo (“mis
problemas los resuelvo yo”) y contrarrestar aun más el pilar de una
sociedad como es la solidaridad y la asociatividad.
La pérdida del
gobierno hará (hace) que las presiones internas por reacomodar y reorientar al
bloque se intensifiquen. Muestra de este fenómeno fue la recomposición del
Comando Presidencial de Matthei, lo que implicó el desplazamiento (¿o paso a
retiro?) de Joaquín Lavín. Estos nuevos rostros, que poco tienen de común con
EVOPOLI, aun carecen de propuesta política renovadora; pero gusta practicar fisicoculturismo de la política, como
forma de llegar a la gente.
Resumiendo, la
derecha ha sufrido un desgaste histórico en su oferta neoliberal de acumulación
y dominación. La ventaja comparativa
que del binominal está agotándose o, al menos, se mueve pendularmente a favor
de unos u otros, pero en ningún caso favoreciendo el desarrollo de la
democracia política. Las nuevas generaciones derechistas lo saben y buscan
(buscaran) generar nuevas condiciones para una recomposición. Probablemente
este nuevo escenario se construirá con territorialidad y sectorialidad. Vale
decir colocando atención en los gobiernos locales y asociaciones gremiales
vinculadas o dependientes del Estado.
La izquierda electoralmente dispersa.
La derrota de la
izquierda dispersa fue aún más contundente. Claramente este fracaso electoral
es más mayor que el sufrido por los neomayoristas
y la derecha continuista. Y es así
por varias razones. Una de ellas es cuantitativa porque no obtuvo (de consuno)
un guarismo de dos dígitos. Y, cualitativamente no proyecta (aún) puentes para
un proceso de alianzas y de unidad. Las causas de este fenómeno son también
múltiples.
Creemos que este
sector carece de proyecto político unificador, que posea propuestas tangibles
para el electorado que pretende cautivar y que se localiza en el 52% no
sufragante. Más allá de las supuestas o reales conversaciones que se hubiesen
realizado, lo que quedó para el análisis fue que ningún sector estuvo dispuesto
a concretar unidad. Y este fenómeno, pensamos, se debe a la ausencia de una
discusión programática en la que se descubran factores básicos de convergencia;
pero que, además, hagan sentido con la llanura social. Hace sentido una propuesta cuando ésta no
sólo niega o rechaza el actual orden, sino también cuando ofrece un camino
alternativo.
Otra enseñanza del
proceso electoral es la inviabilidad de constituir unidad, programa y proyecto,
basándose exclusivamente en liderazgos unipersonales que se terminan
confundiendo con modestísimos caudillismos. Son éstas situaciones las que
conspiran decididamente contra la generación de un programa político de
proyección histórica. Lo demandante hoy (fruto de la diversidad) es la
construcción colectiva en el ámbito social, sectorial y territorial. En esta
especie de larga marcha será que surjan
los legítimos y, por tanto, convocantes. Y, creemos, que debiera ser este el
camino a seguir, independiente de todas las tentaciones (a veces legítimas
otras no) electorales.
[1] Profesor y Doctor en Historia.
[2] Obviamente que a dos bandas y sobre la base
de los votos válidamente emitidos la
candidata derechista superará el magro 25% obtenido en la 1ª vuelta.
[3] Pensamos necesario reflexionar respecto del
concepto “Asamblea Constituyente” entendida como procedimiento y avanzar en los
contenidos que debieran allí discutirse. Ausentarse de este espacio es riesgoso
para construir fuerza social de transformación.
[4] Para mayor ahondamiento ver entrevista al Senador Guido
Girardi. http://www.ppd.cl/sala-de-prensa/guido-girardi-en-el-pasado-fui-cuestionador-ahora-los-discolos-seran-otros
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